Roma abrasada/Acto II

De Wikisource, la biblioteca libre.
Acto I
Roma abrasada
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto II

Acto II

Sale NERÓN, PALANTE, OTÓN, SÉNECA y DARDANIO, rey de Armenia, preso.
OTÓN:

  Volgesio queda vencido
y el rey de Armenia, su hermano,
viene en resguardo ofrecido
de que al Imperio Romano
está sujeto y rendido.
  Con el ejército queda
Vinidio, para que pueda
como capitán valiente
conducir la demás gente
sin que de lo justo exceda.

NERÓN:

  ¿Tú eres Dardanio?

DARDANIO:

Yo soy.

NERÓN:

¿Qué razón movió a tu hermano
a alzar sus banderas hoy
contra el Imperio Romano
en cuya defensa estoy?

DARDANIO:

  No saber que tú vivías
en el lugar donde estás,
que de Claudio bien sabías
que nos obligaba a más
remisión de tantos días.
  Ya, señor, estás seguro
pues dentro el romano muro
tienes a Dardanio preso.

NERÓN:

Tu prisión parece exceso
en la piedad que procuro.
  No conviene a nuestro imperio
usar mal de la vitoria
ni tenerte en cautiverio:
basta del honor la gloria,
la venganza es vituperio.
  A tu tierra libre parte,
que es infamia aprisionarte
de mi poder imperial,
que si no fueres leal
Roma sabrá castigarte.

DARDANIO:

  Beso, gran César, tus pies.

SÉNECA:

¡Qué hazaña tan valerosa!

NERÓN:

Vete.

DARDANIO:

Tú verás después
que, esta piedad, poderosa
más que tus águilas es.

(Vase DARDANIO.)
PALANTE:

  ¿Quién podrá dar alabanza,
gran señor, a tu respuesta
que en tal bienaventuranza
tiene a vuestra Roma puesta
que tal siglo de oro alcanza?

FÉLIX:

  Los soldados pretorianos
ayuda de costa piden.

NERÓN:

¡Oh, valerosos romanos!
Agora verán que miden
sus espadas con mis manos.
  ¡Repártanles diez talentos!
¿Qué digo diez? Treinta digo,
y para que estén contentos
diez mil hanegas de trigo.

OTÓN:

¡Qué famosos pensamientos!
  ¿Hay príncipe semejante?

PALANTE:

Las provincias con tributos
tienen queja, y es bastante,
y más de estériles frutos.

NERÓN:

¡Oh buen amigo Palante!
  Adviérteme que el que rige
si no le avisa el privado
jamás sus faltas corrige,
y no ha mucho que al Senado
eso que me dices, dije.
  Modérense desde hoy más
y paguen un tercio menos.

PALANTE:

Si desa manera das,
a los césares más buenos
dejará tu fama atrás.

NERÓN:

  ¿Quién fue dellos el mejor?

FÉLIX:

El divino Otaviano.

NERÓN:

¿Hizo leyes?

FÉLIX:

Sí señor,
de verdadero romano
y de heroico emperador.

MARIO:

¡Guárdete Júpiter!

NERÓN:

Di:
¿qué te ha sido necesario
del Capitolio u de mí?

MARIO:

  No me trates desa suerte
aunque tu valor confirmes.

NERÓN:

¿Qué es lo que quieres?

MARIO:

Advierte
que solo vengo a que firmes
una sentencia de muerte.

NERÓN:

  ¿Que algún hombre ha de morir
y lo he de firmar?

MARIO:

¡Me espanto
que eso me puedas decir!

NERÓN:

Pluguiera a Júpiter santo
que no supiera escribir.

MARIO:

¡Guárdete Júpiter!

NERÓN:

Di:
¿qué te ha sido necesario
del Capitolio u de mí?

MARIO:

  No me trates desa suerte
aunque tu valor confirmes.

NERÓN:

¿Qué es lo que quieres?

MARIO:

Advierte
que solo vengo a que firmes
una sentencia de muerte.

NERÓN:

  ¿Que algún hombre ha de morir
y lo he de firmar?

MARIO:

¡Me espanto
que eso me puedas decir!

NERÓN:

Pluguiera a Júpiter santo
que no supiera escribir.

SÉNECA:

  ¡Oh gran palabra tan digna
de ser al mundo famosa,
palabra noble y benigna,
palabra santa y piadosa,
palabra casi divina!
  ¿A qué rey o emperador
ha sido en el mundo oída
palabra de más valor?

NERÓN:

¿Que este ha de perder la vida?

MARIO:

Esto es justicia, señor.

NERÓN:

  Muestra que tiembla la mano
de un acto tan inhumano.
(Firma el papel.)
Nerón Claudio ya firmé.

MARIO:

Beso tus pies.

NERÓN:

¿Que esto fue
ser emperador romano?

(Vase MARIO y sale AGRIPINA.)
FÉLIX:

  La emperatriz viene aquí.

AGRIPINA:

¿Tiene negocios Nerón?

NERÓN:

¿Halos de haber para ti
si ellos, yo y el mundo son
tierra en tus pies?

AGRIPINA:

¿Cómo ansí?

NERÓN:

  Porque Nerón los adora.

AGRIPINA:

¿De rodillas, mi señor?

NERÓN:

Vós, madre, sois mi señora.

AGRIPINA:

Ved que sois emperador.

NERÓN:

Ved que sois emperadora.

SÉNECA:

  ¡Vio el mundo tal obediencia!

PALANTE:

Tal maestro tuvo en ti.

AGRIPINA:

Vengo a pedirte licencia
solo para hacer de ti
por menos de un hora ausencia.

