Quien calla otorgaQuien calla otorgaTirso de MolinaActo III
Acto III
Salen AURORA y CARLOS
CARLOS:
Esto es lo que me escribe,
y pidiéndoos licencia, os apercibe
que a Narcisa, señora,
elige por esposa.
AURORA:
El conde ¿ignora
que por el testamento
de mi padre ha de ser el casamiento
conmigo?
CARLOS:
No pretende
daros Carlos disgusto.
AURORA:
¿En qué se ofende?
CARLOS:
Piensa que quien dilata
sus bodas tanto, no con gusto trata
tomar seguro estado,
o en otra parte emplea su cuidado;
y como Amor es prisa,
vuestra tibieza ha hecho que en Narcisa
se mude el que le abrasa;
que si el sujeto trueca, no la casa;
que siendo hermana vuestra,
que estima al marqués difunto muestra.
AURORA:
¡Notable amor, sin duda,
es el de Carlos, pues así se muda!
Las firmes aficiones
se suelen arraigar con dilaciones.
Si él de veras amara,
deseos a imposibles aumentara.
¿Qué celos su paciencia
combaten? ¿Qué desdén? ¿Qué competencia?
CARLOS:
Todo le da cuidado,
y más el sospechar que no es amado;
que Amor, todo deseos,
atajos busca, pero no rodeos.
AURORA:
Y vos tan diligente
hacéis sus partes que, aunque viva ausente,
no lo parece.
CARLOS:
¿Cómo?
AURORA:
Amante habláis, mejor que mayordomo.
¿Quién duda que Narcisa
os tiene cohechado y os avisa
que en plumas y en papeles
al conde Carlos le sirváis de Apeles,
pintándola tan bella
que su mudable amor mejore en ella.
CARLOS:
Si tal al conde he escrito...
AURORA:
Su mudanza causó vuestro delito,
mas no ha de hallar colores
con que disculpe Carlos sus amores.
Escribidle que venga
luego a Saluzo, y liberal prevenga
galas de boda y fiesta,
si sólo dilación su amor molesta;
porque al punto que llegue,
la mano le daré, porque sosiegue.
CARLOS:
Yo en persona pretendo
ganar estas albricias; que sintiendo
prorogar su esperanza,
su temor escribió, no su mudanza,
que a Narcisa quería;
mas yo sé, gran señora, que mentía.
Vase CARLOS
AURORA:
¿Qué os importa que mi hermana
ame al conde, alma envidiosa?
Yo no puedo ser esposa
de dos, esto es cosa llana.
Mas--¡ay violencia tirana!--
aunque Amor os aconseja,
siempre me tendréis con queja;
porque el que a escoger se anima,
aunque lo que escoge estima,
suspira por lo que deja.
Dejo a Carlos cuando escojo
al español. ¿Qué he de hacer,
si el conde, en otro poder,
iguala el gusto al enojo?
Venga Carlos, pues me arrojo
a tan atrevido acuerdo,
y Amor entre loco y cuerdo,
no los suelte de la mano;
pues si alegra lo que gano,
causa envidia lo que pierdo.
Sale BRIANDA
BRIANDA:
Ya es hora que vuexcelencia
salga a misa, si ha de oílla,
porque espera en la capilla
el capellán.
AURORA:
(No hay paciencia
que sufra esta competencia.
Narcisa por darme pena
competir conmigo ordena;
mas venceré su porfía;
que prenda que ha sido mía,
no es bien que la envidie ajena.
Vanse AURORA y BRIANDA.
Salen don RODRIGO y CHINCHILLA
CHINCHILLA:
Ya dicen que la marquesa
con sus damiselas sale
a misa.
RODRIGO:
Como señale
quién es la que en tal empresa
me promete, con el guante,
aclarar mi confusión,
¡venturosa la ocasión
que espero!
CHINCHILLA:
Encantado amante
has sido; ¡mas vive Dios,
que si la dama que esperas,
y tan bella consideras,
ve y nos iguale a los dos,
y es tan pobre de narices
como la que anoche vi,
que he de reírme de ti!
RODRIGO:
¡Qué de disparates dices!
Anda, necio.
CHINCHILLA:
¡Oh qué Narcisa,
qué Aurora en ella verás!
Ofrézcola a Satanás.
RODRIGO:
Oye, que salen a misa.
Salen AURORA y ACOMPAÑAMIENTO
CHINCHILLA:
Aurora viene delante.
RODRIGO:
Hasta en esto ha sido Aurora.
CHINCHILLA:
Ten cuenta si cae agora,
y al tenerla te da el guante.
RODRIGO:
No tengo tal dicha yo;
Carlos sí, que es quien la iguala.
AURORA:
¿Qué hacéis aquí, maestresala?
RODRIGO:
Como tanto madrugó
vuexcelencia, imaginé
que fuera salir quería,
y a acompañarla venía.
