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Sobre la naturaleza de las cosas: 01

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Libro I

Engendradora del romano pueblo, 1

 Placer de hombres y dioses, alma Venus:
 Debajo de la bóveda del cielo,
 Por do miran los astros resbalando,
 Haces poblado el mar, que lleva naves,
 Y las tierras fructíferas fecundas;
 Por ti todo animal es concebido
 Y a la lumbre del sol abre sus ojos;
 De ti, diosa, de ti los vientos huyen;
 Cuando tú llegas, huyen los nublados; 			10
 Te da suaves flores varia tierra;
 Las llanuras del mar contigo ríen,
 Y brilla en larga luz el claro cielo.
 Al punto que galana primavera
 La faz descubre, y su fecundo aliento
 Robustece Favonio desatado,
 Primero las ligeras aves cantan
 Tu bienvenida, diosa, porque al punto
 Con el amor sus pechos traspasaste:
 En el momento por alegres prados 				20
 Retozan los ganados encendidos,
 Y atraviesan la rápida corriente:
 Prendidos del hechizo de tus gracias
 Mueren todos los seres por seguirte
 Hacia do quieres, diosa, conducirlos;
 Por último, en los mares y en las sierras,
 Y en los bosques frondosos de las aves,
 Y en medio de los ríos desbordados,
 Y en medio de los campos que verdecen,
 El blando amor metiendo por sus pechos,			30
 Haces que las especies se propaguen.
 Pues como seas tú la soberana
 De la naturaleza, y por ti sola
 Todos los seres ven la luz del día,
 Y no hay sin ti contento ni belleza,
 Vivamente deseo me acompañes
 En el poema que escribir intento
 De la naturaleza de las cosas,
 Y dedicarle a mi querido Memmio,
 A quien tú, diosa, engalanar quisiste 				40
 En todo tiempo con sublimes prendas:
 Da gracia eterna, diosa, a mis acentos.
 Haz que entretanto el bélico tumulto
 Y las fatigas de espantosa guerra
 Se suspendan por tierras y por mares;
 Porque puedes tú sola a los humanos
 Hacer que gusten de la paz tranquila;
 Puesto que las batallas y combates
 Dirige Marte, poderoso en armas,
 Que arrojado en tu seno placentero, 				50
 Consumido con llaga perdurable,
 La vista en ti clavada, se reclina,
 Con la boca entreabierta, recreando
 Sus ojos de amor ciegos en ti, diosa,
 Sin respirar, colgado de tus labios.
 Ya que descansa en tu sagrado cuerpo,
 Inclinándote un poco hacia su boca,
 Infúndele tú, diosa, blando acento:
 Ínclita medianera de las paces,
 Pídesela en favor de los romanos; 				60
 Porque no puedo consagrarme al canto
 Entre las guerras de la patria mía,
 ni puedo yo sufrir que el noble Memmio
 Su defensa abandone por oírme.
 Óyeme, Memmio, tú con libre oído,
 Y sin cuidados al saber te entrega:
 No desprecies mis dones, trabajados
 En honra tuya con sincero afecto,
 Sin penetrar primero en lo que digo:
 Porque serán materia de mi canto 70
 La mansión celestial, sus moradores;
 De qué principios la naturaleza
 Forma todos los seres, cómo crecen,
 Cómo los alimenta y los deshace
 Después de haber perdido su existencia:
 Los elementos que en mi obra llamo
 La materia y los cuerpos genitales,
 Y las semillas, los primeros cuerpos,
 Porque todas las cosas nacen de ellas.
 Pues la naturaleza de los dioses 80
 Debe gozar por sí con paz profunda
 De la inmortalidad: muy apartados
 De los tumultos de la vida humana,
 Sin dolor, sin peligro, enriquecidos
 Por sí mismos, en nada dependientes
 De nosotros; ni acciones virtuosas
 Ni el enojo y la cólera les mueven.
 Cuando la humana vida a nuestros ojos
 Oprimida yacía con infamia
 En la tierra por grave fanatismo, 				90
 Que desde las mansiones celestiales
 Alzaba la cabeza amenazando
 A los mortales con horrible aspecto,
 Al punto un varón griego osó el primero
 Levantar hacia él mortales ojos
 Y abiertamente declararle guerra:
 No intimidó a este hombre señalado
 La fama de los dioses, ni sus rayos,
 Ni del cielo el colérico murmullo.
 El valor extremado de su alma 					100
 Se irrita más y más con la codicia
 De romper el primero los recintos
 Y de Natura las ferradas puertas.
 La fuerza vigorosa de su ingenio
 Triunfa y se lanza más allá los muros
 Inflamados del mundo, y con su mente
 Corrió la inmensidad, pues victorioso
 Nos dice cuáles cosas nacer pueden,
 Cuáles no pueden, cómo cada cuerpo
 Es limitado por su misma esencia: 				110
 Por lo que el fanatismo envilecido
 A su voz es hallado con desprecio;
 ¡Nos iguala a los dioses la victoria!
 Mas temo mucho en esto que te digo
 Pienses acaso no te dé lecciones
 De impiedad, enseñándote el camino
 De la maldad: por el contrario, ¡oh Memmio!
 De acciones execrables y malvadas
 Fue causa el fanatismo muchas veces:
 A la manera que en Aulide un tiempo 			120
 El altar de Diana amancillaron
 Torpemente en la sangre de Ifigenia
 La flor de los caudillos de los griegos,
 Los héroes más famosos de la tierra:
 Después que rodearon la cabeza
 De la doncella con fatales cintas,
 Que por ambas mejillas la colgaban:
 Cuando vio que su padre entristecido
 Estaba en pie del lado de las aras,
 Y junto a él tapando los ministros 				130
 El cuchillo, y que el pueblo derramaba
 En su presencia lágrimas a mares;
 Muda de espanto, la rodilla en tierra
 Como una suplicante desgraciada,
 No la valía en tan fatal momento
 Haber dado al monarca la primera
 De padre el nombre; porque arrebatada
 Por varoniles manos, y temblando,
 Fue llevada al altar, no como hubiera
 En himeneo ilustre acompañada 				140
 Ido a las aras con solemne rito;
 Antes, doncella, en el instante mismo
 De sus bodas cayese degollada
 A manos de su padre impuramente,
 Como infelice víctima inmolada
 Para dar a la escuadra buen suceso:
 ¡Tanta maldad persuade el fanatismo!
 De aterradores cuentos fatigado
 Referidos por todos los poetas,
 Quizá huirás de mí también tú, Memmio, 			150
 Juzgándome inventor de sueños vanos
 Que sin cesar toda tu vida agiten,
 Y el temor emponzoñe tu ventura.