NERÓN:

  Mi señora: ¿a vuestra hechura?,
¿a mí, a quien le distes ser?
¿O hacéis burla por ventura?
Vuestro es el ser y el poder:
por vós es y por vós dura.

AGRIPINA:

  También querría que deis
a Cuadrato el consulado...
Y aquellas legiones seis
que Córbulo ha gobernado,
en Furio Plaucio paséis.

NERÓN:

  En lo que es vuestro, señora,
¿queréis que yo mande agora?
Daldo vós a quien gustáis.

SÉNECA:

¿Qué más humildad buscáis?

AGRIPINA:

Roma con razón te adora.
  Con esto me voy.

NERÓN:

Palante,
Séneca, Félix amigos,
dejadme solo. Id delante.

AGRIPINA:

Dios te libre de enemigos.

NERÓN:

Poco es agora importante.
(Vanse todos con AGRIPINA y quédase OTÓN.)
  Y perdonad que no voy
con vós, que estoy ocupado.
Ya, Otón, que a solas estoy
quiero ver qué has negociado.

OTÓN:

¿Puedo hablar?

NERÓN:

Licencia doy.

OTÓN:

  A Fenicio pregunté
lo que Aeta respondió.

NERÓN:

Dime presto lo que fue.

OTÓN:

Dijo al principio de no,
incrédula de tu fe.
  Después dijo que secreto
esta noche a su ventana
vayas a hablarla.

NERÓN:

¿En efeto
que ya la mujer se allana?

OTÓN:

Era el tercero discreto...
  Y para decir verdades,
con el talle persuades
más que con la majestad.

NERÓN:

¿Que ese engendra voluntad
mas que no las majestades?

OTÓN:

  Tráesle agora encogido
y a Séneca tan sujeto
 (aunque por esto querido
de Roma) que algo en efeto
tienes el gusto abatido.
  Bueno es que seas humano
pero dasle tanta mano
a tu madre que es muy cierto
que en Roma y en Asia ha muerto
a Narciso y a Silano.
  Y si Séneca no hubiera
puesto freno a su crueldad,
notables cosas hiciera.

NERÓN:

Ya sé que tanta bondad
me alaba y me vitupera.
  De hoy más seré diferente,
que cinco años he vivido
recogido injustamente
por no llegar a mi oído
que era mi madre insolente.
  Esta noche salgo fuera:
voyme a armar. Dile a Fenicio
que vamos donde me espera
la que ha sido el sacrificio
de mi voluntad primera.
  Y guardad no sepa Otavia
que voy a gozar de Aeta,
que aunque es en estremo sabia,
o no ama o no es discreta
quien de celos no se agravia.

(Vanse, y sale OTAVIA, mujer de NERÓN, y PALANTE.)
PALANTE:

  Con razón estás quejosa,
que el Emperador tu esposo
intente tan nueva cosa.

OTAVIA:

De verle andar receloso
vengo yo a estar sospechosa.
  La compañía de Otón
no la culpo ni es razón,
que es de sangre consular:
¿pero por qué ha de privar
un hombre vil con Nerón?

PALANTE:

  Por Fenicio y por Niceto
debes de estar con cuidado.

OTAVIA:

Que le tengo te prometo
y me da celos y enfado
verlos hablar en secreto.
  ¿Qué tiene Nerón que hablar
con Niceto y con Fenicio?

PALANTE:

No tienes que recelar
de su prudente jüicio
y su valor singular.

OTAVIA:

  Anda, Palante, que tiene
muy nueva la condición:
ya sale, ya se detiene,
ya contra su inclinación
a la media noche viene...
  Ya no ocupa tantas horas
con Séneca, ya le deja
y cuando viene a deshoras
si estima en algo mi queja
es con palabras traidoras.
  Ya da vueltas en la cama
ya no sosiega ni duerme
ya lo que es silencio infama
señales de aborrecerme
u de que tiene otra dama.
  Ya, si requiebros le digo,
que se duerme me responde;
si está despierto y prosigo,
que porque el rostro me esconde
me dice que le persigo:
  no dudes que no es quien era.

PALANTE:

Mucho, señora, me altera
esa notable mudanza,
pero ten buena esperanza
y que es mozo considera.
  Que no es posible que un hombre
aunque algún vicio tuviese
escureciese su nombre
y su crédito perdiese
para que Roma se asombre,
  donde tiene justa fama
de que te estima y te ama.
Y porque de celos mudes,
mira que por sus virtudes
«Pompilio» Roma le llama.
  Mas si gustas que yo entienda
lo que con Niceto trata
y qué es lo que le encomienda:
yo lo haré.

OTAVIA:

¡Si fuere ingrata
fuego de celos me encienda!
  Parte, Palante, y conoce
qué es lo que tratan los tres
y por qué viene a las doce.

PALANTE:

Yo aseguro que no es
dama que requiebre y goce:
  negocios de Roma son,
porque en su gobernación
se aventaja a Otaviano.

OTAVIA:

Seguros dejo en tu mano
los miedos del corazón.

(Vanse, y salen NERÓN, NICETO, FENICIO y OTÓN, de noche, con rodelas y capotillos.)
[VOCES]:

(Dentro.)
  ¡Aguarden los bellacones!
¡Aguarden!

NERÓN:

¡El diablo aguarde!

NICETO:

Bien se hizo.

FENICIO:

¡Llegué tarde!

NICETO:

¡Brava fruta!

OTÓN:

Es canelones.

NERÓN:

  Hermosamente corrí
el papel de confitura.

OTÓN:

A qué buena coyuntura
el cintarazo le di.

FENICIO:

  Vuestra Alteza, vive Apolo,
que corre como una cebra.

