Semblanza de Moreno Nieto

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época
MORENO NIETO.




Toda nuestra generación literaria ha conocido, admirado y estimado al ilustre extremeño cuyo nombre encabeza el capitulo presente.

Puede decirse que el Ateneo es él. A la hora actual aun creemos verle aparecer por la puerta, dar apretones de mano á derecha é izquierda, tomar parte en todas las discusiones, y acudir después á la biblioteca y pasar dos horas rodeado de libros y tomando un helado, aquel helado cotidiano que parecía ser en él calmante del cerebro, excitado por la interminable discusión del día.

Eran en Moreno Nieto la oratoria, la controversia, la discusión de todo y por todo, ocupaciones constantes desde el alba hasta la media noche. Su palabra, como torrente desbordado, no cesaba de brotar á todas horas. Más que conversación, su manera de hablar era torbellino. Hablaba mucho, y hablaba siempre, y siempre muy de prisa. Todo era en sus labios discurso.

Asombrosa fué su memoria. Se cuentan como fenómenos determinados individuos que guardan en la mente cuanto leen. Moreno Nieto tenía esta condición, que unida á sus talentos, hacia de él un hombre-biblioteca, un monstruo de erudición, un libro constante de consulta. Fechas, autores, libros, escuelas, todo lo tenía en la cabeza y todo lo aplicaba, ya al discurso público, ya al diálogo particular, con facilidad por todo extremo pasmosa.

Se necesita haberle conocido para juzgar bien á esta personalidad salientísima de nuestra historia literaria.

Su carácter era angelical, nunca tuvo enemigos. Amigos, muchos, y muy fieles. Entre éstos descollaba Adelardo Ayala, á cuya casa iba todas las noches después de comer, complaciéndose en discutir de varios asuntos con el poeta. En aquellas intimidades, á que más de una vez asistí, se demostraba el bondadosísimo carácter de Moreno Nieto y el talento natural de Ayala. Lo que éste no sabía, lo adivinaba, y Moreno Nieto le recogía las frases, asegurando que eran de Leibnitz ó de Krauss. Eran de Ayala; solamente que el genio tiene este privilegio de coincidir con otros iguales al suyo.

Moreno Nieto tiene una biografía brillante; llovieron sobre él los honores y las distinciones; fué cuanto quiso y á gusto de todos. Pasó por la política, por este funesto destino de nuestros hombres eminentes, que no pueden escapar á tal epidemia en un país como el nuestro, donde la política es la ocupación y aun la pasión primera. No hizo en política grandes cosas, ni podía ser de otra manera. Su imaginación tenía más alto vuelo.

¡Había que verle en aquellas discusiones de la sección de Ciencias morales y políticas, cuando después de hacer el resumen agitaba la cabeza y hacía flotar los cabellos, apelando á todos los recursos de su oratoria para producir el último efecto!

Tenía la cabellera rizada, suelta sobre los hombros, y la cabeza, que era artística, le daba cierto aire de hombre de letras que no se compadecía mal con su personalidad de filósofo.... Una enfermedad de viruelas le había picado el rostro, pero no por eso era menos simpático y atractivo. Hablándole una vez, quedaba uno tan amigo como si le hubiera conocido desde la infancia. Tenía ese no se que de la simpatía, que ha hecho la mitad del éxito de Campoamor, de Salmerón, de Olózaga, de Echegaray y de otros de mis contemporáneos ilustres.

Parece que no, y entra por mucho en la celebridad esta primera impresión que un hombre de talento ha de producir en las gentes. Frontaura es feo, Valera es tieso, Alarcón es serio, Zapata es descuidado. Cánovas es antipático, Pradilla es sombrío, Becerra es bizco.... se necesita intimar con ellos para convencerse de que no tienen la culpa de ser asi; mientras que con sólo ver á Castelar, á Romero Robledo, á Moret, á García Gutiérrez, á Arrieta ó á Barbieri, se siente deseo de conversar amigablemente con estos hombres á quienes los franceses llamarían enjoleurs, y que llevan en la cara el pasaporte para la opinión pública. La primera vez que el dibujante Luque y yo nos encontramos en el mundo, dijo él: — ¿Quién es ese señor tan estirado, que parece que nos hace el favor de saludarnos? — Yo decía al mismo tiempo: —¡Ese hombre tiene cara de asesino! Un año después éramos amigos tan íntimos, que nuestra intimidad es popular en fuerza de conocerla todo el mundo. Hay, pues, algo que contribuye á la popularidad de las gentes, y es lo que un filósofo llamaría su yo, independiente del arte ó de la literatura que cultiva. Por eso, cuando Romero Robledo ha de nombrar un gobernador, si no le conoce, procura saber qué aspecto tiene. La simpatía es el primer paso en la consideración de las gentes.

Moreno Nieto era simpático como pocos hombres. Entusiasta de todo y de todos, admirador de cuanto tenía relación con la ciencia, la literatura ó las artes, no hubo principiante que no hallara en él, no ya un protector, sino un amigo. El Ateneo de Madrid, que era como su segunda casa, le debe el bautismo de muchos jóvenes que sin él no hubieran roto el hielo. Dentro del establecimiento se le llamaba Don José, y había en esta manera de decir algo de amor de familia y de cariño íntimo, que nadie después de él podrá lograr fácilmente. Presidirán sus sesiones los hombres más eminentes de la nación, no lo dudo; pero aquellas frases de afecto sincero, aquellos abrazos paternales después de una discusión ó de una lectura, aquel profundo amor á la personificación de una escuela literaria ó de una filosofía determinada....

Esos no volverán,

como dijo el poeta inolvidable á quien Moreno Nieto admiraba tanto.

Ha sido durante veinte años la representación viva de nuestro progreso científico y literario, y el amigo de todos cuantos hemos vivido la vida intelectual.

Su interior era el modelo de la familia modesta y unida por los lazos de un amor tranquilo, sólido y duradero. No pudo ser nunca rico, á pesar de la acumulación de cargos retribuídos, porque era hombre de bien y padre de familia, y entre nosotros dijérase que estas dos calidades llevan consigo la pobreza.