Reflexiones sobre la civilización en la República Argentina/III

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CAPITULO III.

Nuestra Moralidad

I §.


La moralidad, segun lo ha dicho el sabio Balmes es la ley de gravitacion universal, que todo lo arregla, lo tempera, lo armoniza, constituyendo diferentes centros particulares que à su vez reconocen otro centro universal, que es Dios.

De esa definicion resulta que la moralidad es indispensable para la civilizacion, y que esta no puede existir en un pueblo que desprecia los preceptos de la moral, pues le faltará el medio de armonizar los derechos individuales con los de la sociedad, y el medio de temperar las pasiones que despierta el interes privado para que cada cual sepa y pueda contenerse dentro de los límites de lo justo.

Resulta tambien que siendo el hombre un conjunto de buenas y malas cualidades, la moralidad es tanto mas indispensable como factor necesario de la civilizacion, cuanto que es la única ley que le alejarà del mal, y le enseñará á sacrificar sus instintos y dominar sus pasiones, en aras del bien y del deber.

Pero desde que Dios es el centro universal de aquella grandiosa ley de gravitacion, tenemos que reconocer que la moralidad que no descanse en las leyes inspiradas por ese mismo Dios conjunto maravilloso de todo lo justo, lo bueno y lo santo en grado infinito é incomprensible, no será aquella moralidad que todo lo tempera, la armoniza y lo arregla para bien de la humanidad, porque se habrá apartado de su centro y carecerá de solidez y duracion, como edificio levantado sin cimiento. El amor á Dios, es decir, el amor á todo lo justo, lo bueno y lo santo, es la base de toda moralidad. Aquel que en todo cump!e la voluntad de Dios, ese es el hombre moral por excelencia, porque siendo aquel la suma perfeccion, su voluntad nunca puede desear ordenar o exijir sino lo bueno y lo perfecto.

La voluntad de Dios ha sido manifestada á los hombres en el decálogo, Código sublime que él mismo dictára a Moisés en las cumbres del Sínai, y á cuyos preceptos ajustó Jesucristo todos los actos de su vida humana, interpretándolos y explicàndolos para que sin distincion de razas, de nacionalidades ni de colores, todos los hombres ajustasen á ellos su conducta.

Ese compendio de la voluntad divina, abatirà constantemente la soberbia de la sabiduria humana. En solo diez artículos, tan escasos de palabras como abundantes en doctrina, se fijan las reglas permanentes que deben guiar a los individuos y à las sociedades por la senda de la moral y el orden en este mundo, para merecer la recompensa prometida en la eternidad.

No quieren algunos aceptar la revelacion ni reconocer á esa ley un orijen divino; pero consultan la historia, buscan la tradicion, y todo les muestra que las ideas y las obras humanas mueren y desaparecen con el tiempo, pierden su autoridad, y las verdades mas decantadas son rebatidas por el progreso de la ciencia.

A los que niegan la revelacion les preguntamos: ¿donde existe un Código de Moral aceptable por una sociedad culta, que no sea calcado en los mandamientos de la Ley de Dios? ¿Que ley humana goza de un privilegio semejante?

Si es esta la única obra que ha resistido el trascurso de los siglos sin perder nada de su autoridad primitiva, sinó por el contrario imponiéndose cada

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dia mas à las conciencias sanas y á las inteligencias bien dirijidas, ¿no es forzoso reconocerle un mérito sobre-humano? ¿No es justo aceptar que una fuerza sobrenatural la conserva para el bien?

Siendo esto así y desde que la religion enseña à cumplir con la voluntad de Dios, no es posible que haya moralidad donde la religion no impere con la viva luz de sus principios, moderando las pasiones y los apetitos desordenados.

II §.

Tendiendo la vista en torno nuestro, vemos à la luz de los principios que dejamos sentados, que entre los varios triunfos que la moral ha alcanzado en nuestro pais, pueden contarse especialmente, la abolicion de la esclavitud, odiosa y repugnante institucion; la supresion del cepo y la pena de azotes, el adelanto de nuestras leyes penales, la creacion del sistema penitenciario, las constantes mejoras introducidas en nuestra administracíon de justicia varias otras instituciones y medidas tendentes a reprimir la inmoralidad.

Entre estas últimas deben ocupar preferentemente nuestra atencion las ordenanzas que desde algun tiempo viene dictando la Municipalidad.

La santificacion del Domingo y la prohibicion de representaciones obcenas son medidas altamente moralizadoras.--Sin embargo hemos visto con dolor que la prensa casi en general, ha criticado la ordenanza sobre la santificacion del Domingo y que una parte de ella ha ido hasta ahogar en favor de las representaciones pornograficas.

