Sobre la naturaleza de las cosas: 05
Apariencia
Libro V
¿Quién con robusto pecho cantar puede 1
Según la majestad de los objetos Estos descubrimientos asombrosos; O quién tan elocuentes labios tiene Que pueda celebrar las alabanzas Según merece aquel sublime genio Que nos dejó los frutos de su mente? Nadie que mortal cuerpo haya tenido; Porque, si como exige la grandeza De los descubrimientos de las cosas 10 Es preciso que hablemos de las mismas, Un dios fue aquél, un dios, ínclito Memmio, Que primero inventó aquel plan de vida Que hoy de sabiduría tiene nombre, Haciendo que por medio de este arte Sucediese la calma a las tormentas, Y a las tinieblas una luz hermosa. Los inventos antiguos de otros dioses Compara tú con éstos: porque dicen Haber a los mortales enseñado 20 Ceres el modo de coger los frutos Y el zumo de la vid el padre Baco; Pudiéndose vivir sin estos dones, Como cuentan que viven al presente Muchas naciones: pero sin virtudes, Vivir no se podría felizmente: Tenemos, pues, justísimos motivos De ser un dios para nosotros éste Cuyos dulces consuelos extendidos Por todas las naciones de la tierra 30 Los ánimos halagan en sus cuitas. Estás muy engañado si presumes Que los trabajos de Hércules le exceden; ¿Pues , qué daño al presente nos harían Aquella boca del león nemeo Anchurosa, y las cerdas erizadas Del jabalí de Arcadia? ¿qué podrían De Creta el toro, y la lernea plaga De la hidra atrincherada de serpientes Ponzoñosas? o ¿qué de los tres cuerpos 40 Del enorme Gerión se nos daría? ¿Y acaso los caballos de Diomedes, Cuyas narices fuego resollaban Allá cerca del Ísmaro en la Tracia Y en las Bistonias costas nos dañaran? ¿Qué las aves de Arcadia con sus garras, Del Estínfalo horribles moradoras? ¿Qué daño, en fin, hiciera el guardián fiero Del jardín y fulgentes pomas de oro De Hespérides, aquel dragón furioso 50 Que vibraba amenazas de sus ojos, Y cuyo enorme cuerpo el rico tronco Con roscas y más roscas abrazaba Del océano Atlántico las playas Y cerca de aquel mar inaccesible Sobre el cual nunca osaron exponerse Ni romanos ni bárbaros? ¿qué hicieran, Aunque se viesen monstruos semejantes Y el mundo no estuviera limpio de ellos? No causarían daño, según pienso; 60 Ahora hierve la tierra todavía En alimañas, y el espanto reina Por los bosques, y selvas y montañas; Podemos evitarlas sin embargo. Pero si no tenemos limpio el pecho, ¡Qué combates tan recios sostendremos! Y a pesar nuestro, entonces, ¡cuántos riesgos Tenemos que vencer! ¡de qué inquietudes, De qué cuidados y de qué temores No es desgarrado el corazón del hombre 70 Que se entrega sin freno a sus pasiones! ¡Cuántos estragos hacen en su alma Orgullo, obscenidad y petulancia! ¡Cuántos el lujo y la desidia torpe! Así el que a todos estos enemigos Hubiera sujetado, y de su pecho Los hubiese lanzado con las armas De la razón tan sólo, ¿no debemos Colocar este hombre entre los dioses? ¿Qué diremos si en términos divinos 80 Su lengua desató este mismo sabio Para hablar de los dioses inmortales Y para descubrir a nuestros ojos De la naturaleza los misterios? Entrando yo en la senda que me he abierto, Proseguiré enseñándote las leyes Que hacen que todo ser tenga su límite Según su formación, y que no pueda Pasar jamás los límites prescritos A su duración propia: pues habiendo 90 Probado nace el alma con nosotros, Que no puede durar eternamente, Que no son más que vanos simulacros Las fantasmas, imágenes de muertos, Que creemos en sueños ver nosotros: Y el orden mismo de mi objeto ahora Me conduce a tratar del nacimiento Del mundo y de su término postrero; Y también a explicarte de qué modo Los átomos unidos han formado 100 La tierra, el cielo, el mar, el Sol, los astros, Y el globo de la Luna: qué animales Ha parido la tierra, y cuáles nunca Pudieron existir: y por qué encanto, Variando los hombres las palabras Entre sí, establecieron el comercio De las ideas; cómo se introdujo Aquel miedo a los dioses en los pechos Que en todos los países de la tierra Conserva templos, lagos, bosques, aras, 110 Y las santas estatuas de los dioses. Explicaré las leyes que ha prescrito Del Sol al curso la Naturaleza Y a las revoluciones de la Luna; Para que no creamos falsamente Que por un espontáneo movimiento Eternamente ruedan estos astros Tan obsequiosos entre cielo y tierra, Para acrecentamiento de los frutos Y de los animales: o que sea 120 A los dioses debido en cierto modo El período de sus revoluciones: Porque los que estuvieren persuadidos Del descuido en que viven las deidades, Si no obstante se admiran de las causas, Aun de las naturales apariencias Que se observan encima de nosotros En la región etérea, nuevamente Caen en su inveterado fanatismo Y nos ponen tiranos inflexibles, 130 A quienes para colmo de miseria Conceder un poder ilimitado, Por no saber qué cosa existir puede, Cuál no puede, y los límites precisos Que ha señalado la Naturaleza, En fin, a la energía de los cuerpos. Yo no ignoro cuán nueva e increíble Es la opinión de que la tierra y cielo Se acabarán, y cuán difícil sea Para mí convencer a los mortales 140 De una verdad que hasta ahora no ha llegado, A sus oídos; que por otra parte No pueden a la vista sujetarla Ni al tacto, los dos únicos caminos Que a la evidencia guían hasta el templo Del espíritu humano: sin embargo, Yo romperé el silencio: la experiencia Vendrá quizá en apoyo de mi aserto; Verás quizá dentro de poco tiempo, Agitado de horribles terremotos, 150 Todo el orbe en ruinas convertido. Aleje de nosotros el destino Desastre semejante; el raciocinio Convénzanos más bien que la experiencia De que es posible se hunda todo el Globo Con un fragor horrísono deshecho. Antes de que yo empiece a revelarte Los decretos del hado más sagrados Y mucho más seguros que no aquéllos Que pronuncia la Pitia coronada 160 De laurel en la trípode de Apolo, Quiero infundirte aliento con verdades Consoladoras, por si acaso piensas, De la superstición aherrojado, Que la Tierra y el Sol, el mar, el cielo, Los astros y la Luna son substancias Eternas y divinas; presumiendo Que son impíos como los gigantes, Dignos de los suplicios más atroces Por su horrible atentado, los que quieran 170 Desbaratar las bóvedas del Mundo Y apagar la clarísima lumbrera Del Sol con vanas argumentaciones, Tratando lo inmortal con mortal labio. Pero están estos cuerpos tan distantes De la divinidad, y nos parecen Tan indignos de estar entre los dioses, Que, al contrario, más bien nos dan ideas De una materia bruta inanimada: No se debe creer que el sentimiento 180 E inteligencia sean propiedades De cualquier cuerpo indiferentemente. Así como en el aire estar no puede El árbol, ni en el mar salado nubes, Ni peces en los campos, ni en los leños La sangre, ni los jugos en las piedras, Porque ha prescrito la naturaleza A cada ser el sitio donde nazca, Y do se desarrolle; así no puede Nacer el alma aislada sin un cuerpo, 190 Sin nervios y sin sangre: si posible Y fácil fuera, mucho más podría Formarse en la cabeza o en los hombros, O en los talones o en cualquiera parte Del cuerpo; porque al fin ella estaría En el mismo hombre y vaso de continuo. Mas como estamos ciertos que en el cuerpo Tienen ánimo y alma en sitio fijo Donde nacen y crecen apartados; Por lo mismo diremos que no puede 200 El alma subsistir sino en un cuerpo, Y sin forma animal en los terrones Pesados de la tierra, o en el fuego Del Sol, o en el agua o en los aires: Luego no están dotadas estas masas De alma divina, puesto que no pueden Gozar el movimiento de la vida. Tampoco puedes presumir que tengan Los dioses sus moradas sacrosantas En una de las partes de este mundo: 210 Porque ellos son substancias tan sutiles, Que el sentido no puede percibirlas, Ni el espíritu apenas comprenderlas: Si escapan al contacto de las manos, No deben tocar ellos ningún cuerpo Que podamos tocar; porque no puede Tocar el que de suyo es intangible: Luego muy diferentes de las nuestras Deben ser sus moradas, tan sutiles Como sus cuerpos: lo que extensamente 220 Te probaré en la serie de mi escrito. Decir, a la verdad, que en favor nuestro Han querido los dioses disponernos El orden bello de naturaleza; Que debemos loar por esto mismo Esta obra admirable de los dioses; Por inmortal y eterna reputarla; Que es un crimen minar con lengua osada De este edificio eterno los cimientos, Que levantó para la especie humana 230 El saber de los dioses inmortales: Estas fábulas y otras semejantes Indicio, ¡oh Memmio!, son de gran locura. ¿Qué utilidad nuestro agradecimiento Podría acarrear a aquellos seres Inmortales por sí y afortunados, Para empeñarlos en obsequio nuestro A emprender esta obra y concluirla? ¿O qué nuevo interés pudo inducirlos Pacíficos después de tantos siglos 240 A codiciar nuevo tenor de vida? Aquél sólo apetece las mudanzas Que de suerte infeliz es perseguido: Pero aquél que jamás probó infortunio Gozando de tranquila y dulce vida, ¿Qué nuevo estado pudo enamorarle? ¿En las tinieblas y en angustia estaba Su vida acaso hundida hasta el momento En que nueva brilló naturaleza? Y de no haber nacido, ¿qué desgracia 250 Nos podía venir? Cualquier nacido Tan sólo debe apetecer la vida Mientras blando placer le tenga en ella: Pero aquél que jamás contado fuera Entre los que gustaron su dulzura, ¿En no haber existido, qué perdiera? ¿De dónde, pues, sacaron las deidades Para la creación del Universo El ejemplar y la primera idea De los hombres, de modo que pudiesen 260 Concebir claramente su proyecto Y ejecutarle? o ¿cómo conocieron