 Y con razón; pues si los hombres viesen
 Que cierto fin tenían sus desdichas,
 En alguna manera se armarían,
 Resistirían contra el fanatismo
 Y amenazas terribles de poetas:
 Pero no hay medio alguno de hacer frente,
 Porque se han de temer eternas penas 			160
 Más allá de la muerte; no sabemos
 Cuál es del alma la secreta esencia:
 Si nace, o si al contrario, se insinúa
 Al nacer en el cuerpo, y juntamente
 Muere ella con nosotros; si del Orco
 Corre vastas lagunas tenebrosas;
 Si por orden divina va pasando
 De cuerpo en cuerpo de los otros brutos,
 Como cantó nuestro Ennio, que el primero
 De las cumbres amenas de Elicona 				170
 Trajo guirnalda de verdor perenne
 Que las gentes latinas ensalzaron:
 A pesar de que en versos inmortales
 Ennio afirmó los infernales templos,
 En los que ni los cuerpos, ni las almas,
 Sino unos macilentos simulacros
 De figura espantable sólo habitan:
 Dice que allí del inmortal Homero
 La sombra vio, que se deshizo en llanto,
 Y los arcanos del saber le expuso. 				180
 Por lo que antes que entremos en disputa
 De las cosas de arriba, y expliquemos
 Del sol y de la luna la carrera;
 Cómo en la tierra se produce todo;
 Principalmente con sagaz ingenio
 Del ánimo y del alma los principios
 Constitutivos es bien indaguemos:
 Y por qué los objetos que hemos visto
 En la dolencia asustan, y en el sueño,
 De modo que parece contemplamos 				190
 Y hablamos cara a cara con los muertos,
 Abrazando la tierra ya sus huesos.
 No se me oculta que en latinas voces
 Es difícil empresa el explicarte
 Los inventos obscuros de los griegos,
 Principalmente cuando la pobreza
 De nuestra lengua, y novedad de objeto
 Harán que forme yo vocablos nuevos:
 Pero tu virtud, Memmio, sin embargo,
 Y el placer cierto de amistad suave 				200
 Me inducen a sufrir cualquier trabajo
 Y a velar en la calma de las noches,
 Buscando de qué modo y de qué verso
 Pueda en tu mente derramar las luces
 Que todos los secretos te descubran.
 Preciso es que nosotros desterremos
 Estas tinieblas y estos sobresaltos,
 No con los rayos de la luz del día,
 Sino pensando en la naturaleza.
 Por un principio suyo empezaremos: 				210
 Ninguna cosa nace de la nada;
 No puede hacerlo la divina esencia:
 Aunque reprime a todos los mortales
 El miedo de manera que se inclinan
 A creer producidas por los dioses
 Muchas cosas del cielo y de la tierra,
 Por no llegar a comprender sus causas.
 Por lo que cuando hubiéremos probado
 Que de la nada nada puede hacerse,
 Entonces quedaremos convencidos 				220
 Del origen que tiene cada cosa;
 Y sin la ayuda de los inmortales
 De qué modo los seres son formados.
 Porque si de la nada fuesen hechos,
 Podría todo género formarse
 De toda cosa sin semilla alguna.
 Los hombres de la mar nacer podrían,
 De la tierra los peces y las aves,
 Lanzáranse del cielo los ganados,
 Y las bestias feroces como hijos 					230
 De la casualidad habitarían
 Los lugares desiertos y poblados:
 Los mismos frutos no daría el árbol,
 Antes bien diferentes los daría:
 Todos los cuerpos produjeran frutos;
 Pues careciendo de principios ciertos,
 A las cosas ¿qué madre señalamos?
 Pero es porque los seres son formados
 De unas ciertas semillas de que nacen
 Y salen a la luz; en donde se hallan 				240
 Sus elementos y primeros cuerpos:
 Por lo que esta energía circunscribe
 La generación propia a cada especie.
 Además, ¿por qué causa en primavera
 Vemos nacer la rosa, y en estío
 Los frutos sazonados, y las viñas
 En los días hermosos del otoño?
 Sino porque a su tiempo las semillas
 Determinadamente se reúnen;
 Sale la creación si ayuda el tiempo; 				250
 La tierra vigorosa con certeza
 Da a luz sus tiernos hijos: si naciesen
 De la nada, saldrían al momento,
 En tiempo incierto y estación contraria:
 Pues que carecerían de principios
 Cuya unión el mal tiempo no impidiera.
 Ni para su incremento cualquier cuerpo
 De tiempo y conjunción de las semillas
 Necesitara, si crecer pudiese
 De la nada: pues jóvenes se harían 				260
 En un instante los pequeños niños;
 Y apenas los arbustos asomasen,
 De repente a las nubes se alzarían:
 Y vemos que sucede lo contrario,
 Puesto que poco a poco van creciendo,
 Imprimiendo un carácter cierto y fijo
 Con su propio crecer a cada especie.
 Venir puedes de aquí en conocimiento
 Que cada cuerpo crece y se sustenta
 De su materia propia y de su jugo. 				270
 Además, que la tierra no daría
 Sin ciertas lluvias sus alegres frutos;
 Ni el animal privado de alimento
 Su especie propagara, ni podría
 Conservarse a sí mismo: antes diremos
 Que muchos elementos son comunes
 A muchos individuos, así como
 Las letras a los nombres: pues sentemos
 Que sin principios nada existir puede.
 ¿Qué impidió, en fin, a la naturaleza 				280
 Para que hombres tamaños nos hiciese
 Que vadear pudiésemos los mares,
 Arrancar con las manos las montañas,
 Y vencer muchos siglos con la vida,
 Sino porque ha fijado los principios
 Para las creaciones de los seres?
 Nada, pues, de la nada puede hacerse,
 Puesto que necesita de semilla
 Cualquiera cosa para ser criada,
 Y del aire salir al aura tierna. 					290
 Porque vemos, en fin, aventajarse
 A los eriales las labradas tierras
 Y mejorar la tierra con cultivo,
 Inferimos de aquí existir en ella
 Partes elementales que nosotros
 Hacemos producir, con el arado,
 Los fecundos terrones revolviendo,
 Y sujetando el suelo de la tierra:
 Luego si estos principios no existiesen,
 La perfección de suyo adquirirían. 				300
 A esto se junta que naturaleza
 Nada aniquila, sino que reduce
 Cada cosa a sus cuerpos primitivos;
 Si los principios fueran destructibles,
 De nuestra vista luego arrebatado
 Cada ser pereciera en el momento;
 Inútil, pues, sería toda fuerza
 Que turbase la unión de los principios,
 Y rompiese sus lazos: pero ahora,
 Porque los elementos son eternos, 				310
 Sufrir no puede la naturaleza
 Ponerlos a la vista destruidos,
 Sino cuando una fuerza extraordinaria
 El cuerpo hirió, le penetró y deshizo.
 Además, que si el tiempo aniquilase
 Todo lo que arrebata a nuestros ojos,
 Acabando con toda la materia,
 ¿De dónde Venus a sacar volviera
 Todos los seres a la luz de vida?
 ¿Cómo reproducidos la alma tierra 				320
 Los alimenta, cómo da incremento,
 En general los pastos repartiendo?
 ¿Cómo los ríos y las fuentes bellas
 De tan lejos al mar tributarían?
 ¿Cómo el éter sustenta las estrellas?
 Pues si los elementos son mortales,
 Tantos siglos y días deberían
 Haber todas las cosas consumido:
 Luego son inmortales los principios,
 Si la naturaleza los obliga 						330
 A las reproducciones de los seres:
 Ninguna cosa puede aniquilarse.
 La misma fuerza y causa últimamente
 Acabaría con los cuerpos todos
 Si la materia eterna no tuviera
 Estos entre sí unidos y enlazados:
 El tacto sólo les daría muerte,
 Porque no siendo eternos sus principios,
 Cualquiera fuerza a aniquilarlos basta.
 Mas como el nexo de sus elementos 				340
 Diferencia los cuerpos unos de otros,
 Y como es la materia indestructible,
 Cada cuerpo subsiste ileso en tanto
 No reciba algún choque, que desuna
 La textura y unión de sus principios:
 Luego no se aniquila cosa alguna;
 Antes bien, destruido cualquier cuerpo,
 Se vuelve a sus primeros elementos.
