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Un fotógrafo.—¡Demonio! ¿Qué es esto?

Otro fotógrafo.—Compañero; tiene usted cerrado el objetivo.

El primer fotógrafo.—¡Ah, sí! Con la prisa se me habla olvidado...

Voces.—¡Silencio!... ¡Va a caer!... ¿Qué dice?... ¡Silencio!

El desconocido.—¡Socorro!

El turista gordo.—¡Pobre joven! ¡Qué horrible tragedia, hijos míos! Brilla el Sol en el cielo sin nubes; murmura el viento entre los pinos, y el sinventura, de un momento a otro, caerá y se matará. ¡Es horrible! ¿Verdad, Sacha?

El primer colegial (malhumorado).—Sí, es horrible.

El turista gordo.—¡Es horrible! ¿Verdad, Macha?... ¿Os habéis hecho cargo? Brilla el Sol, la gente come y bebe, cantan los pájaros, y el sinventura... Katia, ¿te acuerdas de Hamlet?

La segunda muchacha.—Sí, Hamlet, el príncipe de Dinamarca, en Francfort...

El turista gordo.—¿En Fráncfort?

El segundo colegial (malhumorado).—En Helsingfors. ¡Déjenos usted en paz, papá!

El primer colegial.—¡Más valía que nos comprase usted unos emparedados!

El vendedor del peine (en tono misterioso).—Un peine de tortuga. ¡Auténtico!

El turista gordo (en voz baja y con gesto de conspirador).—¿Robado?

El vendedor del peine.—¡No, señor!