Sobre la naturaleza de las cosas: 01
Apariencia
Libro I
Engendradora del romano pueblo, 1
Placer de hombres y dioses, alma Venus: Debajo de la bóveda del cielo, Por do miran los astros resbalando, Haces poblado el mar, que lleva naves, Y las tierras fructíferas fecundas; Por ti todo animal es concebido Y a la lumbre del sol abre sus ojos; De ti, diosa, de ti los vientos huyen; Cuando tú llegas, huyen los nublados; 10 Te da suaves flores varia tierra; Las llanuras del mar contigo ríen, Y brilla en larga luz el claro cielo. Al punto que galana primavera La faz descubre, y su fecundo aliento Robustece Favonio desatado, Primero las ligeras aves cantan Tu bienvenida, diosa, porque al punto Con el amor sus pechos traspasaste: En el momento por alegres prados 20 Retozan los ganados encendidos, Y atraviesan la rápida corriente: Prendidos del hechizo de tus gracias Mueren todos los seres por seguirte Hacia do quieres, diosa, conducirlos; Por último, en los mares y en las sierras, Y en los bosques frondosos de las aves, Y en medio de los ríos desbordados, Y en medio de los campos que verdecen, El blando amor metiendo por sus pechos, 30 Haces que las especies se propaguen. Pues como seas tú la soberana De la naturaleza, y por ti sola Todos los seres ven la luz del día, Y no hay sin ti contento ni belleza, Vivamente deseo me acompañes En el poema que escribir intento De la naturaleza de las cosas, Y dedicarle a mi querido Memmio, A quien tú, diosa, engalanar quisiste 40 En todo tiempo con sublimes prendas: Da gracia eterna, diosa, a mis acentos. Haz que entretanto el bélico tumulto Y las fatigas de espantosa guerra Se suspendan por tierras y por mares; Porque puedes tú sola a los humanos Hacer que gusten de la paz tranquila; Puesto que las batallas y combates Dirige Marte, poderoso en armas, Que arrojado en tu seno placentero, 50 Consumido con llaga perdurable, La vista en ti clavada, se reclina, Con la boca entreabierta, recreando Sus ojos de amor ciegos en ti, diosa, Sin respirar, colgado de tus labios. Ya que descansa en tu sagrado cuerpo, Inclinándote un poco hacia su boca, Infúndele tú, diosa, blando acento: Ínclita medianera de las paces, Pídesela en favor de los romanos; 60 Porque no puedo consagrarme al canto Entre las guerras de la patria mía, ni puedo yo sufrir que el noble Memmio Su defensa abandone por oírme. Óyeme, Memmio, tú con libre oído, Y sin cuidados al saber te entrega: No desprecies mis dones, trabajados En honra tuya con sincero afecto, Sin penetrar primero en lo que digo: Porque serán materia de mi canto 70 La mansión celestial, sus moradores; De qué principios la naturaleza Forma todos los seres, cómo crecen, Cómo los alimenta y los deshace Después de haber perdido su existencia: Los elementos que en mi obra llamo La materia y los cuerpos genitales, Y las semillas, los primeros cuerpos, Porque todas las cosas nacen de ellas. Pues la naturaleza de los dioses 80 Debe gozar por sí con paz profunda De la inmortalidad: muy apartados De los tumultos de la vida humana, Sin dolor, sin peligro, enriquecidos Por sí mismos, en nada dependientes De nosotros; ni acciones virtuosas Ni el enojo y la cólera les mueven. Cuando la humana vida a nuestros ojos Oprimida yacía con infamia En la tierra por grave fanatismo, 90 Que desde las mansiones celestiales Alzaba la cabeza amenazando A los mortales con horrible aspecto, Al punto un varón griego osó el primero Levantar hacia él mortales ojos Y abiertamente declararle guerra: No intimidó a este hombre señalado La fama de los dioses, ni sus rayos, Ni del cielo el colérico murmullo. El valor extremado de su alma 100 Se irrita más y más con la codicia De romper el primero los recintos Y de Natura las ferradas puertas. La fuerza vigorosa de su ingenio Triunfa y se lanza más allá los muros Inflamados del mundo, y con su mente Corrió la inmensidad, pues victorioso Nos dice cuáles cosas nacer pueden, Cuáles no pueden, cómo cada cuerpo Es limitado por su misma esencia: 110 Por lo que el fanatismo envilecido A su voz es hallado con desprecio; ¡Nos iguala a los dioses la victoria! Mas temo mucho en esto que te digo Pienses acaso no te dé lecciones De impiedad, enseñándote el camino De la maldad: por el contrario, ¡oh Memmio! De acciones execrables y malvadas Fue causa el fanatismo muchas veces: A la manera que en Aulide un tiempo 120 El altar de Diana amancillaron Torpemente en la sangre de Ifigenia La flor de los caudillos de los griegos, Los héroes más famosos de la tierra: Después que rodearon la cabeza De la doncella con fatales cintas, Que por ambas mejillas la colgaban: Cuando vio que su padre entristecido Estaba en pie del lado de las aras, Y junto a él tapando los ministros 130 El cuchillo, y que el pueblo derramaba En su presencia lágrimas a mares; Muda de espanto, la rodilla en tierra Como una suplicante desgraciada, No la valía en tan fatal momento Haber dado al monarca la primera De padre el nombre; porque arrebatada Por varoniles manos, y temblando, Fue llevada al altar, no como hubiera En himeneo ilustre acompañada 140 Ido a las aras con solemne rito; Antes, doncella, en el instante mismo De sus bodas cayese degollada A manos de su padre impuramente, Como infelice víctima inmolada Para dar a la escuadra buen suceso: ¡Tanta maldad persuade el fanatismo! De aterradores cuentos fatigado Referidos por todos los poetas, Quizá huirás de mí también tú, Memmio, 150 Juzgándome inventor de sueños vanos Que sin cesar toda tu vida agiten, Y el temor emponzoñe tu ventura. Y con razón; pues si los hombres viesen Que cierto fin tenían sus desdichas, En alguna manera se armarían, Resistirían contra el fanatismo Y amenazas terribles de poetas: Pero no hay medio alguno de hacer frente, Porque se han de temer eternas penas 160 Más allá de la muerte; no sabemos Cuál es del alma la secreta esencia: Si nace, o si al contrario, se insinúa Al nacer en el cuerpo, y juntamente Muere ella con nosotros; si del Orco Corre vastas lagunas tenebrosas; Si por orden divina va pasando De cuerpo en cuerpo de los otros brutos, Como cantó nuestro Ennio, que el primero De las cumbres amenas de Elicona 170 Trajo guirnalda de verdor perenne Que las gentes latinas ensalzaron: A pesar de que en versos inmortales Ennio afirmó los infernales templos, En los que ni los cuerpos, ni las almas, Sino unos macilentos simulacros De figura espantable sólo habitan: Dice que allí del inmortal Homero La sombra vio, que se deshizo en llanto, Y los arcanos del saber le expuso. 