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Roma abrasada/Acto III

De Wikisource, la biblioteca libre.
Roma abrasada
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto III

Acto III

Salen dos cristianos, FULGENCIO y CALISTO.
FULGENCIO:

  Que en estos años que de Roma falto
ha crecido, Calisto, la dureza
de aqueste monstro que en lugar tan alto
puso para su mal naturaleza.

CALISTO:

Aunque este campo Viminal esmalto
de propia sangre que a verter empieza
de la naturaleza, no me quejo,
pues fue del cielo el gusto y el consejo.
  Los gentiles que mueren como has visto:
esos haber nacido Nerón sientan,
que los que mueren por la fe de Cristo,
aquel breve morir por vida cuentan.

FULGENCIO:

No deja de causar dolor, Calisto,
ver cómo los acaban y atormentan
aunque deste, la Iglesia perseguida,
goza mil triunfos en la eterna vida.
  Séneca se ha apartado del gobierno
viéndole ya del todo aborrecido
y que hinche a un tiempo el cielo y el infierno
de muertos que han bajado y que han subido.
Todas las furias del tormento eterno
tiene en el pecho bárbaro vestido
de soberbia, arrogancia, crueldad y ira,
venganza, enemistad, odio y mentira.

CALISTO:

  ¿Tantos cristianos mata?

FULGENCIO:

¡Que han pasado
de cinco mil y algunos de gentiles!
A Publio Sila en Francia ha degollado
y a Plauto, capitanes como Aquiles.
En músicas y fiestas ocupado,
juegos y danzas y ejercicios viles,
representa tragedias y hace en ellas
que entren hermosos mozos y doncellas.
  Su casa desde el monte Palatino
al Esquilino llega, que es distancia
como de media legua de camino,
edificio de altísima arrogancia.
El licor de las fuentes cristalino
es agua de odorífera fragancia.
Los estanques, del mar, que muda a veces
para criar y para ver sus peces.
  Las huertas frutuosas y jardines
de mil cuadros floríferos esmalta,
cuyos márgenes verdes y confines
guarda una sierra defendida y alta.
Allí corren las cabras mallorquines,
el búfalo se tiende, el ciervo salta
y en las jaulas de patios y leoneras
los osos, tigres, onzas y panteras.
  Las piezas de las salas, fabricadas
de jaspes, mármol, pórfido y topacio,
envidia el sol, y las del norte amadas
deja para salir deste palacio.
Las techumbres y bóvedas doradas
se van moviendo con el mismo espacio
que el cielo con sus orbes semejantes
a su eclipse crecientes y menguantes.
  Por alambiques de marfil y oro
caen a tiempos flores y aguas puras:
tiene baños labrados, que un tesoro
cuestan sus aromáticas misturas.
Aquí el infame sin real decoro
goza de mil deleites y blanduras:
aquí se afeita, lava y entretiene.

CALISTO:

¡Estrañas cosas y grandezas tiene!
  ¿Cómo Roma lo sufre?

FULGENCIO:

Dios lo quiere.

CALISTO:

¿No se rebela nadie?

FULGENCIO:

Ingalaterra,
pero venciola el gran Suetonio y muere
por ofrecelle el resto de la tierra.

CALISTO:

¿Que tales hombres un infame adquiere?

FULGENCIO:

Otra vez a los partos hizo guerra,
hasta que el Tirídates vino a Roma
y la corona de sus manos toma.

CALISTO:

  ¿Qué hay del buen Pedro y Pablo?¿Qué se han hecho?

FULGENCIO:

Presos los tiene.

CALISTO:

¡Oh, Iglesia primitiva
que has de permanecer a su despecho
aunque el ganado de pastor nos priva!

FULGENCIO:

Gran gente viene.

CALISTO:

Ya apercibo el pecho
para que muerte por su dios reciba.

(Sale NICETO, FÉLIX, guarda y FENICIO.)
NICETO:

¡Mirad si son cristianos y qué gente!

FENICIO:

¿Quién vive?

CALISTO:

¡Solo Dios omnipotente!

FÉLIX:

  ¿Qué dios?

CALISTO:

El que es un dios y tres personas,
cuyo hijo es Cristo, en cruz por todos muerto.

NICETO:

¡Vayan presos! ¿Qué aguardas?

FULGENCIO:

¡Qué coronas
nos muestra ya su claro cielo abierto!

NICETO:

¿Ansí, villano, tanto error pregonas?
Presto no lo dirás el pecho abierto...
¡Cosa es de ver el ánimo y denuedo
con que estos mueren sin dolor ni miedo!

FÉLIX:

  ¡Qué bien Nerón anoche en la Comedia
uno destos cristianos contrahacía!

NICETO:

Agora intenta hacer una tragedia
de cuando Aquiles por Briseida ardía.

FENICIO:

Si el lago para el jueves se remedia
será famoso de su fiesta el día
que se ha de hacer una naval batalla
que pueda el mismo Jerjes envidialla.

NICETO:

  Ayer hizo vestir a seis cristianos
pieles de ciervos y osos fugitivos,
y echarles perros turcos y britanos,
que así a pedazos los comiesen vivos.
Que los sabuesos rígidos y alanos
no se mostraron a la caza esquivos
porque los tiene hambrientos para esto.

FENICIO:

¡Por Dios que es acto mísero y funesto!
  Harto más gusto yo de sus banquetes
que de las cazas trágicas que dices,
que aunque cristianos, hombres son.

NICETO:

Prometes
menos piedad cuando eso solenices.