NERÓN:

Ya la cabeza me quiebra
tanta «Alteza» estando solo.
  Aquí no hay «Alteza» agora:
el César quédese allá,
que por dicha dormirá
con su enfadosa señora.
  Cinco años de emperador
no estimo en lo que esta noche.

NICETO:

Allí suena un coche.

NERÓN:

¿Coche?

OTÓN:

Será de algún senador.

NERÓN:

  Si es de damas: parte, Otón,
y diles dos picardías.

OTÓN:

Creo que son vecinas mías.

NERÓN:

¿Quién?

OTÓN:

Las de Mario Pisón.

NERÓN:

  ¡Oh qué feas! Tirarelas
cuatro pelladas de lodo.

OTÓN:

No las trates de ese modo,
que traen hacha y centinelas.

NERÓN:

  Démosles baya.

FENICIO:

Eso sí.

NERÓN:

¡Ha borrachas, picaronas,
arrugadas como monas!
¿Adónde os llevan ansí?
  ¿Vais acaso desterradas
o a hacer alguna invención?
Guardaos que sepa Nerón
que sois ninfas deportadas,
  que os llevará a su palacio.

OTÓN:

Ya los hombres se alborotan.

FENICIO:

Si vendrán a reñir... ¿Votan?
Parécese en el espacio.

NERÓN:

  Eso sí: mátese alguno
ya que he salido esta noche.

OTÓN:

Ya pasa adelante el coche.

NERÓN:

Todos mentís uno a uno,
  picaños, cobardes...

FENICIO:

Bueno,
bravo, señor, has quedado
habiendo a Aeta gozado.

NERÓN:

Pues aun agora soy trueno:
  todo aquesto ha sido ensayo
de mi furia y valentía.
¡Líbrete Dios de aquel día
que Roma conozca el rayo!

OTÓN:

[Aparte.]
No habla con la blandura
que suele el Emperador.

FENICIO:

[Aparte, a OTÓN.]
Calla y síguele el humor,
que agora todo es locura.

NERÓN:

  ¿Quién vive en aquesta reja?

FENICIO:

Una vieja que se vende
por niña.

NERÓN:

A quien no lo entiende...
¡Sal aquí, bellaca vieja!
  ¡Ha, hechicera, imitadora
de Circe, Medea y Canidia!
¡Ha retrato de la envidia!:
¿andas por el aire agora?
  ¿Duermes, bellaca, o brujeas?
¿Qué chupas agora, di?
¿Son niños u hombres?

OTÓN:

Ansí
bien la pintas y hermoseas.

NERÓN:

  ¿No hay una piedra?

FENICIO:

¿Pues no?
Toma.

NERÓN:

¡A la ventana!

NICETO:

¡Bien!

(Sale UNA VIEJA con un candil en lo alto.)
VIEJA:

¡Mala pedrada te den!

NERÓN:

¿Cómo es eso?

FENICIO:

¡Que salió!

NERÓN:

  ¡A la vieja!

OTÓN:

¡Tira!

VIEJA:

¡Ay, ay!
No habrá sabido el ladrón
que hay emperador Nerón
donde tanta virtud hay.

NERÓN:

  ¡Mi virtud cuenta!

OTÓN:

¡Cerró!
Aquí un boticario vive.

NERÓN:

Mucha piedra me apercibe:
quitaré estas tablas yo.

OTÓN:

  ¿Qué quieres hacer?

NERÓN:

Romper
cajas, redomas y botes.

OTÓN:

Paso no los alborotes,
que te podrán conocer.

NERÓN:

  Déjame ver derramar
el sirupus y uncias tres.

OTÓN:

Mira que lástima es...

NERÓN:

¿Pues véngolo yo a comprar?
  ¡Ah, mi señor Diaquilón!:
¿está vuarced acostado?

(Echen un jarro de agua.)
BOTICARIO:

¡Allá va azúcar rosado!

NERÓN:

¿Cuántas uncias?

BOTICARIO:

¡Cuatro son!

OTÓN:

  ¡Desvía!

NERÓN:

Ya es tarde.

NICETO:

¿Cómo?

NERÓN:

¡Embistiome!

FENICIO:

¿Y era ansí
azúcar rosado?

NERÓN:

Sí,
mas huele a ungüento de plomo.
  ¡Perezca este boticario!

FENICIO:

Dale al diablo que es guillote,
no nos arroje algún bote
del humano letuario.
Vente a casa.

NERÓN:

  ¿Cómo a casa?
¿Hay imperio o majestad
como andar por la ciudad
gritando y viendo qué pasa?
  ¡Música demos aquí!

OTÓN:

Conocerante en la voz.

NERÓN:

¿Qué importa?

NICETO:

Hoy estás feroz.

NERÓN:

¡Y lo he de ser desde aquí!

(Canten NERÓN y los músicos.)
[MÚSICA]:

  Aquiles estaba en Troya
mirando torres y almenas,
altas y vanagloriosas
de haber afrentado a Grecia...

NERÓN:

  Dejaldo: no cantéis más.
¿Qué es Troya ni qué es Aquiles?

NICETO:

Bien dices: todos son viles
donde tú, Nerón, estás.

NERÓN:

  Aquilillos era un loco,
arrogante y fanfarrón...
¡Torna a decir la canción!

FENICIO:

Pues canta y sosiega un poco.

[MÚSICA]:

(Canten.)
  Y mirándolas con ojos
de venganza y de soberbia
arrojó una lanza y dijo
a los que estaban en ellas:
«Decilde a Helena
que fue mujer y que mi lanza es esta.»

NERÓN:

  ¡Estremado desatino!

