Soliloquios/Libro V
LIBRO QUINTO.
Por la mañana[1], cuando sintieses pereza al levantarte, ten luego á mano esta reflexión: «Yo me levanto para cumplir con los oficios propios de un hombre», &y que aun sea yo moroso, si voy á ejecutar aquello para que nací y para lo que vine al mundo? ó por ventura he sido yo formado para que rellanado en cama res[2] me esté aquí calentando y solazando? Pero me dirás que esto es un placer. Pues qué, has nacido tú para deleitarte y no ocuparte ni trabajar nada? ¿No ves cómo esos arbolitos, esos pajarillos, las hormigas, las arañas, las abejas, cada cual por su envuelto entre coberto- [1] Nieremberg se valió de este pasaje en su Temp. y Eler., lib. v, cap. I.
[2] Entre cobertores. Plutarco (de Tranquil.), cita un verso de Euripides (in Oreste) para refutar una cierta paz epicurea que muchos anteponen á toda ocupación honesta.
parte se esmeran en perfeccionar su labor? &y tú no querrás hacer los oficios propios de un hombre, ni te darás prisa en poner per obra lo que es conforme á tu naturaleza? Me responderás, ast es; pero también es necesario descansar. Conviene sin duda, y la naturaleza prescribió en esto su regla, como la ha escrito en el comer y beber, y tú, con todo, en esto último pasas más allá de lo que es regular y suficiente; y en lo que toca á tu deber, no lo haces así sino que te quedas mucho más atras de lo que pueden tus fuerzas. La razón es porque de veras no te amas á tí mismo, que si en realidad te amases, amarías tambien tu naturaleza y abrazarías sus dictámenes, visto que otros, teniendo pasión por sus artes, se consumen en el ejercicio de sus obras y descuidan de su aliño y aun de su sustento; más tú cuentas menos con tu naturaleza que un torneador con el arte de tornear; que un cómico con el teatro; que un avariento con la plata; que un ambicioso con la gloria; y éstos, una vez poseídos de semejante pasión, ni el dormir, ni el comer[3] estiman más que adelantar aquellas cosas á que se inclinan y de que se dejan arrastrar. Y á tí los oficios debidos á la sociedad te[3] Valerio Maxim. lib. vII, cap. VII, refiere de Carneades que era preciso que Melisa le hiciese alargar la mano hacia la vianda estando sentado á la mesa: y Livio, Histlib. xxv, cuenta de Archimedes, tan embebido en sus figuras matemáticas, que no sintió el ruido de los que se habían apoderado de la plaza Siracusana, y por lo mismo dice Cicde Finib., lib. v, §. 50. Quem ardorem studii censetis fuisse in Archimede, qui dum in pulrere quædam describit, ne patriam quidem captam esse senserit.
han de parecer muy despreciables y dignos de menor atención ?
|Cuán fácil cosa es el que uno sacuda y borre de su fantasía toda representación turbulenta é impetuosa y que al punto se quede en suma paz y toda tranquilidad! Juzga por decoroso á tu persona, el decir y hacer todo aquello que no desdice á la naturaleza, ni te haga desmayar la reprensión ó vituperación que de algunos hombres pueda originársete: antes por el contrario, si la cosa dicha ó hecha fuese honesta, no te desdeñes de ella porque aquellos tienen su propio espiritu y modo de pensar y se dejan llevar de su propio ímpetu y pasión, más tú no quieras atender á ellos, sino acaba el camino emprendido con rectitud siguiendo la dirección de tu propia naturaleza y de la común del universo, puesto que ambas á dos guían por un mismo camino.
Voy siguiendo las huellas de la naturaleza sin parar hasta tanto que descanse en la muerte, volviendo mi espíritu á aquel mismo principio por el cual vivo cada día, y convirtiéndome en aquel elemento, del cual mi padre recogió la nmateria, con que me engendró; mi madre la sangre, con que me nutrió; mi ama la leche, con que me alimentó: en aquel elemento, digo , del cual por tantos años diariamente recibi la comida y bebida, sufriendo que yo le pise y abuse de él para tantos usos de la vida.