Con decir que los que asi opinan han escandalizado à esta sociedad, que se hà extrañado de tener en la prensa tales representantes, todo está dicho. No es necesaria una palabra mas.-Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/67 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/68 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/69 asuntos de interes mundano, porque para ellos nada significan las cuestiones que se relacionan con el alma.

No podpmos exijir que los que se encuentren en ese caso hagan uso de una fé, cuya luz, fuerza y suavidad tienen la desdicha de no conocer; les pedimos solamente que mediten sobre el ultimo fin del hombre, que acallen por un instante el grito de sus pasiones, y sean consecuentes con sus prédicas incesantes de libertad, igualdad y fraternidad.

¿Porque oponerse à la santificacion del domingo?- Porque ataca la libertad de industria, el derecho individual y los intereses del comercio, responden con ènfasis y en tono de sentencia inapelable.--Pero eso no es cierto.--Por el contrario, la libertad de industria, el derecho individual y el interes del comercio son favorecidos por ese descanso que la religion y el órden social exijen.

Los dependientes y peones y todos aquellos que viven subordinados á la voluntad de un patron se ven amparados por esa justa ordenanza, en sus principios religiosos y hasta en su propia conservacion. Seguramente no pertenecen á ese gremio de la sociedad los que se oponen al descanso que la humanidad reclama para el espíritu y la materia.

Es esta una medida saludable por todos conceptos, aun para modificar esa tendencia, funesta para nuestro país, de procurar con avidez los empleos publicos, huyendo del comercio y las industrias, precisamente porque en los primeros se disfruta del descanso en las fiestes de precepto y en los segundos se disputa ese derecho, cuando no se niega y desconoce. En ese abuso, en esa tirania ejercida sobre los mas desgraciados gremios sociales, está el origen de los comunistas y petroleros.

Hemos calificado esa medida de saludable, y por cierto que lo es, aunque solo se estudie bajo la faz del in teres material. Las estadisticas nos Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/71 ventes y desquiciadores, es consolador ver el incrmento que toman las sociedades de Beneficencia. Una de ellas, es la de San Vicente de Paul sobre la que diremos algunas palabras, considerando que dàndola a conocer prestaremos un verdadero servicio al país, porque à esas agrupaciones benéficas deben pertenecer todos los que quieran sostenerse en el escabroso camino de la virtud.

Consagrada esta Sociedad al alivio de las pobres trabaja sin ostentacion y sin ruido; son muchos los males que mitiga y abundantes las lagrimas que enjuga.

Se encuentran en su seno el Abogado distinguido por su talento y posicion social con el humilde empleado; el médico que consagra su ciencia, y todos los instantes de su vida al servicio de la humanidad, con el jóven estudiante que se prepara á seguir sus huellas; el acaudalado comerciante ó capitalista, con el modesto negociante ó industrial.

Allí todos son iguales, el rango social no determina asientos de preferencia, el traje que visten no establece diferencia de tratamiento, los conocimientos científicos no desdeñan la ignorancia.

El amor de Dios es su divina, el catolicismo su bandera, su práctica la caridad.

La viuda abandonada, la niñez desvalida, el enfermo agobiado por el peso del dolor, son el objeto de su constante solicitud y espera que sus sacrificios y desvelos le merezcan por toda recompensa, aquella alocucion prometida por nuestro Redentor: «Venid á mi, pues tuve sed y me disteis de beber; tuve hambre y me disteis con que aplacar mi tormento; desnudo estuve y me vestisteis; estuve enfermo y me -curasteis! Venid á mi, porque cuando alimentasteis y vestisteis a los pobres, a mi lo hicisteis!»

Suplicamos à los hombres verdaderamente amantes de la moral y de la caridad, a los hombres de buena voluntad, estudien los estatutos de esa admirable Sociedad; ella no tiene secretos para nadie, no usa de símbolos ambíguos para deslumbrar al profano y labrar en las sombras la ruina de los pueblos. Su fin no es el de propagar la corrupcion sino el perfeccionamiento del hombre por la pràctica de la virtud.

Otro de los buenos elementos que contamos entre nosotros es la « Sociedad Cosmopolita de la Juventud Católica ».

Los jóvenes que la componen, firmes en su fé y ejemplares en sus costumbres, arrostran el despotismó del respeto humano.

Ellos no retroceden ante la ridícula sátira del liberal que conculca los princIpios de libertad de que tanto hace alarde, no respetando la mas sagrada de las libertades.

