POLÍTICA DOMÉSTICA 277
bía con una mujer vulgar, sino con una madre dis creta que la superaba en profundidad de pensa»
miento.
La señora, deseosa de continuar la conversación, instó á la mendiga á que pasase á un gabinete y tomase asiento; pues conoció que bajo tan pobre y humilde apariencia se cobijaba una persona bien educada. Aquella dama respetaba el talento y la moralidad donde quiera que los hallaba, y, recono- ciendo que la pobre poseía estas dotes, le suplicó que tuviese la amabilidad de referir sus desgracias, sien ello no tenía inconveniente, por si en algo po- día serle útil. Resistióse la buena mujer á usar de la confianza con que se le brindaba; pero, después de repetidas instancias, tomó asiento, colocó á su hijo sobre las rodillas y dijo con voz conmovida:
—En pocas de las puertas donde he llamado se me ha hecho acogida tan dulce como la que usted me dispensa; *pero yo no extraño esto, cuando estoy viendo tanta bondad en ese semblante, pues la ca- ridad para con los necesitados es innata en toda alma noble como la de usted. No tengo inconve- niente en referirle la historia de mis desventuras,