 En fin, ¿perecen las copiosas lluvias
 Cuando las precipita el padre éter 				350
 En el regazo de la madre tierra?
 No: pues hermosos frutos se levantan,
 Los ramos de los árboles verdean,
 Crecen y se desgajan con el fruto.
 Sustentan a los hombres y alimañas,
 De alegres niños pueblan las ciudades,
 Por cualquier parte en las frondosas selvas
 Se oyen los cantos de las aves nuevas,
 Y los rebaños de pacer cansados
 Tienden sus cuerpos por risueños pastos, 			360
 Y sale de sus ubres retestadas
 Copiosa y blanca leche; sus hijuelos
 De pocas fuerzas por la tierna hierba
 Lascivos juguetean, conmovidos
 Del placer de mamar la pura leche:
 Luego ningunos cuerpos se aniquilan;
 Pues la naturaleza los rehace,
 Y con la muerte de unos otro engendra.
 Puesto que te he enseñado que los seres
 No pueden engendrarse de la nada, 				370
 Ni pueden a la nada reducirse;
 No mires con recelo mi enseñanza,
 Al ver que con los ojos no podemos
 Descubrir los principios de las cosas;
 Sin embargo es preciso que confieses
 Que hay cuerpos que los ojos no perciben.
 La fuerza enfurecida de los vientos
 Revuelve el mar, y las soberbias naves
 Derriba, y desbarata los nublados;
 Con torbellino rápido corriendo 				380
 Los campos a la vez, saca de cuajo
 Los corpulentos árboles, sacude
 Con soplo destructor los altos montes;
 El ponto se enfurece con bramidos,
 Y con murmullo aterrador se ensaña.
 De aquí seguramente inferiremos
 Que los vientos son cuerpos invisibles,
 Que barren tierra, mar, y en fin el cielo,
 Y esparcen por el aire los destrozos:
 No de otro modo corren y destrozan, 				390
 Que cuando un río de tranquilas aguas
 De repente sus márgenes ensancha
 Enriquecido de copiosas lluvias
 Que de los montes a torrentes bajan
 Amontonando troncos y malezas:
 Ni los robustos puentes la avenida
 Impetuosa sufren de las aguas;
 En larga lluvia rebosando el río,
 Con ímpetu estrellándose en los diques,
 Con horroroso estruendo los arranca, 			400
 Y revuelve en sus ondas los peñascos,
 Con furor arrollando todo osbtáculo;
 Del mismo modo los furiosos vientos
 Semejantes a un río impetuoso
 Se arrojan sobre un cuerpo, y le sacuden,
 Y lo llevan delante con gran fuerza,
 En remolino a veces le arrebatan;
 Mil vueltas le hacen dar a la redonda.
 Diré y repetiré yo que los vientos
 Son cuerpos invisibles: sus efectos 				410
 Y su naturaleza nos lo muestran,
 Puesto que emulan a los grandes ríos.
 Sentimos, además, varios olores,
 Y en la nariz tocando no los vemos;
 Ni el calor percibimos, ni los fríos,
 Ni las voces tampoco ver solemos
 Que la naturaleza de los cuerpos
 Es preciso que tenga, porque pueden
 Impeler los sentidos: nada puede
 Tocar y ser tocado sino el cuerpo. 				420
 Por último; en las playas resonantes
 Los vestidos colgados se humedecen,
 Y tendidos al sol se enjugan luego:
 Ni cómo se empaparon ver podemos
 Ni cómo se enjugaron con la lumbre:
 En partículas tenues se divide
 El agua de manera que no pueden
 Verse de modo alguno con los ojos.
 Después de cierto número de soles
 El anillo se gasta en vuestro dedo, 				430
 El gotear la piedra agujerea,
 La reja del arado ocultamente
 En los surcos se gasta, y con los pasos
 Los empedrados desgastarse vemos;
 En las puertas también las manos diestras
 De cobreñas estatuas se adelgazan
 Con los besos continuos de unos y otros;
 Pues que gastadas vemos se atenúan:
 Pero no quiso la naturaleza
 Descubrirnos su pérdida instantánea, 			440
 Celosa de que viesen nuestros ojos
 El lento crecimiento con que obliga
 A aumentarse los cuerpos cada día,
 Ni cómo se envejecen con el tiempo,
 Ni qué pérdidas tienen los peñascos
 De sales roedoras carcomidos,
 Que a los mares dominan y amenazan:
 Luego sólo obra la naturaleza
 De imperceptibles cuerpos ayudada.
 No está ocupado todo por los cuerpos, 			450
 Porque se da vacío entre las cosas:
 Al entenderlo cogerás el fruto,
 Ni andarás entre dudas vacilante,
 Ni de continuo buscarás la esencia,
 Ni desconfiarás de mis escritos.
 Un espacio se da desocupado,
 Impalpable, vacío: el movimiento
 Sin este espacio no concebirías;
 Porque propiedad siendo de los cuerpos
 La resistencia, nunca cesarían 					460
 De andar entrechocándose unos y otros:
 Imposible sería el movimiento,
 Pues ningún cuerpo se separaría:
 Por los mares ahora y por las tierras
 Y por los altos cielos, con los ojos
 Vemos mil movimientos diferentes:
 Y sin vacío no tan solamente
 De agitación continua carecieran
 Los cuerpos, mas también, ni aun engendrados
 Hubieran sido; porque la materia 				470
 Quieta se hubiera estado eternamente.
 Aunque creamos sólidos los cuerpos,
 Los vemos penetrables: por las rocas
 Copiosas gotas por doquier chorrean;
 Por todo el animal corre el sustento;
 Los árboles crecidos dan el fruto
 En tiempo señalado a manos llenas,
 Porque la savia desde las raíces
 Por troncos y por ramas se difunde;
 Y las voces penetran las paredes, 				480
 Recorren los secretos de las casas;
 Hasta los huesos nos penetra el frío;
 Sin vacío los cuerpos no pudieran
 Trasladarse a otro punto en modo alguno.
 En fin ¿cómo unas cosas se aventajan
 A las otras en peso, y no en figura?
 Pues si un vellón de lana pesa tanto
 Como un cuerpo de plomo, en equilibrio
 Debe estar la balanza; la materia
 Hace peso hacia abajo; luego queda 				490
 Sin pesadez por su naturaleza
 El vacío: pues si me das dos cuerpos
 En una superficie comprendidos,
 El más ligero es el de más vacío,
 El más denso será de mayor peso;
 La razón nos demuestra claramente
 Un vacío existir diseminado.
 Mas porque nadie pueda seducirte,
 Me adelanto a ponerte de antemano
 De algunos el capcioso raciocinio. 				500
 Sostienen que a los peces relucientes
 Les abre el agua líquidos caminos,
 Que después el espacio abandonado
 Se ocupa por la onda retirada:
 Pueden moverse así y mudar de sitio
 Todos los demás cuerpos sin vacío.
 En razón falsa estriba el argumento;
 ¿Cómo podrán los peces menearse
 Si las aguas no dan lugar vacío.
 ¿Cómo refluirán las aguas mismas 				510
 Cuando los peces no darán un paso?
 O los cuerpos privar de movimiento
 O el espacio vacío confesemos
 Que principia a mover todos los cuerpos.
 Con rapidez separa tú dos cuerpos
 Planos y que entre sí estén bien unidos,
 Verás cómo se forma allí un vacío
 Que no puede a la vez llenar el aire:
 Le va ocupando todo poco a poco.
