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La bruja del ideal — 249

repetia con imperio: «lee», y entonces yo redoblaba mis esfuerzos inútiles para descifrar los extraños caracteres. Fuí á tocarlos y noté que no estaban superpuestos, sino adheridos á las carnes. Sorprendido, palpé de nuevo aquellos signos y aquellas carnes, y las sentí endurecidas y frias como el mármol.

Indudablemente, aquella mujer se condensaba hasta convertirse en estatua.

«Lee», volvió á repetir, con tal imperio, que torné á examinar los signos, con tanta atención, con tanta curiosidad, con tanta angustia, que dando un hondo suspiro, frotándome los ojos y haciendo un esfuerzo supremo...

Desperté.

Sólo dormido podia yo tener aquella visión dantesca; pero sólo despierto podia comprender el significado de aquellos signos y el simbolismo de mi ensueño.

¿Fué éste un desvarío de mi razón dormida, un capricho de mi cerebro exaltado, ó fué la revelación de un espíritu que iluminó mi entendimiento, acrecentó las potencias creadoras de mi imaginación, y me ofreció la leyenda de la vida en las pasajeras imágenes de un ensueño?

El bosque frondoso ¿no era el emblema de la juventud, durante la cual todo es perfumes y flores, todo naturaleza y lozanía, y en la cual se pierde uno sin rumbo en el jardín de las ilusiones y de las esperanzas?

La catedral ¿no representa la edad en que, más tarde, penetramos en los castillos que en el aire forjó nuestra fantasía?

¿No era aquella galería egipcia imagen de la vejez, de esa edad en que el desengaño petrifica el corazón, y en que el alma cansada se posa inmóvil é insensible como una esfinge que guarda el amargo secreto de la experiencia? La galería egipcia ¿no era el camino de la muerte por donde la vida cruza de la nada de su origen á la nada de su fin?

La bruja deforme y la mujer divina ¿no eran la personificación de lo Real y lo Ideal de la vida; de esos dos principios opuestos, cuya contradicción, cuya lucha constituyen la grandeza ó la pequeñez, la desesperación ó la alegría, el martirio ó el triunfo, el infortunio ó la dicha del corazón humano?

La realidad viene á ser la bruja espantosa, el esqueleto cubierto de los harapos de nuestra propia miseria. Si nos abrazamos