no tambien unos indios con otros; pues aunque algunas lenguas de los naturales de estos paises se den la mano y los indios de un idioma entiendan á los de otro, esto se verifica en las que tienen alguna analogia, pero no en todas; y ya se vé que, no entendiéndose, no pueden contratar.
No contento Autzol, octavo Rey de Méjico, con su floridisimo imperio y pareciéndole estrechos los límites de sus vastísimos estados, intentó ampliarlos y estenderlos, agregándoles el Reino de Guatemala. Pero habiendo hecho el Monarca mejicano todos los esfuerzos posibles para sojuzgar y avasallar á los Señores Tultecas, que dominaban el referido Reino y habiéndolos esperimentado inútiles, desesperado de conseguir su intento por armas, determinó probar otros medios. Hizo especial embajada á los Señores de este Reino, tratándoles de confederación entre uno y otro imperio; mas tampoco esta traza le salió bien; pues introducidos los emisarios á presencia del Rey de Utatlán, este Monarca no les dió oidos, prestestando sagazmente que no los entendía. Pasaron á la corte de Guatemala, donde fueron bien recibidos; pero no mejor despachados. Dirigiéronse á la Metrópoli de Atitan; mas el Rey de los Zutugiles, que ni á los Príncipes de su propia sangre les guardó ley, los recibió con vara y flecha. Viéndose en tan grande aprieto dieron la vuelta por la Corte de Utatlán, donde el Rey del Quiche les hizo intimar, que dentro de un dia saliesen de aquella ciudad y dentro de veinte soles ó dias estuviesen fuera de su jurisdicción. Nacía esta repulsa tan ágria, de que estos Señores sospechaban, con no débiles fundamentos, que el pretesto de concordia y confederación era título honesto, con que el Emperador Autzol disfrazaba sus ardides, que