Primeros auxilios en los casos de accidentes e indisposiciones repentinas/Nociones sobre el cuidado de enfermos

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CAPÍTULO VII
Nociones sobre el cuidado de enfermos

Si una enfermedad ó cualquier accidente sobreviniera á una persona ligada á nosotros, no nos sentiríamos satisfechos con haberle prestado con todo arte el auxilio del primer momento; sino, que trataríamos de impedir que le sobreviniera mayor daño hasta la llegada del médico, y desde este momento tendríamos una ocupación benéfica, aplicando la higiene y cumpliendo con inteligencia y habilidad las prescripciones del médico.

Las mujeres, cuya habilidad para cuidar enfermos data desde tiempo inmemorable y han sido con toda justicia alabadas por su habilidad y mano suave; su devoto sacrificio y el olvido de sí mismas, y es público y notorio que el cuidado de los enfermos ha sido siempre ocupación de las mujeres, y con derecho han recibido las bendiciones de todos.

El saber un poco del cuidado de un enfermo no es ser enfermera; porque esto requiere largos años de estudio diario y trabajo fuerte; así, sólo se desea hacer á todas prácticas en el cuidado de los enfermos de su propia familia, al lado de la cama de sus hijos, esposo ó hermanos enfermos; el saber un poco de higiene o economía doméstica y poder cumplir las prescripciones del médico correctamente en todos sus detalles, que parecen sin importancia; pero, que para el enfermo la tienen en sumo grado.

Muchas señoras conocen perfectamente desde hace tiempo muchos de estos deberes, que pertenecen á las obligaciones y costumbres de toda buena ama de casa; sin embargo, deben prevenirse contra la superstición, la tradición de nuestros antepasados y el curanderismo; rutinas que luchan contra la verdaderaa ciencia de la salud.

Primero trataremos del cuarto del enfermo y su arreglo; el de la cama; del enfermo mismo y las prescripciones del médico, etc., que son á la vez consejos de higiene para las personas sanas, especialmente en los casos de enfermedades contagiosas.

Cuarto de enfermo

El dormitorio requiere todas las condiciones que son necesarias para una buena habitación; porque el enfermo estará allí el día entero, inmóvil en la cama, y aún cuando esté convaleciente no podrá abandonar la pieza por mucho tiempo, siendo ésta su única vivienda; siendo siempre preferible sea el dormitorio á que está habituado.

Si tratándose de personas sanas no se puede consentir ciertas cosas bajo el punto de vista de la higiene referente al dormitorio, donde pasamos casi la tercera parte de nuestra vida, menos aún, podrán aceptarse para el cuarto de un enfermo. Sin embargo, muchas veces, el cuarto elegido para el enfermo, es justamente uno que nigún destino útil pueden darle, por ser muy obscuro, húmedo y poco espacioso; otras veces por necesidad, es en una pieza en la cual duermen muchas personas amontonadas. Naturalmente para las personas enfermas es el peor local que se puede encontrar; cuanto mejor sea la pieza, tanto mejor estará el enfermo.

Ante todo, el cuarto no debe ser demasiado pequeño (lo menos 50 metros cúbicos: es decir 4 de largo, por 3 de ancho y 4 de alto), sino espacioso y alto, porque así, se conserva el aire puro más tiempo. Las ventanas deben ser lo más grandes posible y fáciles de abrir, y siempre alguna rendija abierta día y noche; es necesario abrirlas del todo por algunas horas, especialmente á medio día, cuando el hermoso sol pueda iluminar la pieza; porque así, como las plantas se inclinan alegremente hacia la luz del sol que las hace crecer y florecer; así también, sucede al hombre bajo la influencia vital de la luz, que á la vista de un rayo de sol, obtiene nueva confianza y esperanza; tampoco debe temerse el aire de la noche que es puro y bueno.

Debe el cuarto estar alejado de las cloacas, letrinas, cocina, etc., á pesar de tener éstas perfectamente limpias, y no debe comunicar con galerías, zaguanes, pasadizos, cerrados ó que comunique con obras de salubridad, con depósitos de residuos y sustancias en descomposición.

Toda basura suelta debe ser alejada y quemada en seguida y los útiles de limpieza mantenidos aseados y desinfectados.

En algunas enfermedades se aconseja tener la pieza á media luz, ésto se consigue por medio de cortinas, biombos, pantallas, etc., con las cuales se gradúa á voluntad, hasta obtener la obscuridad deseada.

La luz artificial se consigue, por medio de lámparas, bujías, etc., y para toda la noche, es preferible una cerilla de noche ó luz eléctrica que es la más higiénica, porque no consume el oxígeno del aire.

En el cuarto del enfermo debe predominar la quietud y el silencio; es lo más útil estar separado del ruido de la calle por medio de jardín ó un patio; también hay que tomar en consideración los vecinos bulliciosos al elegir el dormitorio del enfermo. En el cuarto mismo del enfermo debe evitarse, en lo posible, todo ruido innecesario y se comprende que los enfermos, especialmente los que tienen fiebre y sufren de los nervios, son por sí, más inquietos y alterables por pequeñeces que las personas sanas.

Debe evitarse toda conversación en alta voz y durante largo rato, como lo hacen las visitas imprudentes que extienden sus conversaciones demasiado; debe evitarse el caminar fuerte con zapatos sonadores ó zuecos; el tropezar contra la cama, las mesas y sillas; el cerrar las puertas ó ventanas con estruendo; mover el fuego con ruído, etc.; evitar tener una enfermera charlatana ó persona que hable con voz fuerte ó ronca.

Por otra parte, estos cuidados no deben ser exagerados, á tal punto que parezca que alrededor del enfermo se hiciera todo en secreto ó fuera todo manejado por ánimas. Porque el enfermo, si no puede mirar alrededor del cuarto, se inquieta por lo que sucede donde no puede ver: lo mismo le pasa cuando se conversa en voz baja (cuchicheo) y oye el sonido, pero no entiende la palabra; como también sucede, cuando la persona que cuida al enfermo, se mueve demasiado suavemente de acá para allá, que el enfermo no sabe cómo lo ha efectuado.

Si las comodidades lo permiten, es bueno tener al lado del cuarto del enfermo, una ante-cámara en la cual algunas visitas puedan detenerse antes de entrar, especialmente en invierno y durante el mal tiempo. En él pueden dejarse los residuos y útiles que no son necesarios siempre en el cuarto del enfermo y que deben tenerse á mano para cuando se necesiten; también, muy útil es que un cuarto de baño y letrina esté contiguo.

Las pocas comodidades de algunas casas harán que estos pedidos sean de imposible realización. Pero, dos condiciones deben exigirse en todo cuarto de enfermo, extrema limpieza y buen aire, condiciones primordiales en el cuidado de enfermos.

Todas las mañanas, debe barrerse (sin levantar polvo) todo el cuarto con una escoba un poco húmeda ó levantar el polvo con un trapo húmedo, limpio, y después se repasa todo con otro seco. Especial cuidado debe tenerse con los rincones y sitios más difíciles de alcanzar; como debajo de la cama y de los grandes muebles, como tiene costumbre hacerlo toda buena ama de casa. Esta limpieza, hecha á medias; por ejemplo: pasando con un paño mojado solamente y dejando la tierra húmeda, amontonada, sin ser alejada de la pieza, que se acumula en mayor cantidad, si no se recoje todos los días.

Todo montón de tierra ó nube de polvo, debe evitarse en lo posible, porque ya se sabe que el polvo en general (ciertos oficios), es muy peligroso (por sí mismo y los microbios que contiene), para las personas sanas y lo será mayormente para una persona enferma.

Donde hay malos pisos debe regarse á menudo para aplacar el polvo y con algún insecticida cuando hay bichos (pulgas, chinches, piojos, mosquitos, etcétera), que son grandes propagadores de enfermedades. Por eso, hay que sacar con urgencia de la pieza del enfermo todos los alfombrados y tapicerías; teniendo que lamentar que en este punto, como en muchos otros importantes de la vida, la moda domina la razón.

