Santo Tomas de Villanueva (Retrato)
SANTO TOMAS DE VILLANUEVA.
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Nació este santísimo Prelado en Fuenllana el año de 1488, pero se crio en Villanueva de los Infantes, de donde tomó el sobrenombre con que se le conoce. Sus padres, distinguidos por sus bellas costumbres, le dieron excelente educación, y sobre todo el exemplo de una caridad ardiente, que siguió desde muy niño con inimitable vehemencia. Estudiadas las primeras letras pasó á Alcalá, cuya Universidad acababa de fundar el Cardenal Ximenez, quien le proveyó de una beca en el Colegio de S. Ildefonso. Allí compitiendo á porfía su aplicación con sus virtudes, fueron tales sus progresos en el estudio, y tanta la veneración que se concilió de todos los profesores, que era mirado como un oráculo de santidad y doctrina á pesar de sus pocos años.
Dotado de una moderación igual á los honores que le tributaban, quiso negarse á ellos, pasando á Salamanca, adonde le llamaban para que regentase la Cátedra de Filosofía moral. Mas rehusó tomar á su cargo aquella enseñanza, y llevado de su pasión al retiro y á la soledad, renunció al mundo, y se entró Religioso en el Convento de S. Agustín de aquella ciudad en el año de 1518. Su austeridad y su zelo se desplegaron entonces de una manera mas enérgica, y su eloqüencia dulce y abundante, adquiriéndole el amor y veneración del pueblo, y la estimación y respeto de la Corte, le introduxo en la carrera de aquellos honores y dignidades que tan sinceramente desdeñaba.
Fue Prior del Convento de Salamanca, del de Burgos, del de Valladolid, dos veces Provincial de Andalucía, y una de Castilla. Renunció el Arzobispado de Granada, á que le habia nombrado el Emperador Cárlos V, y aunque por entonces pudo salvarse del peso de aquella dignidad, vacando después la Silla de Valencia, tuvo que admitirla, sin que le valiesen las razones con que queria desecharla. Subido á aquella altura renovó en ella el exemplo de los primeros Prelados de la Iglesia, sin que pudiese decirse quales eran mayores, si la simplicidad de sus costumbres, y el brillo de sus virtudes, ó el zelo y prudencia con que gobernaba su rebaño. Todos los años visitó su diócesis: apenas pasó día en que no exerciese alguno de los oficios pastorales: sus rentas fueron todas de los pobres, que llamaban su casa á la del Arzobispo.
La flaqueza de su salud, quebrantada con la austeridad y las penitencias, no le permitió asistir al Concilio de Trento, y nombró en su lugar al Obispo de Huesca. Murió á los sesenta y siete años de su edad en 1555: enterráronle magníficamente; pero el mayor adorno de su pompa fúnebre eran las lágrimas de nueve mil pobres que lamentaban la pérdida de su bienhechor y su padre. La Iglesia Católica, ilustrada con sus virtudes, le ha escrito en el número de sus Santos. Compuso un comentario sobre los Cantares, que se ha impreso varias veces con la colección de sus sermones.