AURORA:
Anoche me desvelé,
y por eso he madrugado.
Mal, don Rodrigo, he dormido.
RODRIGO:
¡Dichoso el que ha merecido
desvelar vuestro cuidado!
AURORA:
¿No venís a misa?
RODRIGO:
Espero
que vos entréis, gran señora.
AURORA:
¡Ah! sí.
Habla aparte con su amo CHINCHILLA
CHINCHILLA:
Aquí tropieza agora.
RODRIGO:
¿Quieres callar, majadero?
Vase AURORA con su acompañamiento
CHINCHILLA:
¡Malos años, y qué tiesa
que se entró! ¿Mas que ha almorzado
asadores? Ya has sacado
que no será la marquesa.
Salen NARCISA, BRIANDA y ACOMPAÑAMIENTO, y
cruzan la escena para en entrar en la capilla
RODRIGO:
Que es Narcisa. ¿Tú no adviertes
el amor con que me mira?
CHINCHILLA:
Flechas con los ojos tira,
que dan vidas, y dan muertes.
¡Dichoso tú, si tropieza!
NARCISA y su ACOMPAÑAMIENTO entran en la capilla, quedándose atrás BRIANDA
Pero ¡por Dios, que ha pasado
más tiesa que un empalado!
Hecha es toda de una pieza.
Mi dueña desnarigada
quedó.
BRIANDA, tropezando
junto a don RODRIGO
BRIANDA:
¡Jesús sea conmigo!
¡Ay! Téngame, Don Rodrigo.
Rompióse la capellada
del chapín. A no estar vos
aquí, cayera. BRIANDA habla aparte a don RODRIGO
Cumplido
queda así lo prometido
anoche del guante. Adiós.
Le deja un guante
y vase BRIANDA
CHINCHILLA:
¿Dejóte el guante?
RODRIGO:
Dejóme
el demonio que te lleve.
CHINCHILLA:
¿Ésta fue la de la nieve?
Sarna es Amor, que la come.
RODRIGO:
¡Vive Dios, si no pensara
que Narcisa por probarme
ha querido así burlarme,
que con la dueña abrasara
esta casa!
CHINCHILLA:
Estáte en eso,
y entre tanto el guante ten.
RODRIGO:
¡Oh! ¡Un rayo le abrase, amén!
Arrójale
CHINCHILLA:
¿Le arrojas? ¿Estás sin seso?
Guárdale y luego averigua
la confusión de tu queja,
pues es reliquia por vieja,
de la imagen del Antigua.
Sale ASCANIO
ASCANIO:
En fin, don Rodrigo, en vos
degeneró la nobleza
de España, con la firmeza
que la amistad en los dos
fundó, y tuvo por segura.
¡Buen amigo hicistes hoy!
RODRIGO:
(Para el humor con que estoy, (-Aparte-)
viene a buena coyuntura
este necio.) Pues de mí
¿qué queja, conde, teneís?
ASCANIO:
Lo que a escuras pretendéis,
como amor es llama, vi
anoche, con el castigo
que os dio la que imaginastes
ser Narcisa, y no acertastes.
¡Paga de un ingrato amigo!
RODRIGO:
Pues ¿quién os dijo de mí
tal mentira?
ASCANIO:
Quien hablaba
con vos, y os desengañaba
del soberbio frenesí
que a Narcisa os prometió.
RODRIGO:
En fin, ella os quiere bien.
Daros puedo el parabién.
Una dama me escribió;
y ni yo sé quién es ella,
ni vos podéis con razón
tenerme en mala opinión.
Hacedle vos conocella,
y en su presencia veréis
cuán poco culpado estoy.
ASCANIO:
Satisfecho, español, voy,
mas agora no podéis
saber quién la dama fue;
que así se lo he prometido.
(Que hablé con ella he fingido. (-Aparte-)
Mal decírselo podré;
pero, pues Narcisa es cierto
que me quiere, necio estoy
en no decirle quién soy.)
Adiós, don Rodrigo.
Vase ASCANIO
RODRIGO:
Muerto
de celos y confusión
me deja este hombre.
CHINCHILLA:
Sí hará;
pero el guante bien podrá
servir de declaración
en tan confusa demanda.
Mas ¿sabes lo que imagino?
Que somos tres al mohino
y nos revuelve Brianda.
Salen NARCISA y BRIANDA,
hablando a la puerta
de la capilla
NARCISA:
En fin, se ha ya declarado
mi hermana; ya al conde quiere,
y a los demás le prefiere,
pues a Carlos ha mandado
que a Borgoña parta luego,
para que al conde prevenga
que a punto a Saluzo venga
de boda.
BRIANDA:
A escribirle un pliego
se entró, acabada la misa.
Para en uno son los dos.
NARCISA:
Don Rodrigo, ¿aquí estáis vos?
