Sobre la naturaleza de las cosas: 06
Apariencia
Libro VI
En otro tiempo Atenas la primera, 1
Ciudad famosa, descubrió los frutos A los mortales desafortunados, Y les dio nueva vida, y les dio leyes, Y la primera dio dulces consuelos Contra las desventuras de la vida; Cuando produjo al mundo el varón sabio De cuya boca la verdad salía, Y de cuyas divinas invenciones Se asombra, el universo, y cuya gloria, 10 Triunfando de la muerte, se levanta A lo más encumbrado de los cielos. Porque viendo este hombre que ya habían Todo lo más preciso los mortales Para vivir y conservar la vida; Que tenían riquezas abundantes, Y honor, y gloria, y bien nacidos hijos; Pero que no dejaban de angustiarse Y gemir como esclavos en prisiones, Llegó a entender que todo el mal venía 20 Del mismo vaso, que teniendo vicio Malea lo que se echa más precioso: Ya porque permeable y sin asiento No se llena por mucho que se le eche, Ya porque el interior todo emporcado, Con su negro veneno inficionaba Cualquier cosa en el vaso contenida. Limpió, pues, los humanos corazones Con la verdad; les limitó el deseo, Les curó sus cuidados y temores, 30 Y declaroles la naturaleza Del sumo bien, a que aspiramos todos, Y el camino más fácil y más corto Para llegar a él derechamente; Y demostroles cuáles son los males A que sujeta a los mortales todos, El poderío de Naturaleza, Y que asaltan al hombre acometiéndole, O por acaso o necesariamente, Según Naturaleza dispusiera: 40 Les dijo por qué lado debe el alma A sus asaltos resistir invicta, Y probó cuán en vano ella fomenta De ordinario en el fondo de sí misma Las zozobras de tristes aflicciones: Así como los niños temerosos Se recelan de todo por la noche, Así nosotros, tímidos, de día Nos asustamos de lo mismo a veces Que despavorir suele a los muchachos. 50 Preciso es que nosotros desterremos Estas tinieblas y estos sobresaltos, No con los rayos de la luz del día, Sino pensando en la Naturaleza: Mi voz la cantará con nuevo aliento. Y como te enseñé que el edificio Del Mundo era finible, y que tenía Principio el cielo, y que los seres todos Que nacen y nacieron es preciso Que necesariamente se disuelvan, 60 Oye lo que me falta descubrirte, Puesto que la esperanza de mi triunfo Me animó a que subiese sobre el carro Brillante de la gloria, y nuevo aliento Me han dado los obstáculos que había. Y los demás fenómenos que observan En el Cielo y la Tierra los mortales Tienen suspensas con pavor sus almas, Las humillan con miedo de los dioses, Y las tienen cosidas con la tierra, 70 Puesto qué la ignorancia de las causas Los fuerza a sujetar Naturaleza Al imperio de dioses y a ponerles En sus manos el cetro, y se imaginan Que algún poder divino hace las obras Cuyo primer resorte ellos ignoran: Porque los que estuvieren persuadidos De que los dioses viven descuidados, Si no obstante se admiran de las causas, En especial de aquellas apariencias 80 Que encima de nosotros se descubren En la región etérea, nuevamente Caen en su inveterado fanatismo, Y nos ponen tiranos inflexibles, A quienes para colmo de miseria Les conceden poder ilimitado; Ignorando qué cosa existir puede, Cuál no puede, y los límites precisos Que la Naturaleza ha señalado, En fin, a la energía de los cuerpos, 90 Por lo que más y más se descaminan. Si no desechas semejantes yerros Teniendo por indignos de los dioses Y ajenos de su calma estos cuidados, Vendrán a tu presencia de continuo Estas santas deidades resentidas; No porque capaz sea de enojarse La majestad suprema de los dioses, Y deseen coléricos vengarse Con ejemplar castigo de los hombres; 100 Sino porque estarás muy persuadido Que en el seno de un plácido reposo Revuelven las venganzas en su pecho; No entrarás en los templos de los dioses Con pacífico pecho, ni es posible Que aquellos simulacros emanados De sus augustos cuerpos te presenten Sus divinas imágenes con calma; ¡Ya ves cuán triste vida te amenaza! Aunque sabiduría por mis labios 110 Te ha explicado verdades infinitas Para alejar de ti tan dura suerte; Otras muchas me faltan todavía, Y tengo yo además que engalanarlas Con lindos versos; tengo que explicarte Los diversos fenómenos del cielo: Cantaremos también las tempestades, Y las causas y efecto de los rayos, Porque, supersticioso, neciamente En regiones diversas no repartas 120 El cielo para ver, todo temblando, De qué parte salió el alado fuego, O hacia dónde tiró precipitado, Y cómo por las tapias se introduce, Y cómo sale de ellas victorioso: Pues todos son efectos naturales, Que atribuyen los hombres a los dioses Porque no pueden penetrar las causas. Calíope, diestra musa, que a los hombres Alivias, y recreas a los dioses, 130 Ven a instruirme tú de mi corrida Hacia la ruta de carrera ilustre, Para ceñir, guiándome tú ahora, De corona inmortal mi sien gloriosa. Tan sólo se estremecen con el trueno Las azuladas bóvedas celestes, Cuando agitadas por contrarios vientos Se chocan mutuamente etéreas nubes Por las altas regiones remontadas; Pues no viene el tronido de aquel lado 140 Que hay sereno en el cielo: pero cuando Las nubes condensadas se amontonan En una parte, allí con mayor fuerza Suele sentirse el tormentoso ruido. Además, que no pueden ser las nubes De una masa tan densa como piedras Y vigas; ni tampoco tan sutiles Como la niebla y humo, pues debieran Caer en fuerza de su mucho peso En el caso primero como piedras; 150 Si tuvieran la misma consistencia Que tiene el humo, no pudieran ellas Contener los granizos y las nieves. En la inmensa llanura de los aires Hacen también un ruido semejante Al de los grandes lienzos que se agitan Por entre las columnas y las vigas De nuestros coliseos; otras veces, Rasgadas por la furia de los vientos, Imitan el sonido delicado 160 Que hace roto el papel entre los dedos, Como en el trueno puedes observarlo; O el ruido de un vestido que hay colgado, O de una hoja volante que los vientos En fuerza de sus golpes repetidos Agitan y remueven por los aires. También sucede a veces que las nubes En lugar de chocarse por delante Se comprimen de lado, y van raspando Por medio de encontrados movimientos 170 Lo largo de su cuerpo, de do nace Aquel sonido seco que magulla Los oídos, y dura mucho tiempo, Hasta que se ven libres de aquel lazo. Otra causa hay también por la que el trueno Nuestro mundo conmueve en ocasiones Con estremecimientos tan horribles Que parecen las bóvedas del Mundo Por todas partes reventar deshechas Con repentino golpe; cuando entrado 180 De pronto el huracán impetuoso En medio de las nubes allí brega: Rápido torbellino que condensa La nube con esfuerzos redoblados, La estrecha por los lados, y la ahueca; Pero cuando por fin abrieron paso Su impetuosidad y su violencia, Con horrible estampido sale el viento: No es maravilla, cuando el mismo ruido De un estallido igual da muchas veces 190 Una simple vejiga llena de aire. También puede explicarse de otro modo Aquel ruido que excitan en las nubes Los vientos; porque vemos de ordinario Que las nubes presentan superficies De ramificación larga e incierta: Luego deben hacer el mismo ruido Que las hojas y ramas de una selva Cuando son de los cierzos agitadas. Puede también la furia de los vientos 200 Reventar una nube si la embisten Directamente con furioso aliento: La experiencia nos dice cuánta fuerza Debe tener su soplo por arriba, Cuando aquí bajo, siendo más suave, Echan a tierra el árbol más erguido Y arráncanle de cuajo fácilmente. Hay también en las nubes como olas Que deben, estrellándose con furia, Producir un murmullo tan profundo 210 Como el que hace un gran río y océano Cuando es por las tormentas agitado. También del rayo los ardientes fuegos, Cuando de nube en nube van cayendo, Quizá vienen a dar en nube acuosa, Donde mueren con ruido semejante Al chirrío del hierro caldeado, Cuando rápidamente le metemos Desde la misma fragua en agua fría: Pero si árida nube coge al rayo, 220 Se inflama de repente con gran ruido: De esta manera el fuego provocado Con torbellino de furiosos vientos Se extiende por los montes coronados De laureles al punto consumidos: No hay cuerpo combustible que devore El fuego con un ruido más terrible Que el árbol consagrado al dios de Delfos. Por fin, el hielo haciéndose pedazos, Y el granizo cayendo hacen retumben 230 Las nubes a lo lejos, cuando el viento Las junta y amontona semejantes A las montañas, y por fin quebradas Caen en tierra revueltas con granizo. También relampaguea si las nubes Arrojan mucha ignífera semilla En fuerza de su choque, a la manera Que