NICETO:

Dice que Helena es mujer
y que ansí pudo ofender
de Grecia el valor divino...,
  mas que su lanza es aquella
y aquel su valor sin par
que podrá desagraviar
mejor que ofenderlos ella.

NERÓN:

  ¿Quién compuso esta canción?

FENICIO:

Camilo, un nuevo poeta.

NERÓN:

Esto de poesía es seta
donde es el dios la opinión.
  Mañana le he de llamar
y reprehendelle.

FENICIO:

¿Por qué?

NERÓN:

Porque contra Troya fue
a quien debiera amparar.
  Nosotros somos troyanos
que decendimos de Eneas,
y eso de Troya no creas
que fue por falta de manos.

FENICIO:

  Verdad es que fue traición.

NERÓN:

Pues oíd un epigrama
que hice.

NICETO:

¡Será de fama!

OTÓN:

¿Quién lo duda?

NERÓN:

Escucha, Otón.
  Mientras Héctor divino despojaba
un griego muerto en el troyano fuego,
Aquiles, griego (basta decir griego),
por las espaldas a traición le clava.
Nerón leyendo el vil suceso estaba,
y donde dijo «Aquiles», borró luego
el nombre infame, de coraje ciego:
Y dijo ansí con voz soberbia y brava:
«Si como yo te borro te pudiera
quitar de los archivos de la fama,
esto en lugar de la traición pusiera:
"No vio la muerte a Héctor, pues le infama:
por la espalda murió, que si le viera
muriera como Fénix en su llama."»

OTÓN:

  ¡Notable!

NICETO:

¡Lindo!

FENICIO:

¡Estremado!

OTÓN:

¡Malos años para Enio!

NICETO:

¿Qué es Enio para su ingenio
ni el griego Homero imitado?

OTÓN:

  Su caja de oro es muy llano
que hoy Alejandro te da.

NICETO:

Métase Virgilio allá
con su arma virumque cano.

FENICIO:

  En música y poesía
ninguno a Nerón iguala.

(Salen cuatro embozados con rodelas.)
NERÓN:

No es esta trápala mala
para aquello que os decía.
  ¿Quién va allá?

EMBOZADO:

¡Unos hombres son!

NERÓN:

¿Son de paz?

EMBOZADO:

A cantar vienen
si no es que en la calle tienen
mucho en que entender, alón.

NERÓN:

  ¿Qué es 'alón'? Pese al gallina,
mueran.

FENICIO:

¡Sacude!

OTÓN:

¡Eso sí!

FENICIO:

¡Bravo valor!

EMBOZADO:

¡Ay! ¡Caí!

NERÓN:

¡Clavele con esa esquina!

NICETO:

  ¡Gente viene a socorrer!

FENICIO:

¿Si es Justicia?

NERÓN:

¡Sea quien fuere!

OTÓN:

Harás que Roma se altere
si te viene a conocer.

NERÓN:

  ¡Vamos a tu casa, Otón!

OTÓN:

Creo que estará acostada
mi mujer.

NERÓN:

¿Pues qué te enfada?

OTÓN:

¡Vamos!

NERÓN:

  ¡Di que soy Nerón!

(Vanse, y salen AGRIPINA y PALANTE.)
AGRIPINA:

  ¿Que el Emperador, Palante,
con Niceto y con Fenicio
sale de esa suerte?

PALANTE:

Es vicio
agora poco importante,
  pero puédese enseñar.

AGRIPINA:

Antes el principio importa,
porque quien este no corta
después no tiene lugar.
  Dime a qué va.

PALANTE:

Diligencia
me ha costado porque Otavia
ya de sus celos se agravia.

AGRIPINA:

Derriban toda paciencia...
  Son celos envidia fiera
y la envidia no reposa.
¿Es amor?

PALANTE:

De cierta hermosa...

AGRIPINA:

¿Casada o libre?

PALANTE:

Soltera.

AGRIPINA:

  ¿Tiene valor?

PALANTE:

No, que fue
esclava y ya se libró.

AGRIPINA:

¿Que es liberta?

PALANTE:

Y pienso yo
que ha poco, cuando lo esté.

AGRIPINA:

  ¿Es bella?

PALANTE:

Por todo estremo.

AGRIPINA:

¿Llámase?

PALANTE:

Aeta.

AGRIPINA:

¡Y que sea
tan dichosa!

PALANTE:

Que desea
Nerón regalalla, temo.

AGRIPINA:

  Que ella fuera su privanza
no nos importara mucho,
pero temo lo que escucho
de su desdén y mudanza.
  Ya sale, ya se entretiene,
ya no estudia, ya estos días
anda en malas compañías,
va armado y desnudo viene.
  Anda con desasosiego
y no me visita tanto.

PALANTE:

Ya sabes, señora, cuánto
se apaga al principio el fuego:
  remedia este mal temprano.

AGRIPINA:

Celos quiero hacerle.

PALANTE:

¿Cómo?

AGRIPINA:

Ocasión fingida tomo
de regalar a su hermano.
  Esto le dará temor
pensando que ha de perder
su imperio y que quiero hacer
a su hermano Emperador.

PALANTE:

  Eres, señora, tan sabia
que luego en el blanco diste.

AGRIPINA:

Este es Germánico, triste,
y su pobre hermana Otavia.
(Salen GERMÁNICO y OTAVIA.)
  ¿Tan de mañana, hijos míos?

OTAVIA:

No debe de ser por bien.

AGRIPINA:

Bien es que celos te den
de Nerón los nuevos bríos.
  ¿A qué hora vino?

OTAVIA:

A las tres.

AGRIPINA:

¿En qué anda?

OTAVIA:

Enamorado.

AGRIPINA:

Antes dicen que el Senado
causa de tus celos es.