¿Qué tristeza es ésa? Habla aparte a BRIANDA
Avisa
al secretario, y ve luego;
que a Carlos quiero escribir
[......................ir?]
a quien adora mi fuego. Vase BRIANDA
¿No me habláis? ¿No respondéis?
¿En qué os habéis divertido?
RODRIGO:
Siempre vive mi sentido
en la confusión que veis.
Perdonadme, gran señora,
si en quimeras ocupado,
se descuida mi cuidado
de hablaros.
NARCISA:
Mi hermana Aurora
se nos casa, maestresala.
Por el de Borgoña envía
para darnos un buen día.
Nuestra corte está de gala;
no estéis triste sólo vos;
que del bien de la marquesa
nos dais señales que os pesa.
RODRIGO:
Mil años los guarde Dios.
¡A mí pesarme! ¿Por qué?
NARCISA:
Vuestra tristeza responde
por vos.
RODRIGO:
Y el amor de un conde,
que en vuestros ojos se ve,
me dice también a mí
que presto segundaréis
bodas, con que os igualéis
a las suyas.
NARCISA:
¿Cómo así?
¿Quiere casarme mi hermana
con algun conde?
RODRIGO:
Encubierto,
por vuestra hermosura muerto,
lo que yo he perdido gana,
y ya os llama su mujer.
NARCISA:
No os entiendo.
RODRIGO:
¡Bien por Dios!
NARCISA:
Si fuérades conde vos,
Rodrigo, pudiera ser.
RODRIGO:
¿Cómo es esto?
CHINCHILLA habla aparte a su amo
CHINCHILLA:
¡Vive Cristo,
señor, que es ésta la dama,
que adivinaste y nos ama!
Ya de mis burlas desisto.
¿No ves el favor que te hizo?
Declárate.
RODRIGO:
Gran señora,
no soy conde; pero agora
ese favor solenizo,
puesto que yo sé de vos
que del fuego en que me abraso
olvidada...
CHINCHILLA habla aparte a su amo
CHINCHILLA:
¡Al caso, al caso!
¡Al punto, cuerpo de Dios!
RODRIGO:
...estimáis otro trasunto,
mejor diré original,
que del conde de Monreal
trasladáis.
CHINCHILLA habla aparte a su amo
CHINCHILLA:
¡Al caso, al punto!
NARCISA:
¿Qué Monreal? ¿Qué conde es ése?
Don Rodrigo, ¿estáis en vos?
CHINCHILLA:
Mi amo...
RODRIGO:
¡Ah loco!
CHINCHILLA:
¡Por Dios!
Que ha de oírlo, aunque te pese. A ella
Narcisa, en breves razones,
quiere con cuerdos avisos
imprimiros seis Narcisos,
y vestirlos de girones.
Daos las manos; que es descanso
de decir presto "sí" o "no,"
pero Aurora nos cogió.
Yo hablé por boca de ganso.
Sale AURORA
AURORA:
¿Qué "síes" o "noes" son éstos?
CHINCHILLA:
El sí que has dado alababa,
al conde aquí, y ponderaba
que "síes" y "noes" prestos
son cuerdos, si es que penetras
la brevedad con que puso
el "sí" o "no" la ley y el uso,
pues tiene solas dos letras.
AURORA:
¿Quién os mete en alaballos,
a vos, para que igualéis
sillas que en doseles veis,
con las sillas de caballos?
CHINCHILLA:
Con mi señor vengo yo...
AURORA:
No entréis otra vez aquí;
que si entráis y habláis así...
CHINCHILLA:
Yo me voy entre "sí" y "no."
Vase CHINCHILLA
AURORA:
Traedme un búcaro de agua,
maestresala.
RODRIGO:
Voy por ella.
Vase don RODRIGO
AURORA:
El fuego que te atropella,
y en desatinos fragua,
Narcisa, me ha de obligar
a que este español destierre
de Saluzo.
NARCISA:
Cuando yerre
en hablarle, si a casar
con el conde te dispones,
y por él has enviado,
ya, Aurora, pasa el cuidado
que siempre en mis cosas pones,
de hermana a más que enemiga;
y no por serlo mayor,
has de usar de ese rigor,
si la envidia no te obliga.
AURORA:
Ven acá. ¿Quieres al conde?
NARCISA:
Quísele; mas ya no sé.
AURORA:
Pues al conde te daré,
si a tu gusto corresponde,
cuando venga.
NARCISA:
Y eso; ¿es justo?
AURORA:
Yo quiero, por tu provecho,
si Carlos te ha satisfecho,
perder, hermana, mi gusto.
NARCISA:
¿Y tú?
AURORA:
Con monsiur de Guisa,
de las flor-de-lises sol...
NARCISA:
¿Y qué hará del español?
AURORA:
Desterraréle, Narcisa.
NARCISA:
Mal podrás si anda contigo,
y en tu voluntad se esconde.