sacudiendo un pedernal con otro, O dando con un hierro, se ve entonces Brillar la luz y chispear de lejos: 240 Y el relámpago ya vieron los ojos Cuando llegan los truenos al oído; Porque hieren mas pronto los objetos La vista que el oído, como puedes Observando tú mismo, si te pones A ver cortar al leñador las ramas Superfluas de algún árbol con el hacha; Pues le verás primero dar el golpe Que llegue a tus orejas el sonido: El relámpago vemos asimismo 250 Antes que percibamos el sonido, Siendo uno y otro a un tiempo y siendo hijos Del mismo choque y de la misma causa. También explicaré de otra manera Por qué de rauda luz bañan la tierra Las nubes y sus fuegos tembladores Hacen brillar durante la borrasca. Luego que el viento acometió a la nube, Y agitándola siempre, como dije, Logró ahuecarla, y recogerla al centro, 260 Con movimiento rápido se inflama, Porque vemos nosotros abrasarse Todo cuerpo movido con presteza, Y aun la bala de plomo derretirse, En un gran trecho, cuando el remolino Inflamado rasgó la obscura nube, Desparrama sus fuegos de repente Lanzados de la nube con esfuerzo, Obligando a cerrar los ojos: luego Óyese él estampido, que la oreja 270 Hiere más tarde que la luz los ojos: Todos estos efectos ciertamente Suponen nubes densas, que arrojadas Sean también con ímpetu admirable. No dejes engañarte de tus ojos, Que no te enseñan más desde aquí bajo Que la extensión y anchura de las nubes Más bien que el grueso de ellas y su altura. Para desengañarte, considera Las nubes parecidas a unos montes 280 Que los vientos trasponen por los aires En dirección contraria: o si los vientos Yacen en sus entrañas sepultados, Verás amontonadas estas nubes Unas sobre otras por los altos montes, Apretarse entre sí por las alturas. Entonces podrás tú formar idea De sus masas enormes; ver en ellas Especies de cavernas fabricadas En rocas suspendidas, y los vientos, 290 Cuando llenan su centro dando muestras De tempestad, se indignan en las nubes Al verse dentro de ellas encerrados, Como lo hacen las fieras en sus jaulas: Resuenan a lo lejos sus bramidos, Por todas partes quieren escaparse, Desprenden de la nube unas semillas De fuego, que amontonan y revuelven En lo interior de sus ardientes hornos, Hasta que ya por fin rasgan la nube 300 Y en torrentes de luz huyen los vientos. Los rápidos relámpagos que vuelan Hacia la tierra, fuegos transparentes Más brillantes que el oro, tal vez deben Su nacimiento a la substancia misma De las nubes, que dentro de sí encierran Precisamente una abundante copia De moléculas ígneas; en efecto, Cuando ningún humor tienen las nubes, Por lo común es su color brillante 310 Así como la llama; porque debe También la luz del sol precisamente Comunicarlas infinitas partes Para estar encendidas de este modo Y hacerlas brotar fuego: cuando el viento Amontonó estas partes en un sitio, Y comprime la nube fuertemente Por donde ellas están amontonadas, Exprime de la nube estas semillas De fuego, las esparce, y las obliga 320 A arder con los colores de la llama. También relampaguea si las nubes Están enrarecidas; cuando el aire Agitando la nube dulcemente Sus partes va ensanchando y disolviendo, Es preciso que caigan por sí mismas Las semillas de fuego causadoras Del relámpago entonces sin estruendo, Sin destrucción y sin cansar terrores. Además, los efectos de los rayos 330 Dicen cuál sea su naturaleza: Las señales que dejan en los cuerpos Que consumieron, los vapores densos Del azufre que exhalan nos demuestran Que son de fuego, no de aire o de agua: Abrasan además las fuertes torres, Y con rápida llama hacen cenizas Los edificios: la Naturaleza Este fuego voraz formó de intento De sus fuegos más vivos y sutiles: 340 Ninguna cosa puede resistirle; Por medio de las casas pasa el rayo Con tanta valentía y ligereza Como el grito y la voz; él atraviesa Las peñas y metáles; cobre y oro Derrite en un momento, y de repente Disipa el vino sin lesión del vaso, Porque tal vez llegando a introducirse Su calor fácilmente en las paredes Del vaso, las afloja y enrarece 350 Y echa por todas partes los principios Del vino adelgazándolos primero, El mismo Sol hacerlo no podría En todo un siglo; tanta es la ventaja Del poderío activo de los rayos. Ahora te explicaré sin digresiones Cómo se forma el rayo, y cómo adquiere Una fuerza capaz de hender las torres, Derribar casas, arrancar las vigas, Demoler las memorias de los hombres 360 Y dejar a los mismos hombres muertos, Sin vida echar por tierra los ganados, Y muchas destrucciones semejantes. De las nubes espesas y apiñadas Por las altas regiones nace el rayo: Ninguno viene de sereno cielo, Ni las nubes ligeras los despiden; Como nos lo declara la experiencia Cuando vemos cubrirse la atmósfera De espesas nubes en aquel momento 370 En que la tempestad prepara el rayo: Parece que han salido las tinieblas Del Aquerón, a un tiempo, obscureciendo La cavidad inmensa de los cielos; Nos cubre horrible noche con su manto; Pende el terror encima de nosotros. También alguna vez la negra noche, Como río de pez que descendiese Del cielo por el mar, sobre sus ondas Cae tan precipitada, y a lo lejos 380 Derrama las tinieblas; tras sí arrastra La tempestad, preñada de huracanes, De rayos y de fuegos y de vientos Tan furibundos, que en la tierra tiemblan Los hombres y se meten en sus casas. Es creíble que tengan mucho cuerpo Las nubes borrascosas que se forman Sobre nuestras cabezas; pues la Tierra En noche obscura no se sepultara Si multitud de nubes por encima 390 Toda la luz del Sol no la robaran; Las lluvias abundantes no podrían Hinchar los ríos o inundar los campos, Si no estuviera la región etérea Llena toda de nubes elevadas. Fuegos y vientos hay por todas partes, De cualquier lado truena por lo mismo, Y salen los relámpagos: ya he dicho Que tienen mucha ignífera semilla Todas las nubes en su centro hueco: 400 Que los rayos del Sol y sus ardores Las aumentan también precisamente. Cuando el viento amontona en su paraje Todas aquellas nubes, saca de ellas Infinitas moléculas de fuego, Con las cuales él mismo se revuelve: El remolino entonces prisionero En la nube se agita, y allí aguza El rayo en medio de esta fragua ardiente. El viento, pues, se enciende de dos modos: 410 Por actividad propia, o por contacto De fuego: y cuando ya de esta manera Se encendió él a sí mismo, o recibiera La impresión de la llama, presto el rayo Rompe la nube; entonces de improviso Luces resplandecientes va esparciendo Por todas partes, y hórrido estallido Se deja oír, como si caminaran Sobre nosotros rotas de repente Las bóvedas del cielo: todo el Globo 420 Retiembla entonces, y de polo a polo Por todo el firmamento corre el trueno: Porque a la vez se agitan y retumban Todos juntos entonces los nublados, Y de este general sacudimiento Nace una lluvia tan copiosa y fuerte, Que parece que quiere convertirse En agua todo el cielo, y que de nuevo Se va a anegar la Tierra con diluvio: Tanto asusta el sonido de las nubes 430 Que se rompen a un tiempo, y de los vientos Que braman agitados, y del rayo Que reluce volando por los aires. También un viento externo e impetuoso Viene a caer sobre una nube espesa Do está el rayo formado, la que abierta, Deja caer de pronto el torbellino De aquel fuego que rayo le llamamos: Esto también sucede a otros nublados Según las direcciones de los vientos. 