Las cualidades de los elementos, Y lo que pueden sus combinaciones Diferentes, a no ser que la misma Naturaleza lo haya declarado? Porque al cabo de siglos infinitos Los muchos elementos de materia Por choques exteriores sacudidos, Y de su mismo peso arrebatados 270 Y llevados con raudo movimiento, De diversas maneras se juntaron, Probaron todas las combinaciones De que pudiesen resultar los seres; Por lo que no es extraño que hayan dado Con la disposición y movimientos Que forman este mundo y le renuevan. Suponiendo que yo mismo ignorara De los principios la naturaleza, A asegurar, no obstante, me atreviera, 280 Cielo y naturaleza contemplando, Que no puede ser hecha por los dioses Máquina tan viciosa e imperfecta. Cuanto coge la bóveda celeste Del globo que habitamos, en gran parte Las montañas y selvas y las fieras Como si fuera propio lo dominan; El mar que nos lo estrecha con sus brazos Las rocas y lagunas lo poseen; Un ardor insufrible, un hielo eterno 290 Casi dos partes roba a los mortales: Y llenara de abrojos lo restante Naturaleza a si misma entregada, Si la industria del hombre no acudiera, Hecho a gemir por alargar la vida Bajo penoso afán, y a abrir la tierra Con la pesada reja; si volviendo Con ella los terrones, y domando El suelo ingrato no le precisamos. Los gérmenes no pueden por sí mismos 300 Salir y levantarse al aire puro: Y a veces estos frutos son costosos Cuando ya tienen hoja y ya florecen, O los abrasa el sol con sus ardores, O con ellos acaban los turbiones, O frecuentes heladas los destruyen. ¿Por qué causa sustenta y multiplica En mar y tierra la Naturaleza Esa horrífera casta de las fieras Que a la raza humanal es tan dañosa? 310 ¿Por qué las estaciones traen los morbos? ¿Por qué vaga la muerte prematura? Y el niño, semejante al marinero Que a la playa lanzó borrasca fiera, Tendido está en la tierra, sin abrigo, Sin habla, en la indigencia y desprovisto De todos los socorros de la vida, Desde el momento en que naturaleza A la luz le arrancó con grande esfuerzo Del vientre de la madre, y llena el sitio 320 De lúgubre vagido como debe Quien tiene que pasar tan grandes cuitas. Crecen las fieras y ganados varios, Y ni el chupar ruidoso necesitan, Ni con alma nodriza se les pone Para acallarlos con lenguaje tierno; Ni acomodan al tiempo sus vestidos Ni de armas ni de muros elevados Necesitan, en fin, con que defiendan Sus bienes y riquezas; pues la tierra 330 Y la naturaleza largamente Abastecen de todo a cada uno. Primeramente, si la tierra y agua Y los soplos ligeros de los aires Y los vapores cálidos del fuego A nacimiento y muerte están sujetos, Debe correr la misma suerte el mundo, Que de estos elementos se compone; Porque siendo nativas y mortales Las partes, debe el todo ser lo mismo: 340 Por lo que cuando veo renacidas Las partes y los miembros agotados Del mundo, me persuado que han tenido Algún primer instante Cielo y Tierra, Y me persuado su final ruina. No te presumas, Memmio, que yo avanzo Una proposición aventurada Al decir que es mortal la tierra y fuego Y que perecerán el aire y agua; Que los mismos renacen y se aumentan. 350 Abrasada una parte de la tierra Por los continuos soles, y hecha polvo Con el pisar, se agrupa en torbellinos Que los vientos robustos desparraman Como ligeras nubes por los aires. Parte de los terrones se resuelve En agua con las lluvias y los ríos Continuamente roen las orillas: Cualquiera cuerpo, en fin, que aumenta otro Con su propia substancia, se consume; 360 Y puesto que la Tierra es común madre Y general sepulcro de los cuerpos, Se gasta se repara de continuo. Que el mar, ríos y fuentes siempre abundan Y arrojan sin cesar copiosas aguas, Lo declara la inmensa copia de ellas, Que a enriquecerlos va por todas partes: Mas las continuas y hórridas tormentas Impiden llegue a ser muy abundante: Barriéndola los vientos con su soplo 370 Y etéreo Sol chupándola con rayos Reducen su volumen: otra parte Se sume por las tierras y se filtra. Se limpia de sus sales, se recoge Toda en el nacimiento de los ríos, Fluye sobre la tierra dulcemente Por donde, una vez rota, facilita Que con líquido pie corran las aguas. Del aire voy a hablar, que cada instante Prueba vicisitudes infinitas, 380 Pues todo cuanto fluye de los cuerpos En este vasto océano se pierde; El cual, si no les diera partes nuevas Y sus pérdidas siempre reparara, Ya se hubiera disuelto todo cuerpo Y convertido en aire: luego siempre Es producido el aire por los cuerpos Y los cuerpos en aire se resuelven, Pues es ley de la vida que los seres Fluyan en general continuamente. 390 Y la perenne fuente de luz pura El Sol etéreo, baña de continuo El cielo con un brillo renaciente, Y alimenta la luz con otra nueva; Pues sus rayos se pierden al ponerse. Lo puedes observar cuando las nubes Hacia el Sol empezaron a arrimarse, Y los rayos de luz casi ya cortan; Toda su inferior parte en el momento. Desaparece, obscúrase la tierra 400 Por todo cuanto abrazan los nublados, Para que veas necesitan siempre De nueva luz los cuerpos, y que muere Cada rayo en su mismo nacimiento; Y sería imposible de otro modo Percibir los objetos sin que diera El manantial de luz rayos perpetuos. La misma luz artificial de casa Y las coloradas lámparas y teas, Que despiden de sí unos torbellinos 410 De llama y humo, corren de este modo Con auxilio de fuegos tembladores A dar una luz nueva de continuo, Sus emisiones nunca se interrumpen: Con tanta rapidez todos los fuegos Reemplazan a la llama que se apaga Con otra luz de súbito formada. Así en vez de tener el Sol, la Luna Y estrellas como cuerpos inviolables, Debes creer que sólo nos alumbran 420 Siempre por emisiones sucesivas, Que sin cesar se pierden y renuevan. Por último; ¿no ves triunfar el tiempo Aun de las piedras, y venirse al suelo Altas torres, y a polvo reducirse Los peñascos, hundirse y arruinarse A pesar de los dioses, sus estatuas; Que la deidad no puede hacer traspasen Los límites prescriptos por el hado, Ni ella misma luchar contra las leyes 430 Que la Naturaleza ha establecido? ¿No vemos los humanos monumentos Caer desmoronados ciertamente Como si fueran por vejez minados? ¿No ves rodar desde los altos montes Peñascos desprendidos, incapaces De resistir a las gigantes fuerzas De un tiempo limitado? De repente No se desprenderían ni cayeran, Si al cabo de un gran número de siglos 440 Hubieran resistido los asaltos Del tiempo, sin jamás rendirse a ellos. Esa bóveda inmensa, en fin, contempla Que dentro de sí abraza todo el orbe; El cielo mismo, que al decir de algunos Crea todos los seres, y disueltos Los vuelve a recibir, tuvo principio, Y cuerpo mortal tiene, aunque es inmenso; Porque el ser que otros seres alimenta Con su substancia, debe consumirse, 450 Cuando acción creadora los repara. Si la Tierra y el Cielo no tuvieron Jamás principio y fueron siempre eternos, ¿Cómo es que no cantaron los poetas Los sucesos también que precedieron A la guerra tebana y fin de Troya? ¿Dó fueron a parar tantas hazañas De varones ilustres, excluidas De los eternos fastos de la fama? Nuevo es empero el mundo según pienso, 460 En la infancia está aún, y muy reciente Tiene la fecha: pues se perfeccionan También algunas artes al presente, Y ahora se inventan otras; se adelanta En la navegación bastante ahora; Inventaron los músicos ha poco Las Voces y sonidos melodiosos: Esta naturaleza de las cosas Y esta filosofía ahora han nacido Y ahora soy yo mismo el que primero 470 Puedo de ellas hablar en nuestra lengua. Pues si acaso presumes tuvo el Mundo Todas estas ventajas en lo antiguo, Mas que generalmente perecieron Con voraz llama las generaciones, O que se destruyeron las ciudades, Aun debes afirmar más convencido La ruina también de Cielo y Tierra: Porque atacado de tan grandes males Y expuesto el universo a tantos riesgos 480 Se hubiera destruido y arruinado Si hubieran atacado más de recio; Una prueba clarísima tenemos De que somos mortales, enfermando Con las mismas dolencias que enfermaron Aquéllos que salieron de la vida. Subsiste, pues, un cuerpo eternamente, O porque siendo sólido resiste Al choque y no permite le penetre Otro que pueda disociar sus partes, 490 Como hacen los principios de materia, Cuya naturaleza expliqué antes; O porque es inaccesible al choque Como el vacío, el impalpable espacio A que acción destructora nunca llega; O porque no le cerca algún espacio Que pueda recibir en sí los restos Después de disolverse; como el todo, Fuera del cual no escaparán sus partes, Ni hay cuerpos que las choquen y dividan. 