Inspirados en la oracion y el sacrificio, principios fecundos de grandes empresas, no solo se preservan de la seduccion del error y del vicio, sino que animados de la caridad, se confortan y auxilian mutuamente, difunden los buenos principios y promueven la enseñanza religiosa en la medida de sus fuerzas.

Esta sociedad es un antídoto contra las malas compañias que tantas víctimas causan en la juventud y por eso todo jòven que en algo estime el aprecio de las gentes honradas y el honor del nombre que lleva, debe ingresar à ella, porque alli encontrarà buenos ejemplos y buenos amigos.--

V §.

Acabamos de referinos a las Sociedades que movidas por el espiritu de caridad empeñan sus esfuerzos Y elementos en procurar el órden, la moralidad el bienestar y el progreso; y reputamos deber nuestro, dedicar una palabra à las ideas perniciosas que nos invaden y que pueden calificarse con mucha propiedad de llagas sociales. Esas llagas son, el ateísmo, el materialismo, los libre pensadores, y el indiferentismo.

Los principios morales, el respeto à la Ley, el órden público, el bienestar de las familias, la tranquilidad del hogar, las buenas costumbres en fin, son las directamente atacadas y amenazadas por ese mal. Descubramos pues su gravedad y procuremos que la gangrena no se extienda mas allà de los límites que ha alcanzado.

El ateísmo y el materialismo, se curan solos. En nuestro pais pocos quieren ser iguales á las bestias; compadezcamos pues esas existencias desgraciadas, mirémoslas de soslayo y pasemos.

Los disidentes ó sectarios, son parásitos que si no se asimilan á la sangre que los alimenta, es fàcil destruirlos cortando la epidermis à que estan asidos.

En los libre pensadores, y en los indiferentes es donde reside la fuerza del mal. Estos ùltimos siguen inconcientemente los deliberados movimientos de aquellos y no causarian daño sin el virus que les comunica el liberalismo, ò sea los libre pensadores.

Hemos llegado à la raiz del cáncer que debemos tratar de curar antes que tome mayor desarrollo.

El titulado liberalismo, tiene su oríjen en las impiedades de Voltaire y de Rousseau; es la negacion de Dios, se aproxima al ateísmo en los sentimientos y algo en la propaganda, sus secuaces dicen practicar la religion del deber y no practican ninguna.--La palabra deber de que hacen tanto alarde se amolda à todas las medidas, se estira ò se acorta segun las circunstancias y segun las inclinaciones, tendencias ydisposicion, del sujeto. Si un libre pensador está irritado, su deber es desahogarse; si está ofendido, su deber es vengarse; si le aguijonea un deseo, su deber es satisfacerlo; si está pobre, debe enriquecerse à todo trance; si tiene talento, su deber es envanecerse; si tiene fortuna, debe deslumbrar al mundo con su boato.

Poco importan los medios à que para llenar esos deberes haya necesidad de recurrir; todos son buenos por mas brutales que sean, con tal de que satisfagan la cólera, los apetitos y las venganzas.

Resumiendo, diremos que el liberalísmo es la tiranía; es el desenfreno de todas las pasiones con su séquito de escandalos y orgias.

El es quien arma el brazo del regicida, él quien impulsa la petrolera, que con su cabellera desgreñada y tendida al viento atiza los incendios y acompaña el ruido fatídico del derrumbe con horribles y repugnantes blasfemias: èl quien rompe los sagrados vínculos de la familia introduciendo en ella el deshonor; fomenta los vicios prostituyendo la virtud y desprestigia a la Iglesia por medio de las mayores y mas infames calumnias.--

Ahoga la libertad en nombre de la libertad misma; destierra las comunidades y arranca de las escuelas los crucifijos y emblemas religiosos en nombre de la libertad de Conciencia.--Vive del sudor del pueblo á quien esplota miserablemente,oprime al humilde y escala los puestos publicos para tratar de saciar en ellos una rapiña insaciable.

Para sus afiliados parecen dichas las siguientes palabras de un sabio historiador de Roma:

Ut imperium revertant, libertatem prœ se ferunt; si reverterint, libertatem ipsam agredientur.

§ VI.

No tenemos que salir de nuestro país para comprobar la idea que acabamos de dar respecto del liberalismo; desgraciadamente los ejemplos son muchos y los casos bien conocidos.

Solo recordaremos un hecho vergonzoso que fué su obra y que registrará la historia para eterno baldon de esta sociedad. Nos referimos al incendio y saqueo del Colegio del Salvador.

Los insensatos que cometieron tan inicuo atentado eran todos liberales que habian educado su espíritu en las ideas deletéreas de los centros demagògicos recibiendo las inspiraciones de los falsos apòstoles que con sarcasmo inaudito pretenden predicar la libertad.