FENICIO:

Eso quiero pedir que me interpretes.

NICETO:

Que no son todos pavos y perdices,
no todos francolines ni capones.

FENICIO:

¡En confusión, por Júpiter, me pones!

NICETO:

  Convite ha hecho a algunos en que ha dado
sus mismos padres o sus hijos.

FENICIO:

¿Cómo?

NICETO:

Un pedazo cocido y otro asado.

FENICIO:

Cosa me has dicho que en mi vida como.

NICETO:

Entre muchas crueldades de que ha usado
es la que menos en paciencia tomo
la que agora pretende...

FENICIO:

¿De qué suerte?

NICETO:

A Otavia quiere dar injusta muerte.

FENICIO:

  ¿A Otavia su mujer?

NICETO:

Sí.

FENICIO:

¿Por qué a Otavia?

NICETO:

Porque fue la mujer más virtuosa
que tuvo Roma.

FENICIO:

¿Y su virtud le agravia?

NICETO:

¡Pues tiene agora más contraria cosa!

FENICIO:

¿Que a una mujer tan virtuosa y sabia
le quiere agora dar muerte afrentosa?

NICETO:

Paso, que viene.

FENICIO:

¡Que este el mundo asombre!

NICETO:

Debe de ser demonio, que no es hombre.

(Sale NERÓN y CAMILO.)
NERÓN:

  Yo lo tengo ansí trazado:
por lo demás le dirás,
Camilo amigo, al Senado
que no me he visto jamás
a su amor tan obligado.
  Bien se echa de ver quién son.

CAMILO:

También muestran su afición
en otra hazaña gentil.

NERÓN:

¿De qué suerte?

CAMILO:

Al mes de abril
le quieren llamar «Nerón».

NICETO:

  ¡Ved la lisonja en que ha dado,
que como julio fue ansí
por Julio César llamado
a abril llama desde aquí,
«Nerón» el ciego Senado!

FENICIO:

  No hayas miedo que eso dure.

NERÓN:

¡Oh, Fenicio! ¡Oh, buen Niceto!
Ya es razón que se procure
aquel trazado secreto
como mi honor se asegure.

NICETO:

  ¿Es de la muerte de Otavia?

NERÓN:

Hoy Otavia ha de morir.

NICETO:

¿Por qué, siendo honesta y sabia?

NERÓN:

Porque hoy tengo de decir
que con un hombre me agravia.

NICETO:

  Pues ¿dónde un hombre hallarás
que diga que la gozó?

NERÓN:

Tú has de ser.

NICETO:

Burlando estás.

NERÓN:

Tú lo dirás.

NICETO:

¿Yo?

NERÓN:

Tú.

NICETO:

¿Yo?

NERÓN:

Tú, Niceto, o morirás.

NICETO:

  ¿Señor?

NERÓN:

¡No repliques nada!
Camilo lleva en prisión
a Niceto.

NICETO:

Si te agrada
darme tan mal galardón,
pase mi pecho tu espada,
  pero no que tal se diga.

NERÓN:

Di, amigo, que era tu amiga,
que yo me ofrezco a librarte.

NICETO:

No tengo que replicarte:
preso voy, tu amor me obliga.

NERÓN:

  No morirás.

NICETO:

[Aparte.]
¡Ay de mí!
Que este a ninguno perdona...

(Lleve CAMILO a NICETO.)
NERÓN:

¿Félix?

FÉLIX:

[Aparte.]
Ya yo tiemblo.

NERÓN:

Di...

FÉLIX:

[Aparte.]
No está segura persona.

NERÓN:

¿Cumpliose mi edicto ansí?

FÉLIX:

  No queda vivo cristiano.
Popea viene, tu esposa.

(Sale POPEA.)
NERÓN:

¡Oh, mi bien, dadme esa mano
blanca, hermosa y poderosa
de rendir un león romano!

POPEA:

  ¿Qué hacéis, mi señor, aquí?

NERÓN:

A Félix le preguntaba
de un edicto que hoy le di.

POPEA:

¿Es del cristiano?

NERÓN:

Hoy acaba.

POPEA:

No vengo informada ansí.

NERÓN:

  ¿De qué modo?

POPEA:

Que se aumentan
mientras más los atormentan.

NERÓN:

¿Cómo es aquesto?

FÉLIX:

De paso
lo refiriera si acaso
es verdad como lo cuentan.

NERÓN:

  Siéntate, hermosa Popea,
y daranos la razón,
Félix, de lo que esto sea.

FÉLIX:

De una larga confesión,
si della es bien que se crea,
  que por mi gusto escribí
de un cristiano lo aprendí,
mas no lo diré tan bien.

NERÓN:

Como quiera será bien:
comienza.

FÉLIX:

Pues pasa ansí...
  Crio Dios la luz del cielo
y los ángeles divinos
a quien los grandes secretos
comunicó de su hijo.
El más hermoso de todos,
por su hermosura atrevido,
con alguna parte dellos
rebelándose le dijo
que obedecer no quería
al que no fuese más digno,
que por la parte del hombre
no tuvo respeto a Cristo.
Pues, rebelado a su dios,
otro leal, puro y limpio,
en virtud de su poder
le echó del cielo al abismo.
Que esto también se parece
a lo que nos pinta Ovidio
de aquellos fuertes gigantes
contra Júpiter altivos.
Mas volviendo a los cristianos:
dicen que Dios, condolido
de ver las sillas perdidas
de su hermoso cielo impíreo,
formando al hombre de nada
le puso en un paraíso
con una mujer hermosa
y un precepto mal cumplido.