180 Por lo que antes que entremos en disputa De las cosas de arriba, y expliquemos Del sol y de la luna la carrera; Cómo en la tierra se produce todo; Principalmente con sagaz ingenio Del ánimo y del alma los principios Constitutivos es bien indaguemos: Y por qué los objetos que hemos visto En la dolencia asustan, y en el sueño, De modo que parece contemplamos 190 Y hablamos cara a cara con los muertos, Abrazando la tierra ya sus huesos. No se me oculta que en latinas voces Es difícil empresa el explicarte Los inventos obscuros de los griegos, Principalmente cuando la pobreza De nuestra lengua, y novedad de objeto Harán que forme yo vocablos nuevos: Pero tu virtud, Memmio, sin embargo, Y el placer cierto de amistad suave 200 Me inducen a sufrir cualquier trabajo Y a velar en la calma de las noches, Buscando de qué modo y de qué verso Pueda en tu mente derramar las luces Que todos los secretos te descubran. Preciso es que nosotros desterremos Estas tinieblas y estos sobresaltos, No con los rayos de la luz del día, Sino pensando en la naturaleza. Por un principio suyo empezaremos: 210 Ninguna cosa nace de la nada; No puede hacerlo la divina esencia: Aunque reprime a todos los mortales El miedo de manera que se inclinan A creer producidas por los dioses Muchas cosas del cielo y de la tierra, Por no llegar a comprender sus causas. Por lo que cuando hubiéremos probado Que de la nada nada puede hacerse, Entonces quedaremos convencidos 220 Del origen que tiene cada cosa; Y sin la ayuda de los inmortales De qué modo los seres son formados. Porque si de la nada fuesen hechos, Podría todo género formarse De toda cosa sin semilla alguna. Los hombres de la mar nacer podrían, De la tierra los peces y las aves, Lanzáranse del cielo los ganados, Y las bestias feroces como hijos 230 De la casualidad habitarían Los lugares desiertos y poblados: Los mismos frutos no daría el árbol, Antes bien diferentes los daría: Todos los cuerpos produjeran frutos; Pues careciendo de principios ciertos, A las cosas ¿qué madre señalamos? Pero es porque los seres son formados De unas ciertas semillas de que nacen Y salen a la luz; en donde se hallan 240 Sus elementos y primeros cuerpos: Por lo que esta energía circunscribe La generación propia a cada especie. Además, ¿por qué causa en primavera Vemos nacer la rosa, y en estío Los frutos sazonados, y las viñas En los días hermosos del otoño? Sino porque a su tiempo las semillas Determinadamente se reúnen; Sale la creación si ayuda el tiempo; 250 La tierra vigorosa con certeza Da a luz sus tiernos hijos: si naciesen De la nada, saldrían al momento, En tiempo incierto y estación contraria: Pues que carecerían de principios Cuya unión el mal tiempo no impidiera. Ni para su incremento cualquier cuerpo De tiempo y conjunción de las semillas Necesitara, si crecer pudiese De la nada: pues jóvenes se harían 260 En un instante los pequeños niños; Y apenas los arbustos asomasen, De repente a las nubes se alzarían: Y vemos que sucede lo contrario, Puesto que poco a poco van creciendo, Imprimiendo un carácter cierto y fijo Con su propio crecer a cada especie. Venir puedes de aquí en conocimiento Que cada cuerpo crece y se sustenta De su materia propia y de su jugo. 270 Además, que la tierra no daría Sin ciertas lluvias sus alegres frutos; Ni el animal privado de alimento Su especie propagara, ni podría Conservarse a sí mismo: antes diremos Que muchos elementos son comunes A muchos individuos, así como Las letras a los nombres: pues sentemos Que sin principios nada existir puede. ¿Qué impidió, en fin, a la naturaleza 280 Para que hombres tamaños nos hiciese Que vadear pudiésemos los mares, Arrancar con las manos las montañas, Y vencer muchos siglos con la vida, Sino porque ha fijado los principios Para las creaciones de los seres? Nada, pues, de la nada puede hacerse, Puesto que necesita de semilla Cualquiera cosa para ser criada, Y del aire salir al aura tierna. 290 Porque vemos, en fin, aventajarse A los eriales las labradas tierras Y mejorar la tierra con cultivo, Inferimos de aquí existir en ella Partes elementales que nosotros Hacemos producir, con el arado, Los fecundos terrones revolviendo, Y sujetando el suelo de la tierra: Luego si estos principios no existiesen, La perfección de suyo adquirirían. 300 A esto se junta que naturaleza Nada aniquila, sino que reduce Cada cosa a sus cuerpos primitivos; Si los principios fueran destructibles, De nuestra vista luego arrebatado Cada ser pereciera en el momento; Inútil, pues, sería toda fuerza Que turbase la unión de los principios, Y rompiese sus lazos: pero ahora, Porque los elementos son eternos, 310 Sufrir no puede la naturaleza Ponerlos a la vista destruidos, Sino cuando una fuerza extraordinaria El cuerpo hirió, le penetró y deshizo. Además, que si el tiempo aniquilase Todo lo que arrebata a nuestros ojos, Acabando con toda la materia, ¿De dónde Venus a sacar volviera Todos los seres a la luz de vida? ¿Cómo reproducidos la alma tierra 320 Los alimenta, cómo da incremento, En general los pastos repartiendo? ¿Cómo los ríos y las fuentes bellas De tan lejos al mar tributarían? ¿Cómo el éter sustenta las estrellas? Pues si los elementos son mortales, Tantos siglos y días deberían Haber todas las cosas consumido: Luego son inmortales los principios, Si la naturaleza los obliga 330 A las reproducciones de los seres: Ninguna cosa puede aniquilarse. La misma fuerza y causa últimamente Acabaría con los cuerpos todos Si la materia eterna no tuviera Estos entre sí unidos y enlazados: El tacto sólo les daría muerte, Porque no siendo eternos sus principios, Cualquiera fuerza a aniquilarlos basta. Mas como el nexo de sus elementos 340 Diferencia los cuerpos unos de otros, Y como es la materia indestructible, Cada cuerpo subsiste ileso en tanto No reciba algún choque, que desuna La textura y unión de sus principios: Luego no se aniquila cosa alguna; Antes bien, destruido cualquier cuerpo, Se vuelve a sus primeros elementos. En fin, ¿perecen las copiosas lluvias Cuando las precipita el padre éter 350 