OTAVIA:

  ¿Pues que el Senado le ocupa?

AGRIPINA:

Tratan de cierto gobierno...

OTAVIA:

Otro Senado más tierno
del suyo le desocupa.
  Fínjase Tu Majestad
muy ignorante de todo.

AGRIPINA:

¿Luego es tu queja de modo
que ofenda la voluntad?

OTAVIA:

  La voluntad y la vida,
porque no es menos que haber
otra gallarda mujer...

AGRIPINA:

Dilo.

OTAVIA:

...de Nerón querida.

PALANTE:

  Todo lo sabe, señora:
bien puedes hablar más claro.

AGRIPINA:

Antes, mi Otavia, reparo
en lo mucho que te adora.
  Deben de ser mocedades
eso que cuentan de Aeta.

OTAVIA:

Dasme, en fin, como discreta
poco a poco las verdades:
  no ignorabas tú sus nombres.

AGRIPINA:

Culparme en vano procuras,
que hacer esas travesuras
es condición de los hombres.

OTAVIA:

  ¡Hiciéralas cuando mozo!

AGRIPINA:

Siempre quieren libertad.

OTAVIA:

Si cansa la voluntad,
¡no ha tanto que yo le gozo!
  Y como no le quisiera
el sentimiento escusara.

GERMÁNICO:

¡Mi hermano viene!

AGRIPINA:

¡Repara!

(Sale NERÓN, NICETO y FENICIO.)
NERÓN:

[Aparte.]
(Estremado lance fuera
  mas quede para otro día:
todo el linaje está aquí.)
Guárdeos Júpiter y a ti,
dulce Otavia, esposa mía.
  ¿Qué hay de nuevo? ¿Qué tenéis
todos juntos que tratar?
¿Qué tenéis que despachar?
¿Qué es lo que en consulta hacéis?
  ¿Qué nuevo senado es este?
¿Es Palante el secretario?
¿Qué hay en Roma necesario
que tanto cuidado os cueste?

AGRIPINA:

  Como andas tan ocupado
en tus gustos y tan tierno,
a falta de tu gobierno
los cuatro hacemos senado.
  Que también será razón
aliviarte algún disgusto.

NERÓN:

Que ninguno mande gusto
en Roma sino Nerón
  ¡gentil manera de hablar!

AGRIPINA:

¿Cómo respondes ansí?

NERÓN:

Porque aun Júpiter aquí
no tiene ya que mandar.
  El daros yo tanta mano
y libertad en mi imperio
ha causado el vituperio
de mi valor soberano.
  Pues ya los cuatro os juntáis
en mi ausencia desta suerte
para tratarme la muerte:
¿quién duda que os conjuráis?

AGRIPINA:

  Temblando estoy de escucharte:
¿qué desobediencia es esta?

NERÓN:

Madre, más blanda respuesta,
que soy Nerón y soy Marte.

AGRIPINA:

  Que Germánico esta aquí
que es agora mi regalo
este a mis pechos igualo,
este engendré, que no a ti.
  Este es hijo de mi esposo,
legítimo sucesor
deste imperio.

NERÓN:

Si es temor,
por mi vida que es donoso.
  ¡Oigan qué lindo martelo!

AGRIPINA:

¡Palante, estraña mudanza!

PALANTE:

[Aparte.]
Perdiendo voy la esperanza
y alguna traición recelo.
  [A FENICIO.]
¿Qué es esto, amigo Fenicio?

FENICIO:

[Aparte, a PALANTE.]
Entre padres y hijos es:
todo es más amor después.

PALANTE:

[Aparte.]
Efetos son de algún vicio...
  Como el agua detenida
al tiempo que se destapa
con más veloz curso escapa,
ansí imagino su vida:
  todo aquel encerramiento
creo que ha de correr más.

OTAVIA:

Mi vida, ¿enojado estás?
Sabe el cielo si lo siento.
  Si yo la ocasión he sido,
mira que celos son rabia.

NERÓN:

Vete norabuena, Otavia
todos me habéis ofendido.

AGRIPINA:

  ¡Ea, vámonos de aquí!
¡Germánico vive!

NERÓN:

Y viva
porque el Imperio reciba
que ya me quitas a mí.

OTAVIA:

  ¡Ha, mi señor!

NERÓN:

¡Quita allá!

OTAVIA:

¿Ansí me tratas?

NERÓN:

Y es poco.

AGRIPINA:

¡Yo le amansaré si es loco!

PALANTE:

¡Qué temerario que está!

(Vanse PALANTE, AGRIPINA, GERMÁNICO y OTAVIA.)


NERÓN:

  ¡Por Júpiter soberano!
¡Por el dios de Delfo y Delo!
¡Por Marte, por todo el cielo,
que no ha de vivir mi hermano!
  ¡Martelos a mí con él!
¿Mi madre ansí me amenaza?
Pues yo daré mejor traza
para anticiparme a él.
  Parte, Fenicio, y a Hircano
mi médico di que luego
haga un veneno.

FENICIO:

¿Estás ciego?
Mira que es hecho inhumano...

NERÓN:

  Parte luego y muera hoy.

FENICIO:

No te quiero replicar.

(Vase FENICIO.)
NERÓN:

¡Furioso estoy de pesar!

NICETO:

Y yo de verte lo estoy.

NERÓN:

  ¿Hay insolencia tan fiera?
¡Quitarme el Imperio a mí!
¿Esta es madre?

NICETO:

Vuelve en ti
y su intención considera.

NERÓN:

  Juzgue Dios de la intención,
que yo de las obras juzgo.

NICETO:

¿Cuánto va que te reduzgo
a tu primera razón?