FÉLIX:

Porque vedándole un árbol
el ángel que dije vino
y engañando la mujer
ella engañó a su marido.
Comió la fruta vedada
que, a no comerla, en mil siglos
no vieran muerte los hombres,
enfermedad ni peligro.
No fueran menester artes,
maestros, ciencias ni libros,
jüeces, médicos, armas
ni mecánicos oficios.
Pero que en pecando el hombre
todo a propósito vino,
las leyes fueron primeras
en razón de su delito...
Porque citando la parte,
y habiendo a Dios respondido,
oyó la justa sentencia
de su acusación castigo.
Luego el arte militar,
porque le salió al camino
un ángel con una espada,
que fue de su guerra indicio.

FÉLIX:

Tras esta la medicina,
porque sujeto se hizo
a enfermedades y penas
y de la muerte cautivo.
Dicen que para librarle
no menos persona quiso
que su hijo el mismo Dios,
que esta deuda satisfizo.
Este se ofreció a la muerte,
que tan alto sacrificio
era la hostia por quien
se perdonaba el delito.
Trató Dios de hacerse humano
para lo cual luego vino
por el sí de una doncella
un celestial paraninfo.
Dio el sí, bajó Dios, pariole,
(Dios y hombre, humano y divino)
virgen antes y después,
como en su parto bendito,
que así le llama el cristiano
y yo también le bendigo
porque en todas las naciones
que lo ha de ser está escrito.

FÉLIX:

Este fue aquel que en Judea
dar la muerte Herodes quiso,
sabiéndolo de unos reyes;
pero él se fue huyendo a Egipto
después de ser por su ley,
como hebreo, circunciso,
porque acababa las sombras
y a la verdad dio principio.
Muerto Herodes volvió libre,
perdiose en el templo niño,
pero llegando a ser hombre
quién era a los hombres dijo.
Cuentan mil cosas de un Juan
que le dio en agua el bautismo,
que después por la verdad
dio la garganta al cuchillo.
Cristo en fin, que es este dios,
que así se llaman de Cristo
cristianos los que le siguen,
notables milagros hizo:
resucitaba los muertos,
daba pies a los tullidos,
consejo a los ignorantes,
reprehensión a los altivos...

FÉLIX:

No quitó jamás a César
su poder mas antes dijo:
«Dalde a César lo que es suyo,
viendo su rostro esculpido».
Creció su envidia de suerte
que habiendo el pueblo un domingo
de la gran Jerusalén
con laureles recibido
a este Cristo, al punto fue
condenado a muerte él mismo.
Vendiole un amigo suyo
y entregole a los judíos,
que azotado y puesto en cruz
dio su espíritu divino.
Resucitó glorïoso,
sacó los padres del limbo,
y apareciose a sus doce,
que era su amado concilio.
Con su espíritu de fuego
alumbrados y encendidos
van predicando su fe
hasta los remotos indios.
Hízolos sus sacerdotes,
dioles su cuerpo divino
que al altar baja del cielo
con las palabras que dijo.
Destos es Pedro el mayor
pues tiene el lugar de Cristo,
el que con Pablo está preso
que escribe a Éfeso y Corinto.
Por el consejo de aquestos
tantos sufren el martirio,
y esto es señor lo que dicen
las confesiones que escribo.

NERÓN:

¡Notable historia!

POPEA:

  ¡Estremada!

NERÓN:

¿Paréceos que fundan mal
su ley?

POPEA:

Digo que me agrada.

NERÓN:

No digáis señora tal,
aunque no parezca errada.
  Hablemos en nuestras fiestas.

POPEA:

Dícenme que otras aprestas.

NERÓN:

Castillos ordeno agora
que han de llevar, mi señora,
mis elefantes a cuestas.
  Allí se ha de pelear,
que eso de los Gladiatores
ya te debe de cansar.

POPEA:

Las comedias son mejores
y el vértelas recitar.

NERÓN:

  ¡Qué de laureles gané!

POPEA:

¡Hermoso saliste a fe!
¡Mas qué de damas hermosas
tuve esa noche envidiosas!

NERÓN:

¿Que en efeto te agradé?

(Sale SERGIO, secretario.)
SERGIO:

  Este papel es de Albino.

NERÓN:

Muestra, Sergio.

SERGIO:

Es muy secreto.

NERÓN:

Algo, por Marte, adivino.

SERGIO:

Lee para ti.

POPEA:

En efeto,
¿qué hay de Otavia?

SERGIO:

Un desatino.

POPEA:

¿Cómo?

SERGIO:

  Que presa ha quedado
por adulterio.

POPEA:

Eso creo.

NERÓN:

¡Oh, Júpiter consagrado,
cómo tu clemencia veo!
Llamadme luego al Senado.

POPEA:

  ¿Qué es eso, dulce amor mío?

NERÓN:

Media Roma conjurada
contra mí; pero en Dios fío
que ella se verá abrasada
y eterno mi poderío.

POPEA:

  ¿Pues no me diréis quién son?

NERÓN:

Escuchad: Cayo Pisón,
Tito, Plaucio Rubeliano,
Andronio Flavio, Spartano,
Cornelio Espurio y Otón.
  No me mandéis que más lea,
que más de quinientos son.
Pero hoy es bien que se vea
que el cielo guarda a Nerón,
Dios sabe para qué sea.
  Toma y al Senado di,
Fenicio, que como aquí
van escritos, vayan luego
dando sus cuerpos al fuego.

FENICIO:

¿A quinientos hombres?