En el regazo de la madre tierra? No: pues hermosos frutos se levantan, Los ramos de los árboles verdean, Crecen y se desgajan con el fruto. Sustentan a los hombres y alimañas, De alegres niños pueblan las ciudades, Por cualquier parte en las frondosas selvas Se oyen los cantos de las aves nuevas, Y los rebaños de pacer cansados Tienden sus cuerpos por risueños pastos, 360 Y sale de sus ubres retestadas Copiosa y blanca leche; sus hijuelos De pocas fuerzas por la tierna hierba Lascivos juguetean, conmovidos Del placer de mamar la pura leche: Luego ningunos cuerpos se aniquilan; Pues la naturaleza los rehace, Y con la muerte de unos otro engendra. Puesto que te he enseñado que los seres No pueden engendrarse de la nada, 370 Ni pueden a la nada reducirse; No mires con recelo mi enseñanza, Al ver que con los ojos no podemos Descubrir los principios de las cosas; Sin embargo es preciso que confieses Que hay cuerpos que los ojos no perciben. La fuerza enfurecida de los vientos Revuelve el mar, y las soberbias naves Derriba, y desbarata los nublados; Con torbellino rápido corriendo 380 Los campos a la vez, saca de cuajo Los corpulentos árboles, sacude Con soplo destructor los altos montes; El ponto se enfurece con bramidos, Y con murmullo aterrador se ensaña. De aquí seguramente inferiremos Que los vientos son cuerpos invisibles, Que barren tierra, mar, y en fin el cielo, Y esparcen por el aire los destrozos: No de otro modo corren y destrozan, 390 Que cuando un río de tranquilas aguas De repente sus márgenes ensancha Enriquecido de copiosas lluvias Que de los montes a torrentes bajan Amontonando troncos y malezas: Ni los robustos puentes la avenida Impetuosa sufren de las aguas; En larga lluvia rebosando el río, Con ímpetu estrellándose en los diques, Con horroroso estruendo los arranca, 400 Y revuelve en sus ondas los peñascos, Con furor arrollando todo osbtáculo; Del mismo modo los furiosos vientos Semejantes a un río impetuoso Se arrojan sobre un cuerpo, y le sacuden, Y lo llevan delante con gran fuerza, En remolino a veces le arrebatan; Mil vueltas le hacen dar a la redonda. Diré y repetiré yo que los vientos Son cuerpos invisibles: sus efectos 410 Y su naturaleza nos lo muestran, Puesto que emulan a los grandes ríos. Sentimos, además, varios olores, Y en la nariz tocando no los vemos; Ni el calor percibimos, ni los fríos, Ni las voces tampoco ver solemos Que la naturaleza de los cuerpos Es preciso que tenga, porque pueden Impeler los sentidos: nada puede Tocar y ser tocado sino el cuerpo. 420 Por último; en las playas resonantes Los vestidos colgados se humedecen, Y tendidos al sol se enjugan luego: Ni cómo se empaparon ver podemos Ni cómo se enjugaron con la lumbre: En partículas tenues se divide El agua de manera que no pueden Verse de modo alguno con los ojos. Después de cierto número de soles El anillo se gasta en vuestro dedo, 430 El gotear la piedra agujerea, La reja del arado ocultamente En los surcos se gasta, y con los pasos Los empedrados desgastarse vemos; En las puertas también las manos diestras De cobreñas estatuas se adelgazan Con los besos continuos de unos y otros; Pues que gastadas vemos se atenúan: Pero no quiso la naturaleza Descubrirnos su pérdida instantánea, 440 Celosa de que viesen nuestros ojos El lento crecimiento con que obliga A aumentarse los cuerpos cada día, Ni cómo se envejecen con el tiempo, Ni qué pérdidas tienen los peñascos De sales roedoras carcomidos, Que a los mares dominan y amenazan: Luego sólo obra la naturaleza De imperceptibles cuerpos ayudada. No está ocupado todo por los cuerpos, 450 Porque se da vacío entre las cosas: Al entenderlo cogerás el fruto, Ni andarás entre dudas vacilante, Ni de continuo buscarás la esencia, Ni desconfiarás de mis escritos. Un espacio se da desocupado, Impalpable, vacío: el movimiento Sin este espacio no concebirías; Porque propiedad siendo de los cuerpos La resistencia, nunca cesarían 460 De andar entrechocándose unos y otros: Imposible sería el movimiento, Pues ningún cuerpo se separaría: Por los mares ahora y por las tierras Y por los altos cielos, con los ojos Vemos mil movimientos diferentes: Y sin vacío no tan solamente De agitación continua carecieran Los cuerpos, mas también, ni aun engendrados Hubieran sido; porque la materia 470 Quieta se hubiera estado eternamente. Aunque creamos sólidos los cuerpos, Los vemos penetrables: por las rocas Copiosas gotas por doquier chorrean; Por todo el animal corre el sustento; Los árboles crecidos dan el fruto En tiempo señalado a manos llenas, Porque la savia desde las raíces Por troncos y por ramas se difunde; Y las voces penetran las paredes, 480 Recorren los secretos de las casas; Hasta los huesos nos penetra el frío; Sin vacío los cuerpos no pudieran Trasladarse a otro punto en modo alguno. En fin ¿cómo unas cosas se aventajan A las otras en peso, y no en figura? Pues si un vellón de lana pesa tanto Como un cuerpo de plomo, en equilibrio Debe estar la balanza; la materia Hace peso hacia abajo; luego queda 490 Sin pesadez por su naturaleza El vacío: pues si me das dos cuerpos En una superficie comprendidos, El más ligero es el de más vacío, El más denso será de mayor peso; La razón nos demuestra claramente Un vacío existir diseminado. Mas porque nadie pueda seducirte, Me adelanto a ponerte de antemano De algunos el capcioso raciocinio. 