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POLÍTICA DOMÉSTICA 269

garantías seguras; si no podeis vigilarles con vuestros propios ojos, tomad todas las precauciones que la más seria prudencia debe aconsejaros; temed por ellos el contagio del mal que, una vez adquirido, puede ser fatal para toda la vida. Pero si teneis la dicha de no perderlos de vista, inspiradles con- fianza; á medida que vayan creciendo en edad, mostradles amistad, porque tal es el mejor medio de que podais ser sus más confidentes consejeras; ini- ciaos en sus pensamientos, en sus deseos. ¿Quién mejor que vosotras puede leer en el enigmático li- bro de esos corazones, en los cuales se despiertan los primeros instintos del amor y las primeras aspira- ciones hacia el porvenir? Debeis obtenerlo todo de ellos por su propio asentimiento, nada por ro- deos: es menester que os respeten y os amen hasta el extremo de que quieran y puedan resistir cual- quier deseo, por temor de disgustaros ó de ofender vuestra dignidad. Jamás hagais la vista gorda, fin- giendo que ignorais lo que vuestros hijos hacen; por el contrario insinuadles que conoceis su conducta, decidles que podeis guiarles para que salgan de la senda peligrósa; y de este modo les conducireis á que “os confiesen sus faltas. ¿A quién harán ellos sus revelaciones sino á la mejor y más sincera amiga que pueden tener?

Una de las plegarias que con más frecuencia y