A esa turba desgraciada y repugnante se le enseñó que libertad es sinónimo de desfreno y licencia; que el hombre no es libre sinó cuando satisface todos sus apetitos y pasiones, por mas infámes y brutales que sean y que esa libertad há de buscarse y obtenerse aun á costa de la de los demas.

Nada debe oponerse à vuestra voluntad se les ha dicho, y si algo se opone, abrios paso con la daga, el estileto y el trabuco.

Es ese el Catecismo del liberalismo.

No es antigua la historia que referimos, los sucesos son recientes, està aun fresco el recuerdo de aquel acto de vandalismo sin precedentes en nuestro paìs.

Y ¿que motivos lo produjeron? La autoridad eclesiàstica con el celo que la distingue trataba de restituir à los Padres Jesuitas sin que estos lo pretendiesen, una propiedad de que habian sido despojados; y por ese acto perfectamente legítimo, que no era el uso de una libertad sinò el ejercicio de un derecho, se concitaron las turbas al desenfreno y la matanza, y el crímen se produjo.

Crimen y escàndalo salvaje! Las puertas del templo y del Colegio fueron derrumbadas al empuje criminal del tropel de liberales, los sacerdotes heridos ó estropeados, el edificio incendiado, profanadas las reliquias de los santos; y para colmo de iniquidad, la sagrada Eucaristia fué pisoteada y revuelta entre el lodo de la calle!

He ahì los frutos naturales del liberalismo! -La revolucion Francesa ha sido la propagadora de esas ideas heredadas por Mazzini y Garibaldi en nombre del progreso y de la libertad.

Pero ocúrresenos preguntar: ¿progresarán en moralidad los paises donde esas doctrinas imperan?

Un eminente escritor moderno contesterá por nosotros. Oigámosle: - Bastaban en un tiempo para completa seguridad de las ciudades cuatro inválidos; ahora tendreis el consuelo de mantener en ellas ejércitos numerosos visibles de soldados, invisibles de espías y de polizontes. Antes teniais media docena de oficiales públicos, y pocos magistrados para la administracion de la justicia, y eran suficientes; ahora tendreis falanjes de oficiales y magistrados, y no os bastarán.

Con pocos alguaciles se vivia en un tiempo con seguridad; ahora tendreis el gusto de visitar establecimientos penitenciarios de todas clases; y á pesar de eso, os guardareis muy bien de salir de casa, ó de poneros en viaje al anochecer.

Antes pagabais un poco de contribucion personal, y algun pequeño impuesto predial por cuantas tierras teniais debajo del sol, y ahora pagareis por la casa, por el criado, por los caballos, por vuestra profesion, por la herencia, por las deudas, hasta por el aire.

Antes viviais con una paz, con una alegria, con una seguridad, que casi llamaria excesiva; pues bien, ahora tendreis el consuelo de vivir siempre temblando entre las conspiraciones y las revoluciones.

Cesará elfastidio de ir à la Iglesia en los dias de fiesta, y tendreis en su lugar el pasatiempo de montar la guardia: no os ensordecerá el ruido de las campanas pero os recreareis con el redoble de la generala, y si tal vez os falta un bocado de pan que llevar á la boca, os saciareis con la idea de que no os falta la libertad. Estas son las primeras consecuencias de aquellos principios.

Pero donde se hayan arraigado algo mas profundamente, darán frutos mucho mas sabrosos. Los que decian antes, mueran los sacerdotes continuando su raciocinio, pasaran á gritar: mueran los ricos; y la lògica nada tendrà que reprender, porque la consecuencia se deduce por sí misma.

En 1849, al rugido espantoso de aquellas hordas salvajes que amenazaban echarse sobre ellos, se despertaron del sueño hasta los Thiers, los Dupin, los Guizot, y todos aquellos grandes hombres que saben todo, excepto el someterse á la Iglesia, y se ingeniaron con tratadillos con opùsculos y con periódicos, para oponer un dique à aquel torrente.

Muy bien; pero todo eso no era mas que poner paños calientes al mal de costado. Son mas fuertes vuestros ejemplos para persuadirnos, podian decirles los sectarios, que vuestras lecciones para disuadirnos. En el dia en que os atribuisteis el derecho de estender la mano sobre un cáliz, y de arrojar de su celdilla à una pobre rdigiosa, aquel mismo dia habeis proclamado el derecho de que otro estendiera la mano sobre vuestro reloj y os arrojase de vuestro palacio.

¿O quejais de que la seguridad pùblica se vé á cada momento amenazada por el populacho, que en las tabernas yen los burdeles se prepara à derramar sangre y á cometer todas clase de desmanes? Teneis mucha razon; mas ¿porquè habeis proclamado que el pueblo es soberano, y que à él pertenece, hacer lo que quiera?