Debe sacarse todos los acolchados, las tapicerías; como ser: los muebles forrados, sofás, sillones y todos los objetos con felpa, terciopelo, peluche, etc.; á más, las cenefas pesadas, cortinas; doseles sobre la cama, ramos de flores artificiales, adornos inútiles, alfombras grandes y chicas, yutes; porque, sólo es útil una pequeña alfombra delante de la cama, sobre la cual puede el enfermo poner los pies en caso de levantarse de la cama; porque el cepillar ó sacudir es muy dañoso y debemos esperar que se abaraten los aspiradores (atom) para poder realizar bien esta limpieza sin levantar polvo.

Se debe procurar la mayor sencillez en los muebles del cuarto, para que se pueda limpiar á diario, todo rigurosamente con agua, jabon y cepillo.

Fuera de la cama (lámina 156 a), sólo es necesario en la pieza, una mesa y unas sillas; y podría haber además una mesita (lámina 156 b) para el enfermo en cama, un chaiselongue y un biombo, y quizá un lavatorio y armario; y para que el cuarto tenga un aspecto alegre, se coloca de día sobre la mesa en agua un ramo de flores que no tenga olor fuerte; también, algunas plantas de hojas verdes delante de la ventana al sol, y se pone en la pared, frente á la cama, un buen cuadro que después de algunos días se puede cambiar por otro, para que haya un poco de variación en la uniformidad del cuarto y el enfermo pueda recrear la vista.

¡En toda enfermedad, el buen aire cura más que los medicamentos!

El aire impuro se conoce por la sensación de pesadez; á veces, por el olor al entrar en una pieza. Se produce por la aglomeración de muchas personas en un espacio cerrado ó muchas lámparas; porque las personas y el fuego toman del aire las partes buenas y útiles para ellos (oxígeno) y espiran un aire mal sano (gas carbónico), viciado y peligroso para el hombre (véase respiración). A más de esto, se agregan para viciar el aire: las secreciones y deposiciones del enfermo; el agotamiento del aire producido por las lámparas y velas que vician más el aire, que las personas mismas (una lámpara igual á 4 personas); los olores de ungüento, cataplasmas, pus, y en fin; todos los olores, exhalaciones del enfermo, y que son producidos por los medicamentos, restos de comidas, etc., ó perfumes, zahumerios, etc., usados á propósito para encubrir los malos olores y que no hacen sino agravar la pesantez del aire.

Lámina 156 a).—Cama higiénica

Todos estos inconvenientes deben evitarse por una buena aireación ó ventilación. En las habitaciones donde no hayan respiraderos ó ventiladores en la construcción, se consigue el cambio de aire teniendo abierto continuamente una parte de las ventanas y puertas (por persianas, vidrio roto, rendija, etc.), lo cual produce á veces lo que tanto temen algunas personas; es decir: «las corrientes de aire»; pero, que no producen este daño, si se cuida de que el enfermo esté bien abrigado, á excepción de la cabeza. Si la corriente es muy fuerte en algún momento, también se cubre la cabeza mientras pasa y así, no puede «resfriarse», lo que no es tan malo, como el respirar aire viciado. ¡Mejor es estar rodeado de buen aire, aunque se tenga que abrigar más al enfermo! Esta aereación debe ser continua, y debe hacerse más amplia «barrida de aire» por la mañana y á la tarde, siendo de más corta duración durante el resto del día, y luego, volverse á abrir del todo cada vez que el aire esté viciado por los residuos y olores de la comida.

¡No teman el aire de la noche, que después de caer el sereno, es más puro que durante el día!

Lámina 156 b).—Mesa portátil para enfermos

Cuando el tiempo es lluvioso, muy frío ó tormentoso, si se dispone de una antecámara, el cambio de aire puede hacerse por intermedio de la puerta de comunicación entre los dos cuartos; así, es menos sensible el cambio, y siempre abrir la ventana ó puerta opuesta al viento para evitar el polvo.

En los rincones después de aseados, donde no se renueva el aire, es conveniente renovarlo por medio de un paraguas que se abre y se cierra sucesivamente ó abanicando con una pantalla; pero, para hacer esto, no debe existir polvo en el cuarto, porque se levantaría del suelo y dañaría a todos.

Según las leyes de la naturaleza (físicas), el aire caliente asciende, porque es más liviano; el aire frío es más pesado, y por lo tanto desciende; así, en todo cuarto caldeado hace más calor arriba hacia el techo, mientras que el aire frío está cerca del piso; así, cuando se abre una puerta en invierno, se siente inmediatamente frío en los pies.

Hay que saber estas cosas para efectuar la aeración. Si abrimos las partes superiores de la ventana sale el aire caliente, y el aire frío cae por su peso, casi verticalmente, desde las ventanas al piso del cuarto; así, si la cama del enfermo está debajo de la ventana, sentirá inmediatamente el frío de una manera desagradable y debe reguardarse la cama por medio de una cortina, dosel ó biombo hasta que el aire se haya mezclado con lo demás de la pieza. Si abrimos solamente la parte inferior de la ventana entrará aire frío, sin que salga el aire caliente y viciado; así, se vé que es más conveniente abrir las partes superiores de la ventana (banderola, vidrio superior, etc.).

La entrada y salida del aire á una pieza, puede demostrarse fácilmente, entre-abriendo una puerta y poniendo en la parte superior de la rendija, una vela encendida y se verá, que á causa de la salida del aire caliente, la llama se inclina hacia fuera, donde hay aire frío. Si se pone la vela en la parte inferior, la llama se inclina al contrario, hacia dentro por el aire fío que entra y con mayor fuerza cuanto mayor es la diferencia del calor entre el aire exterior y el interior.

Los ventiladores hechos en las casas modernas (respiraderos, rejillas, persianas, banderolas, válvulas, etc.) son de gran utilidad, porque producen la ventilación contínua, sin que los habitantes se aperciban de ellos y aún ignoran su uso.

También con las chimeneas y estufas tenemos excelente medio de ventilación; porque como sube siempre el aire caliente por el cono, arrastra al aire viciado del cuarto, como se puede ver fácilmente por las llamas que forma el fuego, debiendo dejarse abierta las válvulas hacia fuera todas las noches para que continuamente salga el aire viciado. Las chimeneas son mejores ventiladores que las estufas; pero, no dan tanto calor y si fuera posible siempre el cuarto del enfermo debiera tener una.

El calor ó la temperatura del cuarto del enfermo no debe nunca ser demasiado alto; más vale que sea frío que demasiado caliente; generalmente la temperatura que se desea es de 16º á 18º centígrados; con esta temperatura, tanto los sanos como los enfermos se sienten muy bien; pero, los enfermos estando en la cama, con enfermedades que producen fiebre, no encuentran desagradable una temperatura más baja, como 10º á 12º C., y al contrario; los niños, los enfermos con pérdida de sangre y líquido del cuerpo, los debilitados por pobreza de sangre, etc., hay que tener la temperatura de algunos grados más alto; porque, tienen siempre frío y fácilmente los resiente, y como no tienen fuerza, les es díficil reaccionar y producir calor.

El fuego en el cuarto reseca el aire y este aire seco irrita las vías respiratorias: la laringe, bronquios, pulmones; por eso, y especialmente en las enfermedades de las vías respiratorias, se recomienda el tener al aire más húmedo poniendo en el suelo ó sobre la chimenea una vasija con agua para que se evapore paulatinamente ó sobre la estufa, calentador, etc., para que se evapore con el calor. Se da también más humedad con un pulverizador, que es indispensable en las enfermedades de la garganta.

Cuando se espera la llegada de un enfermo debe quitarse del camino todo lo que pudiera molestar el transporte (alfombras, muebles, etc.); si hubiera tiempo, debiera sacarse todo lo del dormitorio, limpiando y desinfectando la habitación y los muebles perfectamente y ventilar bien de antemano.


La cama del enfermo

Ante todo, es necesario que la cama esté libre en medio del cuarto, de manera que pueda acercarse por todos lados; si esto no puede hacerse, entonces se pondrá los pies contra la pared y la cabecera al centro del cuarto para respirar mejor aire; debiendo el enfermo recibir la luz por detrás, ó cuando más de un lado; no debe estar la cama demasiado cerca de la chimenea, ni debajo una ventana, ni entre corrientes de aire.