 Si por fortuna alguno presumiera 				520
 Que de dos superficies separadas
 El espacio intermedio es ocupado
 Del aire condensado anteriormente,
 Se engaña; pues se forma allí un vacío
 Entonces que no hubo antes, y se llena
 El vacío existente: de este modo
 El aire ya no puede condensarse;
 Y aun dado que pudiese, como dicen,
 No podría a mi juicio sin vacío
 Sus partes recoger y reducirlas 					530
 A volumen menos; para escaparte
 Cualquier dificultad que me objetares,
 Es preciso confieses el vacío.
 Yo podría traerte muchas pruebas
 Que mis razones más acreditasen:
 A tu penetración estos ensayos
 Son suficientes, si indagando sigues,
 Porque así como muy frecuentemente
 Rastrean las querencias enramadas
 De las fieras monteses y los canes, 				540
 Cuando dieron por fin con rastro cierto,
 Así de consecuencia en consecuencia
 Darás en general con los arcanos
 De la naturaleza, y de sus senos
 Sacarás la verdad. No te empereces.
 Si te apartares algo de mi objeto,
 Me atrevo, Memmio, a hacerte esta promesa.
 Se agotarán los grandes manantiales
 Donde he bebido yo largas noticias,
 Mi rico pecho dejará primero 					550
 De derramarlas con suave labio,
 Y a paso lento la vejez tardía
 Habrá ocupado todos nuestros miembros,
 Y el principio vital habrá disuelto,
 Primero que por medio de mis versos
 Haya agotado esta materia inmensa.
 A nuestros raciocinios ya volvamos:
 Estriba, pues, toda naturaleza,
 En dos principios: cuerpos y vacío
 En donde aquéllos nadan y se mueven: 			560
 Que existen cuerpos, el común sentido
 Lo demuestra; principio irresistible
 Sin el cual la razón abandonada
 De errores en errores se perdiera.
 Si no existiera, pues, aquel espacio
 Que llamamos vacío, no estarían
 Los cuerpos asentados, ni moverse
 Podrían, como acabo de decirte.
 Además del espacio y el vacío,
 No conocemos en naturaleza 					570
 Una clase tercera independiente
 De los principios dichos: lo que existe
 Es necesariamente de pequeña
 O de grande extensión: si lo sintiere
 El tacto aunque ligera y levemente,
 Debemos colocarlo entre los cuerpos,
 Y al todo seguirá. Pero si fuere
 Impalpable, y ninguno de sus puntos
 A la penetración resistir puede,
 Este espacio y lugar llamo vacío. 580
 En general los seres son activos;
 O bien a la acción de otros se sujetan,
 O bien el movimiento proporcionan,
 Y la existencia, pues los cuerpos solos
 Pueden ser o activos o pasivos:
 Sólo el vacío puede darles sitio:
 Luego no existe en la naturaleza
 Más que los cuerpos dichos, y el vacío:
 No pueden alcanzarlo los sentidos,
 Ni el espíritu humano comprenderlo. 			590
 Lo que no sea materia ni vacío,
 Propiedad o accidente es de uno o de otro.
 Las propiedades son inseparables
 Del sujeto; tan solamente cesan
 Cuando éste es destruido; así en la piedra
 Tal es la pesadez, tal en el fuego
 Es el calor, fluidez tal en el agua,
 La tangibilidad tal en los cuerpos
 Y tal su privación en el vacío.
 Los que llamar solemos accidentes, 				600
 Como la libertad y servidumbre,
 La pobreza y caudales desmedidos,
 La paz y guerra, sólo son maneras
 De ser, que con su ausencia o su presencia
 Lo esencial no trastornan del sujeto.
 El tiempo no subsiste por sí mismo:
 La existencia continua de los cuerpos
 Nos hace que distingan los sentidos
 Lo pasado, presente, y lo futuro;.
 Ninguno siente el tiempo por si mismo,			 610
 Libre de movimiento y de reposo.
 En fin, cuando nos dicen haber sido
 Robada Elena y las troyanas gentes
 Haber sido con guerra sujetadas,
 Nadie nos fuerce a confesar que pueden
 Existir por sí mismos estos hechos,
 Después que el tiempo irrevocable hubo
 Los siglos y sucesos engullido;
 Porque en diversos tiempos y regiones
 Cuantas cosas pasaron, pasar pueden, 			620
 Mas sin materia, ni lugar ni espacio,
 Todo acontecimiento es imposible.
 Sin materia, por fin, y sin vacío,
 La hermosura de Elena nunca hubiera
 Los célebres combates encendido
 De una guerra cruel que fomentaba
 El pecho ardiente de Alejandro frigio:
 No incendiara el caballo de madera
 De Pérgamo las torres sublimadas
 Con el parto nocturno de los griegos. 				630
 Ya puedes ver que todos los sucesos
 Que agitan y revuelven nuestro globo
 No existen en verdad como los cuerpos,
 Ni son como el vacío, sino simples
 Cambios de los principios; accidentes
 Que al espacio o los cuerpos se refieren.
 Llamamos cuerpos a los elementos
 Y a los compuestos que resultan de ellos:
 Los elementos son indestructibles,
 Porque su solidez triunfa de todo. 				640
 Te costará trabajo persuadirte
 Que existen cuerpos sólidos: el rayo
 Atraviesa los muros, así como
 Las voces y los gritos: se caldea
 El hierro si le metes en la fragua;
 Peñas ardiendo arrojan los volcanes;
 El oro se liquida en los crisoles;
 El cobre se derrite como el hielo;
 El frío y el calor de los licores
 Sentimos en los vasos que bebemos: 				650
 De solidez perfecta no tenemos
 Idea cierta y experiencia clara.
 Mas la razón y la naturaleza
 Esta verdad nos hacen que entendamos:
 óyeme en pocos versos: los principios
 Que componen el gran todo criado
 Tienen un cuerpo sólido y eterno.
 Después, como los cuerpos y el espacio
 Por su naturaleza son opuestos,
 Es preciso que existan uno y otro 				660
 Enteramente puros por sí mismos:
 El vacío repugna todo cuerpo,
 La materia al vacío de sí aleja:
 Luego sólidos son y sin vacío
 Los elementos, los primeros cuerpos.
 Pues que se da en los cuerpos el vacío,
 Deben de partes sólidas cercados
 Estar estos vacíos. Repugnante
 En los cuerpos sería dar vacío,
 Si a las paredes que rodean éste 				670
 La solidez quitamos. Las paredes
 El agregado son de la materia:
 Luego como los cuerpos se destruyan,
 Es la materia sólida y eterna.
 Sólido fuera el todo sin vacío:
 Y sin cuerpos que ocupen el espacio,
 Vacío inmenso fuera el universo,
 Por el contrario. El cuerpo y el espacio
 Son respectivamente muy distintos,
 Pues que no existe lleno ni vacío 				680
 Perfecto: los principios y elementos
 Diferencian el lleno del vacío.
 No puede disolverlos choque externo,
 Ni puede penetrar extraña fuerza
 A su tejido: ni de acción extraña
 Pueden recibir daño, como he dicho.
 Mas cómo pueda un cuerpo sin vacío
 Ser roto, dividido o descompuesto,
 Seguramente yo no lo concibo:
 Él es a la humedad inaccesible, 					690
 Al frío y al calor, que son las causas
 Destructoras de todo: así observamos
 Que cuanto más los cuerpos son sujetos
 A estas causas que van menoscabando,
 Encierran más vacío en su tejido:
 Luego si constan los primeros cuerpos
 De solidez, y no tienen vacío,
 Eternos han de ser forzosamente.