Cuando proclamásteis aquel principio, lIabeis conferido à aquellas hordas el derecho de degollaros cuando fuese de su agrado.

¿Os quejais de que van desapareciendo los principios de justicia y de moralidad, y añadís que no sabeis ya como defender el honor de vuestras hijas y de vuestras esposas? Teneis razon para ello: mas ¿porquè habeis proclamado el culto del Ser Supremo, y habeis omitido las verdades dc la fé, que eran las únicas que podian persuadir con eficacia la virtud? ¿Porqué habeis dejado á un lado á Jesucristo y á su gracia divina,con la cual únicamente se podian curar las llagas viciosas del hombre?

Habeis proclamado la secularizacion de la enseñanza, y ahora os quejais de que la juventud esta corrompida: habeis proclamado el matrimonio civil, y ahora os quejais de que el concubinato sea llevado en triunfo. Habeis querido dar á la prensa una libertad completa, y ahora os lamentais de que no podeis gobernar.

Os habeis calentado alrededor del fuego cuando se quemaban las casas de los religiosos: habeis callado, habeis consentido, habeis palmoteado, cuando eran perseguidos y salian al destierro; y ahora os turbais porque el fuego no respeta los limites y se ceba en vuestros campos.

¡Ah, recoged lo que habeis sembrado. Habeis sembrado vientos y tempestades, pues recoged ahora torbellinos y tormentas. Deseariais ahora detener los efectos si no por la conciencia, al menos por interes: tal vez no es ya tiempo, tal vez la llaga no admite ya remedio, y tendrà que lavarse con sangre, tal vez la Europa se va aproximando à una do aquellas catástrofes, que no tienen ejemplo igual en la historia.

Y si queda todavia algun remedio, no serà este ciertamente, el hacer cada dia nuevas concesiones á aquellas doctrinas, sino el reconocerlas por lo que son en realidad, rechazarlas francamente y combatirlas con todo empeño.»

Las sabias reflexiones que anteceden nos recuerdan las màximas de Mazzini y Garibaldi y los hechos de este último que tantas làgrimas cuestan á la humanidad.

Ese hombre funesto cómplice ó padrino de todos los regicidios, hà encomiado el asesinato, ha proclamado el òdio à Dios y á la religion, ha alentado á todos los perturbadores del òrden social. Oid las palabras con que dogmatiza ese Apòstol de la demagogia: « El asesinato politico es el secreto para conducir á buen puerto la Revolucion. Los soberanos llaman asesinos à los amigos del pueblo!»

«Los verdaderos republicanos Àgesilao Milano, Pietri, Orsini, Pianori, Monti y Tognetti, han sido en su tiempo asesinos; hoy son mártires y objeto de la veneracion del pueblo.»

«Hoëdel, Nobiling, Moncasi, Passavanti, Solouvieff, Otero y Hartmann, son los precursores del gobierno del porvenir, la Repùblica Social.»

Siendo estas las doctrinas de los liberales, no es estraño que hayan llegado á los mayores excesos, que profanàran los venerandos restos del inmortal Pio IX, y que celebren aun sus reuniones cobijados por una negra bandera en que campea de color de fuego la abominable efijie de Satanás, á quien en su insano furor llaman el Gran Rebelde!

Espantosa verdad! Tributan honores á su verdadero Gefe! Hasta ahora habian dicho muera Dios, y como la impunidad los alienta, gritan ya: Viva Satanas!

El liberalismo italiano hace flamear en público la bandera de su credo político y religioso. El Argentino no le iguala en cinismo, aunque quizo igualarle en criminalidad con el hecho del Salvador.

Pero ¿quien es el idolo del liberalismo moderno? en otros tèrminos ¿quien es Garibaldi? La Union en fecha 13 de Octubre de este año contesta en estos términos:

« Garibaldi era un hombre de inteligencia vulgarisima, incapaz de apoderarse de los elementos de una teoria para reconstruirla y modificarla en su espiritu. Pero como todos los individuos, cuya voga es muy superior à su mérito real y à sus facultades, era sensible á la lisonja, vanidoso, y débil para hacerse instrumento de secuaces mas hàbiles que él, y diestros para simular hácia su persona una idolatria que lo infatuaba y le conducia á entregárseles. Familiarizado, por otra parte, desde la juventud, con la disciplina de las logias masònicas y de las Ventas carbonarias, sobre todo de las Bajas Ventas, probablemente mas celosas y terribles que las demas; su caràcter no podia menos de estar falseado, ni su vida pública de ser la resultante de una sumision abyecta combinada con un orgullo febril en la accion esterna. Aquella arrogancia en blasfemar que ostentaba en sus últimos años, ó provenia de una mezcla de artificio y de frenesi, ó de endurecimiento del corazon en el sacrilegio.

