Rafael/I
I
Hay sitios, climas, estaciones, horas, circunstancias exteriores tan en armonía con ciertas impresiones del corazón, que en ellos la Naturaleza parece formar parte del alma, y el alma, de la Naturaleza, Si separáis la escena del drama, y el drama de la escena, la escena se decolora y el sentimiento se desvanece. Prescindid de los cantiles de Bretaña, en Renato; de las sabanas del desierto, en Atala; de las brumas de Suabia, en Werther; de las olas embebidas de sol y la tristeza de los parajes abrasados, en Pablo y Virginia, y no comprenderéis a Chateaubriand, ni a Goethe, ni a Bernardino de Saint-Pierre. Los lugares y las cosas se unen con un lazo íntimo porque la naturaleza es una en el corazón del hombre, como en sus ojos. Somos hijos de la tierra. La vida que corre en su savia y en nuestra sangre es la misma. Todo lo que la tierra, nuestra madre, parece experimentar y decir a los ojos, en sus formas, en sus aspectos, en su fisonomía, en su melancolía o en su esplendor, repercute en nosotros mismos. No se puede comprender bien su sentimiento sino allí donde fué engendrado.