 Si no fuesen eternos, a la nada
 Todo el mundo se hubiera reducido: 				700
 Pero como la nada no produce
 Ni aniquila los seres, es preciso
 Que eternos sean los primeros cuerpos,
 Pues los destruyen y los reproducen
 Todos los seres: luego los principios
 La simplicidad sólida contienen,
 Porque sin ella no hubieran podido
 Durante tantos siglos conservarse,
 Ni reparar los seres de continuo.
 En fin, si hubiera la naturaleza 					710
 A límites precisos reducido
 La divisibilidad de la materia,
 Los elementos del gran todo hubieran
 En la revolución de tantos siglos
 Llegado luego a tal acabamiento,
 Que de su unión los cuerpos producidos
 Alcanzar no pudieran su incremento.
 Como un cuerpo más pronto se destruya
 Que lo que tarda el mismo en rehacerse,
 Las pérdidas que hubiera padecido 				720
 En la edad precedente, irreparables
 Fueran sin duda alguna en las siguientes:
 Pero constantemente se reparan
 De su menoscabar todos los cuerpos,
 Y los vemos llegar a plazos fijos
 A aquella perfección que les compete,
 La división de la materia tiene
 Límites invariables y precisos.
 Solidísimos son los elementos:
 Mas como en todo cuerpo haya vacío, 			730
 Pueden hacerse blandos como el agua,
 El aire, tierra y fuego; y al contrario,
 Si damos que son muelles los principios,
 El pedernal, el hierro, como puedan
 Consistencia tomar no explicaremos.
 Porque en sus obras la naturaleza
 Sobre sólidas bases no estribara.
 Sólidos son y simples los principios,
 Pues su unión más o menos apretada
 Resistencia y dureza da a los cuerpos. 			740
 La duración, por fin, y el crecimiento
 De los cuerpos ha la naturaleza
 Determinado y su poder medido.
 No padecen mudanza las especies,
 Ni las generaciones se varían,
 Como las clases diferentes de aves
 Están de ciertas manchas salpicadas;
 Porque son inmutables las especies.
 Si admitimos mudanza en los principios
 No sabremos qué pueda producirse 				750
 Y qué no pueda, y cómo se limitan
 Los cuerpos, cómo pueden traer los siglos
 Naturaleza, vida, movimiento,
 Y las mismas costumbres de los padres.
 La extremidad de un átomo es un punto
 Tan pequeño, que escapa a los sentidos;
 Debe sin duda carecer de partes:
 Él es el más pequeño de los cuerpos,
 Ni estuvo ni estará jamás aislado;
 Es una parte extrema, que juntada 				760
 Con otras y otras partes semejantes,
 Forman así del átomo la esencia.
 Si del átomo, pues, los elementos.
 De existencia carecen separados,
 Será su unión tan íntima y estrecha,
 Que no hay fuerza capaz de separarlos.
 De simple solidez los elementos
 Y partes muy delgadas se componen;
 Su unión no es un compuesto heterogéneo,
 Sino simplicidad eterna. Quiere 				770
 De este modo formar naturaleza
 Los cuerpos, sin que alguna de sus partes
 Separación o menoscabo sufra.
 Además, si nosotros no admitimos
 De división un término preciso,
 Se compondrán los cuerpos más pequeños
 De infinidad de partes, caminando
 De mitad en mitad al infinito.
 ¿Qué diferencia habrá de un cuerpo grande
 Al cuerpo más pequeño? Suponiendo 			780
 Que el todo es infinito, sin embargo,
 De partes infinitas igualmente
 Se compondrán los átomos más breves:
 Mas como la razón no lo comprenda,
 Convencido es preciso que confieses
 Que los simples corpúsculos terminan
 La división y solidez eterna.
 Si la naturaleza creadora
 No acostumbrase a reducir los seres
 A sus mínimas partes, no podría 				790
 Rehacer unos de otros, destruídos:
 Pues siendo todavía divisibles,
 No podría enlazarse la materia,
 Ni tener pesadez, ni ser chocada,
 Ni encontrarse con otro ni moverse,
 Causas engendradoras de los seres.
 Si divisibles fueran los principios
 Al infinito, es fuerza que existieran
 Desde la eternidad cuerpos intactos:
 Mas como sean frágiles, no pueden 				800
 Haber por tantos siglos resistido
 A innumerables choques de continuo.
 Y por esta razón los que creyeron
 Que el fuego era el origen de las cosas,
 En un error grosero han incurrido.
 Esta opinión Heráclito defiende
 Como primer caudillo, celebrado
 Por su obscuro lenguaje entre los griegos
 Superficiales, más que por los sabios
 Que buscan la verdad: porque los necios 			810
 Aman y admiran más lo que está envuelto
 En misteriosos términos; su oreja
 Suavemente puede ser herida
 Y embelesada con gracioso ruido:
 Y el dulce halago a la verdad prefieren.
 A Heráclito pregunto: ¿de qué modo
 Podrían existir tan varias cosas
 Si del fuego purísimo nacieran?
 Rarificar o condensar el fuego
 De nada serviría, si sus partes 					820
 Se compusiesen de la misma esencia
 Que tiene todo el fuego: reunidos
 Los elementos, fuego más activo
 Tendremos, y más flojo separados:
 Bien condensemos o rarifiquemos
 El fuego, como habemos ya probado,
 No se pueden formar cuerpos distintos.
 Y si éstos reconocen el vacío,
 Enrarecer y condensar el fuego
 Podrán; pero se quedan en silencio 				830
 Viendo se contradicen a sí mismos,
 Y evitan admitir puro vacío;
 Y mientras huyen las dificultades
 Se apartan del camino verdadero.
 El vacío quitado, no reparan
 Que debe condensarse todo cuerpo,
 Y no formar más que uno, cuyas partes
 Condensadas no pueden escaparse
 Como el calor y luz que arroja el fuego:
 Luego de partes densas no se forman. 			840
 Porque si en defender ellos se obstinan
 Que las partes del fuego recogidas
 Se apagan y se mudan, a la nada
 El fuego elementar reducirían,
 Y todo nacería de la nada;
 No puede un cuerpo transmutar su esencia
 Sin que deje de ser lo que antes era.
 Deben, pues, conservar los elementos
 Del fuego aquella su naturaleza,
 Para que ni los cuerpos se aniquilen 				850
 Ni el gran todo renazca de la nada.
 Mas aunque existen en naturaleza
 Algunos cuerpos de inmutable esencia,
 Que con aumentos o disminuciones
 Y con combinaciones diferentes
 Hacen cambiar la esencia de los cuerpos,
 No son éstos corpúsculos de fuego.
 Añadir o quitar no importaría,
 Ni cambiarles el orden, pues de fuego
 Tendrían todos la naturaleza, 					860
 Y del fuego los cuerpos se engendraran.
 Así es como yo pienso que se forman:
 Existen ciertos cuerpos, cuyo encuentro,
 Figura, situación y movimiento
 Y orden forman el fuego; trastornados,
 Su esencia mudan. Estos elementos
 Ni son de fuego, ni otra cosa alguna
 Que pueda enviar cuerpos al sentido,
 Y palparlos el tacto si se arriman.
 Decir que todo lo compone el fuego, 				870
 Y que éste es el principio de las cosas,
 Que es lo mismo que Heráclito establece,
 Me parece locura consumada.
