Por el val de las Estacas
el buen Cid pasado había;
á la mano izquierda deja
la villa de Constantina.
En su caballo Babieca
muy gruesa lanza traía;
va buscando al moro Abdalla,
que enojado le tenía.
Travesando un antepecho,
y por una cuesta arriba,
dábale el sol en las armas
¡oh qué bien que parecía!
Vido ir al moro Abdalla
por un llano que allí había,
armado de fuertes armas,
muy ricas tropas traía:
dábale voces el Cid,
d’esta manera decía:
—Espérame, moro Abdalla,
no demuestres cobardía.—
Á las voces que el Cid daba
el moro le respondía:
—Muchos tiempos há, buen Cid,
que esperaba yo este día,
porque no hay hombre nacido
de quien yo me escondería;
porque desde mi niñez
siempre huí cobardía.—
—Alabarte, moro Abdalla,
poco te aprovecharía;
mas si tú eres lo que dices
en esfuerzo y valentía,
sé que á tiempo eres venido
que menester te sería.—
Estas palabras diciendo
contra el moro arremetía;
encontróle con la lanza,
en el suelo le derriba;
cortárale la cabeza,
sin le hacer descortesía.