440 Puede también acontecer a veces Que, sin estar el viento aún encendido, Sin embargo se inflame en largo trecho; Que en su misma carrera se despoje De aquellos elementos más groseros Que no pueden pasar por la atmósfera, Y que del aire mismo tome al paso Las más finas moléculas, que le hagan Inflamarse volando envuelto en ellas: Como bala de plomo se escandece 450 En su carrera cuando va dejando Los principios más fríos en el aire, Y semillas de fuego en él recoge. La inflamación, en fin, puede que nazca Del mismo choque; cuando el viento frío Sin fuego azota, entonces por ventura Saca la violencia de su golpe Moléculas de fuego de sí mismo Y del cuerpo chocado, como cuando Un pedernal herimos con el hierro 460 Salen las chispas, y aunque el hierro es frío, Sabe la colisión sacar semillas Refulgentes de llama; pues lo mismo Debe encender el soplo de los vientos Los cuerpos que sacude, si inflamable Es la naturaleza de estos cuerpos: Sin ser un temerario no se puede Enteramente asegurar que el viento Tan rápido bajando desde arriba Sea del todo frío; y si en su curso 470 No se inflamó, debe llegar al menos Entibiado y revuelto en algún fuego. La rapidez del rayo y golpe fuerte Y su caída violenta nacen De su natural ímpetu: encerrado En las nubes, y allí, cobrando fuerzas, Con nuevo brío intenta salir de ellas; Cuando el nublo no puede resistirse A este aumento de ímpetu, se escapa Con una prodigiosa ligereza 480 El fuego destructor, como las piedras Lanzadas por las máquinas terribles. Junta también a esto ser el rayo De finos y sutiles elementos; Y con esta figura no es tan fácil Hacerle resistencia, pues se cuela Y sé insinúa, por lo más estrecho: No puede cuerpo alguno con su choque Detener su raudísima carrera. Además de que todo cuerpo grave 490 Por natural impulso tiende abajo; Pero si la impulsión se junta al peso, Su rapidez se dobla, y se acrecienta Aquel ímpetu suyo de contado. El rayo así con estas fuerzas dobles Debe quitar del medio en un instante Cualquier estorbo que se encuentre al paso, Y proseguir su marcha sin pararse. En fin, la longitud de su caída Más y más acelera el movimiento, 500 Que siempre va creciendo; y aumentando Su ímpetu, vigora los ataques, Sus divergentes átomos juntando Y dirigiendo todos sus esfuerzos Hacia el punto común a donde corre. También quizá viniendo hacia nosotros Quita de paso el rayo al aire mismo Corpúsculos que puedan darle fuerza Y acelerar su golpe impetuoso. Hay muchos cuerpos que penetra el rayo 510 Sin daño alguno de ellos, porque encuentra Conductos que atraviesa velozmente: Hay otros que destruye y descompone, Por que viene a atacar directamente Las moléculas que unen su tejido: Él con facilidad derrite el cobre Y hace que hierva el oro en un instante, Porque de átomos lisos y sutiles Se forma el rayo, los que fácilmente Dentro de estos metales se introducen, 520 Y desatan sus nudos al momento Y todas sus lazadas desaprietan. En el Otoño y en la Primavera, Cuando se abren las flores por los campos, El palacio encumbrado de los cielos De fulgentes estrellas se estremece Por todas partes más a la continua: Se estremece también toda la tierra, Porque en Invierno faltan muchos fuegos, Y los vientos se calman en Estío, 530 Y las nubes no tienen tanto cuerpo. En estaciones medias, pues, concurren Todas las varias causas de los rayos: Vienen a ser los límites comunes Do el frío y el calor se están tocando Agentes necesarios de los rayos, Que entrambos introducen la discordia En la naturaleza, y con gran ruido El fuego encienden de las tempestades Y enfurecen el aire con los vientos: 540 Porque el fin del Invierno y el principio De Estío son los que hacen el Verano: Por lo cual deben el calor y el frío, Principios entre sí tan encontrados, Luchar y revolver todas las cosas: El Otoño, que forma la salida Del Estío y la entrada del Invierno, Debe observar las riñas y pendencias Del frío y del calor; guerras del año Pueden llamarse entrambas estaciones: 550 No es extraño que se hagan muchos rayos Entonces, y que el cielo se alborote Con tempestades, porque la discordia Está continuamente fomentada Con llamas y con vientos y con nublos. Así se indaga la naturaleza Del ignífero rayo y sus efectos; No consultando vanas predicciones De los toscanos para hallar indicios Del secreto consejo de los dioses: 560 O de dónde salió el alado fuego, O hacia donde tiró precipitado, De qué modo se entró por las paredes Y cómo sale de ellas victorioso, O qué daño presagia su caída. ¿Por qué, si Jove y las demás deidades Estremecen las bóvedas celestes Con sonido terrífico, y arrojan Los rayos por do quiera que les place; Por qué de parte a parte no dividen 570 El pecho del malvado que se entrega A odioso crimen descaradamente, Y las llamas del rayo vaheando Dan a los hombres documento horrible? ¿Por qué más bien revuelven en sus llamas Al inocente a quien maldad no arguye, Y a quien súbitamente le circunda El fuego celestial en remolino? ¿Por qué, además, emplean su trabajo Contra las soledades vanamente? 580 ¿Es por ejercitar mejor sus brazos, O por asegurar mejor sus golpes? ¿Por qué sufren se emboten en la tierra Los que despide el padre de los dioses? ¿Por qué de ellos él mismo se despoja, Y para sus contrarios no los guarda? En fin: ¿por qué no lanza Jove el rayo Y nunca mueve tempestad de truenos Cuando hay serenidad por todo el cielo? ¿Cuando acaban las nubes de formarse, 590 Monta entonces en ellas por ventura, Por dirigir sus tiros más de cerca? ¿Por qué razón contra la mar asesta? ¿Por qué hiere las ondas, estas masas Líquidas, estos cuerpos fluctuantes? Si quiere nos guardemos de los rayos, ¿Por qué no deja verlos desde lejos, Y si quiere cogernos descuidados ¿Por qué truena de modo que podamos Evitarlos? ¿A qué son los retumbos, 600 Tinieblas y murmullos que preceden? ¿Puedes tú concebir que los dispare Al mismo tiempo por distintas partes? No puedes refutarlo, sin que niegues Una experiencia tan frecuente y cierta. Es preciso que pueda caer el rayo Al mismo tiempo por distintos lados, Como vemos que llueve y caen las lluvias. ¿El rayo asolador por qué derriba, En fin, los templos santos de los dioses, 610 Estas habitaciones suntuosas, Y rompe sus estatuas bien labradas, Y roba a sus imágenes el culto Con golpe violento? ¿Por qué ataca De ordinario los sitios elevados, Y vemos en las cumbres de los montes Más bien que en otra parte sus vestigios? Por lo que te he explicado de los rayos Es fácil conocer de qué manera Sobre la mar se arrojan desde arriba 620 Los tifones, que présteres clamaron Los griegos atendiendo a sus efectos. Por qué bajan a veces desde el cielo Sobre la mar como en columna larga, Y todo alrededor bullen las ondas Agitadas con soplo impetuoso; Y las naves entonces sorprendidas Por el vertiginoso meteoro Están expuestas al mayor peligro: Y la causa es que el viento algunas veces 630 No teniendo potencia suficiente Para romper la nube que ha embestido, La baja poco a poco hacia las aguas Como columna echada desde el cielo, O más bien como masa disparada De arriba abajo por robusto brazo, La cual sobre las ondas se extendiese: Cuando rasga la nube, el viento se entra Con ímpetu en la mar, y en ella excita Un hervor increíble; porque entonces, 640 Sin cesar agitándose la manga, Baja a la par la nube, que se presta A cualquier movimiento de la bomba: Y así que la extendió sobre las aguas El vértice de pronto se zabulle. Hace toda la mar un hervidero, Mueven sus olas espantoso ruido. El mismo torbellino que en el aire Juntó los elementos de la nube, Se envuelve algunas veces dentro de ella, 650 Imitando las mangas por la tierra; Y cuando al suelo se bajó la nube, Rasgándose, vomita de su cuerpo Un remolino, un huracán furioso. Mas siendo estos fenómenos muy raros A causa del obstáculo que oponen En la tierra a los vientos las montañas, Deben ser más frecuentes en los mares, Que son tan extendidos y patentes. Los nublados se forman cuando muchos 660 Angulosos corpúsculos, volando Sin cesar en la atmósfera, se juntan Entre sí de repente, y se condensan A pesar de sus débiles uniones: Sólo son al principio nubecillas; Empero todas juntas apiñadas, Y entre sí reunidas, van creciendo, Y los vientos las llevan de manera Que nace de ellas tempestad furiosa. Y cuanto más vecinas a los cielos 670 Tienen también sus cumbres las montañas, Tanto más una niebla amarillenta Y una especie de humo siempre espeso Las obscurece; porque cuando empiezan A tomar consistencia los nublados, Sin que puedan aún verlos los ojos, Los vientos los conducen y aglomeran Sobre la cima de elevado monte: Cuando, por fin, después se reunieron En mucho mayor número apiñados, 680 Condensados los vemos elevarse Desde la húmeda cumbre por los aires: Puesto que la razón y la experiencia Dicen ser el teatro de los vientos Aquellos sitios que hay más elevados. Además quita la Naturaleza También muchos corpúsculos de encima De todo el mar, como nos lo declaran Las ropas que tendemos en la playa Poniéndose mojadas: luego es claro 690 Que contribuyen las emanaciones De este salado fluido agitado Al acrecentamiento de las nubes. Vemos también que de los ríos todos Y de la misma tierra se levantan Unas nieblas y cálidos vapores Cuyas exhalaciones se remontan Por el aire, y los cielos obscurecen, Y con sus reuniones insensibles Forman espesas nubes; pues las olas 700 De la substancia etérea las empujan Por la parte de arriba, y condensadas Cubren casi las bóvedas azules.. Puede también que vengan de otros mundos A reunirse en éste aquellos cuerpos Que forma los nublados y tormentas: Porque te he dicho que es innumerable El número de átomos, y el todo Ser también