 Ataca los sentidos por sí mismos,
 Los destruye y nos roba la creencia
 Que pende de los mismos por los cuales
 El fuego conoció; pues se persuade
 Que conocen el fuego los sentidos,
 Y lo demás no cree que es tan claro:
 Muy necio y delirante me parece. 				880
 ¿Adónde la verdad encontraremos?
 ¿Quién mejor que el sentido puede hacernos
 Lo falso distinguir y verdadero?
 ¿Por qué, pues, quitará alguno los cuerpos,
 Dejando por principio sólo el fuego,
 O quitándole a éste su existencia,
 Los demás cuerpos dejará tan sólo?
 Uno y otro parece igual delirio.
 Aquéllos que creyeron ser el fuego
 La materia y la suma de los cuerpos; 				890
 Y los que por principio establecieron
 El aire creador, los que pensaron
 El agua misma hacer por sí los cuerpos,
 Y que la tierra lo criaba todo,
 Y que en cualquiera cuerpo se mudaba,
 En errores grandísimos cayeron.
 Añadamos también los que duplican
 Los elementos, cuando al fuego juntan
 Con el aire, y la tierra con el agua;
 Los que aire, tierra, lluvia y fuego tienen 			900
 Por creadores de los cuerpos todos.
 Empédocles, el hijo de Agrigento,
 Va a su frente, nacido en las orillas
 Triangulares de la isla celebrada
 Por las ondas azules del mar Jonio
 Que la baña y rodea con mil vueltas,
 Y que con altas encrespadas olas
 Por un angosto estrecho la divide
 De las playas y términos de Italia.
 Aquí habita Caribdis anchurosa, 				910
 Aquí etnéos murmullos amenazan
 De llamas recoger nuevos furores,
 Vomitar un volcán por sus gargantas,
 Y de nuevo lanzar a las estrellas
 Relámpagos de fuego: ciertamente
 Esta región que admiran las naciones,
 Óptima en bienes, prodigiosa grande,
 De valerosos héroes guarnecida,
 No tuvo en si varón más señalado,
 Más asombroso, caro y respetable; 				920
 De su divino pecho las canciones
 Pregonan sus inventos peregrinos,
 Dejándonos en duda si fue humano,
 O de inmortal estirpe descendiente.
 Este sabio inmortal, y los nombrados
 Inferiores a él, menos ilustres,
 Divinos inventores de las cosas,
 Sacaron de sus íntimas entrañas
 Oráculos más ciertos y sagrados
 Que la Pitia en la trípode de Apolo 				930
 Los diera con laureles coronada;
 Mas cual hombres al fin, aunque tan grandes,
 Erraron los principios de las cosas,
 De errores en errores resbalando.
 Establecen primero el movimiento,
 Y dejan a los cuerpos sin vacío:
 Cuerpos blandos y raros reconocen
 Tal como el aire, el sol, le tierra, el fuego,
 Animal, vegetal, pero no quieren
 Admitir en sus cuerpos el vacío. 				940
 Dividen la materia al infinito,
 La sección de los cuerpos no limitan
 Ni en ellos partes mínimas conocen.
 Viendo que de los cuerpos el extremo
 Lo mínimo es que llega a los sentidos,
 Hay que conjeturar que aquel extremo
 Que en el extremo mismo no podemos
 Distinguir, es el mínimo en los cuerpos.
 Establecen también principios blandos,
 Que nacen y perecen como vemos. 				950
 Ya se hubiera el gran todo aniquilado,
 Los cuerpos renacieran da la nada:
 ¡Ya ves cuán grande error y qué delirio!
 Enemigos, por fin, son los principios,
 Y de muchas maneras se destruyen;
 Chocándose entre sí se aniquilaran,
 O se disiparían cual los rayos,
 Lluvias y vientos por las tempestades.
 Si todo se hace de estas cuatro cosas,
 Y todo en ellas mismas se resuelve, 				960
 ¿Por qué aquéllas tendremos por principios
 Mejor que no a los cuerpos? pues que mudan
 De esencia y forma y de naturaleza.
 Mas si al contrario, acaso presumieres
 Que se reúne el agua, el fuego, el aire
 Y tierra sin mudarse en modo alguno
 Su misma esencia, de ellos no podría
 Crearse cosa alguna, ya animada,
 Ya inanimada sea como el árbol.
 Una mezcla confusa encontraremos 				970
 De aire, agua, tierra y fuego: nunca pueden
 Estas substancias concebirse unidas;
 Su propiedad cada una desplegara.
 Es necesario que obren los principios
 De un modo clandestino e invisible;
 No sea que dominando demasiado
 Impidan a los cuerpos que se formen
 Conservar su específico carácter.
 Su primer elemento hacen al fuego,
 Que emana según ellos de los cielos; 				980
 De éste se engendra el aire, de aquí el agua,
 Y la tierra del agua es engendrada.
 Retrogradando nacen de la tierra
 Los demás elementos: antes la agua,
 Después el aire; el fuego últimamente;
 Estas transformaciones nunca cesan,
 Bajan desde los cielos a la tierra,
 Desde la tierra hasta los cielos suben:
 No deben hacer esto los principios;
 Es preciso que sean inmutables, 				990
 Porque no se aniquile el universo;
 No puede cuerpo alguno de su esencia
 Los límites pasar sin que al momento
 Deje de ser lo que era; por lo tanto,
 Si se transforman estos elementos
 De continuo, como hemos dicho arriba,
 Es preciso que de otros inmutables
 Se compongan; no sea que a la nada
 Se vea reducido el universo.
 Establece más bien algunos cuerpos, 				1000
 De tal naturaleza revestidos,
 Que si el fuego criasen, hacer pueden
 Estos mismos el fluido del aire,
 Y así los demás seres, aumentando
 O bien disminuyendo, los principios,
 Cambiando situación y movimiento.
 Pero es claro, me dices, que los cuerpos
 Crecen y se sustentan de la tierra:
 Si la estación al aire no le presta
 Una temperatura favorable, 1010
 Y si con frescas lluvias no se mueven
 Las copas de los árboles, ni ayuda
 Con sus rayos el Sol las producciones;
 Ni sembrados, ni arbustos, ni animales
 Jamás podrán llegar a crecimiento.
 Sin duda es cierto; y si a nosotros mismos
 No nos sustenta un sólido alimento
 Y bebida suave, nuestros miembros
 Su brío perderán, y el sentimiento
 Se acabara del todo en nuestros huesos: 			1020
 Porque nos alimentan ciertos cuerpos
 Como a las demás cosas, pues mezclados
 Los principios están, y son comunes
 De muchos modos a otros muchos cuerpos.
 De aquí la variedad en el sustento:
 Mucho importa saber de los principios
 La mezcla, situación y movimientos
 Recíprocos; los mismos constituyen
 El cielo, el mar, la tierra, sol y ríos,
 Los árboles, los frutos y animales: 				1030
 En cada verso de estos mismos cantos
 Verás que son comunes muchas letras
 De muchas voces: debes, sin embargo,
 Confesar que los versos y palabras
 Difieren entre sí, ya en la substancia,
 Ya en el mismo sonido que sentimos:
 Tanto pueden las letras variadas.
 Pero de la materia los principios
 De otros mil modos combinar se pueden
 Para criarse variedad de cosas. 					1040
 La Homeomeria también profundicemos
 De Anaxágoras, que es así llamada
 Entre los griegos, y en la lengua patria
 No permite nombrarla su pobreza;
 Pero es fácil decirlo con rodeos
 Y explicar la Homeomeria en su principio.