500 Sostienen que a los peces relucientes Les abre el agua líquidos caminos, Que después el espacio abandonado Se ocupa por la onda retirada: Pueden moverse así y mudar de sitio Todos los demás cuerpos sin vacío. En razón falsa estriba el argumento; ¿Cómo podrán los peces menearse Si las aguas no dan lugar vacío. ¿Cómo refluirán las aguas mismas 510 Cuando los peces no darán un paso? O los cuerpos privar de movimiento O el espacio vacío confesemos Que principia a mover todos los cuerpos. Con rapidez separa tú dos cuerpos Planos y que entre sí estén bien unidos, Verás cómo se forma allí un vacío Que no puede a la vez llenar el aire: Le va ocupando todo poco a poco. Si por fortuna alguno presumiera 520 Que de dos superficies separadas El espacio intermedio es ocupado Del aire condensado anteriormente, Se engaña; pues se forma allí un vacío Entonces que no hubo antes, y se llena El vacío existente: de este modo El aire ya no puede condensarse; Y aun dado que pudiese, como dicen, No podría a mi juicio sin vacío Sus partes recoger y reducirlas 530 A volumen menos; para escaparte Cualquier dificultad que me objetares, Es preciso confieses el vacío. Yo podría traerte muchas pruebas Que mis razones más acreditasen: A tu penetración estos ensayos Son suficientes, si indagando sigues, Porque así como muy frecuentemente Rastrean las querencias enramadas De las fieras monteses y los canes, 540 Cuando dieron por fin con rastro cierto, Así de consecuencia en consecuencia Darás en general con los arcanos De la naturaleza, y de sus senos Sacarás la verdad. No te empereces. Si te apartares algo de mi objeto, Me atrevo, Memmio, a hacerte esta promesa. Se agotarán los grandes manantiales Donde he bebido yo largas noticias, Mi rico pecho dejará primero 550 De derramarlas con suave labio, Y a paso lento la vejez tardía Habrá ocupado todos nuestros miembros, Y el principio vital habrá disuelto, Primero que por medio de mis versos Haya agotado esta materia inmensa. A nuestros raciocinios ya volvamos: Estriba, pues, toda naturaleza, En dos principios: cuerpos y vacío En donde aquéllos nadan y se mueven: 560 Que existen cuerpos, el común sentido Lo demuestra; principio irresistible Sin el cual la razón abandonada De errores en errores se perdiera. Si no existiera, pues, aquel espacio Que llamamos vacío, no estarían Los cuerpos asentados, ni moverse Podrían, como acabo de decirte. Además del espacio y el vacío, No conocemos en naturaleza 570 Una clase tercera independiente De los principios dichos: lo que existe Es necesariamente de pequeña O de grande extensión: si lo sintiere El tacto aunque ligera y levemente, Debemos colocarlo entre los cuerpos, Y al todo seguirá. Pero si fuere Impalpable, y ninguno de sus puntos A la penetración resistir puede, Este espacio y lugar llamo vacío. 580 En general los seres son activos; O bien a la acción de otros se sujetan, O bien el movimiento proporcionan, Y la existencia, pues los cuerpos solos Pueden ser o activos o pasivos: Sólo el vacío puede darles sitio: Luego no existe en la naturaleza Más que los cuerpos dichos, y el vacío: No pueden alcanzarlo los sentidos, Ni el espíritu humano comprenderlo. 590 Lo que no sea materia ni vacío, Propiedad o accidente es de uno o de otro. Las propiedades son inseparables Del sujeto; tan solamente cesan Cuando éste es destruido; así en la piedra Tal es la pesadez, tal en el fuego Es el calor, fluidez tal en el agua, La tangibilidad tal en los cuerpos Y tal su privación en el vacío. Los que llamar solemos accidentes, 600 Como la libertad y servidumbre, La pobreza y caudales desmedidos, La paz y guerra, sólo son maneras De ser, que con su ausencia o su presencia Lo esencial no trastornan del sujeto. El tiempo no subsiste por sí mismo: La existencia continua de los cuerpos Nos hace que distingan los sentidos Lo pasado, presente, y lo futuro;. Ninguno siente el tiempo por si mismo, 610 Libre de movimiento y de reposo. En fin, cuando nos dicen haber sido Robada Elena y las troyanas gentes Haber sido con guerra sujetadas, Nadie nos fuerce a confesar que pueden Existir por sí mismos estos hechos, Después que el tiempo irrevocable hubo Los siglos y sucesos engullido; Porque en diversos tiempos y regiones Cuantas cosas pasaron, pasar pueden, 620 Mas sin materia, ni lugar ni espacio, Todo acontecimiento es imposible. Sin materia, por fin, y sin vacío, La hermosura de Elena nunca hubiera Los célebres combates encendido De una guerra cruel que fomentaba El pecho ardiente de Alejandro frigio: No incendiara el caballo de madera De Pérgamo las torres sublimadas Con el parto nocturno de los griegos. 630 Ya puedes ver que todos los sucesos Que agitan y revuelven nuestro globo No existen en verdad como los cuerpos, Ni son como el vacío, sino simples Cambios de los principios; accidentes Que al espacio o los cuerpos se refieren. Llamamos cuerpos a los elementos Y a los compuestos que resultan de ellos: Los elementos son indestructibles, Porque su solidez triunfa de todo. 640 Te costará trabajo persuadirte Que existen cuerpos sólidos: el rayo Atraviesa los muros, así como Las voces y los gritos: se caldea El hierro si le metes en la fragua; Peñas ardiendo arrojan los volcanes; El oro se liquida en los crisoles; El cobre se derrite como el hielo; El frío y el calor de los licores Sentimos en los vasos que bebemos: 650 De solidez perfecta no tenemos Idea cierta y experiencia clara. Mas la razón y la naturaleza Esta verdad nos hacen que entendamos: óyeme en pocos versos: los principios Que componen el gran todo criado Tienen un cuerpo sólido y eterno. Después, como los cuerpos y el espacio Por su naturaleza son opuestos, Es preciso que existan uno y otro 660 Enteramente puros por sí mismos: El vacío repugna todo cuerpo, La materia al vacío de sí aleja: Luego sólidos son y sin vacío Los elementos, los primeros cuerpos. Pues que se da en los cuerpos el vacío, Deben de partes sólidas cercados Estar estos vacíos. Repugnante En los cuerpos sería dar vacío, Si a las paredes que rodean éste 670 La solidez quitamos. Las paredes El agregado son de la materia: Luego como los cuerpos se destruyan, Es la materia sólida y eterna. Sólido fuera el todo sin vacío: Y sin cuerpos que ocupen el espacio, Vacío inmenso fuera el universo, Por el contrario. El cuerpo y el espacio Son respectivamente muy distintos, Pues que no existe lleno ni vacío 680 Perfecto: los principios y elementos Diferencian el lleno del vacío. No puede disolverlos choque externo, Ni puede penetrar extraña fuerza A su tejido: ni de acción extraña Pueden recibir daño, como he dicho. Mas cómo pueda un cuerpo sin vacío Ser roto, dividido o descompuesto, Seguramente yo no lo concibo: Él es a la humedad inaccesible, 690 Al frío y al calor, que son las causas Destructoras de todo: así observamos Que cuanto más los cuerpos son sujetos A estas causas que van menoscabando, Encierran más vacío en su tejido: Luego si constan los primeros cuerpos De solidez, y no tienen vacío, Eternos han de ser forzosamente. Si no fuesen eternos, a la nada Todo el mundo se hubiera reducido: 700 Pero como la nada no produce Ni aniquila los seres, es preciso Que eternos sean los primeros cuerpos, Pues