Política de Dios, gobierno de Cristo/Parte I/XV
XV
Buen ministro. (Matth., 17; Marc., 9; Luc., 9.) | |
Señor, yo afirmara que nunca privado pidió tan cortésmente, ni propuso con tan grande acierto, pues pide y quiere para los muertos los mejores lugares, y para los antiguos criados de casa, como Moisen y Elías, las comodidades, honras y descanso. Ajustada proposición parecerá a todos; y es tan apocado el seso humano, tan limitado el discurso de los hombres, y fía tanto de las apariencias, que cuando está admirando en este ministro esta consulta, de que se debían agradar todos los príncipes por celosa y dictada de la caridad y del celo, dice el Evangelista, sin regalar en manera alguna el lenguaje, sino crudamente: «No sabía lo que se decía». Al criado que todo lo quiere para sí, y no se acuerda de los muertos sino para desenterrarlos de sus sepulturas, ni de los criados antiguos y beneméritos de la casa, sino para ponerles objeciones, ¿qué le dirá el Evangelista? Rey que todo lo da a uno, parece que tiene de Dios, para errar, más poder que el diablo, pues a Satanás sólo le fue concedido prometerlo, y a él le permiten, para más condenación, el darlo. Señor, ya lo he dicho: quien todo lo pide, tienta y no ruega (repetir estas cosas más es celo que prolijidad); demonio es; quiere el que se lo da todo, sea peor que él, pues a él sólo le es dado ofrecerlo. | |
Cuidadosamente he examinado la inadvertencia de esta propuesta, tan severamente reprendida en San Pedro, príncipe que había de ser de la Iglesia; y habiéndolo considerado muchas veces, hallo que al parecer fue consulta cautelosa y en parte lisonjera, pues pidió para los allegados, y que los vio al lado en la gloria, y en el mejor lugar. Señor, pedir para los que pueden, designio tiene, intención esconde; puede disimular vanidad; secreto va el interés propio disfrazado en la diligencia por el amigo. Dar al poderoso es comprar; pedir para el que priva es negociar, no es ruego. | |
Así que, no es buen ministro el que mira por la seguridad del príncipe y por su descanso y el de sus allegados: sólo ése, si olvida los pobres, en nada sabe lo que se dice. Sólo es buen ministro quien derechamente mira a los necesitados. Quien da al poderoso compra, y no da; mercader es, no dadivoso; logro es el suyo, no servicio; más pide dando que pidiendo, porque pide obligando a que le den. Quien pide para el que manda, toma para sí: cautela es, no caridad; no sabe lo que dice; y el mejor remedio es saber lo que con él se ha de hacer. Y copie vuestra majestad esta respuesta del Evangelista, que vendrá siempre a propósito en muchos sucesos; y de los ministros que con afectación se le mostraren muy celosos de su reposo y descanso, tenga más sospecha que satisfacción; y esté vuestra majestad acautelado contra este género de amor que peca en trampa contra la autoridad; pues tanto es mayor el interés del que puede, cuanto más le deja el rey que haga de lo que a él sólo toca: haláganle con el sosiego, y desautorízanle y desacredítanle con el divertimiento del cargo real. San Pedro quería que Cristo, su Señor y Maestro, se estuviese trasfigurado y en gloria, y entre Elías y Moisen; y no supo lo que se dijo, porque al oficio de Cristo, y al ministerio a que vino convenía, no el Tabor, sino el Calvario; no gloria, sino pena; no los lados de Elías y Moisen, sino de dos ladrones. En esto sí habrá quien quiera imitar a Cristo; ni faltarán ladrones que le cojan en medio. Es de advertir que Cristo, nuestro Redentor y Maestro, vivió entre apóstoles y murió entre ladrones. |