 Los huesos, a saber, de huesecitos;
 Las entrañas se forman de entrañitas;
 Muchas gotas de sangre congregadas
 Crían la sangre; y piensa que se forma 			1050
 De moléculas de oro el oro mismo;
 Que se forma la tierra, el fuego, el agua
 De sus pequeñas partes respectivas,
 Y que todos los cuerpos son formados
 De la unión de principios similares.
 Él no admite vacío en parte alguna,
 Y los cuerpos divide al infinito:
 Y yerra en ambas cosas, como aquellos
 Que antes de él los principios indagaron.
 Establece muy frágiles principios, 				1060
 Si el nombre de principios puede darse
 A los que son lo mismo que los cuerpos
 Endebles, se destruyen y perecen.
 En un ataque tan violento y fuerte,
 ¿Quién permanecerá? ¿quién de la muerte
 Cogido, escapará de entre sus garras?
 ¿El fuego? ¿el agua? ¿el aire? ¿sangre o huesos?
 Ninguno de estos cuerpos, según juzgo;
 Pues son perecederos como aquéllos
 Que vemos perecer a nuestros ojos: 				1070
 Nada puede a la nada reducirse,
 ¡Ni alguna cosa hacerse de la nada,
 Confirman mis probados argumentos.
 Por otra parte, como el alimento
 El cuerpo sustentado le engrandece,
 Se sigue que las venas y la sangre,
 Y los huesos y nervios se componen
 De heterogéneas partes: o substancias
 Mezcladas dirán ser los alimentos,
 Y que abrazan en si pequeños nervios, 			1080
 Y unas partes de sangre, y huesos, venas:
 Entonces los sustentos y bebidas
 De heterogéneas partes se componen.
 Si los cuerpos que nacen de la tierra
 Los contiene además ella en su seno,
 Debe constar de tan diversas partes
 Cuanto sus producciones son diversas:
 De los demás compuestos raciocino
 Del mismo modo; si la llama y humo
 Y ceniza están dentro en los leños, 				1090
 Los leños deben ser heterogéneos.
 Un solo medio de defensa tiene
 La opinión vacilante de Anaxágoras:
 Dél se vale, y pretende que los cuerpos
 Encierran en sí mismos los principios
 De todos los demás; pero que aquéllos
 Solamente divisan nuestros ojos
 Que están en mayor número mezclados,
 Y ocupan la primera superficie:
 La razón desaprueba este discurso; 				1100
 Porque fuera forzoso que los granos
 Cuando son quebrantados con la piedra
 Diesen muestras de sangre, o bien de partes
 Que alimentan el cuerpo; manaría
 Sangre, si se frotaran dos guijarros:
 Las hierbas destilaran igualmente
 Dulces gotas de leche tan sabrosa
 Como las ubres de lechera oveja:
 Destripando terrones, muchas veces
 Yerbas encontraríamos y granos 				1110
 Y árboles pequeñitos escondidos:
 Hendiendo la madera, en fin, se vieran
 Llamas pequeñas, y ceniza, y humo:
 Mas como la experiencia contradiga
 Estar así revueltos los principios,
 Deben comunes ser a todo cuerpo,
 Y estar diversamente colocados
 En los diversos cuerpos de los seres.
 Pero dirás que en montes empinados
 Las copas de los árboles robustos 				1120
 Del austro proceloso sacudidas
 Se entrechocan y arrojan vivas llamas:
 Es cierto, sí; mas no contienen fuego:
 Una porción de partes inflamables
 Por el frote en un punto reunidas
 El incendio originan de los bosques;
 Si tanto fuego en ellos se escondiera,
 No podría un momento refrenarse,
 Consumiera las selvas de continuo,
 Reduciendo a cenizas todo arbusto. 				1130
 Ya ves que importa mucho, como dije,
 El mixto conocer de los principios,
 Saber su movimiento y posiciones
 Recíprocos, porque los elementos
 Cambiados entre sí ligeramente
 Sacarían el fuego de los leños,
 Como si estas palabras ligna et ignes
 Si que sus letras alteremos mucho
 Con distinto sonido pronunciamos.
 Si crees que no pueden explicarse 				1140
 Ya, por fin, los fenómenos del mundo
 Sin que atribuyas a los elementos
 Naturaleza igual a la del cuerpo,
 Perecen los principios de las cosas;
 De modo que den grandes carcajadas
 De una trémula risa conmovidos,
 Y el semblante y mejillas humedezcan
 Llenándolos de lágrimas amargas.
 Escucha las verdades que me falta
 Hacerte conocer por modo claro.				1150
 Bien conozco que son bastante obscuras;
 Pero mi corazón ha sacudido
 Con fuerte tirso la esperanza grande
 De gloria, y juntamente ha derramado
 Suave amor de las musas en mi pecho;
 Del que agitado con briosa mente
 Recorro los lugares apartados,
 De las Piérides antes nunca hollados:
 Agrádame acercarme a fuentes puras,
 Y agotarlas bebiendo, y nuevas flores 			1160
 Agrádame coger para guirnalda
 Insigne con que ciña mi cabeza
 De un modo que las musas a ninguno
 Hayan antes las sienes adornado:
 Primero, porque enseño grandes cosas,
 De la superstición rompo los lazos
 Anudados que el ánimo oprimían;
 Después, porque compongo versos claros
 Sobre una cosa obscura, realzando
 Con poética gracia mis escritos. 					1170
 De la razón en esto no me aparto.
 Así, cuando los médicos intentan
 Hacer beber a un niño amargo ajenjo,
 Los bordes de la copa untan primero
 Con el licor de miel dulce y dorado,
 Para que, seduciendo y engañando
 La impróvida niñez, hasta los labios
 El amargo brebaje apure en tanto
 Y engañado no muera, sino que antes
 Convaleciendo así se restablezca; 				1180
 Del mismo modo, porque las más veces
 Parece trato yo de asuntos tristes
 Para aquéllos que no han jamás pensado,
 Y que al vulgo disgustan de los hombres,
 Con el suave canto de las musas.
 Quise explicarte mi sistema todo
 Y enmelarte con música pieria,
 Por si acaso pudiera de este modo
 Tenerte seducido con mis versos,
 Hasta que entera y fiel Naturaleza 				1190
 Sin velo ante tus ojos se presente.
 Mas porque te he enseñado que los cuerpos
 De la materia sólidos y eternos
 Giran perpetuamente indestructibles,
 Examinemos hora si la suma
 De éstos es infinita, o limitada;
 Si también el vacío establecido,
 Este lugar y espacio en que los cuerpos
 Se mueven además es limitado,
 O si es profundo, inmenso e infinito. 				1200
 Es infinito, pues, de suyo el todo,
 Pues aunque extremidad tener debía,
 Como cuerpo ninguno se concibe
 Sin que a él otro cuerpo le termine,
 De modo que la vista claramente
 Más allá de este cuerpo no se extienda,
 Confesemos por fuerza que no hay nada
 Más allá de la suma, pues no tiene
 Extremidad, de límites carece.
 El sitio que tu ocupas nada importa, 				1210
 Pues que por todas partes un espacio
 Te falta que correr ilimitado.
 Si además el espacio es limitado
 Y alguno se coloca en el extremo
 Y tira alguna flecha voladora,
 ¿Deseas que tirada con gran fuerza
 Vuele ligera por llegar al blanco,
 O piensas que la impide algún estorbo
 Su vuelo y no la deja ir adelante?
