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86 POLÍTICA DOMÉSTICA

len ser los más exigentes y los más irritables; así es que toda preferencia de que noson objeto los indis- pone y aun los exaspera, de lo cual nacen resenti- mientos que, no pudiendo desahogarse contra el go- bierno doméstico, se obstinan contra quien es causa inocente de tales resentimientos. La envidia que de- voraba álos hijos de Jacob, hizo expiar dolorosamen- te al anciano patriarca las imprudencias de una pre- dilección demasiado maniñesta.

¡Y si siempre fueran objeto de semejantes prefe- rencias los hijos que se distinguen por sus buenas cualidades! Mas por capricho sentimental que no es raro, algunas madres, sin temor de tener en su con- tra la opinión de personas de buen sentido, se entu- siasman por aquellos que no merecen predilección. Esa extraordinaria ceguedad es tan inconveniente, que mantiene agitación continua en el seno de mu- chas familias, porque inspira celos, envidias y aun odios á los hijos que no tienen tanta parte en el afec- to materno. ¿Cómo querer que aquellos que se han mostrado siempre atentos á sus deberes, vean con indiferencia la predilección de su madre por los que manifiestan inclinación al desorden? Tal predi- lección ¿no es el medio más eficáz que una madre puede emplear para conseguir ser calificada de injus- ta y parcial? j

Además, en algunos casos, esa parcialidad se ma-