Cásate tú con el conde,
y déjame a don Rodrigo.
Vase NARCISA
AURORA:
Como él me dejara a mí,
sí hiciera. ¡Ay, envidia mía!
Si ya sois Amor, ¿quién fía
tan grande hazaña de sí?
Sin duda que don Rodrigo
a Narcisa el alma ha dado;
mas si él me lo ha confesado,
¿qué dudo? ¿Qué es lo que digo?
Declárese mi afición;
que ya no es razón, deseos,
que améis por tantos rodeos,
cuando aprieta la ocasión.
Salen SIRENA, con un búcaro de agua en una
salvilla, y don RODRIGO con una tohalla
RODRIGO:
Ésta es el agua, madama.
AURORA:
¿Por qué vos no la traéis?
RODRIGO:
En palacio, ya sabéis
ser costumbre que una dama
sirva siempre a su señora
la copa, no el gentilhombre.
AURORA:
¡Qué bien os cuadra ese nombre!
(Un sol es, si soy Aurora.) (-Aparte-) Prueba el agua
¿Qué agua es ésta?
SIRENA:
¿Qué ha de ser?
La que de ordinario bebes,
de canela.
AURORA:
¿Tú te atreves
de ese modo a responder?
Si la probaras primero,
tu oficio hicieras mejor.
RODRIGO:
Pues ¿qué tiene?
AURORA:
Mal sabor.
Echaros la culpa quiero
a vos de esto, maestresala.
RODRIGO:
Yo, señora, la tendré,
puesto que antes la probé,
y no me pareció mala.
AURORA:
¿No? Pues probadla, tened;
probadla otra vez.
RODRIGO:
No es justo
que aquí...
AURORA:
Veré si en mi gusto,
o en el vuestro va. Bebed. Echa don RODRIGO un poco de agua en la salvilla y la bebe
¿Por qué en la salva la echáis?
RODRIGO:
¿Había de beber yo
por el barro?
AURORA:
¿Por qué no?
¡Qué escrupuloso que estáis!
RODRIGO:
A los señores de salva
se les hace de este modo.
AURORA:
Hoy sois ceremonias todo.
¿No está salada?
RODRIGO:
En la salva
no sabe, señora, a sal.
Buen sabor tiene, por Dios.
AURORA:
Siempre os sabe bien a vos
lo que a mí me sabe mal.
RODRIGO:
(¿Qué es esto?) (-Aparte-)
AURORA:
Dadla acá. Bebe otra vez
Digo
que hecha una salmuera está.
RODRIGO:
El búcaro lo estará.
AURORA:
Probadla en él, don Rodrigo.
Tomad, bebed por aquí.
RODRIGO:
Gran señora...
AURORA:
No os turbéis.
RODRIGO:
Pues ¿por donde vos bebéis...?
AURORA:
Sí, por donde yo bebí,
porque no lo atribuyáis
a melindre. ¿Qué os parece?
RODRIGO:
El barro la sal ofrece,
justamente me culpáis.
(¡Vive Dios, que sabe bien! (-Aparte-)
Pero por no desmentirla,
el humor he de seguirla.)
¿Traerán otra?
AURORA:
No me den
más agua, y con ella pena.
RODRIGO:
(De esto, Amor, ¿qué colegís?
¿Qué imagináis? qué decís?)
AURORA:
Quítamela allá, Sirena.
Vase SIRENA
AURORA:
Podrá ser que el nuevo estado
que al conde mi amor propone,
don Rodrigo, desazone
mi gusto, y que esté salado,
sin que lo esté la bebida.
RODRIGO:
Eso, señora, será,
puesto que en Carlos podrá
cobrar la sazón perdida;
que adora a vuestra excelencia,
y es a su valor igual.
AURORA:
No me estaba el conde mal
si yo tuviera experiencia,
en esto de amar, mayor;
pero en mi vida he querido
y entrarse luego un marido
en casa, es grande rigor
sin venir por sus cabales;
quiero decir por desvelos,
rondas, competencias, celos,
y otras finezas iguales.
RODRIGO:
Yo así lo entiendo, señora.
AURORA:
Vos que a Diana servistes,
y en Momblán su amante fuistes,
podéis enseñarme agora,
primero que el conde venga,
qué es amar, qué es tener celos,
porque en aquestos desvelos
experiencia mi amor tenga;
que si va a decir verdad,
a los que aman así envidio.
RODRIGO:
De arte amandi escribió Ovidio
pero todo es falsedad;
que el amor y la poesía
por arte no satisfacen,
porque los poetas nacen,
y el amor amantes cría.
AURORA:
¿El natural perficiona
el arte?
RODRIGO:
Es, señora, así.
AURORA:
Amo al conde que no vi
porque la fama le abona.
Que me perficione quiero
el arte agora por vos.
Solos estamos los dos.