 Uno u otro es preciso que confieses. 				1220
 Cualquiera que tú elijas, a la fuerza
 Debes quitar los límites al todo:
 Porque bien sea obstáculo el que impida
 Y estorbe que la flecha llegue al blanco,
 O bien le pase, aquí no se da extremo:
 En donde pongas límites, yo al punto
 Preguntaré qué ha sido de la flecha:
 Jamás encontrarás así el extremo;
 Siempre su inmensidad deja un espacio
 Que recorra la flecha fugitiva. 					1230
 Además, que si la naturaleza
 Hubiera puesto límites al todo,
 Ya la materia con su mismo peso
 Se juntara en los sitios más profundos;
 Debajo de la bóveda del cielo
 Ninguna cosa se produciría,
 Ni el cielo ni la luz del Sol naciera;
 Como que la materia toda hundida
 Desde la eternidad amontonada
 Inerte yacería; pero ahora 						1240
 De cierto no reposan los principios,
 Porque ningún lugar profundo existe
 En donde puedan como reunirse
 Y colocar su asiento permanente;
 Y siempre un continuado movimiento
 Cría por todas partes nuevos seres,
 Y el infinito suministra siempre
 De una materia activa eterna copia.
 Que unos cuerpos, en fin, a otros limitan
 Claramente lo vemos: las montañas 				1250
 El aire circunscribe, a éste los montes;
 A los mares da límites la tierra,
 Y los mares limitan a las tierras;
 Nada hay que ponga límites al todo:
 Porque es de los lugares y el espacio
 Tal la naturaleza, que los ríos
 Clarísimos corriendo eternamente
 Alcanzar con su curso no podrían
 Los límites del mundo en parte alguna;
 Nada habrían andado: el universo, 				1260
 No conociendo límites, por todas
 Partes al infinito se dilata.
 Seguramente la naturaleza
 Impide que la suma de las cosas
 Pueda circunscribirse ella a si misma;
 Porque ha hecho que el vacío limitase
 Al cuerpo, éste al vacío; de este modo
 Ha dispuesto su obra ilimitada.
 Si el vacío tan sólo ilimitara,
 O hiciese limitada la materia, 					1270
 Ni la tierra, ni el mar, ni de los cielos
 Las bóvedas lucientes, ni los hombres,
 Ni de los dioses los sagrados cuerpos
 De existencia gozaran un instante:
 Pues la materia, sacudiendo el yugo,
 Se derramara por vacío inmenso,
 O más bien ella nunca concretada
 Ni un sólo cuerpo hubiera producido,
 Por no poderse unir diseminada.
 Porque seguramente los principios 				1280
 De la materia no se han colocado
 Con orden, con razón ni inteligencia,
 Ni han pactado entre sí sus movimientos;
 Antes diversamente combinados,
 Desde la eternidad por el espacio
 Agitados con choques diferentes,
 Juntas y movimientos van probando,
 Hasta que se colocan de manera
 Que esta suma criada se mantiene;
 La cual por muchos siglos conservada, 			1290
 Y puesta en conveniente movimiento,
 Hace con largas ondas que los ríos
 Abastezcan los mares insaciables;
 Que la tierra sus frutos reproduzca
 Con los rayos del Sol alimentada;
 Y que reproducidas las especies
 De los brutos florezcan, y que vivan
 Los fuegos celestiales resbalando:
 No sucediera si infinita copia
 De los principios no estuviera siempre 			1300
 Reparando las pérdidas continuas:
 Así como los brutos sin sustento
 Se van aniquilando, y por fin mueren;
 De la misma manera el todo debe
 Perecer al momento que materia
 De su recto camino extraviada
 No suministre pábulo a los cuerpos.
 No podrían los átomos externos
 Conservar a la suma congregada;
 Porque pueden con golpes repetidos 				1310
 Impedir que una parte se destina,
 Y dar tiempo a los átomos que lleguen
 A completar la suma; algunas veces,
 A rebotar no obstante precisados
 Espacio y tiempo, dan a los principios
 Para que se desunan libremente:
 Sin cesar es preciso se sucedan
 Los átomos; materia ilimitada
 Supone, pues esta presión eterna.
 Guárdate de creer en esto, Memmio, 				1320
 Lo que dicen algunos: que los cuerpos
 Se dirigen al centro de la suma,
 Y que del mundo la naturaleza
 No es detenida por eternos choques,
 Ni a parte alguna pueden escaparse
 El uno u otro extremo, porque todo
 Al centro se dirige. Si creyeres
 Que un ser puede en sí mismo sustentarse:
 Que los cuerpos pesados que tenemos
 Bajo los pies, gravitan hacia arriba: 				1330
 Que en dirección contraria son llevados,
 Como la imagen que en el agua vemos;
 Defiende con razones semejantes
 Que debajo vaguean animales,
 Que no pueden caerse de la tierra
 En las regiones ínfimas, del modo
 Que no pueden al cielo remontarse
 De suyo nuestros cuerpos; y que cuando
 Aquéllos ven el sol, nosotros vemos
 De noche las estrellas, y alternando 				1340
 Parten las estaciones con nosotros;
 Y que igualan sus días a los nuestros,
 Y a las suyas igualan nuestras noches.
 En ficciones groseras han caído
 Y en errores estúpidos los necios,
 Porque en principios falsos se apoyaron:
 Pues en una extensión ilimitada
 No entienden que no puede darse un centro,
 Y aun cuando supongamos que existiera,
 No se vieran los cuerpos obligados 				1350
 A pararse más bien aquí que en otra
 Cualquiera parte o sitio del espacio;
 Pues la naturaleza del vacío
 Cede a los cuerpos graves, hacia el centro
 Se dirijan, o no; porque no hay sitio
 En que los cuerpos una vez llegados
 Pierdan su pesadez, y se detengan;
 El vacío a los cuerpos dará paso;
 Así lo exige su naturaleza:
 No impedirá la desunión del todo 				1360
 Este deseo que los lleva al centro.
 También además fingen que hacia el centro
 No es común la tendencia a todo cuerpo;
 Los que de tierra o agua se componen
 Se dirigen a él, como los mares,
 Y las que salen de soberbios montes
 Y lo que encierra en sí cuerpo terrestre:
 Pero del aire las sutiles auras
 Y las llamas ligeras se retiran
 Del centro: que por eso centellea 				1370
 Todo el éter con fuegos y se nutre
 Del Sol la antorcha en azulado cielo;
 Porque el calor del centro fugitivo
 Recoge allí sus fuegos (no pudiera
 Los animales sustentar la tierra
 Ni del árbol las ramas hojecieran
 Si el jugo alimenticio no les diese
 Colocan más allá de las estrellas
 El firmamento, para que los fuegos
 Del cielo, libres, y del centro huyendo 			1380
 A la manera de voraces llamas,
 No traspasen los límites del mundo
 Y desordenen la naturaleza,
 Ni el cielo se desplome con sus rayos,
 Ni se abra la tierra de repente
 Debajo de los pies, y nuestros cuerpos
 Caigan en el abismo sepultados,
 Descompuestos, envueltos en ruinas
 De tierra y cielo; así que en un instante
 Más que soledad vasta no quedara, 				1390
 Y principios sin fuerza: en cualquier parte
 Que empieces, pues, a disolver los cuerpos
 Te hallarás una puerta siempre franca
 De destrucción, por donde la materia
 Amontonada escapará volando.
 Si estos conocimientos que te ofrece
 Mi humilde musa, hubieres comprendido,
 Porque con una cosa otra se ilustra,
 No te robará el paso obscura noche
 Sin que penetres los secretos hondos 				1400
 De la naturaleza: de este modo
 Unas verdades esclarecen otras. 				1402