« Viejo, enfermo, y furioso, era para la demagogia, una deidad furibunda, como la culebra de Xarayes, por cuyos labios hablaban à la plebe mistificada todos los impostores.....»

§ VII.

Ultrajes serios à la moral de los Pueblos, son los injustos cargos con que constantemente atacan á la Iglesia sus enemigos. Uno de ellos es el de que se opone al progreso y que tal ó cual país decayó bajo la accion permanente de las doctrmas Católicas.--Quieren hacer recaer sobre la Iglesia lo que es fruto de la corrupcion y que la víctima sacrificada ocupe el lugar del verdugo!

La Iglesia no se aparta de sus leyes; sus preceptos son sàbios, sus maáximas santas y sus consejos sanos. ¿Cual de sus dogmas, de sus prescripciones ó medidas no tiende á elevar al hombre y à hacerlo mejor? Ella enseña el respeto por los padres y por las autoridades constituidas; no autoriza la rebelion ni la anarquia; manda respetar los bienes ajenos condenando la espoliacion y el robo; reprueba la lujuria, la mentira, la injuria, la envidia, la concupicencia y todas las malas acciones en fin, sin admitir excepcion de causa ó motivo.

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La Iglesia enseña á evitar el ócio, la pereza, la gula, la soberbia, la avaricia y todos los vicios; inculca el amor al trabajo, la templanza, la humildad la largueza y de mas virtudes que ennoblecen al hombre y muy especialmente la Caridad, sin la cual

no hay virtud perfecta.

No podeis dudar que esto practica y enseña la Iglesia porque sus leyes escritas y sus obras lo atestiguan. Ahi está el Catecismo, compéndio de todas sus doctrinas, libro lleno de admirable sabiduria y de sublime moral. ¿Puede esa enseñanza oponerse al progreso de los pueblos?

Decid, citad un solo progreso á que ella pueda obstar! Indicad un solo mal que pueda causar! Referid un solo delito ocasionado por la difusion de esas ideas!

La Iglesia obsta al progreso, es el estribillo de los que no quieren moderar sus pasiones ni sujetarse à otra ley que á las propias inclinaciones; pero, podran dicirnos:--¿como es que los pueblos salvajes en el trascurso de cuarenta siglos no han salido de la barbarie aun cuando son seres dotados de razon, y por consiguiente capaces de moral y religion independiente ò universal segun la ley del progreso indefinido, que es la fórmula del liberalismo? ¿Como se explica que solo son civilizados los pueblos que recibieron el Evangelio y aprendieron el Catecismo, sin que jamas el racionalismo haya obtenido el menor éxito? ¿O es que el Catolicismo es bueno para civilizar salvajes pero inùtil para civilizar liberales ó Garibaldinos? ¿Cual es el limite de civilizacion á que la Iglesia alcanza, y cual el punto en que debe retirarse del escenario? En ambas Américas, el Asia, el Africa y la Oceania ¿cuantas tribus salvajes han sido civilizadas por el liberalismo? ¿Cuantos liberales han emprendido esa tarea de sacrificio? ¿Cuales son los actos de humanidad, de amor al prójimo, de abnegacion, de moral, de religion y caridad que distinguen á los enemigos del Catolicismo?

Mediten estas interrogaciones y vuelvan de su ofuscacion. Reconozcan el poder de la Iglesia y los inmensos beneficios que la civilizacion le debe. No pretendan destruir la doctrina de Cristo única verdadera, y crear una religion distinta para cada clase social.

§ VIII.

La Iglesia es intolerante, se dice.

Es cierto, La Iglesia no tolera la inmoralidad, los vicios, las orgías, la disipacion, la corrupcion ni el engaño.

La Iglesia es intolerante como la verdad. Siempre fiel á su sistema de persuasion y depositaria de una doctrina y moral Divinas, ataca el error por medio de la razon, la autoridad moral, la prescripcion' y la tradicion.

En ningun caso y bajo ningun pretexto ni condicion se aviene á formar alianza con el vicio ó con el error.--Los desecha de su seno asi como á los que los siguen con pertinácia; pero aunque repele el mal, no usa de la fuerza para obligar al bien.--«Libres sois, dice à todos, de obedecer à la verdad; pero excluyo del nùmero de mis hijos á los que la resisten y prefieren la mentira.»