Enseñadme a amar, primero
que venga; que sois discreto.
Yo deseo estar celosa.
RODRIGO:
Vos deseáis una cosa
harto terrible, os prometo;
pero ¿cómo, gran señora,
queréis que os enseñe yo
lo que no sé?
AURORA:
Quien amó,
jamás los celos ignora.
Tracémoslo así los dos.
Vos el conde os fingiréis,
que me amáis y pretendéis,
y yo celosa de vos,
porque hablar de noche os vi
con cierta dama, a reñiros
vengo, por ver si a pediros
celos acierto.
RODRIGO:
Sea así,
pues que vos de eso gustáis.
AURORA:
Empiezo pues mi quimera;
veamos de qué manera
de mi enojo os disculpáis.
Cuando a Saluzo venistes,
conde, y a servirme entrastes
a darme envidia empezastes,
que en afición convertistes.
Celos tuve de mi hermana,
que a darme celos se atreve,
y envuelto mi amor en nieve,
correo de una ventana
fue, que un papel os llevó,
enigma, cuyo secreto
acertara el que es discreto;
mas no lo merecí yo.
Creístes ser de Narcisa,
aumentando mis enojos,
sin conocer por los ojos
lo que el amor os avisa;
y de suerte os persuadistes
a que mi hermana había sido
que, en mirarla divertido,
la mano ayer os heristes.
Echóos un lienzo a los pies,
que os dio creyendo Brianda
ser vuestro, y gozó su holanda
la sangre que yo después,
trocada por un listón,
con aquel favor creyera
avisaros, si no viera
de cuán poco efeto son
con vos oscuros favores
si he de creer "el castigo
del penséque," don Rodrigo...
digo Carlos... que en amores
sois tan corto, como largo
en hazañas y valor.
AURORA:
Viendo en vano aquel favor,
en un papel os encargo
que vais de noche al terrero
donde os espera amorosa
la dama que está celosa
y entre nieve os dio el primero.
Y después de ponderarlos,
y aumentar vuestra afición,
privándoos de la razón,
don Rodrigo... digo, Carlos...
--de ordinario me equivoco,
cuando trato de los dos;
mas yo cuando estoy con vos,
del conde me acuerdo poco--.
RODRIGO:
Antes que pase ese cuento
adelante, sepa yo
si habláis con el conde o no;
que aunque a Carlos represento,
parece que vais conmigo
relatando mi suceso.
AURORA:
Mis celos ensayo en eso;
que ignorando, don Rodrigo,
los que Carlos no me ha dado,
quiero en los vuestros probar
si los sé pedir y dar.
RODRIGO:
(¿Hay amor mas enredado?) (-Aparte-)
¿Yo, en fin, la materia doy
a vuestros celos agora
verdadera, gran senora,
y un conde de burlas soy?
AURORA:
Tomad en aqueste paso,
pues representáis a dos,
lo que veis que os toca a vos,
y de esotro no hagáis caso,
y vaya el cuento adelante.
RODRIGO:
(¡Válgate Dios por mujer (-Aparte-)
tan difícil de entender!)
AURORA:
Fuistes, cortesano amante,
al terrero; y en sus rejas,
creyendo hablar a mi hermana
mi esperanza hicistes vana,
y acrecentastes mis quejas.
RODRIGO:
¿Luego érades vos, señora,
la que hablábades conmigo?
AURORA:
Fínjolo así, don Rodrigo.
No me interrumpáis agora.
Vos que, entre tanta quimera,
Teseo segundo fuistes,
impaciente me pedistes
que os declarase quién era.
Y yo, de cifras cansada,
dije que el siguiente día,
si la marquesa salía,
con otras acompañada,
a su capilla, la dama
que junto a vos tropezase,
y un guante suyo os dejase,
ésa daba a vuestra llama
materia. Fuime con esto;
pero cuando salí a misa,
agraviada que en Narcisa
vuestros gustos hayáis puesto,
a Brianda le mandé
que cayendo, os diese el guante,
y con burla semejante
burlas de mi amor pagué.
Mas pues en ella se funda
vuestro amoroso interés,
y pudiendo ser marqués,
por una hermana segunda
a la primera dejáis,
quedaos para inadvertido,
corto, desagradecido,
pues sin entrambas quedáis;
pues casándonos las los,
y desterrándoos de aquí,
yo quedo vengada así,
y como merecéis vos.
Hace que se va
RODRIGO:
¡Señora! ¡Señora mía!
Oíd[,] en burlas o en veras,
disculpas que verdaderas
amorosa el alma os fía.
A no tener yo por cierto
que era otro el dueño querido
por vuestro gusto elegido,
por vuestra belleza muerto;
a creer que aquella nieve
de vuestra mano salió;
que aquel papel escribió;
que el listón que el alma os debe
fue favor más que piedad;
que en las rejas del terrero
volvistes cera el acero,
las tinieblas claridad;
que adorara considero,
sin dar causa a vuestras quejas
nieve, papel, listón, rejas,
noche, tinieblas, terrero,
celos, pendencias, castigo,
disgustos, enimas, guante...