NERÓN:

  No me enfades, por tu vida:
hablemos de mi Popea.

NICETO:

¿Que Tu Alteza la desea?

NERÓN:

Téngola en el alma asida.
  Entramos en cas de Otón
huyendo de la justicia,
que ya la vulgar malicia
me conoció por Nerón,
  y como sabes salió
a entretenernos Popea,
su mujer, con quien es fea
la que a Grecia Troya hurtó.
  Niceto, no es liviandad
decirte que estoy perdido
porque lo que fue sentido
se convirtió voluntad.
  Amaba a la bella Aeta
pero estoy de suerte ya
que mi alma huyendo va
como del arco saeta.
  Al tiempo que entraba Otón
a recibir a su hermano,
tomé temblando su mano
desmayado el corazón.
  Díjele: «Hermosa Popea,
quién te gozara...» y calló,
mas con la vista mostró
lo que mis brazos desea.
  No sé qué tengo de hacer,
que estoy de Otón bien servido,
que no ha de caber olvido
en tan violento querer.
  ¿Cómo he de ofender a Otón
ni él querrá darme lugar?

NICETO:

Bien le podrás ausentar
de Roma en esta ocasión.

NERÓN:

  ¿Cómo?

NICETO:

Dale algún oficio...

NERÓN:

¡Vive Júpiter, Niceto,
que eres amigo discreto!

NICETO:

...que bien le paga el servicio.

NERÓN:

  ¡Oye! El lobo está en el cuento.

(Sale OTÓN.)
OTÓN:

Gran alboroto, señor,
ha puesto a Roma el temor
de su nuevo pensamiento.
  Que ha sido cosa muy nueva
no la haber obedecido.

NERÓN:

Justo pensamiento ha sido:
yo sé que Roma lo aprueba.
  Allá Ovidio, el gran poeta,
de amor y reinar decía
que aborrecen compañía,
y fue sentencia discreta.
  Yo quiero solo mandar
para premiar mis amigos,
castigar mis enemigos
y mis injurias vengar.
  Entre los cuales, Otón,
tú debes ser preferido,
así porque me has servido
como por tu discreción.
  Hoy te has de partir a España
para ser gobernador
de Lusitania.

OTÓN:

Señor,
tu amor me obliga y te engaña.
  Mejor estoy a tu lado
para servirte.

NERÓN:

Ya, Otón,
esta determinación
ha consultado el Senado.
  A España has de ir: parte luego.

OTÓN:

¿Pues hoy, señor?

NERÓN:

Hoy: ¿qué aguardas?
Mira, Otón, que cuanto tardas
me quitas de mi sosiego.
  ¡Hola! Vosotros haced
la carta como merece.

OTÓN:

Mira, señor, que parece
más destierro que merced...

NERÓN:

  Vete luego.

OTÓN:

¿Qué mudanza
es esta en tu condición?

NERÓN:

¿He de matarte?

OTÓN:

¿Estas son
mercedes? ¿Esta es privanza?

(Vase OTÓN.)
NICETO:

  De mala gana ha partido.

(Sale FENICIO.)
FENICIO:

Ya Germánico espiró.

NERÓN:

¿Cómo?

FENICIO:

De beber pidió...

NERÓN:

¿Y qué?

FENICIO:

La muerte ha bebido.

NERÓN:

  Presto se hizo: ¿qué dice
mi madre?

FENICIO:

Temblando está.

NERÓN:

Eso sí: guárdese ya
que otra vez me escandalice.
  ¡Cocos a un emperador
de Roma! ¡A un Nerón, a un hombre
que basta escuchar su nombre
para temblar de temor!
  ¿Y Otavia?

FENICIO:

Llora.

NERÓN:

Recelo
que aun ella menos se agravia:
¡tiemble mi madre y Otavia,
tiemble el mundo, tiemble el cielo!

NICETO:

[Aparte, a FENICIO.]
Eso no, que si él temblase
y Júpiter dél cayese,
adonde quiera que diese
no dudo que lastimase.
  Él está loco y blasfemo.

FENICIO:

 [Aparte, a NICETO.]
Ansí es bien para medrar.

NERÓN:

¿Quién me puede gobernar,
que a cielo ni tierra temo?
  ¡Ya basta lo que he sufrido,
ya basta lo que he callado!
¿Niceto?

NICETO:

Señor.

NERÓN:

Ha estado
Nerón hasta aquí en olvido.
  Ya es tiempo de despertar:
ve y di, porque no me enoje,
que allá en la ciudad se aloje,
u donde hallare lugar.
  Y que salga de palacio...
Y la guarda de alemanes
dirás a mis capitanes
que le quité.

NICETO:

Voy.

NERÓN:

Despacio.
(Vase NICETO.)
  Quien a mí me ha de servir
muy por la posta ha de andar
y no me ha de replicar
si el mundo me viese hundir.
  Fenicio, ya es ido Otón.

FENICIO:

¿Dónde?

NERÓN:

A España le envïé.

FENICIO:

Bien haces, si acaso fue
para gozar la ocasión.

NERÓN:

  Es Otón muy principal
y en su presencia no es justo.

FENICIO:

¿Partió con gusto?

NERÓN:

O sin gusto
él va al fin a Portugal.

FENICIO:

  Discretamente procedes:
¡tal te venga la salud!

NERÓN:

Hago del vicio virtud
y de los daños mercedes.
  Ansí gozaré a Popea,
¡oh, bellísima criatura,
más digna de ser figura
del cielo que Casiopea!
  Parte y dile que ya Otón
a Lusitania se parte,
y dale, Fenicio, parte
de mi espantosa pasión.
  Dile que por ella muero
y que esta noche me vea.