500 Aunque sólido el Mundo, como dije, No es inmortal, porque se da vacío En la Naturaleza: ni tampoco Lo es como el vacío, porque hay cuerpos Innumerables en el vasto espacio Cuyos ataques súbitos conmueven Nuestro Mundo y le ponen en peligro De perecer. Espacios hay inmensos También en donde pueden dispersarse Todas las partes de sus elementos, 510 O de otro cualquier modo aniquilarse. No se cierran las puertas de la muerte Al Cielo, Sol, y Tierra, y hondos mares; Antes para tragarlos les presenta Una boca disforme y anchurosa: Por lo que a confesar te ves forzado Haber tenido todos estos cuerpos Principio, porque siendo destructibles, Después de haber corrido tantos siglos, De ningún modo hubieran resistido 520 De tiempo inmenso el poderoso esfuerzo. La lucha, en fin, que reina entre los miembros Vastísimos del Mundo, guerra impía Que siempre los agita, ¿no declara Que pueden acabarse y concluirse Estos largos combates algún día? Cuando hubieren el Sol y todo el fuego Las aguas totalmente consumido, Y hubieren conseguido una victoria A que todas sus fuerzas se dirigen 530 Sin un feliz suceso todavía, Pues abastecen tanto al mar los ríos, Y amenazan los mares anegarnos Desde el profundo abismo inútilmente: Porque siendo barridos por los vientos, Y del Sol absorbidos por los rayos, Se van disminuyendo y los secaran Primero que su fin lograse el agua. De grandes intereses animados, Estos dos elementos se hacen guerra 540 Con fuerza igual; aunque, según es fama, Habiendo una vez sola dominado El fuego ya en la tierra, y habiendo otra Reinado el agua sobre el continente, Triunfó no obstante el fuego, y una parte Del mundo consumió con voraz llama Cuando fue arrebatado Faetonte Del Sol por los caballos desbocados, Y por el aire y climas le arrastraron; Pero entonces el Padre Omnipotente 550 Colérico y furioso lanzó a tierra Un pronto rayo desde el mismo carro A Faetón magnánimo, y su padre Volvió a tomar después de su caída La sempiterna lámpara del mundo; Y ordenó nuevamente los corceles Por el terror atónitos, dispersos, Y su antigua carrera prosiguiendo, Calmó de nuevo la naturaleza: Los poetas antiguos de la Grecia 560 Así cantaron; la razón lo impugna, Puesto que puede superar el fuego, Si moléculas ígneas abundantes Caen desde el Universo en nuestro Globo; O algún poder contrario sobrepuja La acción del fuego o a la vez perecen Los seres vorazmente consumidos. Cuentan también que en otro tiempo el agua Victoriosa quedó, cuando anegadas Dejó muchas ciudades; pero cuando 570 Desvaneció contraria fuerza al agua De todo el Universo congregada, Se pararon las lluvias y los ríos Refrenaron el ímpetu furioso. Pero de qué manera haya fundado El casual concurso de principios Cielo y Tierra y abismos de los mares, La carrera del Sol y de la Luna, Lo dirá por su orden este canto: No por efecto de su inteligencia 580 Ni por su reflexión se colocaron En el orden que vemos los principios; Ni entre sí, a la verdad, han concertado Sus movimientos; sino que infinitos Los principios, movidos de mil modos, Sujetos a impulsiones exteriores Después de tanto número de siglos, Y conducidos a su mismo peso, Cuando de todos modos se juntaron, Y cuando todas las combinaciones 590 Posibles, entre sí experimentaron, Después de mucho tiempo y muchas juntas Y movimientos, se coordinaron Por último, y se hicieron grandes masas, Que llegaron a ser en cierto modo El bosquejo primero de la Tierra, Del mar, del Cielo y seres animados. No se veía entonces remontado Por los aires el carro luminoso Del Sol, ni las estrellas del gran mundo, 600 Ni el mar, ni el Cielo, ni por fin la Tierra, Ni el aire ni otra cosa semejante A las que nos rodean; sí un conjunto De confusos principios borrascoso; Después algunas partes empezaron De esta masa disforme a separarse, Los homogéneos átomos se juntan, Desenvolviose el mundo y se formaron Sus vastos miembros, y sus grandes partes De toda especie de átomos se hicieron: 610 La discordia que había en los principios Turbaba y confundía grandemente Los intervalos, direcciones, lazos, Las pesadeces, fuerzas impulsivas, Combinaciones, y los movimientos A causa de sus formas diferentes, Y por la variedad de sus figuras No podrían así quedar unidos; El Cielo separose de la Tierra, Y se atrajo la mar todas las aguas 620 Y los fuegos del éter también fueron A brillar separados con luz pura. Porque los elementos de la Tierra Más graves y embrollados se juntaban Y en el centro ocupaban las regiones Más inferiores; cuanto más estrecho Su enlace fue, tanto mejor sacaron Con superabundancia la materia Que formase los mares, las estrellas, El Sol y Luna y el recinto vasto 630 Del mundo; porque siendo los principios De todos estos cuerpos más sutiles, Esféricos y lisos que los otros De la Tierra, rompiendo por lo mismo El éter del primero por sus poros Se subió a lo más alto, y muchos fuegos Robó consigo en su ligera marcha: No de otro modo así por la mañana Cuando la luz dorada del Sol tiñe Sus rayos en las hierbas esmaltadas, 640 Los lagos y los ríos perennales Exhalan una niebla, y a las veces Parece que la misma tierra exhala Una especie de humor; emanaciones Sutiles que, después de levantadas Y en la atmósfera unidas, se dilatan Debajo de las bóvedas del Cielo En opaco tejido; y así el éter Fluido y leve entonces condensado Formó un vasto recinto, y esparcido 650 Por todas partes y hacia todos lados, Todo lo rodeó con cerco inmenso. Después el Sol y Luna se formaron, Cuyos globos dan vueltas en el aire Por entre Cielo y Tierra; sus principios No se agregaron a los de la Tierra Ni a los del éter vasto, porque ni eran Tan pesados que a lo ínfimo bajasen, Ni tan ligeros que a la parte opuesta Pudieran elevarse; están en medio 660 Suspensos de manera que voltean Como cuerpos vivientes, como partes Las más activas de Naturaleza: No de otro modo algunos miembros nuestros Inmóviles se quedan en su puesto A pesar de que hay otros que se mueven. Por fin, entresacados estos cuerpos, Se hundió la Tierra de repente, abriendo Un hondo foso a las saladas aguas, Por do al presente la llanura inmensa 670 Se extiende de los mares azulados; Y cuánto más la tierra cada día Abierta por la misma superficie, Estaba recogida y condensada Y más metida hacia su propio centro Por la acción repetida de los fuegos Del éter, y del Sol por todos lados, Más el sudor salado se exprimía De su cuerpo, y los mares aumentaba Con sus emanaciones; y asimismo 680 Infinitas moléculas de fuego Y del aire, escapando de la tierra Por esta misma compresión, volaban Y espesaban la bóveda fulgente Del Cielo, tan distante de la Tierra: Los campos se bajaban por lo mismo, Las cumbres de los montes se empinaban,. Porque hundirse las peñas no podían, Ni la tierra allanar todas sus partes. De esta manera el orbe condensado 690 A la vez adquirió peso y firmeza; Todo el limo del mundo se hundió abajo, Si así puede decirse, con su peso, Y quedó allí sentado como poso: Encima de la tierra quedó el agua; Después el aire; luego el mismo éter, Con sus fuegos; los más puros principios Hicieron estos fluidos que no tienen La misma ligereza; el fluido éter, Que es el más transparente más ligero, 700 Circula sobre el aire sin mezclarse Con las auras del aire borrascosas; Le permite que todo lo revuelva Con raudo torbellino; le permite Con borrasca inconstante alborotarlo: Con ímpetu arreglado él resbalando Lleva consigo sus brillantes fuegos; Porque el poder así uniformemente Moverse el fluido éter lo declaran Las olas de los mares, cuyo flujo 710 Periódico y reflujo sigue siempre En continuo mover las mismas leyes. Ora indaguemos cuál será la causa Que a los astros obliga al movimiento: Y diremos primero, que si rueda Del Cielo la gran bóveda, debemos Suponer comprimidos los dos polos Del mundo, y encerrados y cogidos Por dos corrientes de aire, la una de ellas Que empuja por encima y mueve el Cielo 720 Según la misma dirección que siguen Del mundo eterno los brillantes astros; Por debajo la otra los traslada En dirección contraria, como vemos Volver los ríos ruedas y arcaduces. También podría ser que el firmamento, Estando inmóvil, sus lucientes astros Describiesen un círculo; bien sea Que la materia etérea recogida Dentro del Cielo y sin cesar rodando 730 En derredor para encontrar salida, Haga que se revuelvan por el Cielo Los astros; o que en círculo los mueva El aire externo; o bien que puedan ellos Irse arrastrando a donde su alimento Los llama y los convida recogiendo En su carrera la materia ardiente Que anda por todo el cielo derramada: Porque es difícil explicar el cómo En nuestro mundo pasan estas cosas: 740 Con exponer tan sólo me contento Todos los medios que naturaleza Puede emplear y en realidad emplea En el gran todo, en estos mundos varios Que de distinto modo ha fabricado: Y prosigo explicando ya las causas Todas posibles de los movimientos De los astros, entre las que una sola Necesariamente obra en nuestro mundo, La cual no puede señalar quien sigue 750 Paso tras paso la naturaleza. Y para que la Tierra quede inmóvil En el centro del mundo, lentamente Es preciso que pierda de su peso, Y que se desvanezca; que sus partes Más inferiores hayan contraído Nueva naturaleza por haberse Unido íntimamente con el aire, Sobre el que están sentadas, y a quien ellas Desde el principio fueron agregadas: 760 Y así la Tierra no es de peso al aire, Ni en él se engulle: al modo que cada hombre No siente el peso de sus propios miembros, Ni pesa sobre el cuello la cabeza, Ni sentimos del cuerpo todo el peso Sobre los pies: al paso que fatiga Cualquier peso, aunque leve, en nuestros hombros. Es fuerza el observar atentamente Con qué cuerpo otro cuerpo se incorpora: Así la Tierra no es un peso extraño 770 De pronto a extraño fluido agregado, Sino que concebida con el aire A un mismo tiempo fue desde el primero En que el mundo nació, del que parece Una parte distinta, a la manera Que hacen parte del cuerpo nuestros miembros. El estremecimiento que ocasionan Los truenos violentos en la Tierra De tal modo la agitan, que al instante Se comunica por los cuerpos todos: 780 Lo cual no sucediera si cogida No la tuvieran las aéreas partes Del mundo todo y la materia etérea; Porque se enlazan estas tres substancias Con raíces comunes muy unidas Entre sí mismas desde aquel instante En que fueron formadas. ¿No reparas Cómo sostiene el alma el peso enorme De nuestro cuerpo, aunque es tan delicada, Porque se une con él íntimamente? 