Política de Dios, gobierno de Cristo/Parte I/XVII
XVII
Buen criado del rey que se precia de serlo | |
Y preguntándole después por qué bautizaba no siendo Cristo, ni Elías, ni Profeta, respondió: «Yo bautizo en agua; mas en medio de vosotros estuvo a quien vosotros no conocéis. Éste es el que ha de venir en pos de mí, que ha sido antes de mí: del cual yo no soy digno de desatar la correa del zapato. Esto fue hecho en Betania, de la otra parte del Jordán, en donde estaba Juan bautizando. El día siguiente vio Juan a Jesús venir a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Éste es aquél de quien yo dije: En pos de mí viene un varón que fue antes de mí, porque primero era que yo. Y como yo no le conocía, mas para que sea manifestado en Israel, por eso vine yo a bautizar en agua. Y Juan dio testimonio diciendo: Que vi el Espíritu que descendía del cielo, como paloma, y reposó sobre él. Y yo no le conocía». | |
Cuidado fue digno de la fidelidad y reconocimiento de San Juan, éste con que no sólo despide la lisonja que le hacen con tenerle por Mesías, antes, si fuera posible, se desautoriza; hace testigos, y no sólo dice: Cristo lo es todo, pero que él no es nada; siendo «un hombre enviado por Dios, que vino a preparar los caminos al señor, para que creyesen todos por él.» Y viendo que la ignorancia y la malicia del pueblo y de los príncipes dudaban en la verdad, y que cegaban con la luz, repite infinitas veces que él no le conocía; que aunque viene después, le envía Cristo, y que fue hecho antes que él; que no merece desatar la correa de su zapato; que es Cristo el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo; que lo aprendió a conocer del Espíritu Santo; y torna a decir que no le conocía.- Este prodigio de santidad sabía estimar el ser criado y mensajero de Cristo, pues supo preciarse de manera, de serlo, que tuvo por más seguro y más justo parecer nada, que a su Señor; e hizo grandes diligencias para persuadirlo a las gentes. ¿Cuándo ningún rey del mundo hizo con criado lo que Cristo con San Juan? Su amistad empezó primero que naciese: los favores se adelantaron al parto en la santificación, pues le santificó. Creció con los dos la voluntad, el favor e igualmente el respeto; después recibió de su mano el bautismo, y de su boca el testimonio de quién era; y hablando de él, dijo Cristo que entre los hijos de las mujeres no había nacido ninguno mayor que San Juan Bautista; y pudiendo gloriosamente y sin deslucir la humildad referir estas acciones, por atender sólo a desengañar pueblo tan entorpecido y desalumbrado, dice que no es nadie, y, cuando más se alarga, dice que es voz de quien clama en desierto, siendo la voz apenas algo. | |
Señor, criados han de tener los reyes, unos más cerca de su persona que otros, y la voluntad no será en todos igual, y determinará con más afecto en algunos; y entre ellos podrá ser que uno sólo sea dueño de la voluntad del príncipe. No está en eso el inconveniente, si el rey sabe en qué cosas puede hacer a su criado dueño de su voluntad, y el criado cómo ha de usar de este favor y estado. | |
La maña de los criados ambiciosos, en los príncipes divertidos, con facilidad acredita los errores y desautoriza la justificación bien ordenada. Si los consejos proponen y el criado determina, la experiencia y las leyes, y en el as la prudencia y la razón, sirven al albedrío. El rey, Señor (dice un árabe), ha de ser como águila, que ha de tener cuerpos muertos alrededor y no ha de ser cuerpo muerto que tenga alrededor águilas. A los reyes la majestad de Dios, cuando ordenó que naciesen reyes, dioles la administración y tutela de sus reinos: hízolos padres de sus vasallos, pastores; y todo esto les dio con darles el postrer arbitrio en todo lo que les consultaren y propusieren sus consejos y vasallos y reinos. Pues si eso diese un rey a otro hombre, ¿qué guardaría para sí? Nada; porque la corona y el cetro son trastos de la figura, embarazosos y vanos. ¿No era renunciar el reino? Sí; no puede negarse, y es cortés manera de hablar. Era despreciar la mayor dádiva de Dios, y obrar contra su voluntad en perjuicio de tantas almas; pues da el reino a quien Dios no quiso dársele ni halló digno de tal oficio, y es dar el rey lo que Dios le dio para que le sirviese con ello. | |
Han de ser voz del desierto. Yo entiendo aquí eco, porque el eco por sí no dice nada; repite lo que dice otro, y no todo sino los últimos acentos. Así ha de ser el criado, que ha de decir lo que el rey dice, y no tanto como él: unos finales; no al revés que el rey diga lo que dijere el eco; y cuando lo quieran entender de otra suerte ha de ser voz, no lengua, que es señal que ha de ser formado, y no de formar; y no basta que sea voz, sino que lo sea en desierto, sin pompa afectada, sin acompañamientos ambiciosos, compitiendo el cortejo al rey. | |
Elige a San Pablo por apóstol y por privado, y lo primero que hace para que sea buen privado y buen criado, es derribarle. Cayó primero, y no caerá después. ¡Advertida prevención bajarse uno de donde, si no cae, le pueden derribar! Llámase vaso de elección, vaso que escoge para sí: privado quiere decir. Quien supiere leer el texto griego y hebreo, echará de ver que vaso quiere decir arma escogida de Cristo. Siendo antes arma ofensiva contra su testamento y apóstoles, por arma defensiva de todos nombrole por privado suyo desde el cielo. Fuéronlo otros; mas a él se lo dijo. ¿Qué le encargó a este criado escogido, arma escogida, vaso de elección? Encargole los peligros de la verdad. Mire vuestra majestad sus peregrinaciones, sus trabajos, sus naufragios, sus afrentas, su miseria, sus martirios, sus azotes, su muerte. | |
Buenos ejemplos son el del buen criado y de San Pablo: el uno en su vida, y el otro después de su muerte. Y no se puede dudar que el buen criado se represente en San Juan, pues lo dice Dios por Isaías, y así lo canta la Iglesia el día de su nacimiento83: «Y díjome: Mi criado serás tú en Israel, porque en ti me gloriaré.» Y luego consecutivamente84: «Y esto dijo el Señor, formándome en el vientre su criado.» Así son los criados que Dios hace, y así a su imitación los han de buscar los reyes de la tierra, imitadores de Cristo. | |
Lo postrero es, que no ha de desmerecer ninguno por no ser del cortejo del privado, ni del valido; ni por serlo, de adelantarse a otro. Cristo en San Juan lo enseña por San Lucas, capítulo 9. Dijo Juan: «Maestro, vimos a uno que en tu nombre lanzaba demonios, y prohibímoselo, porque no sigue con nosotros.» Responde Cristo: «No se lo estorbéis.» No es causa para que no tenga el oficio, el cargo, la dignidad, que el criado diga: Señor, no es de los nuestros, no acompaña conmigo. Cristo manda que le dejen hacer milagros al que no tiene contentos y satisfechos a los suyos. |