NERÓN:

Sí.
  A quinientos, a ochocientos,
a dos mil, a dos millones,
al mundo, a los elementos
y al cielo, si al cielo pones
en tan bajos pensamientos.

FENICIO:

  Voy.

POPEA:

¡Qué enojado que estás!

NERÓN:

Tú la cuartana serás,
mi vida, deste león:
tiémplame este corazón.

POPEA:

Vese en las voces que das.

NERÓN:

  Mientras el papel leía
quejarte de Otavia vi.

POPEA:

Alguna queja tenía...
Tu maestro viene aquí.

NERÓN:

¿Pues es hoy de lición día?
(Sale SÉNECA.)
  ¿Qué hay, señor Séneca?

SÉNECA:

Agora
me han dicho que sospechoso
de Séneca, que te adora,
me mandas como a alevoso
sacar mi sangre traidora.
  ¿Esto has creído de quien
te ha crïado y te ha enseñado?

NERÓN:

¿Que allá estabas tú también?
Ya está, Séneca, mandado.
Dirás que a escoger te den:
  toma cordel o veneno,
o acero, si este no es bueno,
que esto solo haré por ti.

SÉNECA:

¡Hijo!

NERÓN:

¡Véteme de aquí,
sabio de ignorancias lleno!
  ¿A mi madre no dijiste
que la había de matar
si reinaba?

SÉNECA:

¿Y no lo hiciste?

NERÓN:

¿Eso pudiste acertar
y para ti no pudiste?
  ¡Oh, astrólogo impertinente!
¿Ves cómo esa ciencia miente?
También yo a hechizos me he dado
y la mágica estudiado,
que soy mágico excelente.
  Mas desde que vi a Simón
bajar de la alta región
del aire y hacerse piezas,
no quiero más sutilezas.

SÉNECA:

Hijo: ¡escucha una razón!

NERÓN:

¿Tú eres filósofo?

SÉNECA:

Sí.

NERÓN:

¿Pues cómo tiemblas la muerte?

SÉNECA:

¡No más, no más! ¡Ay de ti
cuando te toque la suerte!

NERÓN:

¡Echadme este hombre de aquí!

SÉNECA:

  Ya por mí, César romano,
no hablo: mira a Lucano,
gran poeta de mi tierra,
preso sin culpa.

NERÓN:

No yerra
quien te llama loco y vano.
  ¡Va a morir, y no alcanzando
piedad para otro la pide!

SÉNECA:

Mira que vas acabando
el mundo... Tu furia mide,
que vas al cielo enojando.

NERÓN:

  ¿No es Lucano el que escribió
la Farsalia ?

SÉNECA:

El mismo.

NERÓN:

Muera,
que mal del Imperio habló.

SÉNECA:

¡Hijo, Nerón, considera
quién eres y quién soy yo!

NERÓN:

  Infames, ¿no le lleváis?
¡Dareos la muerte!

SÉNECA:

¡Sufrís,
cielos, tal monstro y calláis!

(Lleven a SÉNECA.)
NERÓN:

Parece que no me oís...
¿Cómo de mí no tembláis?
  ¿Cómo no tiembla quien mira
mi rostro bañado en ira?
Yo soy el que abraso el suelo,
yo soy los rayos del cielo,
que los otros son mentira.
  Aqueste pecho es la nube
de donde la exhalación
a mi airada boca sube.
Rayos las palabras son
que como truenos detuve.
  ¿Quién me detiene y repara?
Para muerte yo bastara.
Ojalá en esta fiereza
fuera Roma una cabeza,
que de un golpe la cortara.

POPEA:

  Mira, mi amigo y mi bien,
que estoy yo agora contigo.

NERÓN:

No te ofenda mi desdén
que siempre en el alma digo,
no al ángel que quiero bien.

POPEA:

  ¡Mil años te guarde el cielo!
(Salen FENICIO, NICETO y OTAVIA.)
Niceto y Otavia son
los que vienen.

NERÓN:

Ya recelo
de mi honor la perdición
pública por todo el suelo.
  ¿Qué osaste venir aquí?

OTAVIA:

Pues dime, ¿en qué te ofendí?

NERÓN:

Adúltera, vil, infame,
¿no quieres que afrenta llame
que lo seas contra mí?

OTAVIA:

  ¿Yo, señor, tal testimonio?

NERÓN:

¡Bien, por mi vida, guardaste
la lealtad del matrimonio!
Que de Niceto gozaste
juran Lépido y Antonio.

OTAVIA:

  Que sean falsos testigos
se ve en que son tus amigos.
Si a mí me quieres matar,
mal te podrás disculpar
de tus injustos castigos.
  Que Roma, que te aborrece,
dice bien en tu presencia
y allá lo que le parece.

NERÓN:

Crece al paso mi paciencia
que tu desvergüenza crece...
  Niceto, si la verdad
dices, con solo destierro
desta sagrada ciudad
quiero castigar tu yerro.

NICETO:

¡Oh, piadosa Majestad!
  Verdad es, César supremo,
que yo he gozado de Otavia.

NERÓN:

¡Di, Otavia, que yo blasfemo!
¡Di que mi envidia te agravia!

OTAVIA:

Tu infamia llega a su estremo.
  Di, Niceto, ¿tú has gozado
de mí y en público dices
que a Nerón has infamado?

NICETO:

Esa verdad contradices
como mujer que has errado.
  A tu vergüenza está bien,
pero a mí, como hombre soy,
no es bien que afrenta me den.