profundísimo: no ignoras De cuánta ligereza están dotados 710 Los átomos, y cuán rápidamente Suelen correr espacio inmensurable; Por lo que no es extraño, que al momento Cubran la tempestad y las tinieblas Colgadas en el aire mar y tierra, Y las montañas; pues los elementos Encuentran siempre entradas y salidas Por donde quiera en todos los conductos Del éter, y por todas las lumbreras Del mundo, por decirlo de este modo. 720 Ahora te explicaré cómo se aumentan Las aguas de la lluvia en nubes gruesas, Y cómo desde allí caen en la tierra. Y es preciso ante todo persuadirte Que se levantan con las mismas nubes Infinitas moléculas de agua De todo cuerpo, y a la par se aumenta Con la misma substancia de la nube, Del mismo modo que el sudor, la sangre, Y cualquiera otro líquido del cuerpo 730 Crece a la par que todos nuestros miembros. Los nublados a veces también cargan De las aguas marinas, semejantes A vellones de lana suspendidos Cuando son conducidos por los vientos Sobre la superficie de los mares; También de todo río se levanta El agua hacia las nubes; pero cuando Estas semillas de agua, acrecentadas De todas partes con emanaciones 740 Tan grandes y diversas, se juntaron Y las condensa el soplo de los vientos, Entonces determina su caída Doblada fuerza; la presión de vientos Y la copia de nubes apiñadas, Las cuales gravitando unas sobre otras Hacen caer las lluvias dilatadas. Cuando además los vientos enrarecen Los nublados, o cuando son disueltos Por el calor del Sol, que hiere encima, 750 Humor pluvioso entonces van soltando, Y corren gota a gota como cera Que se va derritiendo puesta al fuego. Es copiosa la lluvia si las nubes Experimentan esta doble fuerza, La presión de su peso y de los vientos; Y suele durar mucho, y encerradas Suele tener las gentes en su casa, Cuando están muy espesos los nublados, Y cuando unos sobre otros se amontonan, 760 Y se derraman hacia todas partes, Cuando toda la tierra restituye, El mismo humor con sus exhalaciones. Cuando entre obscura tempestad embiste Con sus rayos el Sol lluviosa nube Que en frente de sí tiene, se descubren En medio de las nubes tenebrosas Los colores del Iris variados. De otros meteoros que se forman Y crecen combinados en las nubes, 770 Como la nieve, vientos y granizo, Las escarchas y el hielo que endurece Las aguas, y refrena la corriente De los ríos, es fácil que comprendas Sus efectos y causas si entendieres Las propiedades de los elementos. Pon atención en conocer la causa Ahora de los temblores de la tierra; Y debes persuadirte, sobre todo, Que el globo interiormente como fuera 780 Está lleno de vientos, de cavernas, De lagos, precipicios y peñascos, De rocas y de ríos escondidos, Cuya corriente impetuosa arrastra Las peñas sumergidas en su madre: La razón, pues, exige que la tierra Se asemeje a sí misma en todas partes. Supuestas de antemano estas nociones, Tiembla la tierra por su superficie Con motivo de haberse desplomado 790 En su interior grandísimas cavernas, Que viene a demoler por fin el tiempo; Como que enteros montes se arruinan, Cuyo sacudimiento pronto y fuerte Extiende los temblores a lo lejos: Cuando un carro que no es de mucho peso Hace temblar todos los edificios Que están al paso, no retiemblan menos Todos los sitios del contorno cuando Arrastran los corceles arrogantes 800 Las llantas de las ruedas bien herradas. También puede caer al cabo de años Una masa disforme de la tierra En un lago vastísimo, y el orbe Vacilar tal vez puede con motivo Del movimiento que excitó en las aguas, Así como en el suelo no está inmóvil El vaso lleno de una agua agitada Hasta ponerse toda en equilibrio. Cuando, además, el viento recogido 810 Entre las cavidades interiores De la tierra se arrojó violento Sobre una parte, y con sus fuerzas todas Hace presión en las cavernas Inclínase la tierra hacia la parte Donde el viento dirige sus esfuerzos, Y las casas entonces que hay encima Inclínanse también cuanto más altas, Cuanto más se avecinan a los cielos, Y perdiendo el nivel salen las vigas, 820 Y amenaza venirse todo al suelo. Y temen presumirse si ha prescrito Naturaleza un paso a la ruina Y destrucción total del mundo entero, Cuando ven su gran mole pronta a hundirse. Si los vientos aliento no tomasen Nada capaz sería de enfrenarlos, Ni detener su furia destructora; Mas como se sosiegan alternando, Y vuelven al ataque nuevamente, 830 Y se ven rechazados con ventaja, Amenaza la tierra desplomarse; Ella se inclina y otra vez se alza; Y pierde el equilibrio, y con su peso Otra vez le recobra: por lo mismo Toda cosa vacila más o menos Según su elevación, pues las más bajas Casi no sienten el temblor de tierra. También pueden causar estos temblores Un viento impetuoso, un grande soplo 840 De fuerza introducido de repente, O nacido del seno de la tierra, Que después que se entró en las cavidades Del globo, con tumulto anticipado Entre inmensas cavernas va bramando Y se revuelve mucho y no se escapa Por fuera de la tierra hasta que la abre Y con su gran violencia la divide, Y forma en ella abismos anchurosos; De esta manera fue Sidón tragada, 850 Obra de tirios, y en Peloponeso También Egina. ¡Ay, cuántas ciudades Esta erupción furiosa de los vientos Y el temblor de la tierra han destruido! ¡A cuántas los horribles terremotos Han hundido debajo de la tierra, Y con sus ciudadanos juntamente, Cuántas otras los mares sepultaron! Pues si el viento no llega a romper fuera, Su soplo impetuoso se divide 860 Por todos los conductos de la tierra Y en sus entrañas férvidas excita Un temblor general, del mismo modo Que cuando se introduce por los miembros Interiormente el frío, y los sacude, Nos hace tiritar a pesar nuestro: Con un doble terror vagan las gentes Por la ciudad entonces asustadas, Pues sobre su cabeza ven la muerte, Debajo de los pies también la temen: 870 Temen que caiga derrumbado el techo, Temen disuelva la Naturaleza Las bóvedas del globo de repente, De par en par abriendo estos abismos Anchurosos, queriendo trastornada Con sus mismas ruinas rellenarlos. Por lo cual, aunque vivan persuadidos De ser incorruptibles cielo y tierra, Y destinados a existencia eterna, La vista de un peligro tan urgente 880 Introduce pavor y desconfianza En sus almas a veces, y les hace Temer no huya la tierra en un instante Con dirección al báratro profundo, Y que el gran todo caiga detrás de ella, Y que no reste más de todo el mundo Que un cúmulo confuso de ruinas. Ahora debo explicar precisamente Cómo la mar no sabe qué es aumento. Admíranse de que la mar no aumenta 890 Su volumen jamás con tantas aguas Como corren a ella y tantos ríos Como por todas partes desembocan: Junta las tempestades y las lluvias Que sobre mar y tierra caen a un tiempo Además de sus propios manantiales; ¿Dejarán, sin embargo, de admirarse Si consideran que estas aguas juntas, Con el mar extendido comparadas, Viene a ser apenas una gota? 900 Roba el calor del sol una gran parte, Pues vemos secan sus ardientes rayos En un instante la mojada ropa: Será su acción más fuerte y más activa Sobre la faz inmensa de los mares Aunque el sol tome una porción muy corta De cada sitio de por sí, no obstante, Debe robar en extensión tan grande Cúmulo inmenso de marinas aguas. Cuando con furia el mar barren los vientos, 910 Se llevan tras de sí gran parte de agua; Porque es frecuente a veces en la noche Ver que se ponen secos los caminos Y endurecido el lodo con su soplo. Además, te enseñé que los nublados Atraen a sí las aguas de los mares, Y por la haz de la tierra las esparcen Cuando llueve sobre ella, y cuando llevan Los vientos por la atmósfera las nubes. Por fin, supuesto que es la tierra un cuerpo 920 Poroso, que la mar contigua ciñe Por todas partes, recibir no puede El mar en sí las aguas de la tierra Sin que reciba aquésta al mismo tiempo Las saladas del mar, que ciertamente Se filtran por el seno de la tierra, Y se recogen y se juntan todas Donde tienen los ríos nacimiento, Y fluyen dulcemente por la tierra, Por donde, una vez rota, facilita 930 Que con líquido pie corran las aguas. Explicaré al presente por qué causa Vomita a veces Etna por sus bocas Las llamas en espeso torbellino: La tempestad de fuego, dominando Con estrago en los campos sicilianos, No hizo mirar a los vecinos pueblos; No volviendo la vista a los torrentes De chispas y de humo, que cubrían La atmósfera: a la vez, les daba pena, 940 De pávido cuidado hinchiendo el pecho, Esperando los nuevos infortunios Que la Naturaleza preparaba. Si de tales fenómenos deseas Tener conocimiento, es necesario Que des una ojeada vasta y grande Sobre Naturaleza, y que sus partes A la vez consideres todas juntas, Acordándote siempre que el gran todo, Es infinito, y que supone poco 950 El cielo comparado al universo; Y que es el hombre imperceptible cosa Si se compara con el orbe entero. Si tú penetras bien este principio, Si te convence una verdad tan clara, Ya no te admirarás de muchas cosas. ¿Se admira acaso alguno de nosotros Si le abrasa a cualquiera ardiente fiebre, U otra cualquier enfermedad aguda Se extiende por sus miembros doloridos? 