FENICIO:

Yo parto.

(Vase FENICIO.)
NERÓN:

¡Oh, hermosa Popea,
que ya en mis brazos espero!

(Vase NERÓN, y salen AGRIPINA, PALANTE y NICETO.)
AGRIPINA:

  ¡Cómo que me arroja ansí!
¡A quien sangre y ser le ha dado!

NICETO:

Esto, señora, ha mandado.

AGRIPINA:

¡Notable monstro parí!
  Mi guarda me quita agora,
del Palacio y su presencia.

PALANTE:

Julia Agripina, paciencia.

NICETO:

Paciencia, noble señora,
  que ya no es lo que solía.

AGRIPINA:

Dime, gallardo Niceto,
tan digno por ser discreto
de su guarda y compañía,
  qué tiene agora Nerón
contra todos tan airado.

PALANTE:

La inocencia lo ha pagado
debiéndolo la traición.
  ¡Pobre Germánico triste!

NICETO:

No sabré decir, señora,
de lo que pides agora
en qué la razón consiste.
  Pero lo que yo adivino
sin rayas de frente o mano
es que tiene más de humano,
tu hijo, que de divino.
  Los cinco años que ha vivido
por Séneca gobernado
ha sido por él forzado,
enseñado y instruido.
  Luego que gozó de Aeta
comenzó a mostrar Nerón
esta humana inclinación
que alma y cuerpo le inquïeta.
  Ya trata de otra mujer
y tratará de otras mil.

AGRIPINA:

Es la inclinación más vil
que pudo Nerón tener.
  Pero partid los dos juntos
y decid que aquí le espero
para hablarle.

PALANTE:

Considero
que ya nos hallas difuntos.
  Pero pues es despedida
él vendrá.

NICETO:

Guárdete Apolo.

(Vanse NICETO y PALANTE.)
AGRIPINA:

¡Decilde que venga solo
y que le importa la vida!
  Es tan estraño el temor
que he cobrado a este crüel
después que no he visto en él
aquella gracia y amor
  que no ha de haber en el mundo
camino que no le allane
hasta que su gracia gane
en que mi esperanza fundo.
  Porque en tenerla perdida,
¿qué cosa tendré segura?

(Sale NERÓN y FENICIO.)
NERÓN:

Es la respuesta más dura
que pudo esperar mi vida.
  Mas parte y dile a Popea
que cuanto quisiere haré.

FENICIO:

Allá vuelvo.

NERÓN:

Aquí estaré.
¿Quién es?

AGRIPINA:

¿Quién quieres que sea?
  ¿Quién tu madre lo ha de ser?
¿Quién te dio ese ser que tienes
y la que ya a tratar vienes
como quien no tiene ser?
  En este vientre anduviste,
aqueste pecho te di.

NERÓN:

¡Oh qué historias para mí!
Cese, madre, el llanto triste.
  Salid de palacio luego,
que no fue haberme engendrado
sacarme en hombros turbado
del mismo troyano fuego...
  Que hacen de encarecer
las madres el engendrar:
si el parir fue algún pesar,
cobrado estaba el placer.

AGRIPINA:

  Hijo de mi alma y vida,
si hasta aquí yo te cansaba
no era porque no te amaba
sino de envidia ofendida.
  Que trates otras mujeres
es lo que siento y persigo
pues puedes tener conmigo
aquellos mismos placeres.
  Eres hermoso y galán:
quiérome a mí propia en ti.

NERÓN:

¿Posible es que yo nací
de ti? Engañado me han.
  ¡Oh, monstro! ¡Oh, furia! ¡Oh, portento!
Que está, de verte con vida,
naturaleza corrida
y el cielo sin movimiento.
  Los orbes con pesadumbre,
sus inteligencias bellas
con vergüenza y las estrellas,
planetas y astros sin lumbre.
  ¡Huye mi presencia luego!

AGRIPINA:

¡Hijo, tente!

NERÓN:

¡Huye, enemiga!
Todo el cielo te maldiga:
¡abrásete vivo fuego!
  ¡La madre a un hijo! ¡Hay tal cosa!
¿Por solo ganar su gracia?
¿En qué Libia o en qué Tracia
pasó tan nefanda cosa?
  Conviéneme reportar
y pues no he de dar razón,
buscar alguna ocasión,
como la pueda matar.
  No sepa la causa Roma,
que parecerá muy fea.

(Sale FENICIO.)
FENICIO:

Ya, excelso César, Popea
tu imperial palabra toma,
  y dice que, repudiada
Otavia, vendrá a ser tuya
donde la boda concluya
la voluntad confirmada.
  Que ya Otón a España es ido
y podrás casarte luego.

NERÓN:

Estoy de coraje ciego:
por hoy del amor me olvido.
  Mi madre se ha de matar...
Fenicio, ¿cómo ha de ser?

FENICIO:

¿pues por qué?

NERÓN:

Porque es mujer.

FENICIO:

¡Alguna causa has de dar!

NERÓN:

  Pues escucha una invención...
Ve y dile de parte tuya
que para que se concluya
la paz entre ella y Nerón
  me envíe algún grande amigo
que me hable, y cuando llegue
y por su gracia me ruegue,
presente estarás conmigo
  y harás caedizo un puñal:
yo diré que ella me envía
a matar.

FENICIO:

Parto.

(Vase FENICIO.)
NERÓN:

Este día
soy monstro y furia infernal...
  ¡Qué listo que viene y va
este ministro! Pues bien
que algún día habrá también
en que él también morirá.
  ¡Qué a propósito un señor
halla un traidor a su gusto!
Pues quien no perdona al justo
¿qué premio dará al traidor?