790 ¿Quién puede, en fin, con un ligero salto El cuerpo levantar, si no es el alma, Que gobierna y dirige nuestros miembros? Ya ves puede adquirir muy grande fuerza La substancia ligera cuando se une Con substancia pesada como el aire Con la Tierra y el alma con el cuerpo. Ni mayor ni menor de lo que vemos Puede el disco del Sol ser al sentido; Si un cuerpo con su luz puede alumbrarnos 800 Y calentar los miembros con su llama Por distante que esté, nada nos roba De su grandeza esta distancia misma, Ni su aparente dimensión estrecha; Como el calor del Sol y su luz hieren Nuestros sentidos, cuando se derrama, Y bañando con ella los objetos, De aquí es que debe ser tal la apariencia De su forma y figura, que no puedes Suponerlas más grandes o más chicas. 810 Y la Luna, bien sea nos refleje Una prestada luz, o bien la saque Del mismo cuerpo, sea lo que fuere, El Cielo no recorre con volumen Mayor que el que aparece a nuestros ojos; Porque desde muy lejos los objetos Por entre aire densísimo mirados Un aspecto confuso nos presentan Más bien que sus finísimos contornos: Así pues, ofreciéndonos la Luna Clara apariencia y una forma cierta, Y aun de su superficie los extremos, Es preciso que sea allá en los Cielos Lo mismo que aparece aquí en la tierra. Si los fuegos, por último, que vemos A cualquiera distancia que estén puestos, No aparentan tener mudanza alguna En su grandor, mientras que distinguimos Su luz y su temblor, deduciremos No poder ser mayores ni menores 830 De lo que vemos los etéreos fuegos. Tampoco es de admirar cómo el Sol puede Con su circunferencia tan estrecha Bañar de luz el mar, la tierra, el cielo, Y extender su calor por todas partes: Tal vez puede que no haya en todo el mundo Más que esta fuente y manantial copioso Por do salga la luz del mundo entero; O que sea tal vez único foco Donde los elementos de los fuegos 840 De todas partes puedan congregarse Para correr por todo el Universo. ¿No ves también cómo una fuentecilla Riega los prados y rebosa el campo? Suceder también puede que los fuegos Del Sol, aunque no muchos, arder hagan El aire a ellos vecino, suponiendo Que al más mínimo ardor es inflamable El aire, como vemos a las veces Las mieses y la paja consumidas 850 Por una sola chispa; al Sol acaso, A esta rosada lámpara, rodean Innumerables fuegos invisibles Privados de fulgor, para que aumenten El calor y la fuerza de sus rayos. Y cómo el Sol se pasa desde Cáncer, De esta región ardiente, al signo helado De Capricornio, para dar la vuelta De nuevo hacia el solsticio del Estío; Y cómo es que la Luna en un mes anda 860 El espacio que el Sol corre en un año; Estos problemas digo se resuelven De muchos modos, y es dificultoso El asignar la causa verdadera. Parece verisímil la que pone Demócrito, hombre sabio y respetable; Pues cuanto más vecinos a la Tierra Están los astros, tanto menos puede A su entender el torbellino etéreo Conmoverlos; porque la ligereza 870 Y acción del firmamento poco a poco, Se va debilitando hacía el extremo Inferior: que el Sol, mucho más bajo Que las constelaciones abrasantes, Debe quedarse atrás muy lentamente Con los signos más bajos: que la Luna, Cuanto del Cielo está más apartada Y cuanto más vecina de la Tierra, Debe experimentar mayor trabajo En seguir la carrera de los astros: 880 Que cuanto el torbellino que la lleva Es más pesado que el del Sol, los signos La deben alcanzar más fácilmente Y adelantarla; por lo cual la Luna Parece que a los signos del Zodiaco Con mucha más presteza torna a unirse, Siendo en la realidad los que se acercan Aquellos signos otra vez a ella. Puede también que de la parte opuesta Del Mundo aire periódico se agite 890 Que alternativamente empujar pueda El Sol desde los signos del Estío Del Septentrión hasta las frías playas, Y volverle a traer desde estos climas Tenebrosos y helados a la ardiente Mansión de Cáncer, y se explicaría Entonces con el aire alternativo El giro de la Luna y las estrellas, Que tardan un gran número de años En describir sus círculos inmensos. 900 ¿No ves también cómo las nubes mismas, Impelidas por vientos encontrados, Siguen unas abajo, otras arriba, Direcciones opuestas? ¿Transportados No podrán ser por aires diferentes Los astros en los cielos dilatados? Cubre la noche con tiniebla espesa La Tierra, o porque el Sol, en fin, llegando Al último confín del firmamento Y fatigado de su largo curso 910 Deja expirar sus fuegos entibiados Por el largo camino y aire inmenso Que han penetrado; o porque la acción misma Que transporta su disco por encima Le hace rodar debajo de la Tierra. También en tiempo fijo Lenestea Pasea por en medio de los aires A la rosada Aurora, para que abra Las puertas de la luz: porque el Sol mismo, Que debajo de Tierra se ocultaba, 920 De vuelta, adelantándole sus rayos, Procura iluminar el firmamento: O bien porque un gran número de fuegos Y corpúsculos ígneos se congregan A tiempo fijo y horas señaladas, Y hacen un nuevo Sol todos los días. Así cuenta la Fama que se observa Desde las cumbres elevadas de Ida Recogerse al momento que abre el día Fuegos dispersos bajo la figura 930 De un globo luminoso que anda el Cielo. Tampoco debe ser maravilloso Que se junten así los elementos De fuego en cierto tiempo, y que reparen El resplandor del Sol, puesto que vemos Infinitos fenómenos sujetos En todo el universo a tiempo fijo. Los árboles florecen, y a su tiempo De la flor se despojan; y al anciano A cierto tiempo se le caen los dientes; 940 Se llena el joven de un suave vello, Y tierna barba arrojan sus mejillas: A ley eterna e inviolable yace La serie de fenómenos sujeta; Porque de cada causa la energía Habiendo sido así determinada, Y una vez dada la impulsión primera Desde su formación al Universo, Los rayos, nieve, lluvias y nublados De la varia estación el curso siguen. 950 Y vemos además crecer los días Y descrecer las noches, y al contrario; O porque el Sol, quedando siempre el mismo Y describiendo desiguales arcos Sobre nuestras cabezas y debajo De nuestros pies, el Cielo corta y parte Su orbe en dos porciones desiguales, Pero con tal compensación, que vuelve Al hemisferio que le está más próximo La porción de la luz que él ha quitado 960 Del hemisferio opuesto, hasta que llega A este signo del Cielo que hace iguales Las noches y los días, cuando corta El Ecuador y Eclíptica en un punto, Pues la parte del Cielo que describe Se halla del Aquilón y Mediodía A igual distancia por la positura Oblicua del Zodiaco, en que describe Su anual carrera el Sol y desde donde Lanza sus fuegos hacia Cielo y Tierra: 970 Así lo enseñan estos hombres sabios, Que todas las regiones representan Fielmente de los Cielos en sus mapas De imágenes sensibles adornados. Mucho más craso el aire en ciertas partes Tal vez para debajo de la Tierra También del Sol los fuegos tembladores, Que no pueden pasar tan fácilmente Este fluido inmenso y remontarse Hacia el Oriente, por lo cual se espera 980 Mientras las noches largas del invierno A que vuelva la tarda luz del día: En fin, quizá los fuegos reunidos Que hacen salir el Sol en puntos fijos Del horizonte alternativamente Con más o menos prontitud se juntan Según las estaciones alternadas. Puede tomar del Sol su luz la Luna, Y puede más y más de día en día Una faz luminosa presentarnos 990 Cuanto del solar disco se apartare Hasta que puesta enfrente dél reluce Con luz bien llena, y desde el alto sitio Do se levanta ve que el Sol se pone: Debe esconder después en cierto modo Detrás de sí su luz muy poco a poco, A medida que el Sol se va acercando, La otra mitad de círculo en los signos Corriendo; así lo explican los que fingen Ser la Luna a una bola semejante 1000 Que siempre por debajo del Sol rueda: Su explicación parece verisímil. Aun dándola luz propia se podían Sus varias fases concebir: bastaba Suponer otro cuerpo para esto Que tenga un movimiento paralelo Al que tiene en su órbita la Luna, Y que a su disco sin cesar se oponga Bajo todos aspectos y figuras, Mas que invisible fuese el mismo cuerpo 1010 Desprovisto de luz: puede la Luna Rodar sobre sí misma a la manera De gran pelota, cuya mitad fuera Con luz teñida, y sus distintas fases Con esta rotación central pudiese Ir descubriendo hasta que aquella parte Nos vuelve iluminada enteramente; Después nos va por grados ocultando Su parte luminosa, que de nuevo Detrás de sí se lleva: así pretende 1020 La doctrina caldea establecerlo En ruinas de griega astrología: Como si verisímiles no fueran Las dos explicaciones igualmente; O como sin razón alguna hubiese Que forzase a seguir una más que otra. ¿Por qué, en fin, no podrá Naturaleza Producir una Luna cada día Con una serie regular de formas Y aspectos diferentes, destruyendo 1030 La de ayer reparándola con otra? La imposibilidad de lo que digo No es fácil demostrar, principalmente Cuando ves producciones semejantes Cada día surgir en tiempo fijo. Viene la primavera, y Amor viene; Viene junto con el Céfiro alado, Precursor del Amor, mientras que Flora Su madre llega derramando flores Y olorosos perfumes de antemano 1040 Por donde pasa: en comitiva vienen Seco calor y polvorienta Ceres Y los vientos etesios Aquilones. El otoño en seguida se presenta: Viene en su compañía el dios de viñas, Y detrás las tormentas y borrascas, Vulturno atronador, y el Austro, fuerte En rayos; y, por último, entorpecen Las nieves y los hielos y los fríos A la Naturaleza, y tras sí arrastran 1050 El frío invierno, el aterido viejo Que da diente con diente. No es milagro El que sea