AURORA:
Basta, basta. ¿Habláis amante
como conde, o don Rodrigo?
RODRIGO:
¿Qué sé yo? Decidlo vos.
AURORA:
Como Carlos ha de ser,
porque esto se venga a hacer
más al propio entre los dos.
RODRIGO:
De cualquiera suerte gano
en la merced que me hacéis.
AURORA:
Pues si enojada me veis,
¿no fuera bien que una mano
me tomárades y en ella
imprimiérades los labios?
Disculpárades agravios,
enterneciéndoos con ella.
A ser como vos el conde,
tan poco sabrá obligar
como vos representar.
RODRIGO:
Mi cortedad os responde;
pero yo me enmendaré.
Le va a tonar la mano
AURORA:
Tarde me la habéis pedido. Mudando de repente de acción y tono
Bien mis celos he fingido.
A Carlos escribiré
que a desposarse mañana
venga, pues mi mayordomo
le despacho.
RODRIGO:
¡Ay cielos! ¿Cómo
esto oigo ahora?
AURORA:
Mi hermana
os quiere bien, yo lo siento...
No me deis pena, Rodrigo.
Mirad que otra vez os digo
que de aqueste fingimiento,
mentiroso y verdadero,
lo que os está bien toméis.
RODRIGO:
¿Cómo, si a Carlos queréis?
AURORA:
Quiero; pero no le quiero.
Vase AURORA
RODRIGO:
¡"Quiero; pero no lo quiero"
cuando por Carlos envía!
¿Qué es esto, confusión mía?
Esperando, desespero.
Que me quiere considero,
que no me quiere me avisa
el ver que con tanta prisa
a Carlos envía a llamar.
Caríbdis es de este mar
Aurora, y Scila Narcisa.
En elección tan oscura,
necedad es no escoger
la hermosura y el poder
más que sola la hermosura.
Si el atreverse es ventura,
y ésta consiste en hablar,
yo me voy a declarar
con Aurora, gane o pierda;
que no es la vergüenza cuerda
que se pierde por callar.
Sin decirme si ni no,
se fue; pues si no me amara,
con enojo me mirara;
amorosa me miró.
Al mayordomo llamó;
que va por el conde advierto.
Callando--¡cielos!--me ha muerto;
pero no pienso olvidalla;
pues si dicen que quien calla
otorga, que me ama es cierto.
Vase don RODRIGO.
Salen ASCANIO y CHINCHILLA
CHINCHILLA:
En fin, ¿no te has atrevido
a hablar a Narcisa?
ASCANIO:
No.
CHINCHILLA:
Mal has hecho.
ASCANIO:
Ya sé yo,
Chinchilla, que soy querido.
CHINCHILLA:
Pues viene el conde, no es mala
esta ocasión; que a río revuelto...
et cetera.
ASCANIO:
Estoy resuelto.
Ya que eres del maestresala
tan querido que te fía
su pecho, he de confiarte
mi deseo.
CHINCHILLA:
A declararte
comienza, pues.
ASCANIO:
Este día
estará Carlos aquí.
CHINCHILLA:
Adelante.
ASCANIO:
La marquesa
se ha de casar con la priesa
que sabes.
CHINCHILLA:
Todo es así.
ASCANIO:
Narcisa me quiere bien.
CHINCHILLA:
(Tal te dé Dios la ventura.) (-Aparte-)
ASCANIO:
Las fiestas dan coyuntura
a mis amores.<poem>
Salen AURORA
y don RODRIGO
AURORA:
Al fin, esta noche el conde
tiene de entrar.
RODRIGO:
(No hay hacer (-Aparte-)
que me venga a responder
a propósito. ¿Por dónde
la podría yo obligar
que me diga de sí o no?)
AURORA:
Por esto no se partió
el mayordomo.
RODRIGO:
(¿Hay pesar (-Aparte-)
que al mío igualarse pueda?)
AURORA:
Al amanecer me escribe,
don Rodrigo, que apercibe
su entrada, y cuando suceda
así, no sé si será
bien que, para recibirle,
madrugue tanto.
RODRIGO:
Escribirle
vuestra excelencia podrá
agora la bienvenida,
y yo le daré el papel
cuando venga.
AURORA:
Bien; en él
queda esta falta cumplida.
RODRIGO:
A llamar al secretario
voy, pues.
AURORA:
Estando los dos
aquí, y escribiendo vos,
no es esotro necesario;
cuanto y más que de mi mano
será escribirle forzoso
a quien me la da de esposo.
RODRIGO:
Todo amor es cortesano.
En tan lícitos favores
licencia tenéis, señora.
AURORA:
La primer vez será agora
que escribo cosas de amores.