NERÓN:

A mí que tanto lo estoy
parte me alcanza también.
  ¿Veis cómo se hablan los dos?
Ya no me falta, ¡por Dios!,
sino sufrir sus regalos:
¡daldes garrote en dos palos!

POPEA:

¡Señor!

NERÓN:

¿Y rogaisme vós?
  ¿De qué mi afrenta ha nacido
sino que ante vós, mi bien,
mi afrenta se ha referido?

NICETO:

¿A mí me matas?

NERÓN:

¡También!

NICETO:

[Aparte, a NERÓN.]
¿Pues qué es lo que has prometido?

NERÓN:

([Aparte, a NICETO.]
¡Ansí! ¡No se me acordaba!)
¡Desterrado irás y muera
Otavia!

OTAVIA:

¡Sentencia brava,
fiera como de una fiera
que el género humano acaba!
  No me pesa de morir,
sino de morir culpada,
pero mal podrá argüir
Roma de mi vida honrada
tan deshonesto vivir.
  Y pues sabe tus maldades,
tiranías y crueldades,
verá que para matarme
has querido deshonrarme,
que no porque son verdades...
  ¡Los dioses hago testigos!

NERÓN:

¿Qué es esto? ¿Cómo dejáis
que ansí me trate, enemigos?

OTAVIA:

Servilde bien, pues medráis,
aduladores amigos.
  Y tú, gallarda Popea,
mira que querida fui
como tú por más que sea,
y que ha de haber para ti
otra venganza tan fea.
  Este vil mató a su padre,
mató su hermano y su madre,
su maestro y su mujer:
¿pues qué piensas que ha de hacer
cuando otro gusto le cuadre?
  ¡Ay de ti que viva en calma
quedas cuando no te asombre
este infame triunfo y palma
para dormir con un hombre
lleno de sangre hasta el alma!

POPEA:

  No le dieras tú ocasión,
que muy bien mueres, villana.
Castigos del cielo son
que contra la culpa humana
toma por rayo a Nerón
  no es sangriento, es justiciero.

NERÓN:

¡Llevalda luego de ahí!

OTAVIA:

¡Oh Roma, sin culpa muero!
¡Ay de ti, Roma, ay de ti,
sujeta a un bárbaro fiero!

(Llevan a OTAVIA.)
NERÓN:

  ¡Qué desvergüenza!

POPEA:

¡Notable!

FENICIO:

¡Va a morir!

NICETO:

En fin, señor,
que me destierras...

NERÓN:

No hable
con Niceto mi rigor,
que fue ministro inculpable.
  Y pues yo le desterré:
como Rey le alzo el destierro.

NICETO:

Bien en tu valor se ve
que a un tiempo castiga el yerro
y a un tiempo premia la fe.

NERÓN:

  Oíd lo que me ha pasado
por la idea en este punto...

POPEA:

¿Es fiesta?

NERÓN:

Fiesta he trazado:
que se alegre el pueblo junto,
no para solo el Senado.

POPEA:

  Buenas para el pueblo han sido
las que has hecho, y repartido
en ellas grande tesoro...

NERÓN:

Esta es digna del decoro
de mi nombre esclarecido:
  ¡quiero a Roma poner fuego!

NICETO:

¿A Roma?

NERÓN:

¡Enciéndase luego!
Echad fuego en toda Roma,
que mañana antes que coma
no habrá Roma.

POPEA:

Si mi ruego...

NERÓN:

  ¿Qué ruego? Calla, Popea,
que en una torre los cuatro
que la más segura sea,
miraremos el teatro
cómo se arde y centellea.
  Querría representar
de Troya el fuego y no hallaba
ni propiedad ni lugar.
Arda esta máquina brava,
que esta la puede imitar.
  De cuantas fiestas al suelo
he hecho, con gastos tantos,
quiero hacer fiestas al cielo.

POPEA:

¡Representarán sus llantos,
su tristeza y desconsuelo!

FENICIO:

  [Aparte.]
¡Qué crueldad, qué desatino!

NERÓN:

¡Oh cuánto se han de alegrar
Marte y Júpiter divino!

NICETO:

¡Aquí no hay que replicar!

FENICIO:

¡Hecho de quien eres digno!

NERÓN:

  Los césares, mis pasados,
no entendieron su poder.

(Sale SERGIO.)
SERGIO:

Los cónsules, obligados
a tu amor, quieren hacer
fiesta a los dioses sagrados.

NERÓN:

  ¿Cómo?

SERGIO:

A la diosa Salud,
en cuya fuerza y virtud
de aquella conjuración
fuiste libre.

NERÓN:

Honrados son:
ruegan por paz y quietud.
  Y mientras ellos lo tratan:
vamos, que tengo que hacer.

NICETO:

 [Aparte.]
¡Con qué lisonjas le matan!

NERÓN:

Popea, Roma ha de arder
si a mil mundos la rescatan.
  Niceto, delitos graves
es muy justo castigar
¡hola, llevaldo a quemar!

NICETO:

¿Por qué?

NERÓN:

Porque no te alabes.

(Salen, con una caja y bandera, soldados romanos en España; GALBA, general, detrás, con laurel y bastón y un papel.)
GALBA:

  Ya la carta de Otón, romana gente,
os he mostrado, y que es de Lusitania
donde gobierna aquella parte noble
de la famosa España donde estamos.
¿Qué me decís del César y su vida?