Debe la cama, ante todo, ser sencilla y fácil su limpieza, como los demás muebles; por eso es preferible la cama común de barrotes redondeados de hierro ú otro metal, de 2 metros de largo, 1 metro de ancho y 50 centímetros de alto; puede comprarse con todos los adornos que se desee; á más, que tenga el colchón elástico libre y fácil de alcanzar por todos lados y poder repasarse con un paño.

Sobre éste, es suficiente un colchón de crin rizado, lana, paja, etc., de 10 centímetros de espesor, cubierto con sus sábanas blancas; á la cabecera una almohada liviana, de poco espesor, también de crin, lana ó zostera marina, etc., con sus fundas correspondientes y una ó más frazadas, según la estación; luego cubriendo todo una colcha blanca (lámina 156 a).

Esto es lo más sencillo y lo mejor para la cama de enfermo, y aunque algunas personas no se acostumbrarán pronto, es sin embargo mejor que estar entre edredones y cubiertos de una montaña de plumas, con cotín tupido ó un colchón grueso, antihigiénico, y aunque encontrarán al principio esta cama muy dura, se acostumbrarán pronto, porque es mejor.

En casas particulares desgraciadamente no se encuentran, sino excepcionalmente, estas camas higiénicas; porque, aquí se prefiere en general las camas de madera, bajas, cerca del suelo, porque están de moda; pero estas camas cerradas, como cajones de madera, están rodeadas de colgaduras, con dosel que hace la entrada del aire fresco más difícil, y donde el aire es más impuro, y si llegan á estar contaminadas con insectos ó tener infecciones de enfermedades contagiosas, son difíciles de limpiar y hacer desaparecer los gérmenes.

Si el enfermo tiene que conformarse con un colchón de paja, chala, heno, etc., como cama de enfermo, ésta debe ser renovado continuamente; pudiendo hacer estos lechos en tres pedazos para renovarlos, sin mover mucho los enfermos (llamados sucios): paralíticos, locos, etc., que pierden secreciones y hace necesario renovar á diario la parte media del colchón.

Las sábanas, frazadas, colchas y fundas etc., deben ser de color blanco; pues, todos los tintes son dañosos y encubren con un fondo obscuro, las manchas del desaseo.

Cuando es posible se ponen éstas, junto con el colchón, afuera al sol y aire todos los días para que se evaporen las secreciones producidas durante la noche y se purifiquen con el aire y la luz del sol. Se deben lavar y desinfectar á menudo, los forros y rellenos de los colchones en hoteles ú hospitales, mudándolos cada vez que cambian de pasajeros ó enfermos.

Para hacer la cama con arte, se debe fijar que la sábana se ponga siempre con el lado derecho contra el enfermo; que esté bien estirada y que no queden arrugas; pues, el descuido de estas cosas, produce malas y desagradables consecuencias (infecta colchón) y para el enfermo: erosiones y escaras. El mismo cuidado debe tenerse siempre con la ropa del enfermo, paños, zaleas, etc.

Las sábanas pueden cambiarse estando el enfermo en cama; arrollando la limpia longitudinalmente y reemplazando á la desaseada por un costado del enfermo, que se inclina de un lado para el otro para cambiar simultáneamente la usada y la limpia. También puede hacerse principiando de los pies y terminando en la cabecera.

Para mudar la cama, es conveniente tener otra cama á mano; si no se tiene esto, como sucederá casi siempre, debe buscarse un sillón ó sofá conveniente y cómodo, donde el enfermo pueda descansar, mientras se le arregle la cama. (Manera de levantar y transportar el enfermo, véase pág. 200). Aquí debemos agregar, que una persona aunque sea pesada, puede ser llevada perfectamente en un corto trayecto por una sola persona, si sabe hacerlo hábilmente (láminas 111 a, b y c).
Cuidado del enfermo mismo

El aseo ante todo para sanos y enfermos; todas las mañanas se debe lavar el cuerpo y la cara, con jabón y agua tibia, ó en casos especiales con fricciones, aceites, vaselina, etc., enjuagar la boca, cepillar los dientes y peinarlo. Si hay necesidad de cambiar la ropa, debe fijarse que no esté fría, ni húmeda; sino bien seca y calentada, y si el enfermo está traspirando mucho, hay que secarlo antes de ponerle nuevamente la ropa.

Cuidadosamente puede cambiarse la camisa á la altura del cuello; después sacándola sobre la cabeza del paciente, inclinado hacia delante y luego deslizándola por los brazos.

También puede hacerse sacándola por un brazo y reemplazándola por la limpia, luego la cabeza, y por fin, el otro brazo; pero, para poner la camisa limpia se procede á la inversa cuando se trata de un brazo enfermo: este es el último en que debe sacarse la camisa y es el primero en que debe ponerse. Así, puede hacerse el aseo total del enfermo sin moverlo casi, ni desabrigarlo, ni siquiera destaparlo.

Si el enfermo debe estar sentado en la cama, se coloca detrás de la almohada, otras tantas, hasta conseguir la altura deseada, ó se pone detrás de la almohada una silla al revés ó un banco contra la pared, si no se tiene un aparato especial (lámina 111 a); así, se economizan almohadas.

Si la ropa de cama produce presión, ó se quiere resguardar una parte del cuerpo de todo peso, se usan unos arcos, ó se pone un banquito ó silla y la sábana encima, á guisa de carpa, ó se improvisa una con una caja de cartón ó sombrero viejo, que se desfonda y forma un arco para sostener la ropa de cama ó se levantan éstos con un gancho.

Con las secreciones debe observarse una limpieza muy rigurosa. Si son abundantes y repetidas se hace un colchón, cuya parte central se renueva á diario; se resguarda el colchón, poniendo sobre la sábana una zalea impermeable; pero, lo más chico posible para no dañar al enfermo con el calor y falta de aire y renovarse á diario ó más á menudo; pues no dejando pasar el aire que debe rodear al enfermo, impide la evaporación de las secreciones.

Es indispensable, especialmente para enfermos graves, tener servicios chatos (chatas) y orinales que deben desinfectarse á fuego ó con soluciones químicas cada vez que se usan y debe saberse ponerles con habilidad para no molestar al enfermo.

Si el enfermo en cama tiene frío ó está tiritando ó debilitado se debe abrigarlo por medio de frazadas, colchas ó calentadores, y estos últimos deben ser calientes; pero, rodeados de franela, género, etc., como para no producir quemaduras ó erosiones. Estos medios no sirven cuando el chucho es producido por la fiebre; porque ese frío, es sólo un signo de gran calor interior.

El alcohol no alimenta (licores, coñac, vino, etc.), y tampoco da calor al cuerpo, como se cree generalmente; más bien, lo enfría y altera la sangre, paraliza los nervios, trae enfermedades al hígado, corazón y cerebro; por eso, debe evitarse darlo en los casos de enfriamiento; porque, sólo es un excitante que puede reemplazarse eficazmente por una bebida caliente; como ser: agua caliente, mate, café, té, leche, etc.

Si una persona tiene que estar en la cama por mucho tiempo, sea por enfermedades febriles (como fiebre tifoidea, etc.), ó debilitado por enfermedades que agotan por pérdidas continuas (supuración), ó si sus facultades están alteradas y está mucho tiempo en la misma posición en la cama y no lo asean ó mueven á menudo (dos ó tres veces al día), el cuerpo puede escoriarse fácilmente en las diversas partes donde se apoyan continuamente; gangrenándose la piel (escara) en lo puntos de apoyo; como ser: las asentaderas, espaldas, codos y talones.

En estos puntos, aparece al principio una mancha rojiza que duele (eritema) y pronto la piel se destruye en una extensión más ó menos grande, formándose una llaga (erosión, escoriación), la cual puede llegar profundamente (escara) hasta los huesos, y entonces agota al enfermo por su intenso dolor y la enorme cantidad de secreción que produce ó por la infección que penetra por esta herida.

Se puede precaver este mal, y librar los sitios en peligro de esta presión, teniendo al paciente limpio y seco, estiradas las sábanas y moverlo de vez en cuando, poniendo debajo del enfermo un rodete de aire ó agua, ó fabricando uno con paja, afrecho, chala, etc., ó un almohadón hecho de forma adecuada.