960 Porque se hinchan los pies en un instante, El más vivo dolor coge los dientes, Y ataca alguna vez los mismos ojos: De San Antón el fuego va creciendo, Y extendiéndose abrasa todo el cuerpo, Sin admirarse, porque se conocen De muchos cuerpos las emanaciones: Y las exhalaciones de la tierra Y el aire infecto son muy suficientes Para dar ser y rápidos progresos 970 A las enfermedades más terribles. Así se ha de creer que este gran todo, Como infinito, suministra al cielo Y a la tierra los átomos capaces De estremecer el globo de repente, De recorrer en raudo torbellino El mar y tierra, y de lanzar por Etna Copiosos fuegos, de inflamar el cielo: El mismo cielo si puede inflamarse Tan fácilmente como caen las lluvias 980 A mares en la tierra cuando llegan A juntarse en la atmósfera las aguas. Pero me dirás tú que estos incendios Son muy considerables: lo confieso; Así como parece grande un río A quien no vio jamás otro más grande: Y así un árbol, un hombre y todo cuerpo De la especie que quieras son disformes Para aquél que no ha visto otros mayores: Cuando nada suponen estos cuerpos, 990 Aunque juntes el cielo, mar y tierra, Si con el Universo se comparan. Pero expliquemos ora de qué modo La llama enfurecida en un instante De las vastas hornazas de Etna sale. Lo primero, está hueco todo el monte Por su parte interior; sobre cavernas De pedernales casi está fundado: Así que, las cavernas todas tienen Vientos y aire, no siendo otra cosa 1000 El viento más que el aire conmovido: Y cuando este elemento furibundo Llegó a inflamarse, y ha comunicado Su ardor a los peñascos y a la tierra, En torno de la cual sin cesar gira Y saca de ellos con veloces llamas Fuego devorador, él se levanta Y se arroja derecho por las bocas De la montaña, y a lo lejos echa La llama y la ceniza, y sale envuelto 1010 Entre humo espeso y negro, y juntamente Lanza piedras de peso extraordinario: Sin que te quede duda ser efectos Del ímpetu furioso de los vientos. En gran parte la mar, además, baña Las faldas de este monte, y las azota Con sus olas, y luego se retira: Por debajo de tierra las cavernas Desde la misma mar se comunican Con las altas gargantas de este monte: 1020 No podemos dudar que entran los vientos Por estas bocas, y que se dirigen Soplando interiormente hacia la cumbre: Y por esto se ven volar las llamas, Y van a dar muy lejos los peñascos Y las nubes de arena se derraman: Hay en la cima unos embudos anchos Por do escapan los vientos, que los griegos Cráteres llaman, a los que nosotros Llamamos las gargantas o las bocas. l030 Para algunos fenómenos no basta Dar una explicación; antes precisas Son otras muchas, para hallar alguna Entre ellas verdadera; por lo tanto, Si ves tú desde lejos el cadáver De algún hombre tendido sobre el suelo, Es preciso decir todas las causas De la mortalidad para que sepas La causa de la muerte de aquel hombre; Porque no puedes decidir si ha muerto 1040 De muerte dada a hierro o por el frío, O por enfermedad o con veneno: En general sabemos que él ha muerto Por una de las causas que he nombrado; Mas sólo los testigos oculares Pueden decir la causa verdadera: Así también estamos indecisos Sobre muchos fenómenos que vemos. Crece el Nilo y rebosa por los campos En el estío, siendo el solo río 1050 Que hay en todo el Egipto, y va regando Las campiñas en medio de calores; O bien porque reinando en el estío Etesios vientos, soplan aquilones Contra el embocadero y la corriente, Y su curso retardan y recrecen Las aguas, y se llena todo el río, Y le hacen que se pare; ciertamente El soplo de estos vientos se dirige Contra el curso del río, porque vienen 1060 Etesios vientos de constelaciones Frías del polo boreal, y el Nilo Tiene su nacimiento en las regiones Del Mediodía, en los ardientes climas Que el sol visita en medio de su curso, Entre los hombres negros y tostados. Grandes bancos de arena tal vez forman Al agua un dique en el embocadero Cuando el mar agitado con los vientos Hacia adentro la arena va metiendo, 1070 Por lo que es menos libre su desagüe, Y la madre está menos inclinada, Y se refrena el ímpetu del río. Por fortuna quizá en su nacimiento Las lluvias son también más abundantes En aquella estación en que las nubes Juntas al Mediodía son llevadas Por los vientos etesios a aquel lado, Las cuales se amontonan apiñadas Sobre la cumbre de elevados montes 1080 Y la presión del peso las esparce. Tal vez puede venir esta creciente De los montes alzados de la Etiopía, Cuando el sol, abrasando con sus rayos A la naturaleza, hace que bajen Las nieves derretidas a los campos. Al presente diré qué cosa sean Aquellos sitios y funestos lagos Que se llaman avernos; este nombre Al principio les dieron con motivo 1090 Del efecto que causan, porque matan En general las aves; cuando vienen Volando por encima de estos sitios Directamente, de volar se olvidan Y, perdiendo sus alas los resortes, Torciendo la cabeza caen sin fuerzas Precipitadas en la tierra, o agua, Quizá conforme a la naturaleza De aquel averno que las da la muerte. Cual es el que hay en Cumas y en Vesubio: 1100 Fuentes cálidas son las que vaporan Un humo espeso; y otro semejante Hay también en los muros atenienses, En el remate de la ciudadela, Cerca del templo de tritonia Palas: Do las roncas cornejas jamás llegan Aunque las brinde el humo de las aras. Huyen tan azoradas las cornejas, No los vivos enojos de Minerva, Que con su vigilancia provocaron, 1110 Según lo cantan los poetas griegos; Antes bien los vapores de este sitio, Muy suficientes para hacer se vuelvan, También cuentan que en Siria hay otro averno Do los mismos cuadrúpedos no pueden Sus pasos dirigir sin que al momento Los haga el vaho caer muertos en tierra, Así como si fueran conducidos A inmolarlos a dioses del Infierno. Efectos naturales, pues, son todos, 1120 Y se puede atinar bien con sus causas Sin presumir que sean estos sitios Mucho más bien las puertas infernales Por do los dioses del obscuro imperio Atraen quizá las almas de los muertos Sobre la orilla de Aquerón; conforme A la opinión común de que la simple Aspiración de los ligeros ciervos Saca de sus guaridas las serpientes. Recuerda la doctrina que he inculcado, 1130 A saber, que la tierra en sí contiene Un número muy grande de elementos Configurados de distinto modo: Que hacen vivir al hombre muchos de ellos; Que otros engendran las enfermedades Y aceleran su muerte: también dije Más o menos análogos ser todos A conservar diversos animales Según sus diferentes contexturas Y su naturaleza muy diversa 1140 Y elementales configuraciones: Entran muchos hiriendo los oídos; Despidiendo otros un olor ingrato, Con gran molestia hieren el olfato; Otros evita el tacto, otros la vista, Y son otros al gusto desabridos: La experiencia te enseña cuantos cuerpos Producen en el hombre sensaciones Ingratas y molestas y penosas. Hay árboles que tienen una sombra 1150 Cargada de moléculas dañosas, La cual causa dolores de cabeza Muy fuertes a cualquiera que se tiende Debajo a descansar sobre la hierba. Del Helicón en la elevada cumbre Hay un árbol también que mata al hombre Con el olor infecto de sus flores: Y nacen todas estas producciones De la tierra, porque ella en sí contiene Gran copia de semillas combinadas 1160 De modos infinitos y diversos, Con cuyas secreciones alimenta Cada individuo de por sí la tierra. Y recién apagada la luz echa Un olor de su pábilo, que afecta Desagradablemente nuestro olfato, Adormece los hombres y los tumba Como si padecieran la epilepsia: Y se cae la mujer adormecida Con el olor subido del castóreo; 1170 Y la obra delicada se desliza De entre sus tiernas manos si lo huele Al tiempo de pagar menstruo tributo: Además también hay otras substancias Que aflojan el sistema de los miembros Y el alma recogida bambolean: En fin, si te estuvieres mucho tiempo En un baño caliente, o te sumerges En el mismo saliendo de la mesa, ¡Cuánto no hay que temer el que te caigas 