(Salen NICETO, PALANTE y FÉLIX.)
FÉLIX:

  Fuertemente Otavia toma
que trates de su repudio.

NERÓN:

¿Que quiere que ande al estudio
con los Tirones de Roma?
  ¡Oh, qué graciosa mujer!
Pues sepa que lo es Popea
decid que mil años sea,
mostradme todos placer.

FÉLIX:

  ¡Que la goces muchos años!

NERÓN:

¡De aquesto poco se agravia!
No me dé ocasión Otavia.

PALANTE:

[Aparte.]
¡Espantosos desengaños!
  ¿Este, Nerón? ¿Este el bueno?
¿Este el príncipe enseñado
de Séneca? ¡Monstro airado
de furia y ponzoña lleno!

NICETO:

[Aparte, a PALANTE.]
Calla, Palante, no quieras
lograr mal tus pocos días.

PALANTE:

 [Aparte.]
¡Tal mudanza en cuatro días!
Mísera Roma, ¿qué esperas?

(Sale FENICIO y MARIO, cónsul.)
MARIO:

  Como otras veces, César invictísimo,
llego a tus pies humilde.

NERÓN:

¡Oh, amigo Mario!,
¿qué hay de nuevo?

MARIO:

Tu madre a ti me envía.

NERÓN:

¿Pues qué quiere mi madre?

MARIO:

Hablarte quiere,
y para que de paz se trate dice
que me oigas, gran señor, si eres servido.

(Échele un puñal desnudo a los pies de MARIO, FENICIO.)
NERÓN:

¿Qué es eso que sonó?

NICETO:

¡Supremos dioses!
¡Un puñal que en las manos trujo Mario!

NERÓN:

¡A matarme envïó mi fiera madre!
Romanos, ¿no lo veis? ¿Qué es esto, Roma?
¡A vuestro César dan la muerte en público!
Madre Roma, ¿qué es esto?

MARIO:

¡Yo! ¿Qué dices?

FENICIO:

¿Pues qué hay que replicar? ¿Aquesto niegas?

NERÓN:

¡Matalde luego!

NICETO:

¡Muera!

MARIO:

¡Oh, santo Júpiter!

NERÓN:

Yo me parto de aquí. Para que entienda
esta conjuración Roma, al Senado
quiero llevar la daga. El que es mi amigo,
el que quisiere que su amor entienda,
mate a mi madre, líbreme, consuéleme.

(Vase.)
FENICIO:

La Emperatriz ha de morir, romanos:
el que fuere leal saque la espada.

(Sale AGRIPINA.)
AGRIPINA:

¿Qué alboroto es aqueste? ¿A Mario han muerto?

NICETO:

¡Infame Julia que matar querías
por mano de un traidor al César nuestro
y hacer a Roma un mal tan fiero y grave!
(Todos la cerquen con las espadas desnudas.)
¡Hoy es tu fin!

AGRIPINA:

¡Tened un poco! ¡Un poco,
amigos, esperad!

FENICIO:

Ya no es posible.

PALANTE:

¡Tened, por Dios! Oídla, que es gran lástima
que ya que ha de morir no la escuchemos.

AGRIPINA:

Sabido lo que quiero, lo que quiero
yo sé que no podréis, hijos, negármelo.

FENICIO:

Di presto, pues.

AGRIPINA:

Que la primera herida
me deis en este vientre, que este ha sido
causa de que Nerón saliese al mundo.
Y la segunda en este pecho, en este
que alguna vez le dio su leche y sangre.
¿Hareislo ansí?

NICETO:

Sin duda.

AGRIPINA:

Pues ya muero
contenta en que lo pague quien lo debe.

FENICIO:

¡Acaba ya de hablar!

NICETO:

Pasela el vientre.

PALANTE:

¡Temeraria crueldad!

FENICIO:

¡Estraño caso!

FÉLIX:

Nerón vuelve.

(Sale NERÓN.)
NERÓN:

¿Qué es esto?

FÉLIX:

Que ya es muerta.

NERÓN:

¡Dejádmela mirar!

NICETO:

Mírala.

PALANTE:

[Aparte.]
Creo
que algún demonio tiene en las entrañas:
ni se le muda la color del rostro
ni de mirar su sangre tiene lástima.

NERÓN:

Bella mujer, por cierto, hermosos miembros:
¡qué lindas manos!, ¡qué blancura y cuello!
Llevalda, que ya Roma sabe el caso
y cómo a Otavia repudié y pretendo
casarme con Popea aquesta noche.
¡Popea, más hermosa que Dïana,
más bella que Lucrecia y que Semíramis!

PALANTE:

¡Ha, corazón de piedra!

NERÓN:

¿Qué hay, Palante?
¿Aquí estás tú?

PALANTE:

Para servirte. Dime
qué mandas, gran señor.

NERÓN:

Dicen en Roma
que de mi antecesor fuiste privado,
y que después también lo has sido mío
y que con esto toda la riqueza
que tiene Roma has usurpado.

PALANTE:

Bueno...,
muy pobre estoy...

NERÓN:

¡Llevalde y dalde muerte
y traedme el tesoro de su casa
sin que dejéis hasta un tapiz tan solo!

PALANTE:

¿A mí, señor?

NERÓN:

A ti.

PALANTE:

¿Por qué?

NERÓN:

Por rico:
¿no sabes tú que están siempre sujetos
a un golpe del ladrón u del tirano?

PALANTE:

¡Señor!

NERÓN:

¡Llevalde! ¡Muera!

PALANTE:

¡Qué buen pago!

NERÓN:

Agora que estás gordo es bien que sea.

PALANTE:

¡Ay, tirano cruel!

NERÓN:

¡Ay, mi Popea!