formada y destruida La Luna en tiempo fijo, cuando vemos Que pueden infinitas producciones Aparecer en tiempo señalado. Los eclipses del Sol y de la Luna Pueden de muchos modos explicarse: Si a la Tierra robar puede la Luna La luz del Sol, y su brillante frente 1060 Ocultar a la Tierra, interponiendo Su masa opaca a los ardientes rayos, ¿Por qué otro cuerpo puesto en movimiento Y privado de luz perpetuamente No puede producir el mismo efecto En tiempo igual? ¿Y no puede el Sol mismo Eclipsarse y perder en cierta hora También su brillo, que recobra al punto Que atravesó por medio de los aires Regiones enemigas de sus llamas 1070 Y le precisan a extinguir sus fuegos? Si puede despojar también la Tierra De su luz a la Luna, y prisioneros Tener todos los rayos, colocada Sobre el Sol ella misma ínterin pasa El astro de los meses por la sombra De nuestro Globo cónica y espesa, ¿Otro cuerpo no puede al mismo tiempo Rodar bajo del globo de la Luna, Y resbalarse sobre el mismo disco 1080 Del Sol, cerrando, así interpuesto, el paso A sus rayos y luz? Y si la Luna Con brillo propio luce, ¿no puede ella Lentamente eclipsarse en cierta parte Del Mundo, atravesando por parajes Capaces de apagar sus mismos fuegos? Ya que expliqué, por fin, cómo ha podido Formarse cualquier cuerpo de este Mundo En el recinto azul del firmamento, Y cómo conociéramos nosotros 1090 De Sol y Luna las revoluciones Diversas, y la causa y energía Que dan a estos dos astros movimiento Y de qué modo suelen eclipsarse; Cómo se cierran estos grandes ojos De la naturaleza y alternando Se abren de nuevo, y de repente esparcen Sobre la Tierra inesperada noche, Y toda la hermosean con luz clara; A la infancia del Mundo vuelvo ahora, 1100 Y a los nacientes campos de la tierra, A examinar las nuevas producciones Que aventuró exponer la vez primera A los aires y vientos inconstantes. La tierra engalanó primeramente De diferentes hierbas y verduras Los cerros, y los campos extendidos, Y brillaron los prados con las flores Así como si fueran esmaltados; Los árboles después, llenos de savia, 1110 A porfía crecieron por los aires: Como las plumas, pelos y las cerdas Es lo primero que en el cuerpo sale De animales cuadrúpedos y de aves; De este modo la tierra, entonces nueva, Echó primero hierbas y arbolillos. Las especies mortales creó luego Variadas de modos muy distintos; Porque es un imposible hayan caído Del Cielo las especies de animales, 1120 Y que los habitantes de la tierra Hayan nacido de la mar salada. La Tierra con razón adquirió el nombre De madre, por haber sido criados Todos los seres por la misma Tierra; Y existiendo al presente muchos seres En la Tierra formados con las lluvias Y del calor del Sol, no es maravilla Que naciesen entonces animales En número mayor y más robustos, 1130 Estando en su vigor el aire y Tierra. Las varias aves por la vez primera Salían de sus huevos, y el verano En libertad a todas las ponía, Como ahora las cigarras en estío Se quitan los zurrones delicados, Buscándose la vida y el sustento. Por la primera vez la Tierra entonces Crió la raza humana, porque entonces El mucho fuego y aguas abundantes 1140 De los campos hicieron que creciesen En los parajes más acomodados Especies de matrices, agarradas Por medio de raíces a la tierra: Cuando la edad y madurez abrieron Una salida a nuevos embriones Causados de humedad e impacientes Por respirar el aire, dirigía Hacia aquel lado la Naturaleza Los poros de la tierra, y enviaba 1150 Por estas venas jugo como leche; Como al presente la mujer parida Rebosa en dulce leche, dirigiendo Ella todo su ímpetu a los pechos: Y la tierra a los niños sustentaba, Y vestido el calor, y blanda cama Las hierbas y los céspedes les daban. Pero en su infancia el Mundo no tenía Los duros fríos, ni calores nimios, Ni vientos destructores; porque crecen 1160 Y van robusteciéndose estas plagas Como todos los seres: lo repito; Hemos llamado con razón la Tierra Madre común, porque ha criado el hombre, Y casi al mismo tiempo ha producido Todos los animales cuya furia Se desenfrena por los grandes montes, Y produjo también distintas aves, Que atraviesan los aires libremente. Mas como debe un término preciso 1170 Tener la facultad engendradora, La Tierra se cansó, como la hembra Consumida de años, porque el tiempo Hace mude de faz el mundo entero, Y un nuevo orden de cosas se sucede Al primer orden necesariamente: Ni siempre guarda un mismo ser su estado: Todo a la ley del cambio está sujeto; Todo lo muda la Naturaleza, Todo lo altera, todo lo transforma: 1180 Pues empobrece un cuerpo y se consume A fuerza de años; otro crece y sale A la verdad del cieno: de este modo Todo lo muda el tiempo, y de continuo Pasa la tierra de un estado a otro Y pierde la energía que tenía Por hacerse de nuevas propiedades, Y la Tierra aún entonces se esforzaba Por sacar animales de figura Y de disposición extraordinaria: 1190 Se vio el hermafrodita monstruoso, Que teniendo la forma de ambos sexos, Igualmente difiere de uno y otro; Cuerpos sin pies, sin manos y sin boca Y sin ojos salieron; también otros Cuyos miembros lo largo que tenían Al tronco íntimamente se pegaban; Los cuales no podían manejarse, Ni dar un paso, ni evitar un riesgo, Ni buscarse el sustento necesario. 1200 Viéronse además de éstos otros monstruos Y otros prodigios, pero inútilmente, Porque Naturaleza les quitara El poder ir creciendo y avanzando Hacia la edad florida; no pudieron Encontrar su alimento, ni ayuntarse Con los lazos de Venus: es preciso Para que se propaguen las especies El concurso de un número infinito De circunstancias, y primeramente 1210 Los alimentos son indispensables: Es preciso que estén diseminadas Las fecundas semillas por los miembros, Y los conductos por do vengan éstas Desde cualquiera parte de los miembros: Por último, en los órganos externos Tal proporción, que puedan macho y hembra Ayuntarse entre sí con mutuos gozos. Y entonces fue preciso perecieran Muchas especies, y que no pudiesen 1220 Reproducirse y propagar su vida; Porque los animales existentes Que ves ahora, sólo se conservan O por la astucia, o fuerza, o ligereza De que ellos al nacer fueron dotados, Menos un cierto número que habemos Puesto nosotros bajo nuestro amparo Por las utilidades que acarrean. La fuerza protegió a la raza fiera De los leones y feroces bestias, 1230 A las zorras el dolo y fuga a ciervos: Empero el fiel y vigilante perro, Y acémilas, y ovejas regaladas, Y bueyes laboriosos son especies Generalmente confiadas, Memmio, A la guarda y tutela de los hombres: Huían de las fieras alimañas Y tras la paz se andaban, y querían Los pastos con largueza y sin trabajo: Se los damos nosotros como en premio 1240 De los muchos servicios que nos hacen. Empero aquellos otros animales A quien no diera la Naturaleza Lo necesario para que viviesen Independientes, o que no traían Alguna utilidad, ¿a qué meternos En darles el sustento y ampararlos? Encadenados con fatales lazos, A otros servían de seguro pasto, Hasta que destruyó Naturaleza 1250 De todo punto sus especies todas. Pero ni hubo centauros, ni ha podido Formarse en algún tiempo una substancia Con dos naturalezas y dos cuerpos, De heterogéneos miembros un compuesto: No podría existir una substancia De fuerzas entre sí tan desiguales: Aun el hombre más rudo lo conoce. Primeramente, al cabo de tres años En la flor de su edad está el caballo; 1260 ¡No los niños así; buscan entonces Entre sueños los pechos de sus amas. Cuando después va la vejez gastando Las fuerzas y vigor de los caballos, Cuando escapa la vida fugitiva De sus lánguidos miembros, entra entonces La juventud, por fin, en los muchachos, Robustece sus miembros, y les cubre Con un ligero bozo las mejillas: No creas tú, quizá, que los centauros 1270 Pudieron engendrarse de semillas De hombre o de caballo, o las Escilas De los marinos perros rodeadas, O los demás compuestos monstruosos De incompatibles miembros, que no llegan A la flor de la edad al mismo tiempo, Ni en madurez ni en la vejez iguales, Ni sus inclinaciones son las mismas, Ni los abrasa Venus igualmente, Ni comen unos mismos alimentos; 1280 Viendo engordar las cabras con cicuta Que es un mortal veneno para el hombre. Como la llama abrase ciertamente Y consuma no sólo el cuerpo rojo De los leones, mas también la sangre Y las entrañas de los animales Que tienen existencia; ¿cómo pudo Acontecer que esta Quimera misma Con la cabeza de león, y el cuerpo De cabra al propio tiempo, y con la cola 1290 De dragón, viva llama resoplase Del hondo de su pecho monstruoso? Por lo que, defender como posibles Estas y semejantes producciones En la infancia del Cielo y de la Tierra Sin más razón que esta palabra vaga De novedad, esto es abrir la puerta A todas las ficciones más absurdas. Dígannos que los ríos de aquel tiempo Corrieron oro puro por las tierras; 1300 Que brotaban los árboles diamantes; O que el hombre, nació de una estatura Y de una fuerza tan extraordinarias, Que podía pasar el mar de un tranco, Y alrededor de sí volver el cielo Con sólo el movimiento de sus manos: Porque el haber la tierra en si encerrado Semillas infinitas y diversas Cuando sacó a la luz los animales, Ninguna prueba es de que pudiese 1310 Criar unas especies tan opuestas, Y en un mismo individuo reunirse Los miembros de animales diferentes, Cuando las hierbas, árboles y frutos Que aún hoy día produce en abundancia Jamás pueden nacer entre sí unidos. Cada ser tiene su progreso propio, Y conforme a las leyes inmutables De la Naturaleza entre sí guardan Todas las diferencias de su especie. 