1180 En medio de las aguas sin sentido! Y el activo vapor de los carbones ¡Qué pronto se introduce en el cerebro Si no bebemos agua de antemano! Golpe de muerte da el olor del vino A aquel hombre que tiene consumidos Todos sus miembros en la ardiente fiebre. ¿No ves también cómo en la misma tierra Nace el azufre y el betún que exhalan Un olor penetrante? Por fin, cuando 1190 Con el hierro en la mano van los hombres Rasgando las entrañas de la tierra Para buscar las venas de oro y plata, ¿Qué vapores no salen de la mina? ¿Qué olores tan mortales no se exhalan De este rico metal que yace en ella? ¿No ves la cara y tez descolorida De los míseros que andan condenados Por la ley a trabajos tan penosos? ¿Cuán en breve perecen no has oído 1200 Y cuán corto es el plazo de su vida? Así, es preciso que la tierra exhale Todos estos vapores esparcidos. Por fuera en las llanuras de los aires. Así deben también avernos sitios Echar de sí mortíferos vapores A las aves; los cuales se levantan Desde la misma tierra por los aires, Y parte de la atmósfera envenenan, Y cuando llega allí volando el ave, 1210 La ponzoña invisible la entorpece Allí su movimiento, y cae derecha Donde el vapor dirige su caída; Do, ya precipitada, el mismo tufo, Entonces más activo lanza fuera De sus miembros los restos de la vida; Porque el primer ataque solo excita En el ave unas ciertas convulsiones; Pero ya que una vez están caídas Las aves en las fuentes ponzoñosas, 1220 Allí el último aliento de la vida Exhalan de ponzoña circundadas. Puede también que estas exhalaciones Enrarezcan la masa de aire puesta Entre la tierra y aves, de manera Que esté casi vacío aquel espacio: Cuando vienen volando por encima De estos sitios las aves, al momento En medio del vacío inútilmente Mueven las alas, ni su esfuerzo ayuda 1230 Alguna reacción, porque, no hallando Mas apoyo en el aire, y no pudiendo Sostenerse en sus alas, las obliga Con su peso a caer naturaleza; Y ya tumbadas dentro del vacío, Por los poros del cuerpo echan el alma. Está más fría el agua de los pozos En el estío porque enrareciendo El calor a la tierra, prontamente Disipa por los aires las semillas 1240 De fuego que tal vez en sí contiene. Cuando más caldeada esté la tierra, Tanto más fría debe estar el agua Escondida en su seno; y al contrario, Cuando aprieta, condensa y une el frío Toda su superficie, debe entonces Por esta, comprensión hacer que se entre En lo hondo de los pozos todo el fuego Que haya diseminado por la tierra. Junto al templo de Ammón hay una fuente 1250 Que está helada entre día, según dicen, Y caliente de noche: mucho admiran Los hombres esta fuente, y se persuaden Que oculto el sol debajo de la tierra, La calienta al instante que la noche Cubre la tierra con terrible sombra: Pero esta explicación es muy contraria A la filosofía verdadera: Porque si el sol, que tanta fuerza tiene Sobre nuestras cabezas levantado, 1260 Por contacto inmediato no ha podido Siquiera calentar la superficie, ¿Cómo debajo de los pies podría Por medio de una masa tan espesa Como la tierra hacer hervir el agua Y en ella introducir su ardiente fuego, Cuando el ardor apenas de sus rayos Penetra las paredes de las casas? ¿Del fenómeno, pues, cuál es la causa? Es que la tierra está más esponjosa 1270 Y que en ígneas semillas más abunda Junto a la fuente que por más afuera: Cuando en sus sombras húmedas la noche El orbe sepultó, la tierra al punto Que cerca el manantial se va enfriando, Y encógese como si la apretaran Con la mano, de modo que en la fuente Exprime las partículas de fuego De que ella esta impregnada, y comunica Al agua aquel calor que experimentan 1280 El tacto y paladar: cuando los rayos De sol nacientes de seguida abrieron Los poros de la tierra, y su tejido Enrareció la mezcla de sus fuegos, Se vuelven a su asiento primitivo Las partículas ígneas, y se cuela Todo el calor del agua por la tierra: Fría está así la fuente por el día. Por otra parte, herida el agua entonces Por los rayos del sol, y enrarecida 1290 Con sus trémulos fuegos, es preciso Exhale los corpúsculos de fuego Que ella contiene, así como despide. Las moléculas, frías otras veces, Y deshace los hielos que la ataban Y como prisionera, la tenían. También hay una fuente de agua fría Sobre la cual, echando alguna estopa Se enciende y echa llamas de repente, Y una tea se prende de este modo, 1300 Y va luciendo en medio de las aguas Por do su luz nadante el aire impele: Sin duda porque el agua de esta fuente Contiene en sí muchísimas semillas De fuego, y es preciso que reciba De aquella tierra que es como su lecho Un montón de partículas de fuego, Que subiendo a lo alto se derraman Por toda el agua, y por defuera a un tiempo. Se exhalan, y se esparcen por los aires; 1310 Pero no son tan vivas las semillas Que puedan calentar la misma fuente. Una impulsión secreta determina Todas estas moléculas dispersas A salir pronto fuera y congregarse Por encima del agua: de este modo, El agua dulce de la fuente Aradia Corre y aparta las saladas ondas De alrededor: y en otras muchas playas Ofrece el mar recursos semejantes, 1320 Gratos a los sedientos marineros, Manando el agua dulce entre saladas. Pues por un mecanismo semejante Las partículas ígneas salir pueden Entre las ondas, y lanzarse fuera Para encender la estopa: luego que ellas Allí están reunidas, y se pegan A la substancia de la tea, al punto Se prenden fácilmente, porque tienen Gran número de partes inflamables 1330 Las estopas y teas por su parte. ¿No ves cómo la lámpara que acaba De morir, si la arrimas a otra que arde, Antes de ser tocada arde de nuevo? Pues lo mismo sucede con la tea: Ahora no trato yo de muchos cuerpos Que se inflaman de lejos con la misma Impresión del calor, antes que llegue A tocarlos de cerca el mismo fuego: Luego de aquella fuente los efectos 1340 Pueden ser explicados, de este modo. Empezaré tratando yo al presente Por qué ley natural al hierro puede Atraer esta piedra que los griegos Magnética llamaron en su lengua; Por qué tienen el nombre de Magnesios Los pueblos y el país donde se encuentra. Admíranse los hombres de esta piedra, Porque viene a formar una cadena De pendientes anillos unos de otros; 1350 A veces se ven cinco y más anillos Que van en línea recta descendiendo, Y los agitan los suaves aires, Y uno debajo de otro asido cuelga; Y ellos se comunican mutuamente La virtud atractiva de la piedra: Tanto su actividad llega a extenderse. Antes que estos fenómenos explique Tengo yo que sentar muchos principios Pata decir la causa verdadera: 1360 Sólo podemos arribar a ella Por medio de grandísimos rodeos: Presta, pues, atención a mis palabras. Debes tener presente desde luego Que todos cuantos cuerpos vemos lanzan Perpetuamente unos derramamientos, Unas emanaciones que nos hieren Los ojos, y producen en nosotros La sensación de ver; y los olores No son más que continuas emisiones 1370 De ciertos cuerpos: como emana el río De fluidos, y emanan los calores Del sol, y de la mar la sal que roe Los edificios que hay en las riberas: Cuando nos paseamos en la playa De continuo nos zumban los oídos, Y un salino vapor entra en la boca Hiriendo el paladar jamás miramos Preparar el ajenjo sin que al punto El amargor sintamos: luego envían 1380 Todos los cuerpos siempre emanaciones De toda especie, las que se dirigen A todas partes sin reposo alguno Y sin cesar jamás, pues de continuo Tenemos sensaciones, y podemos Ver, y oler y oír a cada instante. Te volveré a traer a la memoria Lo porosos que son todos los cuerpos; Un principio que ya te he demostrado En el Canto primero del poema, 1390 Que nos da a conocer muchas verdades; Mas sobre todo explica de tal suerte El fenómeno extraño que pretendo, Declararte ahora mismo, que no puedo Prescindir de probarte nuevamente Que de todos los cuerpos conocidos No existe uno siquiera que no tenga Su tejido mezclado con vacío. Las bóvedas chorrean en las grutas Un humor que destilan gota a gota: 1400 Mana el sudor por todo nuestro cuerpo: Crece la barba y pelos en los miembros: Repartido el sustento por las venas, Sostiene y acrecienta los extremos De nuestro cuerpo, y aun las mismas uñas: También sentimos que el calor y frío Penetran por el cobre, y por la plata Y por el oro su impresión sentimos Cuando tenemos una copa llena: Por último, atraviesan los sonidos 1410 El espesor de la pared, y se entran Por ellas el olor, calor y frío; Traspasan aun de hierro la coraza Que ciñe todo el cuerpo del guerrero: Vienen de fuera las enfermedades Casi por lo común; y los contagios Que nacen de la tierra, o en el aire, Así como se forman se disipan, En un instante porque no hay un Cuerpo Que no encierre vacío en su tejido. 