Depositaria de la Fé de Jesucristo y de la salvacion à que conduce, quiere conservar en toda su pureza é integridad el tesoro de la Redencion.

Hé ahi en que consiste su intolerancia; en desechar el cisma y la herejía; en no emplear para con las personas represion alguna corporal; en contentarse con reprobar el pecado, pero no doliendose del pecador y convidándole con tierna solicitud y caridad á recurrir à la misericordia por medio del arrepentimiento. Si la Iglesia no fuese intolerante, no seria la depositaria de la moral y Religion verdaderas.--En el mismo hecho confesaria que no sabe a que atenerse, que solo vive de posibilidades y que seguramente su creencia no es el pensamiento Divino manifestado á los hombres.

Hay pues necesidad de una moral inmutable para que la armonia de las sociedades no se rompa y caigan en el espantoso caos á que las conduciria la moral antojadiza que cada cual tuviere á bien forjarse.

Para que esa moral no mude es menester una religion infalible; y como solo puede serlo la positiva o revelada que dimana inmediatamente de Dios, hay absúluta necesidad de una Religion intolerante con el vicio y con el error.

Tan cierto es esto, que asi lo proclamaron no solo los grandes sabios del Cristianismo, sino tambien los del paganismo.--Sòcrates, Platon, Aristòteles y Ciceron, afirman que sin el auxilio del Cielo no puede la humanidad estar segura de las verdades que mayormente le interesan.

¿La Iglesia es pues intolerante?--Si lo es; pero con el vicio y la depravacion, con el liberalismo y su séquito de errores y trastornos.

¡Ay del mundo el dia en que cesára esa santa intolerancia!--¡Aquel dia podria contarse como el último de los tiempos!--

§ IX.

Se requieren principios en armonía con los tiempos en que vivimos, y la Iglesia no nos los da;--es otro argumento que se opone.

Cederemos la palabra à un emmente escritor Italiano que dice:

Aqui se oculta una equivocacion peligrosa, que es necesario poner en claro. Es cierto que los tiempos han cambiado en parte, pero es falso que hayan cambiado en todo.

Las ciencias naturales cultivadas con grande ardor, han enriquecido el mundo con descubrimientos prodigiosos. El solo telégrafo y el vapor han aproximado las naciones mas lejanas, y han hecho comun à todos los pueblos lo que antes era peculiar de algunos. El comercio ha recibido por ese medio una nueva vida y con la actividad de éste, han tenido un ràpido incremento otras instituciones de bancos, de compañias de crédito, de bolsas, y de otras especulaciones.

Por eso se han debido modificar al menos en parte las administraciones los reglamentos y las órdenes con que se regía antes la sociedad; y aun las costumbres y los habitos de la vida doméstica han experimentado por la misma causa cambios muy notables.

Todo eso lo concedemos; y aun si quereis, añadiré tambien, que el cambio ha sido una mejora, y que por tanto no hay que echar á menos nada de lo pasado.

Pero decidme: ¿se han cambiado por eso las leyes de la justicia, de la honestidad y de la religion? ¿Se han mudado los principios eternos de la rectitud y de la verdad? ¿Ha hecho Jesucristo alguna innovacion en su fé, ó en su ley? ¿Se han adquirido algunos derechos sobre Él para despreciarle y para no hacer caso alguno de sus leyes? A esto se limitan únicamente nuestras preguntas.

Haced cuantos descubrimientos querais, fundad instituciones de nuevo género ; nadie se opone á ello: recorred todos los mares, visitad todas las costas, haced alianza con todas las naciones, esplorad todos los arcanos de la naturaleza, nadie hallarà en ello materia de crítica; antes por el contrario, todos os alabaran; pero dirigid todas esas grandes empresas siempre con la misma justicia, siempre con la misma honestidad, siempre con la misma religion.

Así como no era licito antiguamente quitar á nadie ni un hilo, ni torcerle un cabello, tampoco ahora debe ser eso licito. Como era necesario antiguamente perder el mundo entero, antes que faltar en lo mas mínimo à la honestidad,así debe hacerse en nuestros dias. Como era antes necesario respetar la Iglesia, los Sacramentos, el sacrificio de la Misa, reconocer la autoridad del Papa, el sacerdocio, las órdenes religiosas; someterse à la confesion, à los ayunos y á todas las demas practicas cristianas, asi debe hacerse en nuestros tiempos, á pesar de todas las mejoras de la vida material.

Antiguamente habia obligacion de respetar la autoridad legitima, y lo mismo debe respetarse en el siglo XIX. En todas esas cosas no puede admitirse cambio alguno. Las leyes eternas de la justicia no se mudan; el reino de Jesucristo no puede tener fin; lo que una vez ha revelado, instituido ò mandado, permanece siempre verdadero y no ha sido, ni sera jamas revocado.