1320 Y los hombres que dio la tierra entonces Eran más vigorosos que al presente: Y así debía ser, porque la Tierra, De quien ellos nacieron, por entonces Estaba en su vigor y lozanía: Era más basta la armazón de huesos Y de más solidez, y era el tejido De sus nervios y vísceras más fuerte; Ni el frío ni el calor les molestaba, Ni les dañaban los sustentos nuevos, 1330 Ni las enfermedades empecían; Vivían un gran número de lustros, Errantes a manera de alimañas; Ninguno manejaba el corvo arado, Ni sabía domar con hierro el campo, Ni meter en la tierra los renuevos, Ni con hoces cortar los viejos ramos De árboles grandes; lo que el sol y lluvias Les alargaban, y lo que la tierra Producía de suyo, les bastaba: 1340 Estos dones sus pechos aplacaban: En medio de glandíferas encinas Mantenían sus cuerpos con bellota, Y llevaba la tierra en aquel tiempo Muchos y más crecidos los madroños Que ahora al madurar en el invierno Ves que como la púrpura coloran. Y la florida novedad del mundo Llevó entonces sabrosos alimentos Para hartar a los hombres infelices. 1350 Más; los ríos y fuentes convidaban A apagar nuestra sed, como al presente Los torrentes que caen de montes altos Convidan a las fieras con su ruido Que vengan a saciarse en sus raudales. Por fin; de noche en los sagrados bosques De las ninfas venían a esconderse, En estas soledades, do nacían Perennes manantiales de aguas vivas Que, después de correr entre las guijas, 1360 Caían lentamente sobre el musgo Verde de los peñascos, para luego O saltar en los campos o inundarlos. El uso no sabían aún del fuego, Ni el de las pieles, ni cubrirse el cuerpo Con despojos de fieras; antes se iban A los bosques y cóncavas montañas Y a las selvas, metiendo entre hojarasca Sus miembros asquerosos, precisados A guarecerse allí contra las lluvias 1370 Y furor de los vientos: no podían Por el público bien interesarse; Ni leyes ni morales relaciones Entre si establecer ellos sabían; Y la primera presa que ofrecía La suerte cada cual se la llevaba: Sólo les enseñó Naturaleza A vivir para sí y a conservarse. Y Venus ayuntaba los amantes En medio de las selvas: sus placeres 1380 Entre sí mutuamente compensaban; Ora arrancados fuesen por violencia De brutal apetito, o los gozasen A trueque de algún don, como bellotas, O madroños, o peras escogidas. Y confiados en sus fuertes manos Y en sus ligeros pies, hacían guerra A las fieras silvestres, arrojando De lejos piedras, y de cerca dando Con la pesada maza, y las vencían 1390 Y huyendo a sus guaridas las burlaban; Y cuando las tinieblas de la noche Los sorprendían, sus desnudos miembros En la tierra tendían a manera De jabalí cerdoso, y se envolvían Entre hojarasca y broza. No buscaban En medio de las sombras de la noche, Sobrecogidos de temor con gritos La luz del Sol, errantes por los campos; Antes bien esperaban silenciosos 1400 Y en sueño sepultados que subiendo El Sol al horizonte, iluminase Con su rosada luz de nuevo el cielo; Porque desde la infancia acostumbrados A ver siempre alternando noche y día, No se maravillaban ya sus ojos: No llegaron jamás a recelarse Que a la Tierra cubriese eterna noche, La luz del Sol robada para siempre. Empero mucho más les inquietaban 1410 Las fieras que turbaban su reposo, Funesto para aquellos infelices, Y haciéndolos salir de su vivienda, Huían a las cuevas, si llegaba Enorme jabalí o león furioso; Y, pavoridos, a la media noche Cedían a estos huéspedes crueles Sus camas con follaje aderezadas. Ni entonces más que ahora los mortales Dejaban la sabrosa luz de vida: 1420 Muchos de ellos es cierto que cogidos Y desgarrados con feroces dientes Un pasto vivo daban a las fieras, Y los bosques y montes y las selvas Llenaban de gemidos espantosos, Viendo que sus entrañas palpitantes En un sepulcro vivo se enterraban. Pero aquellos que huyendo se salvaron, Lleno de mordeduras todo el cuerpo, Y sus trémulas manos aplicando 1430 En las malignas úlceras, llamaban Al infierno con voces formidables, Hasta que de la vida los privaban Los gusanos crueles sin amparo, Sin saber qué aplicar a sus heridas: Sin embargo, no daba un solo día A la muerte millares de guerreros Que seguían banderas diferentes, Ni estrellaban los mares borrascosos Los hombres y navíos en escollos: 1440 El mar se enfurecía vanamente; Sus bramidos en vano suspendía; Ni la engañosa calma de sus ondas Era capaz de seducir a alguno Con falsa risa: se ignoraba entonces De la navegación el arte fiero. La falta de alimento daba entonces Muerte a los flacos miembros; la abundancia Es la que mata hoy día: entonces ellos Eran por ignorancia envenenados; 1450 A otros con mas arte ahora envenenan. Cuando por fin, supieron hacer chozas, Y de pieles y fuego hicieron uso, Y cuando la mujer y el hombre aparte Se fueron a vivir en compañía, Y cuando los placeres amorosos Se limitaron sólo a las dulzuras Del casto matrimonio, y cuando vieron Los padres a sus hijos porción suya, Entonces empezó la especie humana 1460 A suavizarse por la vez primera: El fuego hizo los cuerpos mas sensibles Al frío, de manera que ya el cielo Abrigo suficiente no prestaba Debajo de su bóveda; y las fuerzas Disminuyó la Venus excesiva, Y las tiernas caricias de los hijos Blando y suave hicieron su trabajo El natural altivo de los padres. Entonces los que estaban más vecinos 1470 Entre sí establecieron relaciones, Se abstuvieron de daño y de violencia, Protegían sus hijos y mujeres. Y en sus gestos y voces balbucientes Indicaban ser muestra de justicia De la imbecilidad compadecerse. Mas no podía dominar en todos Esta concordia, bien que exactamente Guardaban estos pactos los más buenos, Que eran en mayor número: sin esto 1480 La raza humana fuera destruida Enteramente ya desde aquel tiempo; No se hubiera hasta ahora propagado. Enseñó al hombre la Naturaleza Las varias inflexiones de la lengua, Y la necesidad nombró las cosas. Así como los niños en la infancia, Por no poder darse a entender, acuden A los gestos y muestran con el dedo Los objetos presentes, cada uno 1490 Siente en sí mismo aquellas facultades Que puede usar. Airado y enemigo El toro topa y hiere con las astas Antes de que le apunten en su frente; De pantera y leona los cachorros Con garras y con pies y con bocados Se defienden aun antes de salirles; En sus nacientes alas confiados Los hijos de las aves, por los aires Se ayudan con su vuelo vacilante 1500 Por lo tanto, creer que un hombre entonces A las cosas dio nombre; que los otros Dél aprendieron los vocablos nuevos, Es mucha necedad: ¿cómo ha podido Llamar a cada cosa por su nombre, Y los varios sonidos del lenguaje Él solo producir, al tiempo que otros No pudieron hacer la misma cosa? Porque, además, si no habían usado Los demás entre sí de las palabras, 1510 ¿Cómo es que conocían sus ventajas? Y ¿de qué modo el inventor se ha dado A entender a los otros, y ha podido Hacer que ellos abracen su proyecto? Reducir no podía un hombre solo tanta multitud, y precisarla A que tan varios nombres aprendiese. No podía enseñarlos: imposible Era que hubiesen ellos aguantado Les majase más tiempo las orejas 1520 Con aquel ruido vano de sonidos. ¿Será, por fin, acaso maravilla Que teniendo los hombres voz y lengua, Diesen distintos nombres a las cosas Según les afectasen, cuando oímos La variedad de voces y sonidos Que hacen los animales y las fieras Conforme se suceden en sus almas El miedo o el dolor o el regocijo? Pues esto lo declara la experiencia. 1530 Cuando de los molosos la gran perra, En el primer acceso de su furia, Debajo de sus labios apartados Y móviles enseña dos carreras De formidables dientes, el sonido Amenazante de su voz difiere De aquél que se oye cuando sus ladridos Hacen retumbo en todos los contornos: Más cuando con su lengua blandamente Lame los tiernos miembros de sus hijos 1540 Y con sus pies aquí y allí los echa, Y cuando los provoca con mordiscos Pillándolos sus dientes con blandura, Esto difiere mucho del murmullo De su voz maternal cuando lamenta Su soledad aullando tristemente O cuando con acentos doloridos Huye, arrastrando el cuerpo, del castigo. En fin; ¿no hay diferencia en el relincho Del florido caballo entre las yeguas 1550 Cuando viene furioso, traspasado Por el alado amor, a los que arroja Por sus anchas narices en la guerra Cuando agita sus miembros otra causa? Y las especies varias de las aves, Los gavilanes y quebrantahuesos, Los somurgujos que en saladas ondas Se buscan el sustento, diferencian Según las circunstancias sus clamores, Principalmente cuando se disputan 1560 La subsistencia y luchan por la presa. Y su ronco cantar mudan las otras Según las estaciones, como lo hacen Cornejas vividoras, y las bandas De cuervos cuando anuncian, según dicen, Y llaman vientos, lluvias y tormentas. Pues si las diferentes sensaciones Al animal obligan, siendo mudo A proferir sonidos diferentes, ¿Cuánto más natural es que haya el hombre 1570 Podido designar diversas cosas Entonces con sonidos peculiares? Mas para prevenirte una pregunta Que quizá en tu interior me estás haciendo, El rayo fue el primero que a los hombres Trajo el fuego a la tierra: de allí nacen Todas las llamas que ora disfrutamos. ¿No vemos muchos cuerpos abrasados Con llamas celestiales cuando lanza Su fuego en tierra el aire borrascoso? 