los destruyen y los reproducen Todos los seres: luego los principios La simplicidad sólida contienen, Porque sin ella no hubieran podido Durante tantos siglos conservarse, Ni reparar los seres de continuo. En fin, si hubiera la naturaleza 710 A límites precisos reducido La divisibilidad de la materia, Los elementos del gran todo hubieran En la revolución de tantos siglos Llegado luego a tal acabamiento, Que de su unión los cuerpos producidos Alcanzar no pudieran su incremento. Como un cuerpo más pronto se destruya Que lo que tarda el mismo en rehacerse, Las pérdidas que hubiera padecido 720 En la edad precedente, irreparables Fueran sin duda alguna en las siguientes: Pero constantemente se reparan De su menoscabar todos los cuerpos, Y los vemos llegar a plazos fijos A aquella perfección que les compete, La división de la materia tiene Límites invariables y precisos. Solidísimos son los elementos: Mas como en todo cuerpo haya vacío, 730 Pueden hacerse blandos como el agua, El aire, tierra y fuego; y al contrario, Si damos que son muelles los principios, El pedernal, el hierro, como puedan Consistencia tomar no explicaremos. Porque en sus obras la naturaleza Sobre sólidas bases no estribara. Sólidos son y simples los principios, Pues su unión más o menos apretada Resistencia y dureza da a los cuerpos. 740 La duración, por fin, y el crecimiento De los cuerpos ha la naturaleza Determinado y su poder medido. No padecen mudanza las especies, Ni las generaciones se varían, Como las clases diferentes de aves Están de ciertas manchas salpicadas; Porque son inmutables las especies. Si admitimos mudanza en los principios No sabremos qué pueda producirse 750 Y qué no pueda, y cómo se limitan Los cuerpos, cómo pueden traer los siglos Naturaleza, vida, movimiento, Y las mismas costumbres de los padres. La extremidad de un átomo es un punto Tan pequeño, que escapa a los sentidos; Debe sin duda carecer de partes: Él es el más pequeño de los cuerpos, Ni estuvo ni estará jamás aislado; Es una parte extrema, que juntada 760 Con otras y otras partes semejantes, Forman así del átomo la esencia. Si del átomo, pues, los elementos. De existencia carecen separados, Será su unión tan íntima y estrecha, Que no hay fuerza capaz de separarlos. De simple solidez los elementos Y partes muy delgadas se componen; Su unión no es un compuesto heterogéneo, Sino simplicidad eterna. Quiere 770 De este modo formar naturaleza Los cuerpos, sin que alguna de sus partes Separación o menoscabo sufra. Además, si nosotros no admitimos De división un término preciso, Se compondrán los cuerpos más pequeños De infinidad de partes, caminando De mitad en mitad al infinito. ¿Qué diferencia habrá de un cuerpo grande Al cuerpo más pequeño? Suponiendo 780 Que el todo es infinito, sin embargo, De partes infinitas igualmente Se compondrán los átomos más breves: Mas como la razón no lo comprenda, Convencido es preciso que confieses Que los simples corpúsculos terminan La división y solidez eterna. Si la naturaleza creadora No acostumbrase a reducir los seres A sus mínimas partes, no podría 790 Rehacer unos de otros, destruídos: Pues siendo todavía divisibles, No podría enlazarse la materia, Ni tener pesadez, ni ser chocada, Ni encontrarse con otro ni moverse, Causas engendradoras de los seres. Si divisibles fueran los principios Al infinito, es fuerza que existieran Desde la eternidad cuerpos intactos: Mas como sean frágiles, no pueden 800 Haber por tantos siglos resistido A innumerables choques de continuo. Y por esta razón los que creyeron Que el fuego era el origen de las cosas, En un error grosero han incurrido. Esta opinión Heráclito defiende Como primer caudillo, celebrado Por su obscuro lenguaje entre los griegos Superficiales, más que por los sabios Que buscan la verdad: porque los necios 810 Aman y admiran más lo que está envuelto En misteriosos términos; su oreja Suavemente puede ser herida Y embelesada con gracioso ruido: Y el dulce halago a la verdad prefieren. A Heráclito pregunto: ¿de qué modo Podrían existir tan varias cosas Si del fuego purísimo nacieran? Rarificar o condensar el fuego De nada serviría, si sus partes 820 Se compusiesen de la misma esencia Que tiene todo el fuego: reunidos Los elementos, fuego más activo Tendremos, y más flojo separados: Bien condensemos o rarifiquemos El fuego, como habemos ya probado, No se pueden formar cuerpos distintos. Y si éstos reconocen el vacío, Enrarecer y condensar el fuego Podrán; pero se quedan en silencio 830 Viendo se contradicen a sí mismos, Y evitan admitir puro vacío; Y mientras huyen las dificultades Se apartan del camino verdadero. El vacío quitado, no reparan Que debe condensarse todo cuerpo, Y no formar más que uno, cuyas partes Condensadas no pueden escaparse Como el calor y luz que arroja el fuego: Luego de partes densas no se forman. 840 Porque si en defender ellos se obstinan Que las partes del fuego recogidas Se apagan y se mudan, a la nada El fuego elementar reducirían, Y todo nacería de la nada; No puede un cuerpo transmutar su esencia Sin que deje de ser lo que antes era. Deben, pues, conservar los elementos Del fuego aquella su naturaleza, Para que ni los cuerpos se aniquilen 850 Ni el gran todo renazca de la nada. Mas aunque existen en naturaleza Algunos cuerpos de inmutable esencia, Que con aumentos o disminuciones Y con combinaciones diferentes Hacen cambiar la esencia de los cuerpos, No son éstos corpúsculos de fuego. Añadir o quitar no importaría, Ni cambiarles el orden, pues de fuego Tendrían todos la naturaleza, 860 Y del fuego los cuerpos se engendraran. Así es como yo pienso que se forman: Existen ciertos cuerpos, cuyo encuentro, Figura, situación y movimiento Y orden forman el fuego; trastornados, Su esencia mudan. Estos elementos Ni son de fuego, ni otra cosa alguna Que pueda enviar cuerpos al sentido, Y palparlos el tacto si se arriman. Decir que todo lo compone el fuego, 870 Y que éste es el principio de las cosas, Que es lo mismo que Heráclito establece, Me parece locura consumada. Ataca los sentidos por sí mismos, Los destruye y nos roba la creencia Que pende de los mismos por los cuales El fuego conoció; pues se persuade Que conocen el fuego los sentidos, Y lo demás no cree que es tan claro: Muy necio y delirante me parece. 