Salutación a Leonardo

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Cantos de vida y esperanza: Los cisnes y otros cuentos (1917)
de Rubén Darío
ilustración de Enrique Ochoa
Salutación a Leonardo
Pegaso


VI

SALUTACIÓN DEL LEONARDO

Maestro, Pomona levanta su cesto. Tu estirpe
saluda la aurora. Tu aurora! Que extirpe
de la indiferencia la mancha; que gaste
la dura cadena de siglos; que aplaste
al sapo la piedra de su honda.

Sonrisa más dulce no sabe Gioconda.
El verso su ala y el ritmo su onda
hermanan en una

dulzura de luna
que suave resbala
(el ritmo de la onda y el verso del ala
del mágico Cisne, sobre la laguna)
sobre la laguna.

Y así, soberano maestro
del estro,
las vagas figuras
del sueño, se encarnan en líneas tan puras
que el sueño
recibe la sangre del mundo mortal,
y Psiquis consigue su empeño
de ser advertida a través del terrestre cristal.
(Los bufones
que hacen sonreír a Monna Lisa,
saben canciones
que ha tiempo en los bosques de Grecia decía la risa
de la brisa.)

Pasa su Eminencia.
Como flor o pecado en su traje
rojo;

como flor o pecado, o conciencia
de sutil monseñor que a su paje
mira con vago recelo o enojo.
Ñapóles deja a la abeja de oro
hacer su miel
en su fiesta de azul; y el sonoro
bandolín y el laurel
nos anuncia Florencia.
Maestro, si allá en Roma
quema el sol de Segor y Sodoma
la amarga ciencia
de pupúreas banderas, tu gesto
las palmas nos da redimidas,
bajo los arcos
de tu genio: San Marcos
y Partenón de luces y líneas y vidas.
(Tus bufones
que hacen la risa
de Monna Lisa
saben tan antiguas canciones.)

Los leones de Asuero
junto al trono para recibirte,
mientras sonríe el divino Monarca;

pero
hallarás la sirte,
la sirte para tu barca,
si partís en la lírica barca
con tu Gioconda...
la onda
y el viento
saben la tempestad para tu cargamento.

Maestro!
pero tú en cabalgar y domar fuiste diestro.
Pasiones e ilusiones:
A unas con el freno, a otras con el cabestro
las domaste, cebras o leones.
Y en la selva del Sol, prisionera
tuviste la fiera
de la luz: y esa loca fué casta
cuando dijiste: ≪Basta≫.
Seis meses maceraste tu Ester en tus aromas.
De tus techos reales volaron las palomas.

Por tu cetro y tu gracia sensitiva,
por tu copa de oro en que sueñan las rosas,

en mi ciudad, que es tu cautiva,
tengo un jardín de mármol y de piedras preciosas
que custodia una esfinge viva.