Significación de Las Piedras
Recopilado en "Estudios Históricos e Internacionales", de Felipe Ferreiro, Edición del Ministerio de Relaciones Exteriores, Montevideo, 1989
El 20 de setiembre de 1792 chocaron en los campos de Valmy las tropas francesas rápidamente preparadas por la Convención para enfrentar a los reaccionarios y el ejército veterano que encabezaba el Duque de Brunswisck. Fue el mencionado un encuentro de escasa importancia material, relativamente breve y episódica. Un retumbante cañoneo recíproco de algunas horas y unas pocas cargas de caballería realizadas por ambas partes con denuedo configuraron esta lucha sostenida entre efectivos reducidos.
Sin embargo en la noche que siguió a Valmy, el genial Goethe que había asistido como testigo presencial a ese encuentro, ante el estupor de otras personas que le restaban toda importancia inmediata y ulterior, expresó clarividente:
“Pienso que en este sitio y a partir de esta fecha
comienza una nueva época para la historia de Europa
y que pronto será un orgullo decir: yo estuve allí.”
Las Piedras: la batalla librada hace hoy ciento treinta y cuatro años entre veteranos soldados y marinos del Rey y voluntarios de Montevideo ya fogueados en la defensa de la ciudad durante las recientes invasiones inglesas por una parte, y bisoñas milicias campesinas apoyadas en unas pocas decenas de soldados adiestrados debidamente por la otra, recuerda como hecho de guerra, a Valmy en singulares y expresivas analogías.
Ambos encuentros resultan iguales por su corta duración y semejantes por la diferencia que presentan las dos masas combatientes. En Valmy y Las Piedras la opinión técnica anticipada habría atribuido la mejor posibilidad de triunfo a los ejércitos que en ambos campos resultaron vencidos. En Las Piedras y Valmy fueron numéricamente iguales las tropas que chocan. En las dos batallas las fuerzas de un mismo ideal eterno – más sentido que pensado – impulsan y elevan hasta la rotunda victoria, aquí a los soldados de Artigas y allá a los de Kellerman y Dumouriez.
Pero si como hechos de guerra se parecen Valmy y Las Piedras, ¿por ventura hay también semejanza entre ambas acciones en cuanto a trascendencia ulterior o significación histórica?
Si un espectador de la clarividencia de Goethe hubiese presenciado nuestra batalla, ¿habría acaso pensado con respecto a ella lo que el excelso hijo de Weimar dijo de Valmy?
Correlacionando hechos y circunstancias de fecha ulterior, el investigador oriental que marcha en sentido inverso al del tiempo en busca de los orígenes históricos de una situación o un proceso complicado, debe llegar a una conclusión afirmativa para satisfactoria respuesta a la pregunta formulada.
Sálvense, en cuanto corresponda, las distancias entre Valmy y Las Piedras (entre Francia rectora y Uruguay embrionario), pero de todos modos ha de quedar fijado un idéntico índice de consecuencias gloriosas de ambas acciones. Las Piedras decide y consagra la Jefatura de Artigas sobre los orientales y establece así las bases seguras e inmarcesibles de la Orientalidad que es idea – acción de vitalidad eterna.
Las Piedras inicia el campesinado nacional en el camino de las Revoluciones cuando el enquistado oficialismo de la Capital se dispone a jugar con la suerte de la República o la pretende gobernar como SEÑORÍO. Las Piedras, como un pórtico magnífico, abre la vía hacia nuestra independencia nacional al mostrarnos capaces de sostenerla en esfuerzo autonómico.
Finalmente, desde el punto de vista rioplatense, Las Piedras fue como el milagro que reavivó la llama de la fe en la causa republicana que declinaba sin pausa, desde la derrota de Belgrano en el Paraguay.
No en balde en el Himno que Vicente López escribió para las Provincias Unidas del Sur y que canta la gloriosa hermana Argentina, se recuerda – en sonora estrofa – ese triunfo cuyas resonancias impagables conmueven a toda alma auténticamente oriental.
Publicado en “El Debate” el 18 de mayo de 1948