Con estas cosas se debe observar la más grande limpieza y tener cuidado a poner á menudo, al enfermo de un lado al otro y hacerles un roce en todo el cuerpo, siguiendo la dirección de la sangre venosa, hacia el corazón. Estirar todos los pliegues de la sábana, la cual se puede fijar con alfileres de seguridad ó ganchos á cada lado del colchón, y lo mismo, debe estirarse la camisa del enfermo y alejar todas las migas de pan, etc.

También es útil, lavarlos con desinfectantes ó soluciones que tienen alcohol; como ser: solución sublimado, aguardiente, vinagre ó agua con unas gotas de limón; secarlos suavemente, ponerles polvos secantes, etc.

Si se ha formado una ulceración, se agrega á estos tratamientos, lo aconsejado en el tratamiento de las heridas; las mismas reglas, como se hace con todos los que tienen una lastimadura; parturientas, enfermos con llagas, quemaduras, heridas, etcétera, y cuando se ayuda al médico en una curación ú operación; siempre con grandes precauciones de aseo y desinfección.

La enfermera puede hacer al médico un servicio muy importante, ahorrándole mucho tiempo en descubrir los signos de la enfermedad y la observación correcta del enfermo, y sabiendo cumplir con arte sus órdenes; pues, es la encargada de esto, á más de ser la única responsable del bienestar del enfermo.

A los deberes de la enfermera pertenece la observación del estado general del enfermo; si está tranquilo ó si se queja; si está inquieto en la cama ó no tiene fuerza; si está con desvarío; si ha dormido y cómo lo ha hecho; si durante éste ha estado con delirio ó si ha traspirado mucho.

Para una persona sana bastan 6 á 8 horas diarias de sueño; los niños de 10 á 12, y los infantes duermen casi todo el tiempo.

Lámina 157.—Termómetro clínico centigrado

Cuidado especial debe tomar respecto á la observación de la respiración, del pulso, que indican funciones vitales, y temperatura del cuerpo; esta última debe tomarse varias veces al día á la hora indicada por el médico, apuntándolo en los cuadros térmicos, ya conocidos.

La temperatura del cuerpo es indicada según el termómetro centígrado ó de Celsius (termómetro clínico de máxima), en una persona sana, marca 37ºC, término medio, y la fiebre puede llegar á 41º y más aún.

Lámina 158.—Cuadros térmicos

Para tomar la temperatura, se aplica el termómetro (lámina 157), en el hueco de la axila (sobaco) descubierto. Después de haberlo secado bien, se pone allí la bolita que contiene el mercurio del termómetro y sobre ésta se comprime el brazo desnudo bien apretado al cuerpo para que se retenga solo.

Después de dejarlo 5 á 10 minutos en esta misma posición (según lo indicado en el mismo termómetro), se lee el número al cual ha llegado la columna de mercurio. Hoy día, hay algunos termómetros que sólo necesitan medio ó un minuto para hacer subir la columna (lámina 157).

Más rápidamente y más seguro se toma la temperatura en el recto por el ano, y justamente para tomar la temperatura en el recto, se prefieren los termómetros cuya columna es de los que quedan á la mayor altura á que han llegado (termómetro de máxima). La temperatura, así tomada en el intestino, indica mejor la temperatura interior y es medio ó un grado (38ºC) más que la normalmente tomada en el hueco axilar, y luego saber apuntar lo observado, en un cuadro clínico (lámina 158).

También deben indicar, según el deseo del médico, el número de respiraciones y del pulso, indicándolo todo en una libreta, cuadro térmico ó clínico.

El hombre adulto sano respira 15 ó 18 veces por minuto; en las enfermedades puede aumentarse de 3 ó 4 veces más, y se debe observar si es profundo ó superficial; si hace ruído (silbante, áspero, etc.), y si es con dolor, tos, etc. y si esputa algo el enfermo; se cuenta la respiración contando el movimiento del pecho, sin llamar la atención del enfermo.

Los esputos deben arrojarse en una salivadera que contenga agua ó ésta con algún desinfectante, y se deben guardar para que los vea el médico; nunca se debe permitir que el enfermo escupa sobre el piso ó en un pañuelo, á no ser éste de papel que se pueda quemar después. Los esputos secos ó hecho polvo son peligrosos para la salud de otros; especialmente si son de tísicos ó de diftéricos; también se debe evitar que el enfermo los trague, porque puede ser peligroso para infeccionar su propio canal digestivo.

Los movimientos del corazón, que se sienten por el pulso, se efectúan 60 á 80 veces por minuto en el estado normal de los adultos y mucho más rápidos en los niños; en las enfermedades pueden aumentar de 100 á 500 veces y disminuir de 30 á 40.

Con mano práctica se puede saber si el pulso es rápido ó lento, contando con la seguridad de un reloj exacto con segundero que es necesario tener; luego, con más práctica, se sabe si es fuerte ó débil, regular ó no.

En estados muy graves, casi no se siente el pulso; y sólo se reconocen los movimientos del corazón por sus golpes en la región cardíaca, situada en el pecho, ó por el sonido del tic-tac que se siente aplicando el oído al lado izquierdo del pecho.

Se toma el puso en el radial con el pulpejo de los dos dedos índice y medio, comprimiendo la arteria contra el radio y calculando cuantas pulsaciones por medio ó un cuarto de minuto, para saber el número de pulsaciones por minuto.

La temperatura, respiración y pulso deben consignarse en el cuadro térmico, que constituye un cuadro clínico completo, cuando se agregan las observaciones completas, especialmente lo observado respecto las secreciones: veces de producido, cantidad, etc. En enfermedades comunes basta consignar la temperatura dos veces al día (8 a. m. y 8 pasado meridiano); pero en las enfermedades febriles, cada tres horas ó más aun á menudo (lámina 158).

Los alimentos deben darse en poca cantidad cada vez; muy aseados, de buen aspecto y arreglo al presentarlos; puntual á su hora y retirarlo en seguida, si el paciente no tiene apetito; debiendo siempre saber y apuntar la calidad y cantidad de alimento dado.

Los infantes hasta los seis meses deben mamar cada dos horas á 2 horas y media, y de esta edad á un año cada 3 horas; los niños deben comer cada 4 horas y los adultos basta 2 veces en las 24 horas; pero todos necesitan beber á menudo, como también al enfermo debe darse á beber agua, aunque no pida. Niños y adultos necesitan una determinada cantidad de ciertos alimentos, según la edad y el trabajo que realizan, para proveer al crecimiento, reparar las pérdidas y dar combustible á la máquina; y así, en las grandes aglomeraciones se reglamenta [1].

Prescripciones médicas

Requiere siempre estricta puntualidad y cierta inteligencia para cumplir las prescripciones médicas; así el médico de cabecera eligirá la persona más sensata y estará muy agradecido con su ayuda eficaz y dará las órdenes exclusivamente á esa persona que cuida al enfermo; como también, será la única á quien escuchará las observaciones hechas y á quien dará las órdenes necesarias.

La administración de medicinas, ya sea en forma líquida ó sólida, á veces es muy difícil hacerlo, especialmente con niños mal criados y adultos caprichosos.

Antes de recurrir á la fuerza, debe tratar de conseguir por medios bondadosos y con firmeza, convencer al enfermo; medida que casi siempre dará para hacerse obedecer del enfermo.

Se puede obligar á los niños á abrir la boca, apretándoles la nariz; y si por experiencia, se ve que el enfermo esputa la medicina de nuevo, se le debe obligar después de tomarla á hablar ó contar.

Los alimentos y medicinas sólidos, si no están pesados, hay que hacerlo en una balanza para saber á ciencia cierta, cuánto toma en las 24 horas y cada vez.

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Lámina 159.—Medidas graduadas

Las medidas líquidas, se dan más cómodamente por medio de una cucharada ó en una copita graduada (lámina 159) en cuyo interior está dividida en gramos; pero, si no tiene estas á mano, se puede utilizar los de la vajilla común ó utensilios de una casa y cuya capacidad es la siguiente:

I

I
I
I
I
I
I
I
I
20

cucharada

»
»
copa
»
»
»
taza
»
gotas

de

»
»
»
»
»
»
»
»
»

café ó té

postre
sopa
licor
Oporto
vino
agua
café

agua










5

10
15
20
50
100
200
100
150
I

á

 
á
á
á
á
 
á
á
 

8

 
20
25
70
150
 
150
200
 

gramos

»
»
»
»
»
»
»
»
»

Hay botellas de litro y cada frasco de botica tiene marcado en el fondo el número de gramos que contienen.