880 ¿Adónde la verdad encontraremos? ¿Quién mejor que el sentido puede hacernos Lo falso distinguir y verdadero? ¿Por qué, pues, quitará alguno los cuerpos, Dejando por principio sólo el fuego, O quitándole a éste su existencia, Los demás cuerpos dejará tan sólo? Uno y otro parece igual delirio. Aquéllos que creyeron ser el fuego La materia y la suma de los cuerpos; 890 Y los que por principio establecieron El aire creador, los que pensaron El agua misma hacer por sí los cuerpos, Y que la tierra lo criaba todo, Y que en cualquiera cuerpo se mudaba, En errores grandísimos cayeron. Añadamos también los que duplican Los elementos, cuando al fuego juntan Con el aire, y la tierra con el agua; Los que aire, tierra, lluvia y fuego tienen 900 Por creadores de los cuerpos todos. Empédocles, el hijo de Agrigento, Va a su frente, nacido en las orillas Triangulares de la isla celebrada Por las ondas azules del mar Jonio Que la baña y rodea con mil vueltas, Y que con altas encrespadas olas Por un angosto estrecho la divide De las playas y términos de Italia. Aquí habita Caribdis anchurosa, 910 Aquí etnéos murmullos amenazan De llamas recoger nuevos furores, Vomitar un volcán por sus gargantas, Y de nuevo lanzar a las estrellas Relámpagos de fuego: ciertamente Esta región que admiran las naciones, Óptima en bienes, prodigiosa grande, De valerosos héroes guarnecida, No tuvo en si varón más señalado, Más asombroso, caro y respetable; 920 De su divino pecho las canciones Pregonan sus inventos peregrinos, Dejándonos en duda si fue humano, O de inmortal estirpe descendiente. Este sabio inmortal, y los nombrados Inferiores a él, menos ilustres, Divinos inventores de las cosas, Sacaron de sus íntimas entrañas Oráculos más ciertos y sagrados Que la Pitia en la trípode de Apolo 930 Los diera con laureles coronada; Mas cual hombres al fin, aunque tan grandes, Erraron los principios de las cosas, De errores en errores resbalando. Establecen primero el movimiento, Y dejan a los cuerpos sin vacío: Cuerpos blandos y raros reconocen Tal como el aire, el sol, le tierra, el fuego, Animal, vegetal, pero no quieren Admitir en sus cuerpos el vacío. 940 Dividen la materia al infinito, La sección de los cuerpos no limitan Ni en ellos partes mínimas conocen. Viendo que de los cuerpos el extremo Lo mínimo es que llega a los sentidos, Hay que conjeturar que aquel extremo Que en el extremo mismo no podemos Distinguir, es el mínimo en los cuerpos. Establecen también principios blandos, Que nacen y perecen como vemos. 950 Ya se hubiera el gran todo aniquilado, Los cuerpos renacieran da la nada: ¡Ya ves cuán grande error y qué delirio! Enemigos, por fin, son los principios, Y de muchas maneras se destruyen; Chocándose entre sí se aniquilaran, O se disiparían cual los rayos, Lluvias y vientos por las tempestades. Si todo se hace de estas cuatro cosas, Y todo en ellas mismas se resuelve, 960 ¿Por qué aquéllas tendremos por principios Mejor que no a los cuerpos? pues que mudan De esencia y forma y de naturaleza. Mas si al contrario, acaso presumieres Que se reúne el agua, el fuego, el aire Y tierra sin mudarse en modo alguno Su misma esencia, de ellos no podría Crearse cosa alguna, ya animada, Ya inanimada sea como el árbol. Una mezcla confusa encontraremos 970 De aire, agua, tierra y fuego: nunca pueden Estas substancias concebirse unidas; Su propiedad cada una desplegara. Es necesario que obren los principios De un modo clandestino e invisible; No sea que dominando demasiado Impidan a los cuerpos que se formen Conservar su específico carácter. Su primer elemento hacen al fuego, Que emana según ellos de los cielos; 980 De éste se engendra el aire, de aquí el agua, Y la tierra del agua es engendrada. Retrogradando nacen de la tierra Los demás elementos: antes la agua, Después el aire; el fuego últimamente; Estas transformaciones nunca cesan, Bajan desde los cielos a la tierra, Desde la tierra hasta los cielos suben: No deben hacer esto los principios; Es preciso que sean inmutables, 990 Porque no se aniquile el universo; No puede cuerpo alguno de su esencia Los límites pasar sin que al momento Deje de ser lo que era; por lo tanto, Si se transforman estos elementos De continuo, como hemos dicho arriba, Es preciso que de otros inmutables Se compongan; no sea que a la nada Se vea reducido el universo. Establece más bien algunos cuerpos, 1000 De tal naturaleza revestidos, Que si el fuego criasen, hacer pueden Estos mismos el fluido del aire, Y así los demás seres, aumentando O bien disminuyendo, los principios, Cambiando situación y movimiento. Pero es claro, me dices, que los cuerpos Crecen y se sustentan de la tierra: Si la estación al aire no le presta Una temperatura favorable, 1010 Y si con frescas lluvias no se mueven Las copas de los árboles, ni ayuda Con sus rayos el Sol las producciones; Ni sembrados, ni arbustos, ni animales Jamás podrán llegar a crecimiento. Sin duda es cierto; y si a nosotros mismos No nos sustenta un sólido alimento Y bebida suave, nuestros miembros Su brío perderán, y el sentimiento Se acabara del todo en nuestros huesos: 1020 Porque nos alimentan ciertos cuerpos Como a las demás cosas, pues mezclados Los principios están, y son comunes De muchos modos a otros muchos cuerpos. De aquí la variedad en el sustento: Mucho importa saber de los principios La mezcla, situación y movimientos Recíprocos; los mismos constituyen El cielo, el mar, la tierra, sol y ríos, Los árboles, los frutos y animales: 1030 En cada verso de estos mismos cantos Verás que son comunes muchas letras De muchas voces: debes, sin embargo, Confesar que los versos y palabras Difieren entre sí, ya en la substancia, Ya en el mismo sonido que sentimos: Tanto pueden las letras variadas. Pero de la materia los principios De otros mil modos combinar se pueden Para criarse variedad de cosas. 