Reflexiones o sentencias: 11

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§ 101. Lo que los hombres llaman amistad no es mas que una compañía, un manejo recíproco de intereses, un cambio de buenos oficios; en fin un comercio en que el amor propio siempre se propone ganar algo.


§ 102. Mas vergonzoso es desconfiar de sus amigos, que ser engañado de ellos.


§ 103. Nos persuadimos de ordinario a que amamos a los más poderosos que nosotros; y solo es el interes el que produce nuestra amistad. No se la profesamos por el bien que les queremos hacer, sino por el que de ellos esperamos recibir.


§ 104. Siempre hallamos algo que no nos desagrada en la adversidad de nuestros mayores amigos.


§ 105. ¿Cómo queremos que guarde otro un secreto, cuando no hemos podido nosotros guardarle?


§ 106. Tiene tambien el amor propio, como si no le bastara la de transformarse a sí mismo, la virtud de transformar los objetos; y lo hace de un modo bien extraño. No solo los disfraza tan bien que se engaña a sí propio, sino que muda también el estado y naturaleza de las cosas. Efectivamente; cuando nos es contraria una persona y convierte contra nosotros su odio y persecución, juzga sus acciones nuestro amor propio con toda la severidad de la justicia, da a sus defectos una extensión que los hace enormes, y nos propone sus buenas prendas de un modo tan poco ventajoso, que nos disgustan mas que sus propios defectos. Pero conviértase en nuestro favor esta misma persona, o reconciliela con nosotros algun interes; nuestra satisfaccion sola restituye bien pronto a su mérito todo el lustre que acababa de quitarle nuestra aversión; desaparecen sus malas calidades; comparecen las buenas mucho mas ventajosamente que antes, y empleamos toda nuestra indulgencia en justificar la guerra que nos había hecho. Aunque todas las pasiones demuestren esta verdad, el amor la hace ver mas claramente que las otras; pues vemos a un amante, agitado de la rabia que le ha causado el olvido o infidelidad de su amada, meditar para su venganza todo lo más violento que inspira esta pasión: pero al punto que su presencia calma el furor de sus movimientos; su regocijo hace inocente a la belleza, se acusa solo a sí mismo, condena sus condenaciones; y por esta milagrosa virtud del amor propio, quita toda la fealdad a las acciones de su amada, y se achaca a sí mismo el delito de que la acusaba.


§ 107. La ceguedad de los hombres es el efecto mas peligroso del orgullo. Sirve para nutrirle y aumentarle, y nos quita el conocimiento de los remedios que pudieran aliviar nuestras miserias y curar nuestros desarreglos.


§ 108.Cuando no esperamos hallar razon en los demas, tampoco la tenemos nosotros.


§ 109. No desterraron los Filósofos, y en especial Séneca, los vicios con sus preceptos; ni hicieron mas que emplearlos en la fábrica del orgullo.


§ 110. Nuestra desconfianza justifica el engaño de otro.