Después de tomar líquidos de mal gusto, se debe tener preparada una bebida agradable para tomar en seguida ó algún alimento que quite el gusto.

Los polvos pueden tomarse en una cucharada de agua ó envueltos en pan ó mezclado con dulce, etc., ó en obleas ó sellos, si son de mal gusto (quinina, salicilato, calomel). Así, se puede tragar sin dificultad, ni gusto, con un trago de agua.

A veces hay gran dificultad con las píldoras, que algunas personas no pueden tragar; así cada uno prueba con el tiempo, la manera más fácil de tomarlas. Algunos, ponen las píldoras en el medio de la lengua, algo encorvada hacia atrás y las tragan con un poco de agua, ó las echan muy atrás de la lengua, así se degluten fácilmente; pero si no pueden tomarlas con un trago de agua, mejor es recurrir á una miga de pan ó un poco de jalea ó una bebida gomosa.

Si han prescripto gotas, deben contarlas con mucho cuidado. Cuando no se tiene botella cuenta gotas ó gotario, y para que las gotas caigan de igual tamaño, se humedece la ranura de la botella por medio del tapón. Si se sirven de un gotario ó un cuenta-gotas, se consigue fácilmente girando el tapón de cristal esmerilado hacia un lado, para que las gotas caigan lentamente una por una, por la ranura.

Las prescripciones médicas por gotas se dan en agua, vino, té, ó en un terrón de azúcar; las medicinas líquidas que contienen éter ó alcohol, deben tomarse con cuidado por el peligro al fuego (nunca contar las gotas cerca de una luz ó dejar abierta la botella cerca de ésta).

Las fomentaciones son prescriptas en muchas enfermedades. Los fomentos fríos, se aplican tomando un pedazo delgado de género de hilo ó algodón (pañuelo ó toalla) y doblándolo en 4 ú 8 dobleces y empapándolas en agua muy fría, se exprimen y se aplican suavemente sobre la parte del cuerpo indicado; y como el agua fría se calienta rápidamente en el cuerpo, hay que renovarlos apenas principien á calentarse, es decir, á los 3 á 5 minutos.

Muy útil es, el tener en uso dos paños, así, uno queda en el agua para enfriarse, mientras el otro está puesto sobre el cuerpo; así pierden poco tiempo al cambiarlos.

Se puede enfriar más el agua como se hace, agregándole sal de cocina, vinagre y salitre (1 parte de sal amoniaco, 3 partes de salitre deshecho en terrones grusos, con una mezcla de 6 partes de vinagre y 12 á 24 partes de agua, según la fórmula de la mezcla frigorífera de Schumker).

Cuando se tiene hielo, se mojan los fomentos en agua helada, ó mejor aún, es llenar las bolsitas impermeables de pedazos de hielo, (del tamaño de una avellana ó nuez); pueden utilizarse para esto las conocidas bolsas de cauchu, ó una vejiga de vaca ú oveja, que después de llenarla se oprime cuidadosamente para sacarle el aire ; y se encierra la abertura de la bolsa poniendo el tapón ó un corcho ó atándola con una cinta muy fuertemente, y se envuelve con uno ó dos dobleces de género de hilo ó algodón, y se aplica á la parte enferma.

Si el frío es demasiado, puede producir una quemadura (congelación por frío); así, si la piel duele ó si toma un color blanco, se debe poner más dobleces del hilo ó franela entre la bolsa de hielo y el punto de la piel sobre que se aplica, y luego se cubre para que no humedezca la ropa.

Para romper el hielo se hace fácilmente con un punzón (clavo, aguja, etc.), que se hace penetrar con un golpe suave de martillo, porque si se golpea directamente con el martillo solo, haría mucho ruido y saltaría á todos lados los pedazos de hielo.

Para evitar que se derrite (delicue) el hielo muy pronto en cuarto del enfermo, se rodea el trozo de hielo, ó la cubeta, el cajón ó balde que lo contiene con malos conductores de calor; como ser frazadas, franela, alpilleras, aserrín, paja, etc., para que no se derrita.

En algunas enfermedades febriles, hay á veces necesidad de bajar la temperatura del enfermo por medio de envolturas frías, y para esto se toma una sábana y para niño basta una toalla, la cual se empapa en agua; luego se exprime bien y se pone sobre un impermeable cubierto con una frazada tendida en la cama. El enfermo desnudo se tiende sobre ella y se le envuelve prolijamente con los dos lados de la sábana, separando bien los dos brazos y piernas; así solo queda libre la cabeza.

Después de 5 á 10 minutos, se desenvuelve el enfermo, y si hay necesidad, se repite ese tratamiento, hasta que el termómetro indique que se ha alcanzado la disminución de la fiebre de uno ó dos grados. Inmediatamente después se frota (roce) al enfermo en dirección al corazón; se le pone ropa seca y se le acuesta en una cama seca y recién hecha.

Las compresas húmedas que deben permanecer largo tiempo y calentarse con el calor del cuerpo (compresa de Prietsnitz), se ponen de la manera siguiente: se toma un género de hilo ó algodón de varios dobleces y se empapa en agua templada ó fría; se tuerce bien y se aplica sobre la parte del cuerpo indicado; luego, se cubre con una tela impermeable (hule, papel pergamino, mackintosh, gutapercha, etc.,), que debe ser cinco ó diez centímetros más ancha por todos lados que la compresa, y se sostiene todo con una venda ó con una faja.

Después de algunas horas se puede quitar la curación (según la prescripción); la piel que ha sido cubierta, se seca bien y se cubre con algo seco y se es necesario, se repite la curación. Las compresas calientes se hacen de la misma manera; solo que se mojan en agua bien caliente desde el principio y se escurre poniéndola en una toalla, que se tierce por los dos extremos para no quemarse.

Las cataplasmas de lino, antes tan apreciadas, son reemplazadas hoy, por lo incómodo y desaseado que eran, por las compresas hervidas ó mojadas en agua caliente. Pero, si hay necesidad de usar cataplasma (harina de avena, lino, arroz, pan, etc.), no deben ser demasiado calientes y debe hacerse nuevas todos los días; porque fácilmente la masa se pone agria y toma mal olor; pero, puede usarse varias veces para la misma persona en el mismo día, si no hay herida, ni úlcera. El efecto es como el de las compresas calientes; es decir: el del calor húmedo.

El calor seco se produce con franelas o frazadas calientes, bolsas de arena, yerbas, afrecho, platos calientes, tapas, ladrillos ó botellas calientes.

Cuando se quiere producir efecto no solo en una parte local del cuerpo; sino, en toda la piel, se administran diferentes clases de baños. Estos se distinguen por las sustancias que entran en su composición (agua pura, medicamentosa, etc.); según la forma en que se dará (inmersión, lluvia, ducha, etc.), y según el efecto que se desea producir (anti-térmicos, calmantes, etc.); como también según su temperatura, etc.

La temperatura del agua del baño se mide por un termómetro de mínima, que sube y baja según las variaciones del calor, recubierto de madera para que no se rompa, ó sea termómetro de baño (lámina 160) que puede servir también para tomar la temperatura de la pieza (termómetro meteorológico).

El médico debe indicar el tiempo que el enfermo debe permanecer en el baño. Pero, en general para el baño frío (15º á 20º C.); la regla es que el enfermo no quede sino cinco á diez minutos; baños frescos (25 á 30º C.), ó en agua tibia (30º á 35º C.), quedará hasta quince minutos; los baños calientes son de 35º á 40º C. ó más grados.

Lámina 160.—Termómetro de baño

El médico indica si debe friccionarse al paciente en el baño (método Brandt); después de cada baño debe envolverse al enfermo con frazadas de lana. A los débiles debe friccionarse en el baño y dárseles durante el tiempo que están tomando ó después del baño, algún estimulante (agua caliente, café, té, etc.), para que reaccionen.