1580 Fuera de que se incendia árbol frondoso Cuando, siendo agitado por los vientos, Se frota con las ramas de otro árbol. Y así como se va aumentando el frote Arroja chispas y hace algunas veces Brillar fuegos ardientes en las ramas En medio de su mutua rozadura: De una de aquestas causas nace el fuego. Mas viendo que los rayos del Sol daban Sazón y madurez a cualquier fruto, 1590 Trataron ellos con la acción del fuego De cocer y ablandar los alimentos; Y aquéllos que tenían más ingenio, Y mucho más su espíritu alcanzaba, Iban de día en día introduciendo En el sustento y vida primitiva Otras mudanzas nuevas con el fuego. A levantar ciudades empezaron Y a construir alcázares los reyes, Do pudiesen tener seguro asilo: 1600 Repartieron las tierras y ganados Conforme a la belleza y al ingenio Y la fuerza y valor de cada hombre, Porque eran estas prendas naturales Las que más a los hombres distinguían; Por fin, se introdujeron las riquezas, Y descubriose el oro, que al momento Envileció la fuerza y hermosura: Por lo común hermosos y valientes Hacen crecer la corte del más rico. 1610 Si la sola razón nos gobernase, La suprema riqueza consistiera En ser el hombre igual y moderado; Cuando hay pocos deseos, todo sobra: Mas los hombres quisieron ser ilustres Y poderosos, para de este modo Hacerse eternamente afortunados Y tranquilos vivir en la opulencia. ¡Esfuerzos vanos! pues la muchedumbre De los hombres que van tras la grandeza 1620 Llenó todo el camino de peligros; Si llegan a encumbrarse, los derroca De ordinario la envidia, como un rayo, En los horrores de una muerte infame. Debe, por tanto, el ánimo prudente Anteponer la quieta servidumbre A la ambición del trono soberano. Deja a estos miserables se consuman, Y se amancillen con sudor y sangre, Y forcejeen en la senda estrecha 1630 De la ambición sin fruto; pues no advierten Que la envidia recoge, como el rayo, Sus fuegos en los sitios más alzados: Su saber sólo estriba en dicho ajeno, Y apetecen las cosas más de oídas Que consultando a sus sentidos mismos: Al presente es el hombre como ha sido Y como será siempre en cualquier tiempo. Así, cuando a los reyes dieron muerte, La majestad antigua de los tronos 1640 Y los soberbios cetros derribados Yacían con infamia; y de sus sienes La brillante diadema ensangrentada, Pisoteada por los pies del pueblo, Se lamentaba de su inmensa gloria: Pues codiciosamente se aniquila Lo que antes se adoró con miedo acerbo. La autoridad suprema se volvía Al pueblo entonces y a la muchedumbre: Y cada cual el cetro demandaba, 1650 El sumo imperio y la soberanía. Eligieron de entre ellos magistrados, Que obedecieron voluntariamente: Porque el género humano, fatigado De vivir en la dura servidumbre, Y con enemistades extenuado, Más de su grado recibió las leyes Y los justos derechos: pero como El enojo llevase la venganza Mucho más lejos de lo que las leyes 1660 Permiten al presente, se cansaron De la anarquía y las venganzas fieras. De aquí nació el temor de los castigos, Que envenena los gustos de la vida: El hombre mismo violento, injusto, Queda en sus propios lazos enredado: La iniquidad se vuelve casi siempre Contra su mismo autor: gozar no puede De una vida pacífica y tranquila El que viola los sociales pactos. 1670 Aun cuando sus acciones estuviesen A los hombres y dioses encubiertas, Debe estar en continuo sobresalto De que se haga patente su delito; Pues refieren que muchos en el sueño O delirando en las enfermedades Se descubrieron infinitas veces, Y revelaron crímenes que habían Tenido mucho tiempo reservados. No es difícil el dar razón ahora 1680 De lo que motivó entre las naciones A creer la existencia de los dioses, Y las ciudades inundó de altares Y estableció los ritos religiosos, Estas pompas augustas que en el día Se hacen en las empresas importantes Por todas las naciones de la Tierra: Y cuál sea la causa y el origen De este horror infundido a los mortales Que erige en todo el orbe de la tierra 1690 A las divinidades nuevos templos Y con días festivos las obsequia. Es que ya desde entonces los mortales, Aunque despierto el ánimo, veían Los simulacros sobrenaturales, Que la ilusión del sueño exageraba A su imaginación: así, creyendo Que movían sus miembros y que hablaban Con imperiosa voz, proporcionada A su gran porte y fuerzas desmedidas, 1700 Por vivos y sensibles los tuvieron. También los suponían inmortales; Pues siendo su hermosura inalterable, Con la misma belleza se ofrecían A ellos los fantasmas celestiales; Y porque siempre con tan grandes fuerzas Creían imposible que triunfase De ellos acción alguna destructora: También por muy dichosos los tenían, Pues no les inspiraba sobresalto 1710 El temor de la muerte; y porque en sueños Los veían hacer muchos prodigios Sin quedarse por ellos fatigados. La morada y palacio de los dioses Pusieron en los cielos, porque es donde Parece que voltean Sol y Luna; De allí viene la noche, de allí el día, Y los astros errantes allí brillan Y los volantes fuegos por la noche; Los nublados, rocíos, lluvias, nieve, 1720 Vientos, rayos, granizo y raudos truenos, Y los murmullos largos de amenazas. ¡Oh raza de los hombres sin ventura! ¡Cuando a los dioses concedió existencia Y los armó de cólera inflexible, Cuántos gemidos asimismo entonces, Qué heridas a nosotros, y qué llantos A nuestra descendencia ocasionaron! No es piedad el dar vueltas a menudo, Tapada la cabeza ante una piedra, 1730 Ni el visitar los templos con frecuencia, Ni el andar en humildes postraciones, Ni el levantar las manos a los dioses, Ni el inundar sus aras con la sangre De animales, ni el cúmulo de votos: Que la piedad consiste en que miremos Todas las cosas con tranquilos ojos; Porque cuando hacia arriba los alzamos A contemplar las bóvedas inmensas Y todo el estrellado firmamento; 1740 Cuando reflexionamos la carrera Del Sol y de la Luna, se despierta Entonces en el pecho de repente Una inquietud, que al parecer habían Los otros males de la vida ahogado, Y el hombre se pregunta si por dicha Hay alguna deidad omnipotente Que estos resplandecientes globos mueve; Pues la misma ignorancia de las causas Hace que ande el espíritu dudoso: 1750 Se indaga qué principio tuvo el mundo, Y cuál será su fin y hasta qué tiempo Él podrá resistir este trabajo De estar en un continuo movimiento; O si, inmortalizado por los dioses, Podrá desafiar por muchos siglos De eterna duración las grandes fuerzas. ¿Qué espíritu, además, no apoca el miedo De los dioses? ¿A qué hombre no se hielan Los miembros de pavor cuando la tierra 1760 Abrasada retiembla con el golpe Horrible de los rayos, y recorren Todo el cielo murmullos espantosos? ¿No se estremecen pueblos y naciones? Sobrecogidos los soberbios reyes, ¿No abrazan las estatuas de los dioses Temblando aquel instante formidable De expiar sus acciones criminales Y todos sus tiránicos mandatos? ¿Y cuando barren los furiosos vientos 1770 Al jefe de la escuadra por los mares Con sus bravas legiones y elefantes, Pávido no hace votos a los dioses Para obtener a fuerza da plegarias Tranquilidad y vientos favorables? En vano todo; porque arrebatado Por algún violento remolino, En los escollos va a encontrar la muerte: Ciertamente parece que se burla De los humanos acaecimientos 1780 Una fuerza secreta, y se complace En pisar con ludibrio las segures Y los fasces hermosos. Por fin, cuando Debajo de los pies vacila el orbe, Cuando caen las ciudades desplomadas, Y están amenazando otras ruina, ¿Por ventura, es extraño que los hombres Se llenen de desprecio hacia sí mismos, Y reconozcan un poder más grande Y una fuerza divina extraordinaria 1790 Que a su gusto dirija el universo? Por lo demás, el oro, cobre y hierro, Y la plata y el plomo, se encontraron Cuando devoró el fuego vastas selvas En las montañas, bien cayendo rayos, O bien los hombres peleando en bosques Fuego arrojasen contra el enemigo Para atemorizarle; y ya movidos De la bondad del suelo dispusieron Hacer los bosques tierras labrantías, 1800 O bien en praderías convertirlos: O para destruir más fácilmente Las fieras y quedar ricos con ellas: Pues se usaran primero en cacerías Los hoyos y los fuegos que las redes Para cercar un bosque, y las jaurías Que levantan la caza. Cualquier causa Que haya dado principio a aquel incendio, Cuando hubo viva llama devorado Con un horrible estrépito las selvas 1810 Hasta la raíz misma, y recocido La tierra con su fuego arroyos de oro Y de plata, además de cobre y plomo, Después de haber corrido por las venas Encendidas del Globo, se juntaron En cavidades; y consolidados, Viendo cómo brillaban en la tierra, Prendados de su brillo y hermosura, Los recogían cuidadosamente: Y observando tenían la figura 1820 De aquellas cavidades en que estaban, Pensaron que con fuegos derretidos Se les podía dar cualquiera forma Y cualquiera figura; y golpeando, Hacer se adelgazasen y extendiesen, Y rematasen en aguda punta: Vieron también ser buenos para armas, Para corta de selvas, pulimento De materiales y cuadrar maderos, Para taladros, para excavaciones: 1830 Quisieron emplear la plata y oro En los mismos servicios que hizo el cobre, Pero fue en vano, porque no tenían: Bastante consistencia estos metales, Ni la dura fatiga resistían. Tuvo entonces el cobre mayor precio, Y se despreció el oro como inútil Embotando su punta fácilmente: Despréciase ahora el cobre; el oro sube A la mayor estima: de este modo 1840 Cambia el tiempo la suerte de las cosas; Lo que antes se estimaba, hoy se desprecia; Lo que no se quería, vale ahora Y se codicia más de día en día, Y es el objeto digno de alabanzas, Y tiene sumo aprecio entre los hombres. Cómo se descubrió el uso del hierro Tú