(Sale FURIO.)
FURIO:

Si de Nerón se dicen tantas cosas,
que cinco años fue tan cuerdo príncipe,
Roma tiene enojado al alto Júpiter.
¿Posible es que un mancebo generoso,
enseñado de Séneca, haya muerto
cien mil hombres romanos en seis años,
por envidia los más y sin delitos?

GALBA:

Furio, Roma se queja deste monstro
que dicen que ha nacido entre los hombres
como veneno de naturaleza,
y fuera de que Otón me avisa, os digo
que también del Senado tengo cartas
que su muerte desea y le maldice.
Mas es su poder tanto y tiene al vulgo
y la gente de guerra tan contenta
con los repartimientos y los gastos,
con fiestas y con vicios consentidos,
que estima su salud con más lisonjas
que si fuera el divino Otaviano.
Cerca está Roma de eligir un césar:
pésame de estar lejos por vosotros,
que yo os diera su erario y sus oficios
como quien sabe vuestros altos méritos.
Que para mí... ya veis que yo soy viejo
y que el Imperio no le estimo en nada.

FURIO:

¿Pues qué importa, señor, que lejos vivas
y que te coja en Aragón de España
la nueva de Nerón aborrecido?
Soldados tienes tú, tú tienes hombres
que en Roma te pondrán sobre los hombros,
que no somos plebeyos sino mílites
usados a rendir el fiero esfuerzo
de los rebeldes pechos españoles
más invencibles que orientales fieras.
¿Qué os detenéis, soldados? ¡Galba es César!
¡Galba es emperador!

TODOS:

¡Viva mil años!

GALBA:

Soldados, ¿qué decís?

FURIO:

Que Sergio Galba
es el invicto emperador de Roma.

GALBA:

Aceto vuestro honor por solo honraros,
para satisfacer vuestros servicios,
para daros oficios, rentas, pagas
y lo que debe Roma a vuestra sangre.

FURIO:

¡Viva Galba, soldados, y reciba
la corona en España!

TODOS:

¡Galba viva!

(Con trompetas y cajas se descubra Roma ardiendo, y en una torre NERÓN y POPEA, NICETO y FENICIO, cantando con sus instrumentos.)


[MÚSICA]:

(Cantan.)
  Mira Nero de Tarpeya
a Roma cómo se ardía.
Gritos dan niños y viejos
y él de nada se dolía:
¡qué alegre vista!
Por representar a Troya
abrasarla quiso un día
para hacer fiesta a los dioses
que desde el cielo la miran:
¡qué alegre vista!
Con su gallarda Popea,
dueño de su alma y vida,
mira el incendio romano
cantando al son de una lira:
¡qué alegre vista!
Siete días con sus noches
arde la Ciudad Divina
consumiendo las riquezas
que costaron tantas vidas:
¡qué alegre vista!

NERÓN:

  No cantemos más, que ya
parece que el fuego cesa
y que aplacando se va.

POPEA:

Ya su máquina confiesa,
señor, que vencida está.

NERÓN:

  ¡Qué bien se ha representado!
¡Qué de Anquises, qué de Eneas
desde aquí habemos mirado!

POPEA:

Con tu patria es bien lo seas
y no como griego airado:
  baja a darle algún consuelo.

NERÓN:

Quiérola reedificar
pues la he puesto por el suelo:
mi nombre la haré llamar.

POPEA:

Bien haces: ¡guárdete el cielo!

(Bájense, y salgan VIRGINIO y GALO, cónsules.)
VIRGINIO:

  ¡Mísera Roma de ti
en las manos de un tirano!

GALO:

Dais quejas al viento en vano,
Virginio, llorando ansí.
  El pueblo infame contento
y el vil Senado cobarde
quieren que al cielo se guarde
la muerte deste sangriento.
  Y de manera consiente
el uno y otro sus daños,
que ha de llegar a cien años
y morir naturalmente.

VIRGINIO:

  Si algún hombre de valor
este Senado tuviera,
si algún Cévola viviera,
que no vio el rostro al temor,
  si algún Horacio o Torcato
no viera Roma abrasar
su muro antiguo, ni dar
tal venganza a un hijo ingrato.

(Sale LUCIO y HORTENSIO.)
LUCIO:

  ¡Los dioses os den salud!

VIRGINIO:

¿Para qué, Lucio, si ha muerto
en Roma el santo concierto,
la verdad y la virtud?
  ¿De qué sirve hacer Senado?
¿A qué señores venís
si un tirano consentís,
mancebo precipitado?
  ¿A qué os juntáis? ¿Qué queréis?

HORTENSIO:

Tiene Virginio razón,
que esto, Senado, es traición
que a la misma Roma hacéis
  pues se sabe que por miedo
la lisonja y la maldad
han vencido a la verdad:
perdonad si en esto excedo.
  Cuanto más este enemigo
la República destruye,
en quien el infierno influye
su envidia, furia y castigo,
  tanto más hacéis por él
ruegos y demostraciones
de plegarias y oraciones.

LUCIO:

No es cruel: Roma es cruel,
  y ansí ha permitido el cielo
que la abrase y la deshaga,
que ha sido la justa paga
de su injusto y falso celo.
  ¿Qué le falta ya que hacer
si muertos los ciudadanos,
quema la ciudad, romanos,
que aun hoy no cesa de arder?
  Salga una romana espada,
salga un Bruto, un Mario, un Sila,
mirad, que en vós se aniquila
la sangre Teucra heredada.

(Salen VITELIO y SULPICIO.)
VITELIO:

  Parece que hay alboroto.

SULPICIO:

¡Oh, cónsules!