1040 La Homeomeria también profundicemos De Anaxágoras, que es así llamada Entre los griegos, y en la lengua patria No permite nombrarla su pobreza; Pero es fácil decirlo con rodeos Y explicar la Homeomeria en su principio. Los huesos, a saber, de huesecitos; Las entrañas se forman de entrañitas; Muchas gotas de sangre congregadas Crían la sangre; y piensa que se forma 1050 De moléculas de oro el oro mismo; Que se forma la tierra, el fuego, el agua De sus pequeñas partes respectivas, Y que todos los cuerpos son formados De la unión de principios similares. Él no admite vacío en parte alguna, Y los cuerpos divide al infinito: Y yerra en ambas cosas, como aquellos Que antes de él los principios indagaron. Establece muy frágiles principios, 1060 Si el nombre de principios puede darse A los que son lo mismo que los cuerpos Endebles, se destruyen y perecen. En un ataque tan violento y fuerte, ¿Quién permanecerá? ¿quién de la muerte Cogido, escapará de entre sus garras? ¿El fuego? ¿el agua? ¿el aire? ¿sangre o huesos? Ninguno de estos cuerpos, según juzgo; Pues son perecederos como aquéllos Que vemos perecer a nuestros ojos: 1070 Nada puede a la nada reducirse, ¡Ni alguna cosa hacerse de la nada, Confirman mis probados argumentos. Por otra parte, como el alimento El cuerpo sustentado le engrandece, Se sigue que las venas y la sangre, Y los huesos y nervios se componen De heterogéneas partes: o substancias Mezcladas dirán ser los alimentos, Y que abrazan en si pequeños nervios, 1080 Y unas partes de sangre, y huesos, venas: Entonces los sustentos y bebidas De heterogéneas partes se componen. Si los cuerpos que nacen de la tierra Los contiene además ella en su seno, Debe constar de tan diversas partes Cuanto sus producciones son diversas: De los demás compuestos raciocino Del mismo modo; si la llama y humo Y ceniza están dentro en los leños, 1090 Los leños deben ser heterogéneos. Un solo medio de defensa tiene La opinión vacilante de Anaxágoras: Dél se vale, y pretende que los cuerpos Encierran en sí mismos los principios De todos los demás; pero que aquéllos Solamente divisan nuestros ojos Que están en mayor número mezclados, Y ocupan la primera superficie: La razón desaprueba este discurso; 1100 Porque fuera forzoso que los granos Cuando son quebrantados con la piedra Diesen muestras de sangre, o bien de partes Que alimentan el cuerpo; manaría Sangre, si se frotaran dos guijarros: Las hierbas destilaran igualmente Dulces gotas de leche tan sabrosa Como las ubres de lechera oveja: Destripando terrones, muchas veces Yerbas encontraríamos y granos 1110 Y árboles pequeñitos escondidos: Hendiendo la madera, en fin, se vieran Llamas pequeñas, y ceniza, y humo: Mas como la experiencia contradiga Estar así revueltos los principios, Deben comunes ser a todo cuerpo, Y estar diversamente colocados En los diversos cuerpos de los seres. Pero dirás que en montes empinados Las copas de los árboles robustos 1120 Del austro proceloso sacudidas Se entrechocan y arrojan vivas llamas: Es cierto, sí; mas no contienen fuego: Una porción de partes inflamables Por el frote en un punto reunidas El incendio originan de los bosques; Si tanto fuego en ellos se escondiera, No podría un momento refrenarse, Consumiera las selvas de continuo, Reduciendo a cenizas todo arbusto. 1130 Ya ves que importa mucho, como dije, El mixto conocer de los principios, Saber su movimiento y posiciones Recíprocos, porque los elementos Cambiados entre sí ligeramente Sacarían el fuego de los leños, Como si estas palabras ligna et ignes Si que sus letras alteremos mucho Con distinto sonido pronunciamos. Si crees que no pueden explicarse 1140 Ya, por fin, los fenómenos del mundo Sin que atribuyas a los elementos Naturaleza igual a la del cuerpo, Perecen los principios de las cosas; De modo que den grandes carcajadas De una trémula risa conmovidos, Y el semblante y mejillas humedezcan Llenándolos de lágrimas amargas. Escucha las verdades que me falta Hacerte conocer por modo claro. 1150 Bien conozco que son bastante obscuras; Pero mi corazón ha sacudido Con fuerte tirso la esperanza grande De gloria, y juntamente ha derramado Suave amor de las musas en mi pecho; Del que agitado con briosa mente Recorro los lugares apartados, De las Piérides antes nunca hollados: Agrádame acercarme a fuentes puras, Y agotarlas bebiendo, y nuevas flores 1160 Agrádame coger para guirnalda Insigne con que ciña mi cabeza De un modo que las musas a ninguno Hayan antes las sienes adornado: Primero, porque enseño grandes cosas, De la superstición rompo los lazos Anudados que el ánimo oprimían; Después, porque compongo versos claros Sobre una cosa obscura, realzando Con poética gracia mis escritos. 1170 De la razón en esto no me aparto. Así, cuando los médicos intentan Hacer beber a un niño amargo ajenjo, Los bordes de la copa untan primero Con el licor de miel dulce y dorado, Para que, seduciendo y engañando La impróvida niñez, hasta los labios El amargo brebaje apure en tanto Y engañado no muera, sino que antes Convaleciendo así se restablezca; 1180 Del mismo modo, porque las más veces Parece trato yo de asuntos tristes Para aquéllos que no han jamás pensado, Y que al vulgo disgustan de los hombres, Con el suave canto de las musas. Quise explicarte mi sistema todo Y enmelarte con música pieria, Por si acaso pudiera de este modo Tenerte seducido con mis versos, Hasta que entera y fiel Naturaleza 1190 Sin velo ante tus ojos se presente. Mas porque te he enseñado que los cuerpos De la materia sólidos y eternos Giran perpetuamente indestructibles, Examinemos hora si la suma De éstos es infinita, o limitada; Si también el vacío establecido, Este lugar y espacio en que los cuerpos Se mueven además es limitado, O si es profundo, inmenso e infinito. 1200 Es infinito, pues, de suyo el todo, Pues aunque extremidad tener debía, Como cuerpo ninguno se concibe Sin que a él otro cuerpo le termine, De modo que la vista claramente Más allá de este cuerpo no se extienda, Confesemos por fuerza que no hay nada Más allá de la suma, pues no tiene Extremidad, de límites carece. El sitio que tu ocupas nada importa, 1210 Pues que por todas partes un espacio Te falta que correr ilimitado. Si además el espacio es limitado Y alguno se coloca en el extremo Y tira alguna flecha voladora, ¿Deseas que tirada con gran fuerza Vuele ligera por llegar al blanco, O piensas que la impide algún estorbo Su vuelo y no la deja ir adelante? Uno u otro es preciso que confieses. 1220 Cualquiera que tú elijas, a la fuerza Debes quitar los límites al todo: Porque bien sea obstáculo el que impida Y estorbe que la flecha llegue al blanco, O bien le pase, aquí no se da extremo: En donde pongas límites, yo al punto Preguntaré qué ha sido de la flecha: Jamás encontrarás así el extremo; Siempre su inmensidad deja un espacio Que recorra la flecha fugitiva. 