Los baños tibios facilitan el funcionamiento de la piel, evitando congestiones internas; dan elasticidad á los miembros; calman los nervios y traen el reposo y bienestar y son los más útiles para realizar el aseo corporal.

Aspergaciones frías durante el baño caliente (35º á 40º C.), son muy benéficas para la respiración. Se hace de manera que el agua fría caiga de una altura mediana de 0.50 centímetro á 1 metro de altura, con mayor ó menor fuerza, sobre la nuca ó sobre el pecho del enfermo por medio jarro—irrigador (lámina 161), una regadera, un balde chico, etc.; ya sea dejando caer el agua de un solo gulpe, como puede hacerse en los cuartos de baño, donde hay la ducha con lo necesario para esto, ó puede ponerse una compresa fría húmeda sobre la cabeza, y mojarla á menudo ó dejar caer un chorro suave y continuo.

Lámina 161.—Irrigador enlozado de pared, con tubo y cánula

Una lavativa ó enema por el recto se hace por medio de un aparato inyector ó irrigador enlozado en cuyo extremo se pone una cánula ó el tubo blando solamente (lámina 161) y este extremo se recubre de glicerina ó aceite y se introduce estando acostado el enfermo con las (asentaderas) caderas (pelvis) levantadas; ya sea de espalda ó sobre el costado izquierdo, con la pierna derecha doblada.

Se levanta el irrigador á una altura que no pase de 0.50 centímetros á 1 metro; así el líquido corre hacia el intestino con una presión suave. ¡Jamás deben usar irrigadores, tubos, ni cánulas de otros, ni para otros usos (irrigaciones, etc.), en otras partes del cuerpo de uno mismo para las cuales no estaban destinados! Tener el aparato perfectamente limpio y desinfectado.

Según el resultado que desea obtener, debe graduarse la cantidad y calidad del líquido inyectado; si solamente se quiere desocupar el intestino (evacuante), se hace de agua limpia hervida, á la temperatura del cuerpo (37ºC) ó más fria; da mejor resultado agregando un poco de jabón fino desmenuzado (agua jabonosa) ó la ya conocida mezcla de agua y aceite, ó agua y sal gruesa hervida, ó glicerina ó aceite solamente, haciendo que el enfermo desocupe en seguida.

Por lo general, es suficiente 500 gramos hasta 1 litro de líquido; pero, en ciertos casos se puede introducir 2 á 3 litros, al mismo tiempo (enteroclisis), llevando un tubo blando hasta 20 ó 25 centímetros adentro del recto (lámina 161) y manteniendo el irrigador á muy poca altura.

Enemas ó lavatinas para constipar ó calmar el intestino, se hace de cocimiento de arroz, lino, ó una mezcla de almidón desleído y á veces hay que agregar opio (laudano ó morfina) y solo se debe introducir en pequeñas cantidades (20 á 50 gramos de líquido) que se trata de retener del todo para que se absorba.

Lavativas alimenticias, se dan de agua, vino, leche, huevos, jugo de carne, que se administra según las prescripciones del médico á los enfermos que no pueden alimentarse por la boca, en cantidad de 100 á 150 gramos por vez, después de haber hecho efecto una lavativa evacuante.

Siempre se debe tratar que el enfermo retenga la lavativa alimenticia el mayor tiempo posible; así, será tanto mejor el resultado, y para esto, hay que introducir la cánula lo más adentro posible.

En la aplicación de lavativas, ha sido suprimido el uso de las cánulas de hueso, que eran muy difíciles para manejar, y en manos inhábiles producían á menudo lesiones ó heridas graves principalmente en los niños; y se usan ahora de cauchu ó el mismo tubo ó goma de la jeringa (lámina 161). A veces, son reemplazadas hoy día, las lavativas por supositores hechos de glicerina, jabón (calillas, etc.), que antiguamente eran hechos de peregil con aceite.

Un medio de administrar medicamentos hoy día, es por la vía hipodérmica (bajo la piel) é intramuscular que permite se absorban directa y rápidamente por la sangre, ahorando al estómago el contacto de muchas sustancias y conseguir un efecto seguro y rápido.

Lámina 162 a).—Jeringa de Pravaz

Cuando es necesario (hemorragia, diarrea, adinamia, etc.), inyectar bajo la piel gran cantidad de líquido, 1 á 2 litros de agua, suero, etc., se puede utilizar el irrigador común (lámina 161), bien esterilizado al fuego; el tubo de cauchu y cánulo desinfectado al hervor, vapor ó soluciones químicas, al cual se agrega una aguja tubulada pasada á la llama para esterilizarla y con la cual se perfora la piel hasta el tejido subcutáneo ó muscular y por la presión de la altura de 1 metro á 1.50; ó por presión de bombas aspiradores é impelentes (Potain y Dieulafoy), se hace penetrar y absorber 200 á 500 gramos en un cuarto de hora á media hora y se llaman hipodermoclisis que pueden repetirse varias veces al día.

¡Mucho cuidado con la asepsia del líquido, aparato, aguja, piel y mano del operador! Sinó, producirán terribles infecciones.

Lámina 162 b).—Jeringa de Luer

Cuando la cantidad de líquido que debe inyectarse es poca cantidad (1 á 10 gramos) se utiiiza una jeringa, llamada de Pravaz (lámina 162 a), que ha sido modificada por muchos (Roux, Luer) en cuanto á la cantidad de su contenido, y más que todo, en la construcción de sus diversas partes; cuerpo de bomba, pistón, aguja, etc., para facilitar y, asegurar la perfecta esterilización de las diversas partes (láminas 162 a y b).

La piel se desinfecta con fricciones de soluciones desinfectantes, alcohol ó tintura de iodo en caso de urgencia; y si no, se procede en caso de una operación cualquiera.

La parte del cuerpo elegida para efectuar la inyección debe ser un punto donde no pasan grandes vasos (véase hemorragias), ni grandes nervios. Por eso, se aplican donde hay masas musculares y tejidos flojos: como ser el hombro, la parte posterior y externa del brazo; la parte externa y posterior del muslo, y las asentaderas (glúteos), evitando ir muy abajo para no tocar el nervio ciático; son puntos en que se puede penetrar directamente á los músculos.

También se elige para la hipodermoclisis, las paredes del vientre y tórax, que son laxos, debiendo levantar la piel y tener mucho cuidado de no penetrar en estas cavidades.

Se toma la jeringa desinfectada con la mano derecha y se introduce la aguja en la pipeta recien abierta con un corte de lima; se da vuelta la aguja para arriba para rechazar el aire. Con la mano izquierda se toma un repliegue de piel y se levanta ó se estira cuando no hay peligro y de un golpe rápido se introduce la aguja; así, duele menos, y luego lentamente va introduciéndose el líquido, haciendo suaves presiones en los contornos del levantamiento que produce el líquido inyectado (facilita la absorción), y se acaba por sacar gradualmente la aguja para que vaya cerrándose el trayecto que recorrió la aguja.

Si está bien hecha, no habrá después: ni dolor, hinchazón, dureza, rojez y menos supuración que indicaría infección y por lo tanto descuido en las precauciones más elementales que se acostumbra hoy día.

Enfermedades contagiosas

Ya hemos visto, al tratar de las heridas, que lo que complicaba á éstas, era la penetración de unos gérmenes vivos pequeñísimos que sólo se pueden ver con un microscopio con aumento de quinientas á mil veces, llamados microbios.

Estos se desarrollan en la herida misma (infección local), produciendo pus, dolor, rojez, hinchazón, etc.; que á veces es llevado por la linfa y la sangre de los vasos, á todo el cuerpo ó depositado en diversos órganos donde se reproducirían al infinito, consumiendo el oxígeno necesario para nuestro organismo; destruyendo órganos y fabricando venenos (ptomainas), que producen una autointoxicación, que puede acarrear la muerte muy rápidamente (infección general).