VIRGINIO:

¡Oh, Sulpicio!
¿Habemos vuestro ejercicio
acaso deshecho y roto?

SULPICIO:

  Aunque es cosa de sospecha
esto que aquí se trataba,
a quien tanto Roma alaba
todo peligro desecha.

VITELIO:

  ¿Es acaso del tirano?

HORTENSIO:

¿De quién se puede tratar?

VITELIO:

Pues ya bien podéis hablar,
Senado y pueblo romano.

HORTENSIO:

  ¿Cómo?

VITELIO:

Que hay Emperador
y emperadores también.

GALO:

Quiéroos dar el parabién,
y Roma os le dé mayor.
  Aunque en ser tantos hay daño,
no es mucho pues es tan grande
que este tirano la mande
del género humano estraño.
  ¿Quién se alzó? ¿Quién lo pretende?
Que si alguien nos favorece,
hoy este monstro perece,
que así a cielo y tierra ofende.

VITELIO:

  Julio Vindice, que fue
capitán de las legiones
en Galia, alzó sus pendones
negando a Nerón la fe.
  En Jerusalén está
contra el rebelado hebreo,
Vespasiano, que el deseo
del Imperio os muestra ya.
  La mayor parte de España
con Sergio Galba se alzó
y en Alemania salió
Rufo Virginio en campaña.
  Veis aquí cuatro señores,
y que no menos Otón
muestra al Imperio afición
y es sangre de emperadores.
  ¡Ánimo, pueblo romano,
que ya marcha tanta gente,
por quien alzaréis la frente
del yugo deste tirano!
  Y cuando no, mejor es
morir que ver abrasada
a vuestra Ciudad Sagrada,
y de un muchacho, a los pies.

GALO:

  Bajo, Vitelio famoso,
que las nuevas nos animan
de suerte que solo estiman
a Júpiter poderoso.
  Aquesta conjuración
se jure y al templo vamos:
¿juraislo ansí?

TODOS:

¡Sí juramos!

GALO:

¿Quién ha de morir?

TODOS:

¡Nerón!

GALO:

  Pues alto, que esto consiste
en el secreto no más.
¡Ha, Roma, presto serás
señora como antes fuiste!

(Vanse, y sale NERÓN y POPEA, NICETO y FENICIO.)
NERÓN:

  ¡Acaba, suelta el papel!

POPEA:

Deja, no me des enojos,
que por vida de tus ojos
que he de ver lo que hay en él.

NERÓN:

  ¿De mí tienes celos?

POPEA:

¿Pues
de quién quieres que los tenga?

NERÓN:

¿Quieres que la mujer venga
en el papel?

POPEA:

¿Cúyo es?

NERÓN:

  De una romana matrona
vïuda de un capitán
de los que en España están
entre Augusta y Tarragona.

POPEA:

  ¡Vïuda! Tanto peor.

NERÓN:

Suelta ya, no seas pesada,
que es noble y persona honrada.

POPEA:

O tengo o no tengo amor.
  Si tengo amor, celos tengo...
Pues con celos esta culpa
de ofenderte es la disculpa
con que a disculparme vengo.
  ¿Qué te pide?

NERÓN:

Por la muerte
del capitán, su marido,
que en España muerto ha sido
subiendo una torre fuerte...
  Alguna merced me pide.

POPEA:

¿Sonríeste? ¿Tú me agravias?
Pues no son todas Otavias
ni a mí el divorcio me impide:
  vivo tengo yo mi Otón
en Lusitania de España.

NERÓN:

¡Hay necedad tan estraña!
¿Tú a Otón viviendo Nerón?
  ¡Matarela!

POPEA:

¡Paso, paso!
Mira que preñada estoy...

NERÓN:

Por dos coces que te doy
no temo siniestro caso.
  Y tú debes hablar bien
sin fïarte en que te adoro.

POPEA:

¡Ay, ay!

NERÓN:

¡Qué fingido lloro!

NICETO:

Y verdadero también.
  ¡Viven los dioses que espira
como en el vientre le has dado!

NERÓN:

¡Triste de mí, desdichado!
¿Ha, mi mujer? No me mira.
  ¿Ha, mi Popea? No habla.
¿Ha, mi gloria? No se mueve:
cubrió las rosas de nieve,
perdió para siempre el habla.
  ¿Ha, dulce bien?

FENICIO:

La funesta
arca tiene el alma asida.

NERÓN:

No hice cosa en mi vida
que me pesase sino esta.
  ¡Llevalda presto de aquí!
¡Maldiga el cielo el papel
pues hice cosa por él,
que no la hiciera por mí!
  ¡Ay, desdichada Popea!
¡Oh, infame enemigo Otón
que al fin diste la ocasión
para una hazaña tan fea!
¿Qué la hicistes?

FENICIO:

  En la cama
la echamos...

NERÓN:

¿Y no respira?

FENICIO:

No hay hablar en eso.

NERÓN:

Mira
si aún tiene aliento su llama,
  que volverla en sí presumo,
si aún no está del todo fría,
con la llama de la mía
como a vela por el humo.

NICETO:

  Señor, ya no hay que llorar:
Popea y tu hijo han muerto.

NERÓN:

¡Que hubo cosa en que fue cierto
que yo tuviese pesar!

(Sale SERGIO.)
SERGIO:

  ¡Oh, gran Emperador! ¡Oh, invicto César,
de quien ayer, y aun hoy, temblaba el mundo
huyendo hasta los justos de tu cara!:
¡huye si puedes del rigor de Roma!