El tiempo y los siglos no le quitan la autoridad; los poderes humanos no pueden cambiar su obra: el uso contrario no puede derogar sus leyes, las ciencias nuevas no disminuyen su crédito: así ha sido hasta ahora, y así serà hasta la consumacion de los siglos.

Si los tiempos en que vivimos quieren la armonia con las buenas costumbres, la razon la justicia y la moralidad; si la civilizacion á que aspiran no excluye esos principios, la Iglesia proporciona los medios para ese hermoso consorcio. Pero, si se quiere que la Iglesia, olvidando los preceptos de Dios, levante un altar à las pasiones y al vicio, al oro y a la fuerza, ella no cooperará nunca á tal civilización.
X §.

El Catolicismo hizo ya su época: está en decadencia y asistimos ya á su agonía; esto se dice tambien.

¡Pobre humanidad! ¿Quiere decir que se há esterilizado la obra de Dios, el sacrificio de Jesucristo y de los Santos Mártires? ¿El amor á Dios, las virtudes, la pureza, la virjinidad, el amor al pròjimo, la penitencia, el apostolado y la oracion no han tenido mas fundamento que una ficcion? ¿Una ficcion derribó la idolatria, puso término à la esclavitud, restableció la dignidad de la mujer, civilizo las naciones, llenò el mundo de templos, de hospitales, de monasterios, de universidades, de monumentos? . . . . .

Ingratos! los sentimientos que pueden tener de moral, virtud, y amor, los deben ùnica y exclusivamente á la religion cuya decadencia y muerte desean y proclaman!

¿Pero que ganarian con la muerte del catolicismo?

¿Entronizar las máximas disolventes y perniciosas en reemplazo de verdades eternas y de una moral sublime?

Convengamos que si ese cambio hubiera de producirse estariamos muy lejos de la civilizacion, y nunca seria mas necesario el catolicismo para redimirnos de la barbarie, puesto que su insignia es la Cruz y esta, el estandarte de la civilizacion segun la expresion de Chateaubriand.

Para que se vea cuan necesario es y será á los pueblos conservar siempre con mayor anhelo el amor de Dios y el respeto á sus santos preceptos, véase lo que pasa en Francia donde se trabaja à todo trance para destruir la re!igion. Resulta que allí toma la inmoralidad proporciones gigantescas. Consultemos lo que dice la estadística criminal!

Los ultrajes á los funcionarios públicos se calculaban en 7500 antes del año de 1870, hoy han doblado y pasan de 15000 por año.

Los que como Gambetta creen que á un pais basta la difusion de las ciencias para moralizarse, y que de nada sirve la religion,se estremeceràn al considerar la cifra de los delincuentes condenados en Francia durante el año de 1878; que asciende à 150,000.

La de los hijos ilejítimos distribuidos en la siguiente forma: uno por cada veinte y tres en la campaña, uno por cada diez en las ciudades y uno por cada cuatro en Paris.

La cifra de los crimines se eleva de una manera considerable desde que impera el liberalismo incrédulo; así; siendo en 1869 la de 3,700 por año, ha aumentado en 1878 á 40084.

Los delitos por diferentes causas se calculaban en 1869 en 142352 y la proporcion creciente que ha seguido es: en 1872 a 152167; en 1873 á 159.732; en 1874 á 169835 y así siempre en aumento á proporcion que se sustituye el liberalismo al catolicismo.

Los suicidios que revelan la falta de creencias religiosas y la relajacion de las costumbres, llegaron en 1874 al numero de 5.617; cifra segun el Ministro da Justicia, la mas crecida que la estadística criminal haya presentado hasta entònces.

Eu fin, en 1869 el número de las mujeres públicas era de 8.256, habiendo aumentado en 1878 á la escandalosa y terrible cifra de 80.000, mientras las vírgenes cristianas son perseguidas tenazmente.

Es de notarse que este lamentable aumento de inmoralidad se produce en nuestra patria desde que en las escuelas se desprecia la religion, cuando no se la ridiculiza.

Aumenta tambien entre nosotros de una manera alarmante la mania del suicidio que es una de las consecuencias fatales y lògicas del liberalismo. Es efecto necesario de la falta de creencias; y por lo Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/89 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/90 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/91 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/92 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/93 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/94 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/95 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/96 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/97 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/98 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/99 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/100 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/101 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/102 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/103 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/104 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/105 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/106 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/107 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/108 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/109 Página:Reflexiones sobre la civilizacion - A. V.pdf/110