1230 Además, que si la naturaleza Hubiera puesto límites al todo, Ya la materia con su mismo peso Se juntara en los sitios más profundos; Debajo de la bóveda del cielo Ninguna cosa se produciría, Ni el cielo ni la luz del Sol naciera; Como que la materia toda hundida Desde la eternidad amontonada Inerte yacería; pero ahora 1240 De cierto no reposan los principios, Porque ningún lugar profundo existe En donde puedan como reunirse Y colocar su asiento permanente; Y siempre un continuado movimiento Cría por todas partes nuevos seres, Y el infinito suministra siempre De una materia activa eterna copia. Que unos cuerpos, en fin, a otros limitan Claramente lo vemos: las montañas 1250 El aire circunscribe, a éste los montes; A los mares da límites la tierra, Y los mares limitan a las tierras; Nada hay que ponga límites al todo: Porque es de los lugares y el espacio Tal la naturaleza, que los ríos Clarísimos corriendo eternamente Alcanzar con su curso no podrían Los límites del mundo en parte alguna; Nada habrían andado: el universo, 1260 No conociendo límites, por todas Partes al infinito se dilata. Seguramente la naturaleza Impide que la suma de las cosas Pueda circunscribirse ella a si misma; Porque ha hecho que el vacío limitase Al cuerpo, éste al vacío; de este modo Ha dispuesto su obra ilimitada. Si el vacío tan sólo ilimitara, O hiciese limitada la materia, 1270 Ni la tierra, ni el mar, ni de los cielos Las bóvedas lucientes, ni los hombres, Ni de los dioses los sagrados cuerpos De existencia gozaran un instante: Pues la materia, sacudiendo el yugo, Se derramara por vacío inmenso, O más bien ella nunca concretada Ni un sólo cuerpo hubiera producido, Por no poderse unir diseminada. Porque seguramente los principios 1280 De la materia no se han colocado Con orden, con razón ni inteligencia, Ni han pactado entre sí sus movimientos; Antes diversamente combinados, Desde la eternidad por el espacio Agitados con choques diferentes, Juntas y movimientos van probando, Hasta que se colocan de manera Que esta suma criada se mantiene; La cual por muchos siglos conservada, 1290 Y puesta en conveniente movimiento, Hace con largas ondas que los ríos Abastezcan los mares insaciables; Que la tierra sus frutos reproduzca Con los rayos del Sol alimentada; Y que reproducidas las especies De los brutos florezcan, y que vivan Los fuegos celestiales resbalando: No sucediera si infinita copia De los principios no estuviera siempre 1300 Reparando las pérdidas continuas: Así como los brutos sin sustento Se van aniquilando, y por fin mueren; De la misma manera el todo debe Perecer al momento que materia De su recto camino extraviada No suministre pábulo a los cuerpos. No podrían los átomos externos Conservar a la suma congregada; Porque pueden con golpes repetidos 1310 Impedir que una parte se destina, Y dar tiempo a los átomos que lleguen A completar la suma; algunas veces, A rebotar no obstante precisados Espacio y tiempo, dan a los principios Para que se desunan libremente: Sin cesar es preciso se sucedan Los átomos; materia ilimitada Supone, pues esta presión eterna. Guárdate de creer en esto, Memmio, 1320 Lo que dicen algunos: que los cuerpos Se dirigen al centro de la suma, Y que del mundo la naturaleza No es detenida por eternos choques, Ni a parte alguna pueden escaparse El uno u otro extremo, porque todo Al centro se dirige. Si creyeres Que un ser puede en sí mismo sustentarse: Que los cuerpos pesados que tenemos Bajo los pies, gravitan hacia arriba: 1330 Que en dirección contraria son llevados, Como la imagen que en el agua vemos; Defiende con razones semejantes Que debajo vaguean animales, Que no pueden caerse de la tierra En las regiones ínfimas, del modo Que no pueden al cielo remontarse De suyo nuestros cuerpos; y que cuando Aquéllos ven el sol, nosotros vemos De noche las estrellas, y alternando 1340 Parten las estaciones con nosotros; Y que igualan sus días a los nuestros, Y a las suyas igualan nuestras noches. En ficciones groseras han caído Y en errores estúpidos los necios, Porque en principios falsos se apoyaron: Pues en una extensión ilimitada No entienden que no puede darse un centro, Y aun cuando supongamos que existiera, No se vieran los cuerpos obligados 1350 A pararse más bien aquí que en otra Cualquiera parte o sitio del espacio; Pues la naturaleza del vacío Cede a los cuerpos graves, hacia el centro Se dirijan, o no; porque no hay sitio En que los cuerpos una vez llegados Pierdan su pesadez, y se detengan; El vacío a los cuerpos dará paso; Así lo exige su naturaleza: No impedirá la desunión del todo 1360 Este deseo que los lleva al centro. También además fingen que hacia el centro No es común la tendencia a todo cuerpo; Los que de tierra o agua se componen Se dirigen a él, como los mares, Y las que salen de soberbios montes Y lo que encierra en sí cuerpo terrestre: Pero del aire las sutiles auras Y las llamas ligeras se retiran Del centro: que por eso centellea 1370 Todo el éter con fuegos y se nutre Del Sol la antorcha en azulado cielo; Porque el calor del centro fugitivo Recoge allí sus fuegos (no pudiera Los animales sustentar la tierra Ni del árbol las ramas hojecieran Si el jugo alimenticio no les diese Colocan más allá de las estrellas El firmamento, para que los fuegos Del cielo, libres, y del centro huyendo 1380 A la manera de voraces llamas, No traspasen los límites del mundo Y desordenen la naturaleza, Ni el cielo se desplome con sus rayos, Ni se abra la tierra de repente Debajo de los pies, y nuestros cuerpos Caigan en el abismo sepultados, Descompuestos, envueltos en ruinas De tierra y cielo; así que en un instante Más que soledad vasta no quedara, 1390 Y principios sin fuerza: en cualquier parte Que empieces, pues, a disolver los cuerpos Te hallarás una puerta siempre franca De destrucción, por donde la materia Amontonada escapará volando. Si estos conocimientos que te ofrece Mi humilde musa, hubieres comprendido, Porque con una cosa otra se ilustra, No te robará el paso obscura noche Sin que penetres los secretos hondos 1400 De la naturaleza: de este modo Unas verdades esclarecen otras. 1402