Yo no lo sabré notar;
esto quiero que hagáis vos.
Vaya el papel por los dos.
RODRIGO:
(¿En esto había de parar (-Aparte-)
mi ambicioso pensamiento?)
AURORA:
¿Qué decís?
RODRIGO:
Que se haga así.
AURORA:
Traed el recado.
RODRIGO:
Aquí
está todo. (¡Ay, pensamiento!) (-Aparte-)
AURORA:
Decid; que yo escribiré,
y advertid que vaya tierno
y grave.
RODRIGO:
(Si en un infierno (-Aparte-)
me veo, ¿qué le diré?)
Nota don RODRIGO, y escribe AURORA
LOS DOS:
Conde de mi vida. . . Yo vivo muriendo,
No esperéis favor. . . mientras que callando
en ausencia amor. . . pena me estén dando
que es niño y olvida, . . cifras que no entiendo.
Amo, y no sois vos. . . Quien mi mal ignora
de quien me enamoro. . . mi vida maltrata.
El dueño que adoro. . . Hable, pues me mata.
Esto basta. Adiós. . . La marquesa Aurora.
AURORA:
Pues yo, Rodrigo, escribí
lo que notado me habéis,
Leedle agora, y veréis
si está bueno.
RODRIGO:
Dice así. Léele
AURORA:
Antiguos los versos son.
RODRIGO:
No es bien que pierdan por eso.
AURORA:
Que me agradan os confieso,
por darles vos opinión.
Cerradle y dádsele vos,
pues llevársele queréis. Corta el papel don RODRIGO de alto a bajo en dos partes
¿Cortáisle? ¿Qué es lo que hacéis?
RODRIGO:
Un papel divido en dos.
AURORA:
¿Qué decís?
RODRIGO:
Veréislo ahora.
AURORA:
¿Pues qué intentáis con cortarlos?
RODRIGO:
Éste ha de ir al conde Carlos,
y éste a la marquesa Aurora.
Vos el uno le escribís,
y yo, señora, os escribo
el otro. Dicha recibo,
si a su sentido acudís.
AURORA:
El papel del conde Carlos,
en dos papeles diversos,
hará, cortados los versos,
dos sentidos.
RODRIGO:
Si mirarlos
gustáis, veréis, gran señora,
lo que en uno y otro digo.
AURORA:
Sutileza es, don Rodrigo,
que no la he visto hasta ahora.
RODRIGO:
Como serviros deseo,
novedades he buscado,
que os declaren mi cuidado.
Éste es del conde.
AURORA:
Éste leo. Lee
"Conde de mi vida
no esperéis favor
en ausencia Amor;
que es niño y olvida.
Amo, y no sois vos
de quien me enamoro.
El dueño que adoro...
Esto basta. Adiós."
Bueno está. En todo sois diestro;
más de vuestro ingenio fío
que pensaba.
RODRIGO:
Éste es el mío.
AURORA:
Leamos pues este vuestro. Lee
"Yo vivo muriendo,
mientras que callando,
pena me están dando
cifras que no entiendo.
Quien mi mal ignora,
mi vida maltrata.
Hable, pues me mata,
la marquesa Aurora."
RODRIGO:
Si pueden más por escrito
mis penas que de palabra,
y en vos mi esperanza labra
la dicha que solicito,
no divirtáis la respuesta
que espero callando agora.
Respondedme, gran señora;
que poco un "sí" o un "no" cuesta.
Por no entender un papel
de la condesa perdí
el bien que pretendo aquí,
olvidando a Oberisel.
En un jardín me esperaba,
ganando la bendición
un conde, con la ocasión
que sus cabellos me daba.
Otro conde os da la mano;
yo iré, si me amáis, en fin,
a ver si en vuestro jardín
la ocasíon al conde gano.
Y advertid que si calláis,
suspendiendo al que os adora,
quien calla otorga, señora,
y así a todo os sujetáis.
Dad claridad, si os obligo,
a tinieblas tan crüeles.
AURORA:
Buenos están los papeles.
Mucho sabéis, don Rodrigo. Vase AURORA
RODRIGO:
Alto; ella ha dado en callar
o por sin seso me tiene,
o mi amor a otorgar viene.
¡Vive Dios, que he de probar,
yendo al jardín a esperalla,
pues confuso me dejó,
si soy venturoso yo,
o si otorga amor quien calla. Vase don RODRIGO. Salen CARLOS, NARCISA, ARMINDA y ACOMPAÑAMIENTO
NARCISA:
Pues a Saluzo ha venido
tan presto vuestra excelencia,
corta ha sido la jornada;
vuestro amor estaba cerca.
CARLOS:
Y tanto, que en vuestra casa
me partí, Narcisa bella,
de mayordomo que he sido,
a ser marqués.
