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68 POLÍTICA DOMÉSTICA

El Evangelio, que ha enaltecido las autoridades legítimas, nos revela que hay todavía en el fondo de la autoridad paterna algo de su grandeza primitiva.

Efectivamente, el padre de familia es hoy aún. rey de su hogar; su reino, esto es, su casa, su campo, sus bienes son inviolables; pero, sobre todo, su reino es su esposa y sus hijos, el alma, la vida y el honor de ellos; y cuando dice éste es mi hijo, és- ta es mi hija, expresa sus deberes y derechos pater- nos con una energía que ninguna otra autoridad más que la suya podrá tener jamás. Privarle de sus hijos, violar indignamente el derecho que él tiene á educarlos, sería un atentado contra la naturaleza.

El jefe del Estado es padre por deber, y la autori- dad paterna es esencialmente modelo de la autoridad pública; pero el padre de familia es rey del hogar dómestico, por derecho; y en lo concemiente á la educación de sus hijos, ó la dá él mismo ó elige maestros, en los cuales delega para que la den; y todo esto por un derecho superior é inprescindible, pues la autoridad paterna no es renunciable como las de- más autoridades humanas: no es, sin duda la más ex- tensa, pero es la más íntima, la más imprescriptible.

Como hemos visto, toda autoridad se deriva de