1420 Añádase que las emanaciones De los cuerpos no tienen todas ellas Unas mismas sensibles cualidades Ni igual analogía con los cuerpos Sobre los cuales obran: ante todo, El sol cuece la tierra y la deseca, Mientras derrite el hielo y con sus rayos Hace que corran de los altos montes Nieves amontonadas, y liquida Con su mismo calor, en fin, la cera: 1430 También disuelve el fuego cobre y oro, Mientras contrae y encoge carne y cueros: A la verdad, el hierro caldeado Adquiere un nuevo grado de dureza Cuando le echan en agua; y al contrario, Endureciendo el fuego carne y cuero, El agua los ablanda; el acebuche, Cuyo amargor es insufrible al hombre, Es para las cabrillas más sabroso Que el néctar y ambrosía. Por fin, huye 1440 La mejorana el cerdo de ordinario, Y teme toda clase de perfumes, Porque son el veneno más activo Para el cerdoso puerco los que a veces Parece que nos vuelven a la vida: Por el contrario, empero, siendo el cieno La misma suciedad para nosotros, Parece a los marranos lo más limpio, Do se revuelcan todos sin hartura. Aún me falta sentar otro principio 1450 Antes que empiece a hablar de lo que he expuesto, Y es que, teniendo muchos intersticios Todos los cuerpos, no deben aquéllos Ser entre sí del todo semejantes; Antes debe tener cada uno de ellos Naturaleza y usos peculiares: Porque los animales ciertamente Tienen varios sentidos, y cada uno Tiene su objeto propio: los sonidos Por sus propios conductos se insinúan; 1460 Los sabores y olores van por otros Que tienen ciertamente analogía Con su naturaleza y su tejido: Además, hay también emanaciones Que penetran las piedras, y otras pasan Por la madera, y otras por el oro, Y algunas por la plata y por el vidrio, Porque los simulacros se introducen Por los poros del vidrio, y se insinúa El calor en los poros, de oro y plata: 1470 Y hay corpúsculos que entran más ligeros, Y otros más tardos, por el mismo cuerpo. Arriba dije que estas diferencias Son una consecuencia necesaria De la infinita variedad que ha puesto Y ha establecido la Naturaleza Entre los intersticios de los cuerpos. Con tanta solidez establecidas Todas estas verdades proemiales, Es fácil explicar lo que buscamos, 1480 De suyo descubriéndose la causa De la atracción del hierro: desde luego Es preciso que emanen de continuo De la misma substancia de la piedra Infinitos corpúsculos, o sea, Un activo vapor que con sus golpes Dé raridad a aquel aire que media Entre el imán y el hierro: cuando encuentran Este espacio intermedio ya vacío Se dirigen a él en el momento 1490 Los principios del hierro muy unidos, Por lo que todo el cuerpo del anillo Sigue la misma dirección: no hay cuerpo Que tenga los principios más trabados Que los del hierro, este metal tan firme Que casi es al calor inaccesible. No es maravilla, como dije antes, Que la tendencia de sus elementos En número copioso hacia el vacío Arrastren tras de sí todo el anillo: 1500 Así es en realidad, y siempre avanza Hasta que toca con la misma piedra Y se une con compases invisibles: Obra el imán en todas direcciones El vacío se forma en todas partes, Bien hacia arriba, bien lateralmente; Los anillos vecinos al momento Se inclinan al espacio enrarecido, Conducidos de choques exteriores, Pues su misma tendencia no podría 1510 De esta manera unirlos en el aire: Otra causa hay también que favorece A aquesta dirección, y que acelera El movimiento: y es que, apenas El aire se enrarece, y el vacío Por la parte de encima del anillo Llega a formarse, en el momento el aire Inferior, sacudiendo en el anillo, Le impele por detrás en cierto modo, Porque todos los cuerpos son batidos 1520 Sin cesar por el aire que los cerca: Pero en esta ocasión hacen los golpes Avanzar el anillo, porque arriba Hay un vacío para recibirle: Cuando el aire que digo se ha esparcido En los poros del hierro y se ha insinuado Hasta sus más sutiles elementos, Los impele y los hace que adelanten Como el viento las velas y la nave. Deben, en fin, tener todos los cuerpos 1530 El aire en su tejido, porque todos Son porosos, y el aire de continuo Los rodea y los toca; pues metido Este fluido sutil dentro del hierro, Se agita con continuo movimiento, Y por esto sacude en el anillo Y por dentro sin duda le menea, Y ya con él se inclina hacia el vacío Al cual todas sus fuerzas encamina También sucede alguna vez que el hierro 1540 Se aparta del imán: algunas veces Le huye y le sigue alternativamente: Hierro de Samotracia y limaduras He visto yo saltar y revolverse En un vaso de cobre si acercaban Esta piedra de imán por el asiento; El hierro parecía que impaciente Huía de la piedra: hace que nazca, Tanta discordia el interpuesto cobre, Porque sin duda, las emanaciones 1550 Del cobre entonces se apoderan antes Y poseen del hierro los conductos: Las del imán, que vienen en seguida, Todos los pasos hallan ocupados, Y no pudiendo entrarse como antes Con precisión se arrojan sobre el hierro, Y chocan con sus olas el tejido De este metal: la piedra así repele, Y agita por el cobre el mismo cuerpo, que sin este obstáculo se uniera. 1560 No debes extrañar que no produzcan El mismo efecto las emanaciones De piedra imán sobre los otros cuerpos; La pesadez de algunos, como el oro, Los tiene inmobles; y otros, como el leño, Tienen poros muy anchos, por los cuales Pasan emanaciones sin tocarlos Y sin causar agitación en ellos: Entre estas dos especies tiene el medio El tejido del hierro, al cual impelen 1570 De esta manera las emanaciones De piedra imán cuando impregnado se halla De unas ciertas partículas de cobre. Sin embargo, el fenómeno que explico No es tan extraño en la naturaleza Que no pueda citar otras uniones Tan íntimas como éstas: ves trabarse Por medio sólo de la cal las piedras, Y la cola de toro une las tablas Tan fuertemente, que antes faltarían 1580 Las vetas y las partes esenciales De la madera que esta unión faltase: Gusta el vino mezclarse con el agua; La pez no puede hacerlo con su peso, Ni con su levedad puede el aceite: Se identifica tanto con la lana La púrpura, que no puede quitarse De modo alguno su color, aun cuando Se intente renovarle a fuerza de agua, Aun cuando todo el mar quiera lavarle 1590 Y con todas sus aguas desteñirle: El oro se incorpora con la plata Con la ayuda del fuego, últimamente, Y une el estaño cobres diferentes: ¿Y cuántas otras mezclas encontrara Tan íntimas como ésta si quisiera? ¿Pues, cómo no? porque no necesitas De tantas menudencias, y no es justo Que emplee en esto yo un trabajo inútil: Réstanos abrazar en un principio 1600 Muchos hechos a un tiempo: si dos cuerpos Se encuentran con tejidos tan opuestos Que a los huecos del uno correspondan Eminencias del otro, su juntura Es muy perfecta: así pueden juntarse Con especies de anillos y de anzuelos, Como sucede en el imán y el hierro. Ahora voy a explicarte yo la causa De las enfermedades contagiosas; De estas plagas terribles, que derraman 1610 Sobre hombres y ganados de repente La mortandad. Primero enseñé arriba Que en la atmósfera había una gran copia De corpúsculos, que unos dan la vida, Enfermedad y muerte engendran otros: Cuando da ser Acaso a los postreros El aire se corrompe y se inficiona: La enfermedad activa y pestilente O de clima extranjero es transmitida Por la vía del airé, como nubes 1620 Y tempestades, o del mismo seno De la tierra se engendra, cuando han sido Corrompidos sus húmedos terrones Con el calor y lluvias desregladas. ¿No observas tú que la mudanza de aire Y la del agua la salud atacan» Del hombre que está lejos de su patria? Porque allí encuentra un aire diferente Del que ha solido respirar en casa. ¿Por ventura, no encuentras diferencia 1630 Entre la inglesa atmósfera y Egipto, Por do el eje del mundo se ladea? ¿Y no difieren entre sí los climas Del Ponto, y el que llega desde Cádiz Hasta los pueblos negros y tostados? Como estas cuatro plagas se hallen puestas A cuatro vientos, como estén situadas Bajo de cuatro climas diferentes, En situación tan sólo no difieren, Sino también en el color y forma 1640 De sus habitadores, y parece Que están sujetos a distintos morbos. Es una enfermedad la elefancía Que nace hacia las márgenes del Nilo, No en otra parte, en medio del Egipto: En Ática, las piernas adolecen, Y los ojos enferman en Acaya, Y otras tierras atacan otros miembros; Del aire nacen estas diferencias: Porque si el aire de extranjero clima 1650 De peligrosa cualidad dotado Se muda y va viniendo hacia nosotros, Se arrastra lentamente como nube Altera y muda todas las regiones De la atmósfera por donde camina: Cuando llegó a la nuestra últimamente La corrompe, y así se la asimila Y nos la hace contraria: se derrama Este nuevo contagio y pestilencia Al punto por las aguas, y se pega 1660 A las mieses y humanos alimentos Y a la comida pastos de ganados; O se queda colgado algunas veces Su contagio en el aire, y no podemos Respirar este fluido mezclado Sin sorber su infección al mismo tiempo. Coge la pestilencia de ordinario Lo mismo al buey que a la balante oveja: ¿Pué importa que nosotros nos vayamos A otro clima mal sano y enfermizo 1670 A una atmósfera nueva; que nos traiga Naturaleza un aire pestilente Y extranjeros corpúsculos que puedan Con su pronta irrupción darnos la muerte? Unas enfermedades de esta especie, Causadas por mortíferos vapores, En los pasados tiempos devastaron Los campos de los términos Cecropios, E hicieron los caminos soledades, Dejaron la ciudad sin pobladores; 1680 Porque naciendo en lo interior de Egipto, Después de atravesar vastos espacios De aire y de mar, por último se echaron Y sobre el pueblo de Pandión cayeron: Todos los habitantes a millares Se rendían al morbo y a la muerte: La enfermedad cogía la cabeza Con fuego devoraz, y se ponían Los ojos colorados y encendidos; Estaba la garganta interiormente 1690 Bañada de un sudor de negra sangre, Y el canal de la voz se iba cerrando En fuerza de las úlceras; la lengua, Intérprete del alma, ensangrentada, Débil con el dolor, pesada, inmóvil, Áspera al tacto: cuando descendía Después aquel humor dañoso al pecho Desde las fauces, y se recogía Alrededor del corazón enfermo, Entonces los apoyos de la vida 1700 A un tiempo vacilaban, y la boca De adentro un olor fétido exhalaba Como el de los cadáveres podridos; Y las fuerzas del alma se perdían, Y con su languidez tocaba el cuerpo En los mismos umbrales de la muerte. Se juntaba a estos males insufribles Una congoja de inquietud perpetua Y una queja revuelta con gemidos, Y sollozar perenne noche y día, 1710 Que sin cesar los nervios irritando, Envarando los miembros, desatando Las articulaciones, consumían A los que sucumbían ya cansados A la fatiga. Las extremidades De sus cuerpos no obstante parecían Estar no muy ardientes, ofreciendo Tibia impresión al tacto: al mismo tiempo Estaba colorado todo el cuerpo, Con úlceras así como inflamadas, 1720 Como si hubiera sido derramado Fuego de San Antón sobre sus miembros. Un ardor interior los devoraba Hasta los mismos huesos, y la llama En su estómago ardía como hornaza: La más ligera ropa los ahogaba; Al aire y frío expuesto de continuo, Unos a helados ríos se tiraban A causa de aquel fuego en que se ardían, En las aguas más frías zabullendo; 1730 Desnudo el cuerpo se arrojaban otros En hondos pozos; con la boca abierta, Ansiosos de beber, a ellos venían, Y su insaciable sed no distinguía Las aguas abundantes de una gota Cuando sus cuerpos áridos metían: Ningún descanso el mal les otorgaba; Tendido estaba el cuerpo fatigado; La medicina al lado barbotaba Con temor silencioso: revolvían 1740 Noches enteras sus ardientes ojos A un lado y otro sin probar el sueño. Y muchos otros síntomas mortales Se notaban también además de éstos: Alma agitada de temor y pena Sobrecejo furioso y hosco rostro, Los oídos inquietos con zumbidos, Viva respiración, o fuerte y lenta, Cuello bañado de un sudor brillante, Poca saliva como azafranada 1750 Y cargada de sal de sus gargantas Con fuerte tos apenas arrojada. Se aticiaban los nervios de las manos, Los miembros tiritaban, y subía El frío de la muerte poco a poco Desde los pies al tronco: últimamente, Al acercarse el tiempo postrimero Tenían las narices encogidas Y su punta afilada, ojos hundidos, Huecas las sienes, la piel fría y ruda, 1760 Los labios abultados, resaltaba Tirante frente; a poco fallecían: El sol octavo o nono los veía Las más veces lanzar su último aliento. Mas si alguno escapaba de la muerte, Como a las veces sucedía, en fuerza De secreciones de úlceras malignas Y de negros despeños, sin embargo, La misma podre y muerte le aguardaban, Aunque más tarde: sangre corrompida 1770 De su nariz corría en abundancia, Con dolores muy fuertes de cabeza; Todas las fuerzas, toda la substancia Del hombre así llegaban a perderse. Si no salía el mal por las narices, Y si no ocasionaba esta hemorragia, Atacaba los nervios, se extendía El morbo por los miembros, y cogía Hasta las mismas partes genitales: Y unos, temiendo la cercana muerte, 1780 Vivían por el hierro mutilados De su virilidad; privados otros De manos y de pies, quedaban vivos; Y perdían, en fin, otros la vista: Tan poderoso miedo de la muerte Cogió a estos infelices, y hubo algunos Que perdieron del todo la memoria Y aun a sí mismos no se conocían. Aunque en tierra yacían insepultos Montones de cadáveres, las aves 1790 Y voraces cuadrúpedos huían Su hedor intolerable, y no tardaban, Si los probaban, en perder la vida: Las aves, sin embargo, no salían Impunemente por aquellos días, Ni dejaban las fieras alimañas Las selvas por la noche; casi todas Sucumbían al morbo y fenecían: Principalmente los leales perros En medio de las calles extendidos 1800 Enfermos daban el postrer aliento, Que arrancaba el contagio de sus miembros. Precipitadamente arrebataban Sin pompa los cadáveres: no había Allí un seguro y general remedio: La pócima que había prolongado La vida a unos, a otros daba muerte. Pero allí lo más triste y deplorable Era que algunos de estos infelices Que se veían presa del contagio 1810 Se despechaban como criminales Condenados a muerte, se abatían, Veían siempre a par de sí la muerte, Y en medio de terrores perecían. Multiplicaba empero las exequias Principalmente el ávido contagio, Que no cesaba ni un instante solo De irse comunicando de uno en otro; Porque aquéllos que huían las visitas De dolientes amigos por codicia 1820 De la vida o por miedo de la muerte, Víctimas insensibles perecían Dentro de poco tiempo, abandonados, Necesitados y menesterosos, Como lanar ganado y como bueyes: Mas los que no temían presentarse Al contagio y fatiga se rendían, Viendo que el pundonor y tiernas quejas De amigos moribundos precisaban Entonces a llenar estos deberes. 1830 Porque el más virtuoso ciudadano Acababa la vida con tal muerte: Y después de enterrar la muchedumbre De sus prendas más caras, se volvían, Fatigados de llantos y gemidos, A encamarse, muriendo de tristeza: Por fin, en estos tiempos de desastre Muertos o moribundos, o infelices Que los lloraban, sólo se veían. Además, ya pastores y vaqueros 1840 Y el fuerte conductor del corvo arado Enfermaban también, y los buscaba La contagión dentro de sus cabañas, Y allí los daban muerte inevitable La pobreza y el morbo: se velan A veces los cadáveres tendidos De los padres encima de los hijos, Y los hijuelos el postrer aliento Sobre padres y madres exhalaban. El contagio en gran parte provenía 1850 De la gente del campo, que a millares A la ciudad enfermos acudían: Todos los sitios públicos y casas Estaban llenos; por lo mismo entonces Con más facilidad amontonaba Apiñados cadáveres la muerte. Muchos de sed morían en las calles; Y después de haber otros arrastrado Hacia las fuentes públicas sus cuerpos, Sin vida allí quedaban extendidos, 1860 Ahogados al sentir la gran dulzura Que les causaba el agua que bebían: Y las calles estaban ocupadas De unos lánguidos cuerpos medio muertos Hediondos y sucios y andrajosos, Cuyos miembros podridos se caían: La piel sola tenían sobre el hueso, En la que ya las úlceras y podre Habían producido el mismo efecto Que hace la sepultura en el cadáver. 1870 La muerte, en fin, llenó de cuerpos muertos Todos los templos santos de los dioses, Y estaban de cadáveres sembrados Todos los edificios de deidades; Los hicieron posadas de finados Los sacristanes: importaba poco La religión ya entonces y los dioses, Porque el dolor presente era excesivo. Y se olvidó este pueblo en sus entierros De aquellas ceremonias tan antiguas 1880 Que en sacros funerales se observaban: Andaba todo él sobresaltado, Y en este general abatimiento Cada cual enterraba a quien podía: Y la necesidad y la indigencia Horrorosas violencias inspiraron; Porque algunos gritando colocaban A sus parientes en la pira ajena, Y poniéndola fuego por debajo, Con mucha sangre a veces pendenciaban 1890 Antes que los cadáveres soltasen. 1891