Ahora, estos gérmenes, no sólo penetran por las heridas, sino por cualquiera de nuestros órganos y producen enfermedades que se llaman infecciosas. La reproducción de millares y millares de esos organismos (vegetales en su mayoría: hongos pequeñísimos); se eliminan por nuestras excreciones (sudor, epitelios, grasitud de la piel, deposiciones, orina, saliva y otras secreciones, etc.), que llevan el contagio por la ropa, utensillos, manos, etcétera, que haya estado en contacto directo ó indirecto con la persona que tuviera una enfermedad contagiosa.

Estos microbios, han sido y son estudiados por biólogos y bacteriologístas, que han encontrado que apesar de su pequeñez, cada uno tiene su forma, evolución y efecto diferente; siendo algunos inocuos para nuestro organismo (microbios indiferentes), y otros producen enfermedades (microbios patógenos).

Siendo cada especie de microbio especial ó específica, como las semillas ó huevos de cualquier otro ser viviente; como los microbios de la fiebre tifoidea (lámina 163), no producirán sino esta enfermedad; lo mismo pasa con ]os microbios de la tuberculosis, carbunclo, cólera, difteria, sarampión, escarlatina, viruela, peste, fiebre amarilla, paludismo, etc.; siempre que nuestro organismo les sea un terreno favorable en el momento de la penetración ó su estadía en nuestro cuerpo.

Necesitan todos los microbios ciertas condiciones para penetrar en nuestro organismo ; así, la fiebre tifoidea ó cólera: al ser bebido ó comido; la fiebre amarilla ó paludismo: transmitida por la picadura de un mosquito; la peste bubónica: por las pulgas y ratas; el grano malo (carbúnculo): por las moscas; otras enfermedades, por los piojos y las chinches, etc.

Pueden muchos de estos gérmenes, pasar á través de nuestro organismo, sin producir la enfermedad ó ser ésta muy atenuada, por inmunidad natural de la gente sana y fuerte, ó porque por inoculaciones de vacunas, sueros, etc., conseguimos la inmunidad provocada artificial (vacuna antivariólica).

Ahora, sabiendo que los microbios buenos y malos existen en la tierra, en el agua y el aire, nos explicamos las precauciones que tomamos para no llevar tierra y polvo, para limpiar las heridas y quemaduras; para hacer penetrar aire sin micróbios en las habitaciones; asear, que equivale alejar de nuestra persona, ropa y útiles estos gérmenes, y por fin, esterilizar todo lo que comemos y bebemos.

Debemos tomar la costumbre de pasar al fuego todo lo que comemos, aun no nos agrade la comida en esta forma, y los utensilios de uso diario perfectamente esterilizados, El pan aunque esté cocido, pero traído de afuera, debe permanecer en el horno diez minutos más; las ensaladas, leche, etc., cocido para evitar infecciones. La fruta y todo lo que se pone en la mesa, debe ser lavada para cada comida.

Poco á poco, se ha ido suprimiendo las comidas que contienen micróbios dañosos y producen venenos (ptomainas); como ser los productos de cacería pasados, ó legumbres fermentadas: antes tan apreciadas; pero, que causaron muchas muertes; porque aunque se cocinen, queda el veneno.

Ahora en Alemania, los sabios elevan su voz contra el uso de la manteca fresca por los niños, á causa de que esta recoje, retiene y desarrolla los microbios de la tuberculosis, que hay en la leche de los animales que están atacadas de esta enfermedad.

Las vasijas y jarros para la leche deben ser hervidas ó desinfectadas al vapor ó secadas sobre el fuego, dejando evaporar el resto de agua del lavado. La vajilla, cubiertos etc., deben limpiarse sometiéndolos á un hervor de diez minutos ó unos segundos á un chorro de vapor ó estelirizarse al horno.

Nada debe quedar destapado, que lo exponga á recibir tierra ó polvo; ser recorrido por moscas ú otros insectos; tocado por ratas, ratones, gatos, perros, etc; debe usarse sin antes asearse y desinfectarse.

Luego, las manos y boca, bien lavadas cada vez que se va á comer, aunque sea un bocado.

El agua que bebemos ó ponemos con cualquier líquido es el vehículo de gran número de infecciones, especialmente de fiebre tifoidea (lámina 163), cólera, disentería y enteritis de diferentes especies, y para precavernos, debemos filtrarla, hervirla y aerearla para todos los usos.

Lámina 163.—Microbios de fiebre tifoidea vistos al microscopio

Los filtros de porcelana Chamberland son los únicos que no dejan pasar los microbios á través de sus poros; pero, necesitan ser sin rajadura y diariamente limpiados á cepillos y chorros de agua, y á lo menos semanalmente, desinfectada al hervor ó vapor de agua; sino, dejan pasar más microbios que el agua sin filtrar.

Así, el hervor es lo más seguro; pero, como el agua con esta operación pierde los gases (aire), que contiene y la hacen liviana; hay que transvasarla en vasijas limpias, de cierta altura para que se disuelva el aire nuevamente, para que sea digerible como bebida.

En los casos de epidemia de cólera, tifoidea, disenteria, debe hacerse hevir los repasadores, loza, cubiertos, etc., etc., ó pasarlos al horno ó á la llama antes de utilizarlo. Otro tanto, con los comestibles que han pasado por algunas manos: leche, pan, verdura, carne, etc.

Porque todas estas enfermedades infecciosas son llamadas evitables, sabiendo cómo proceder para evitar su propagación.

En las enfermedades contagiosas en que hay gran peligro en esparcir el contagio: tuberculosis, carbúnculo (grano malo), fiebre tifoidea, difteria, escarlatina, sarampión, cólera, peste bubónica, etcétera; no solamente hay que cuidar al enfermo, sino preservar del contagio los que están alrededor; porque sino, las personas que tocarán los objetos del enfermo, ó éste mismo, á veces puede que ellos mismos permanecer sanos aunque lleven el contagio.

Para la familia y relaciones, debe restringirse lo más posible la entrada al cuarto del enfermo y prohibir completamente á los niños. Lo mejor sería enviar estos á otra casa; también deben cesar de ir á la escuela, porque sinó pueden contagiar á sus condiscípulos y el médico debe indicar el tiempo en que pueden volver á la escuela.

La cuidadora debe lavarse mucho las manos y la cara y si es posible cambiar el traje ó delantal de algodón ó hilo, cada vez que deja el cuarto del enfermo; va á comer ó descansar. Sabiendo tomar las precauciones verdaderas, no es tan peligroso, como se cree generalmente, el estar en contacto con enfermos contagiosos; lo esencial es un riguroso aseo ó desinfección, y separación de los objetos y personas ó sea el aislamiento.

Las vasijas y utensilios que usa el enfermo, no deben asearse jamás junto con las demás de la familia; sino, completamente aparte con útiles de aseo (escoba, pala, repasadores, etc.), límpios y separados, desinfectándose cada vez que se usan.

Se sabe que en algunas enfermedades, los gérmenes de contagio, están principalmente en las secreciones; así, en la fiebre tifoidea, el cólera, la disentería, la enteritis, se halla en las deposiciones; en la difteria, la pulmonía, la tisis, tuberculosis, la tos convulsa, llagas de la garganta y la angina, se halla en los esputos de los enfermos; en el sarampión, la escarlatina y la viruela, los gérmenes están principalmente en las secreciones de la piel; pero también á veces en las demás secreciones.

Así, las ropas del enfermo deben hervirse, sin sacudirse ó sumergirlas por 24 horas en solución desinfectante, antes de ser mandadas á lavar.

Las fiebres puerperales (partos), oftalmías purulentas (ojos), forúnculo, antrax, grano malo, supuraciones, tiñas, sarna, granos, etc., por las excreciones y secreciones locales que deben desinfectars, como todo lo que esté en contacto directo ó indirecto del punto lesionado.

Lámina 164.—Pulverizador para desinfección

En la destrucción por la cremación, ó sea quemando, ó la desinfección por otros medios, en estas cosas debe tomarse el mayor cuidado posible. Los utensilios, trapos, útiles, vasijas, se hacen hervir diariamente; como también los repasadores, útiles para aseo, etc., se tienen aparte, limpios y desinfectados.