NERÓN:

¿Qué dices, hombre? ¿Vienes en tu seso?
¿Que huya, dices, el mayor monarca
que tiene el mundo ni tendrá ni tuvo?
¿Sabes que hablas con Nerón?

SERGIO:

¿Y sabes
que a ese mismo Nerón busca el Senado?

NERÓN:

¿A mí el Senado?

SERGIO:

A ti, para matarte,
que a muerte por escrito te condena
y te llama «enemigo de la patria».

NICETO:

Señor, pues hombre humano se te atreve,
gran mal es este: por tu vida mira.

NERÓN:

¿A mí el Senado me condena a muerte?

SERGIO:

A ti el Senado a muerte te condena.

NERÓN:

¿Quién le ha dado favor?

SERGIO:

Cuatro colunas
en quien apoya esta esperanza Roma.

NERÓN:

Derribarelas yo.

SERGIO:

¿Cómo es posible?
Que están lejos y tienen tus ejércitos...

NERÓN:

¿Quién son?

SERGIO:

En Galia el bravo Julio Vindice,
Sergio Galba en España, en Alemania
Rufo Virginio y Tito en Palestina.

NERÓN:

¡Oh, injusto y fiero Júpiter! ¿Qué es esto?
¿Qué haré, Niceto? ¿Si hablaré al Senado?
¿Si saldré para ver lo que me quieren?
¿Si se sosegarán con mi presencia?

FENICIO:

Señor, aqueste es vulgo amotinado:
huye y guarda tu vida o por lo menos,
si mueres, muere por tu propia mano.

NERÓN:

Aquí en esta bujeta de oro tengo
ponzoña con que puedo darme muerte
sin dar esa venganza a mis contrarios:
¡ya suena el gran rigor!

FENICIO:

¡Pues huye!

NERÓN:

¡Vamos!

NICETO:

¡Hasta morir, Fenicio, le sigamos!

(Salen con alabardas y espadas LUCIO, HORTENSIO, VITELIO, SULPICIO, GALO y VIRGINIO.)
VIRGINIO:

¡Saqueen los soldados cuanto hallaren!
¡Romped aquesas arcas y tesoros!

GALO:

¿Cómo es esto, Sulpicio? ¿No parece
el tirano Nerón?

LUCIO:

¿Si está escondido?
Avisado le habrán estos privados
de quien se gobernaba en tiempo próspero.

VITELIO:

Todos le habrán dejado en el adverso.

LUCIO:

¡Bravo estrago se hace en sus riquezas!
¡Aprisa, aprisa, hinchid, hinchid romanos,
en el tesoro de Nerón las manos!

(Salen los soldados acuchillándose sobre quitarse ropas y lo que suele haber en un saco. Salgan luego NERÓN y UN LABRADOR.)
NERÓN:

  ¿Que podré estar escondido
en esta heredad?

LABRADOR:

Señor,
en Roma siento el rüido.
Si sois el Emperador,
vós seréis mal recibido,
  que aquesta pobre heredad
es cerca de la ciudad.

(Sale NICETO y FENICIO.)
NICETO:

¡Huye, señor, si hay adónde
o en el abismo te esconde
si allá ignoran tu crueldad!
  ¡Toda Roma está contigo!

NERÓN:

¿Pues qué haré, Niceto amigo?
¿Si tomaré este veneno?

FENICIO:

Donde no hay consejo bueno,
tomar el del enemigo.

NERÓN:

  ¿Cómo?

FENICIO:

Si él viene a matarte:
mátate tú.

NERÓN:

Bien, pues quiero
probarme por esta parte.
(Pruebe la daga.)
¡Qué miedo tengo al acero,
pese a Júpiter y Marte!
  ¡Oh vida a los hombres cara
y cuánto el perderte altera!
¡Esto es morir! Cosa es clara
que si su pena supiera
nunca yo a tantos matara.
  ¿Quiere alguno de los dos
matarse?

LABRADOR:

[Aparte.]
Bueno, ¡por Dios!:
ved con lo que los convida.

NERÓN:

No os defendáis tanto, vida,
pues tantas quitastes vós.
  ¡Júpiter conmigo sea!
¡Muero ya, Popea, Popea!

(Métase aquella daga de la invención de Bárbara y entren todos con sus armas.)
[VOCES]:

(Dentro.)
¿Adónde está aquel tirano?

NICETO:

¡Ya viene el pueblo romano!

LABRADOR:

¡Qué cara ha puesto tan fea!

NICETO:

¡Huye Fenicio!

FENICIO:

  ¡Eso intento!

GALO:

¿Dónde está aquel vil sangriento?

LABRADOR:

Agora se ha muerto aquí.

VITELIO:

¿Que aún no me aguardaste a mí?

VIRGINIO:

Aun pienso que es fingimiento:
  la sangre quiero tentar.

HORTENSIO:

¡Ved en qué vino a parar
quien hoy el mundo mandaba!

LUCIO:

Todo con la muerte acaba
sino solo el bien obrar.

GALO:

  Senado, César ha sido:
dalde entierro, que es honor
de Roma y vuestro.

LUCIO:

Elegido
ha de ser Emperador
por Roma: este bien os pido.
  Porque no quedará salva
cosa desta noche al alba
si no hay César.

VITELIO:

¡Galba sea,
que es el que Roma desea!
¡Viva Galba!

TODOS:

¡Viva Galba!

GALO:

  Dese en el Foro un pregón.

SULPICIO:

Aquí, ilustre y sabia unión,
a vuestro honor recitada
hace fin Roma abrasada
y crueldades de Nerón.