mismo puedes conocerlo, Memmio. Las manos fueron las primeras armas, Y las uñas y dientes; y las piedras, 1850 Y las ramas de árboles, y el fuego, Y la llama después que se encontraron. Se supieron después las propiedades Del hierro y cobre; pero el uso de éste Se conoció mucho antes que el del hierro. Por ser más a propósito y copioso, Se labraba la tierra con el cobre, Y con cobre se daban los combates, Se sembraba la muerte. y se robaban Los campos y ganados; pues desnudos 1860 E inermes se rendían fácilmente A gente armada: convirtiose el hierro Casi insensiblemente en las espadas, Y llegó a ser tirada con desprecio La hoz de cobre; y a romper el suelo Empezaron con hierro, y decidiose De las batallas la dudosa suerte. Y montar un caballo y gobernarle Con riendas y con frenos, combatiendo Con la mano derecha, fue primero 1870 Que arrostrar los peligros de la guerra Sobre un carro que tiran dos caballos; Y precedió este tiro a la cuadriga Y a la invención de los falcados carros. Llegaron a enseñar cartagineses Después al elefante monstruoso, Que lleva torres y la trompa pliega, A recibir heridas en la guerra Y a meter el desorden en las huestes. Así inventó Discordia sanguinaria 1880 Medios de asolación uno tras otro, Todos horribles a la humana gente Y un nuevo colmo de terror pusiera A la guerra espantosa cada día: Y se probó también en los combates El furor de los toros, y ensayaron Que embistiesen crueles jabalíes Al enemigo: y los leones bravos En la guerra a los Partos precedían Con conductores bien provistos de armas, 1890 Y terribles maestros, destinados A refrenar su ardor con las prisiones: Inútilmente; porque, enardecidos Con la sangre y matanza, derramaban El desorden, crueles por doquiera Sus melenas horribles sacudiendo. Ni dirigir podían los jinetes A los caballos atemorizados Con los rugidos, ni tampoco hacerlos Que volviesen la cara al enemigo. 1900 Las leonas, furiosas se arrojaban Del uno al otro ejército saltando, Presentaban su boca amenazante A todos los que al paso se encontraban; Por detrás los cogían descuidados, Y a tierra los echaban destrozados Con garras y con dientes: y los toros Lanzaban por el aire jabalíes, Y después con coraje los pisaban; Las tripas del caballo echaban fuera 1910 Metiéndole las astas por debajo, Y después de caído se arrojaban Sobre él, amenazándole de nuevo. Pero empleaban contra sus aliados Los jabalíes sus colmillos fuertes, Y teñían furiosos en su sangre Las armas rotas, y con nueva furia A infantes y jinetes daban muerte. Huían velozmente los caballos De la fiera embestida de sus dientes, 1920 Empinándose: puesto que allí vieras Rotos sus corvejones, de repente Abandonar la mole de su cuerpo A pesada caída los caballos. Creyendo que estarían bien domados, De cara encarnizarse los veían En medio de la acción de las heridas, De confusión, espanto, gritos, fuga: No se podía sujetar ninguno; Todos se dispersaban: de manera 1930 Que hicieron lo que aún hacen hoy en día Los elefantes en la guerra heridos, Que huyen después de haber desparramado El estrago y la muerte entre las filas Que con tanta bravura defendieron. Sin embargo, no puedo persuadirme De que no hayan previsto de antemano Las comunes desgracias que traería Entre ellos este uso abominable; Y quisiera también que comprendieses 1940 En estos males a los varios mundos Que de diverso modo ha construido Naturaleza, y no los limitaras A sólo nuestro mundo: la esperanza De vencer no introdujo estos estragos; Más bien los hombres, que desconfiaban De su número, y armas no tenían, Quisieron, pereciendo en el ataque, Dar que gemir a las contrarias filas. Eran entrelazados los vestidos 1950 Primero que el tejido se inventara: El arte de tejer se siguió al hierro; Pues sólo con el hierro hacerse pueden Instrumentos tan finos como husos, Córcolas, lanzaderas y las planchas. A los hombres forzó Naturaleza A trabajar la lana antes que diera Este oficio a las hembras; porque el hombre Tiene mayor industria y sobresale En cualquier arte: empero vergonzoso 1960 Pareció a los robustos labradores, Y en manos de las hembras la pusieron, Y para sí dejaron los trabajos Más duros y penosos, y escogieron Fortalecer con ellos cuerpo y manos. Pero enseñó también Naturaleza El arte de plantar y los injertos; Ella dio estas lecciones la primera, Mostrando las semillas y bellotas Que cada una a su tiempo producía 1970 Al pie del árbol mismo do cayera Un enjambre de arbustos: desde entonces Gustaron injerir ellos en ramas Renuevos de otra especie, y por los campos Les agradó plantar arbustos nuevos. Hicieron nuevo ensayo cada día En la cultura de su dulce campo, Y veían los frutos más silvestres, Con el blanco cultivo y el cuidado, Llegar a suavizarse. Y obligaron 1980 A meterse las selvas hacia el monte De día en día, y a dejar los llanos A la cultura, para que los prados, Los lagos, los arroyos y los frutos Y las viñas alegres ocupasen Los campos y collados, y el olivo Pudiese por el medio derramarse Por cerros y por valles y por campos En tendidas hileras, como ahora Ves la gustosa variedad que ofrecen 1990 Las campiñas, doquiera divididas O guarnecidas de árboles frutales. Mas los claros gorjeos de las aves Con la voz se imitaban mucho antes Que pudiesen los hombres regalarse Los oídos con versos armoniosos De melódico son y dulce halago: Y el silbido del céfiro en los huecos De las cañas les dio lección primera De inflar la campesina cañaheja 2000 Después, por dedos ágiles tocada, Y acompañada de la voz, la flauta Poco a poco hizo oír sus dulces quejas. Fue inventada en los bosques retirados, En las selvas y montes solitarios, Entre los dulces ocios de pastores. Lentamente va el tiempo de este modo Sacando a luz las artes diferentes, Y el ingenio las va perfeccionando. Suavizaban las penas de la vida 2010 Con estos inocentes pasatiempos Cuando acababan la frugal comida, Al tiempo que el descanso es más gustoso, Y así por lo común, ellos, tendidos Sobre la verde grama, al pie del agua De un arroyo, debajo de las ramas De algún árbol erguido a poca costa Gozaban de placeres inocentes, Mas sobre todo en la estación risueña, Cuando con verde hierba engalanaba 2020 Y con flores los prados el verano: Entonces era el tiempo de las danzas, Entonces de las pláticas, entonces De las dulces risadas, porque entonces La musa pastoril se remontaba: Los provocaba entonces la alegría A adornarse los hombros y cabeza Con guirnaldas de flores y de hojas, Y herían sus pies rústicos la tierra, Esta madre común, pesadamente 2030 Sin compás ni soltura, por lo que eran Las risas e inocentes carcajadas; Haciendo los placeres, más extraños Su misma novedad: y, desvelados, De aquí sacaban ellos sus consuelos, La voz acomodando a varios cantos Y pasando sus labios apretados Sobre sus caramillos. Al presente Recreamos así nuestros desvelos, Y aprendemos la música con reglas; 2040 Mas no cogemos frutos tan colmados De la dulzura como los cogía La raza inculta de hijos de la Tierra. Así que, el bien presente preferimos Y nos agrada más suavemente Si otro más superior no conocemos, Y los nuevos inventos perjudican A los antiguos y del todo mudan Nuestros gustos: por eso aborrecimos La bellota; por eso hemos dejado 2050 Las camas de los céspedes y hojas: La piel cayó también en el desprecio; Aquel vestido de feroces bestias. ¡Cuánto me temo que la envidia entonces Contra aquel inventor se encarnizase Que la vistió primero asesinando Traidoramente este hombre; y a la postre Los demás entre sí se repartieron La piel sangrienta sin querer dejarla! Porque entonces las pieles, ahora el oro 2060 Y púrpura ejercitan a los hombres Con zozobras, combates y fatigas: Nosotros somos más culpables que ellos, Pues sin pieles el frío atormentaba A los desnudos hijos de la Tierra; Nosotros ningún daño recibimos, Careciendo de púrpura y de oro Y de ricos bordados, si tenemos Un vestido común que nos abriga. Así en vano se afana el hombre siempre 2070 Y de continuo se atormenta en vano, Y en cuidados superfluos gasta el tiempo, Porque no pone límite al deseo, Y porque no conoce hasta qué punto El placer verdadero va creciendo: Y esto es lo que ha lanzado poco a poco Entre borrascas a la humana vida, Y ha movido unas guerras tan crueles Para arruinar la sociedad entera, El Sol y Luna, estos brillantes globos Que van luciendo alternativamente Por el rico palacio de los cielos, Han dado bien a conocer al hombre Vicisitud constante en estaciones Y de naturaleza el orden cierto. El hombre ya vivía en fuertes torres, Y la tierra se había repartido, Y estaba floreciente su cultura; Florecía la mar con hondas naves; Y por medio de pactos y alianzas 2090 Entre sí ya se unían las naciones, Cuando con sus canciones los poetas A transmitir hazañas empezaron A la posteridad: no mucho antes Se inventó la escritura: por lo tanto, De estos antiguos siglos no logramos Más vestigios que aquéllos que entrevemos Por la razón guiados solamente. Y la navegación, la agricultura, La arquitectura, la jurisprudencia, 2100 El arte de hacer armas y caminos, De preparar las telas, y las otras Invenciones a estas semejantes, Y aun todas las que son de mero gusto, La pintura, escultura y poesía, Se inventaron a fuerza de experiencias Por la necesidad y por la industria. El tiempo de este modo poco a poco Trae los descubrimientos de las cosas, Y la industria adelanta sus progresos; 2110 Pues vemos que el ingenio perfecciona Las artes sin cesar unas con otras, Hasta que logran perfección cumplida. 2113