Para la desinfección química se usan soluciones de formol al 40 por 10.000 (cuarenta en diez mil partes de agua), y de esta solución uno en mil; como también: el permanganato de potasio; bicloruro de mercurio (sublimado corrosivo); como el cianuro de mercurio, al 1 por mil; ácido fénico ó carbólico puro de 2 á 5 por ciento; lisol, creolina, al 2 por ciento; cloruro de calcio, sulfato de hierro ó caparrosa verde al 10 por mil, etc.

Lámina 165 a).—Calentadores para desinfección con gas (pastillas de formalina)

Estos desinfectantes se echan sobre las secreciones y las hace inofensivas, ó se sumergen las ropas en estas soluciones y se tienen á mano para lavarse cada vez que tocan al enfermo.

Así, es necesario tener á mano un brasero, tacho, agua, etc., para efectuar la desinfección continua al calor, hirviendo los objetos que se pueda, y pasando al fuego los demás; que debe hacerse á diario en toda casa con la vajilla, loza, etc.

Cuando el enfermo ha sanado ó se ha muerto, es nuestro deber limpiar y desinfectar perfectamente toda pieza y cuanto contiene ó haya contenido durante la enfermedad; mejor aún sería desinfectar toda la casa entera (desinfección final).

Las paredes del cuarto que están empapeladas, las que son pintadas de color, se pulverizan y se lavan con desinfectante, con las soluciones ya indicadas, como ser: formol, ácido sulfuroso líquido, bicloruro ó cianuro de mercurio, etc., hecho por medio de bombas, regaderas ó pulverizadores (lámina 164); lo mismo, debe hacerse con los muebles que sufren menos por esto, cuanto más sencillos son. Por fin, cerrar la pieza y vaporizar formol, hirviendo la solución ó quemando azufre que produce ácido sulfuroso. La cantidad usada de azufre es de 40 gramos por cada metro cúbico; la pieza cerrada por 24 horas, y saturado con vapor, como también debe estarlo, cuando se usare pastillas de formalina, que desarrollan el gas formalina, igual á la que contiene la solución de formol.

Hemos visto, que la solución acuosa de formalina ó sea formol contenía en 100 volúmenes de agua, sólo 40 de formalina gaseosa. Ahora, las pastillas contienen 1 gramo de gas puro y por lo tanto 2/3 más fuerte que la solución. Por lo tanto, 100 pastillas de formalina es igual á 270 gramos de solución de formol.

Para la desinfección por la formalina se emplea 2 1/2 pastillas por cada metro cúbico, si el local permanece cerrado á lo menos 7 horas, y si se está apurado se usan 5 por metro cúbico, teniendo la habitación cerrada durante 3 1/2 horas.

Como no deteriora los objetos, ni muebles; se puede dejar todo en la pieza y someterlo á los vapores de formalina; ya sea hirviendo la solución ó calentando las pastillas en calentadores apropiados (lámina 165 a), que desarrollan vapor de agua (por el alcohol que se quema), al mismo tiempo que el gas de formalina.

La ropa de cama é interior, se debe hervir algunas horas ó dejarla un tiempo, sea 24 horas en formol, permanganato de potasa, solución sublimada, etc.

Las demás cosas que son demasiado grandes (colchones, alfombras, etc.), que pueden sufrir á causa de la humedad, se desinfectan al formol, ó se mandan á las oficinas públicas de desinfección, que existen ahora en todas las principales ciudades de la República Argentina y en la capital federal, la oficina de desinfección de la Asistencia Pública de Buenos Aires. Allí se esterilizan los gérmenes infecciosos, por medio de estufas á vapor de agua, donde los objetos poco sufren por este procedimiento y estas oficinas de desinfección se encargan de desinfectar toda la casa.

Lámina 165 b).—Estufa de desinfección locomóvil

Así, es menos penoso para las personas de la casa, evitándoles mucho trabajo é inquietud; algunos de estos aparatos son locomóviles para llevarlos al sitio mismo de desinfección (lámina 165 b).

Las cosas de poco valor como ser: juguetes, libros de biblioteca circulante, objetos de cuero, terciopelo, etc., será lo mejor quemarlos. También puede utilizarse las cocinas y estufas comunes; poniendo los objetos al horno para desinfectarlos y vigilando que no se quemen.

Solamente cuando se ha cumplido rigurosamente desde el principio con todas estas prescripciones, se puede esperar, que hayan sido destruídos todos los gérmenes contagiosos. ¡El hacerlo á medidas es trabajo inútil!

Se sabe que la transmisión de las enfermedades contagiosas son: 1º por el enfermo, sus deyecciones y secreciones; 2º el agua y los alimentos; 3º por las personas que están ó han estado en contacto con los enfermos; 4º por los objetos de uso diario, que han servido y han estado cerca del enfermo (vestidos, ropa, juguetes, muebles utensilios, etc.); 5º habitación ocupada por el enfermo; 6º por los cadáveres.

Las personas que están en un medio donde se producen : a) fiebre tifoidea, disentería, cólera, fiebre amarilla, peste; b) sarampión, escarlatina, viruela, carbúnculo; c) tuberculosis, difteria (anginas), tos convulsa, etc., están expuestas á contagionarse por los medios ya indicados.

Deben precaverse: aislando al enfermo y desinfectando: deposiciones, vómitos, flujos, secreciones, orina, saliva, moco, etc.; todo el piso, utensilios, dinero, etc. del enfermo; aunque no se crea desde el principio, que sea contagiosa la enfermedad.

Los gatos, perros, insectos (pulgas, chinches, piojos, mosquitos, moscas), etc., son propagadores peligrosos del contagio y hay que extirparlos de las casas.

Usarán agua pura, hervida ó filtrada y aerada; porque, aunque á veces parece clara, tiene los gérmenes de las enfermedades (tifoidea, disentería); especialmente agua de las lagunas, los pozos, etc. Cuando no se tiene completa seguridad de su origen y pureza (viajeros), debe hervirse para todos los usos, como ser: beber, hacer tisanas (te, café); asear los comestibles y útiles para servirlos; objetos para el aseo de estos mismos (repasadores, cubiertos); igual precaución debe tomarse con todo lo que se come que debe ser cocido ó sometido al efecto del fuego una temperatura á lo menos de 100º C. (agua hirviendo), para destruir los gérmenes que pudiera contener.

Mantener un aseo personal riguroso, como también en su ropa, muebles, utensilios, comida; tener una habitación seca, limpia y bien ventilada con sol y plantas; gran aseo del suelo y pavimento, por los botines y ruedos de vestidos que llevan los gérmenes; de las letrinas, cloacas, servicios y cajones de basura; alejar ó quemar los residuos y desinfectar los depósitos.

Tener cuidados de no traer el contagio de las aglomeraciones de personas, fiestas, teatros, carruajes de alquiler, hoteles, cuarteles, trenes y vapores; en fin, por donde ha pasado mucha gente y que alguno puede haber dejado el contagio (viajeros, hoteles).

Mas peligroso es aún, cuando nunca se desinfectan estos sitios.

En los casos de epidemia todo lo que se come debe pasar por el fuego (pan, leche, te); también se esparce el contagio aseando, transportando ó velando los cadáveres, sin las precauciones necesarias.

Así, debemos poner todos nuestros esfuerzos en evitar que esparzan las enfermedades infecciosas y mortales; así, defenderemos y protejeremos a nuestros conciudadanos, contra tantos males.

¡Esto también es ciencia y deber de humanidad!

Práctica:-Preparar todo para primera cura; asear y arreglar un cuarto higiénicamente, hacer una cama, tomar y contar pulso; leer termómetro y apuntar en cuadro clínico; improvisar medidas graduales, utilizar termómetro de baño-Uso de irrigadores, prepararlo-Preparar y usar jeringa de Pravaz-Quehaceres domésticos higiénicamente. Aplicar baños, frio, calor, etc.

Prevención de las enfermedades y desinfección práctica.



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  1. En tiempo de paz, el soldado francés recibe diariamente: 750 gramos de pan, 250 de farináceos para la sopa, 210 de carne, sin hueso, 100 de verdura fresca, 60 de legumbres secas, á más grasa y especies. Esto sirve de base para saber cuánto come un hombre sano, pudiéndose reemplazar unos alimentos por otros de la misma especie; porque unos alimentos forman los tejidos y otros ayudan las funciones (combustibles de la máquina).