NARCISA:
¡Diligencias
de amor, dignas de estimarse,
pues disfrazando grandezas,
para ser mayor en todo,
fuistes mayordomo en ella.
No os aguardaba tan presto
mi hermana; mas cuando os vea,
estimará agradecida
su dicha y vuestra presteza.
Gocéisla por muchos años.
Avisen a la marquesa.
¡Hola!
ARMINDA:
En el jardín entró.
Yo voy a darle estas nuevas
y a pedirle las albricias.
Pero, pues sale ella mesma,
esposo y albricias gano.
Salen AURORA y don RODRIGO, de las manos. Don RODRIGO habla con AURORA a la puerta, antes de reparar en los demás personajes de la escena
RODRIGO:
Si así alcanza quien espera,
si así Amor que calla otorga,
si así servicios se premian,
esposa del alma mía,
píntese el Amor sin lengua,
con corona la esperanza,
laureada la paciencia.
AURORA:
¡Hola! Llamen a Narcisa,
para que a mi esposo vea,
y a mi amor dé parabienes,
a pesar de sus sospechas.
Adelantándose NARCISA hacia su hermana
NARCISA:
Ya se los he dado yo,
y teniendo en tu presencia
al conde Carlos tu esposo,
que muchos años lo sea,
podrás cumplir mi esperanza.
AURORA:
¿Que es esto?
CARLOS:
Éstas son finezas
de mi amor por vos premiado,
que a besaros los pies llega.
AURORA:
Mayordomo, ¿qué queréis
decir por eso?
CARLOS:
Ya cesan
disfraces. El conde soy,
que disimulada y cuerda
sé yo que habéis conocido.
Besar mis labios merezcan
cristales de tal Aurora,
porque yo su Endimión sea.
AURORA:
Seáis, conde, bien venido;
que yo sé que la nobleza
de mi señor el marqués,
de veros aquí se huelga,
porque huésped tan ilustre,
honrando las bodas nuestras,
festeje nuestra ciudad.
CARLOS:
¿Qué decís?
AURORA:
Narcisa, llega,
habla al marqués don Rodrigo.
CARLOS:
¿Cómo es eso? Antes que sepa
mi agravio el mundo, tendrán
satisfacción mis ofensas.
AURORA:
Conde, pues vos me perdistes,
y Narcisa y su belleza
os enamora, gozadla,
pues así cumplida queda
su ventura y vuestro gusto.
CARLOS:
Primero que tal consienta...
AURORA:
Estando en Saluzo, conde,
no es bien que de esa manera
habléis.
CARLOS:
¡Con un maestresala!
¿Qué desigualdad es ésta?
AURORA:
Mayordomo también fuistes.
Poca ventaja se lleva
un oficio a otro.
RODRIGO:
Aquí,
generoso conde, pueda
más el valor que la espada,
que el enojo, la prudencia.
La mano me ha dado Aurora,
y yo, si reprimís quejas,
con los brazos os ofrezco
una amistad verdadera.
CARLOS:
*Mucho alcanzan cortesías.
Pues el cielo así lo ordena,
y Narcisa es tan hermosa...
no quiero mujer por fuerza.
NARCISA:
Yo soy vuestra humilde esclava. Salen CHINCHILLA, y luego ASCANIO
CHINCHILLA:
Plaza...
AURORA:
¿Qué es aquesto?
CHINCHILLA:
Afuera,
que entra el conde de Monreal...
RODRIGO:
¿Estás en ti, loco?
CHINCHILLA:
Que entra
el conde de Monreal, digo,
a casarse con Belerma...
con Narcisa, iba a decir. Saliendo ASCANIO
ASCANIO:
Si enojos, bandos y guerras,
en amistades y amor
es justo que se conviertan,
por albricias, bella Aurora,
del esposo y de la vuestra,
dad al conde de Monreal
a Narcisa, pues por ella
vuestro secretario ha sido.
AURORA:
Con trasformaciones nuevas,
habemos tenido en casa
del Piamonte la nobleza.
Las paces que me pedís,
yo las otorgo contenta;
pero no puedo a Narcisa.
Pedidle a Carlos licencia;
que es ya su esposa.
ASCANIO:
¿Y vos no?
¿Qué marañas son aquéstas?
RODRIGO:
Yo soy, conde, el venturoso
que alcanzo tan ardua empresa.
CHINCHILLA:
¡Cuerpo de Dios! ¿Eso dices,
y a Chinchilla de dar dejas
tus pantorrillas y brazos?
¡Por Dios, que es linda tu flema!
ASCANIO:
Pues Narcisa me engañó,
¿qué tengo de hacer? Paciencia.
La vuelta a mi tierra doy.
RODRIGO:
Pues otorgó la marquesa,
callando, mi firme amor,
llámese aquesta comedia,
Quien calla otorga, senado,
satisfaciendo con ella
al Castigo del penséque,
pues no es necio quien se enmienda.