¿No estás dotado de un ingenio tan agudo que excite la admiración? sea así; pero otras muchas cosas hay respecto de las cuales no puedes alegar la disculpa de que por naturaleza no eres apto para ellas. Pon, pues, por obra aquellas cosas que totalmente[4] penden de tu arbitrio, como es la integridad y gravedad; el ser tolerado en el trabajo y abstenido en el deleite, conforme con tu suerte, contento con poco, manso, independiente, enemigo del lujo, serio y espléndido; porque no ves que pudiendo tú hacer muchas cosas, en las cuales no tiene lugar ese tu pretexto de falta de ingenio y habilidad natural, con todo te has quedado muy atrás por tu bello gusto. Pues qué, acaso por la cortedad natural de tu talento te hallas en la necesidad de murmurar, de ser miserable, de adular, de echar la culpa de todo á la fragilidad de tu cuerpo, de ser muy condescendiente, de ser jactancioso é insolente y de tener el alma siempre agitada de tantas pasiones?" ¡Por Dios, que no! Antes bien podías, tiempo ha, verte libre de tales vicios. Si tú eres notado de ser un poco tardo y no tan capaz, lo que sólo debíashacer, era corregir con diligencia y aplicación ese tu vicio, y no tenerlo en poco ni estar bien halladocon esa falta de talento.
[4] Este es á punto el lugar de repetir aquella sabia reflexión : strenua nos erercet inertia. La desidia sumamente industriosa á su favor, y bien avenida con su dulce languidez, quiere, aun socolor de lhumildad y de modestia, hacer que la culpa y vicio de la voluntad pasen por falta y mende los dones de la Naturaleza. El Crisóstomo, en muchos gua lugares de sus obras, tom6 por tema que no depende el mal de la flaqueza é incapacidad, sino del descuido y pereza.
M. Aurelio establece dos argumentos para desvanecer semejante pretexto : uno, que se haga aquello que no pide ese gran talento y que sólo pende de nuestro albedrio; otro, que con la industria se supla esta falta de ingenio. Pero no se contenta la desidia con solo el pretexto de humildad; pues no pocas veces, juntándose con la envidia, procura desacreditar aquella grandeza á que no espera poder llegar de tode punto ó no quiere ganársela con tanta fatiga.
Suele hallarse alguno que, cuando ha hecho algún beneficio á otro[5], no sosiega hasta echarle en cara la tal merced, y publicarla; otro hay, que no siendo tan temerario é imprudente, con todo, á sus —solas reputa por su deudor al favorecido y no se olvida del bien que le ha dispensado: no falta otro que en cierto modo no sabe ni se acuerda del favor que hizo, sino que es muy semejante á la vid que produjo la uva, y dado ya una vez su fruto no pretende otra cosa; al modo que el caballo habiendo hecho su carrera, el perro seguido su caza, y la abeja trabajado la miel, así el hombre, que hizo bien á otro, no debe andar publicándolo, sino pensar solamente cómo podrá servirle otra vez, imitando en esto á la vid, que á su tiempo vuelve á llevar la uva. Según eso, «gconviene que yo sea uno de aquellos que en algún modo hacen bien sin mirar á quien?» Sin duda. Pero me dirás que es necesario ·conocer lo que uno hace, porque el oficio propio de un hombre sociable de suyo, pide que se advierta •que se obra conforme á las leyes de la sociedad, y i por Dios! que también debe pretender que su compañero en la sociedad lo llegue á conocer. Es mu- —cha verdad lo que dices, pero si no te haces cargo de lo que poco ha dije, vendrás por esto á ser uno de aquellos bienhechores jactanciosos de quienes[5] En el presente lugar no puede ser más precisa ni más sana la doctrina de M. Aurelio, comprendiendo cuanto hay —que decir en esta materia con la división hecha de las tres clases de bienhechores: los unos públicamente arrogantes con la jactancia del favor hecho al prójimo; los otros tácita- .mente avaros con el ansia de ser recompensados; y los terceros sencillamente liberales y humano8.
&6 MORALISTAS GBIEGOS.
hice mención en primer lugar, porque también esos: se engañan con cierta apariencia de verdad. No obstante, si tú quisieses entender bien cuán interesante es la prevención insinuada, no tendrás que temer que por esto faltes en algo de lo que debes á la sociedad.
La oración de los atenienses era en esta forma: « Envía, oh amado Júpiter, envía la lluvia sobre la tierra de labor y los prados de los atenienses. » Y en verdad que, ó no se debe orar, ó con esta sencillez y franca ingenuidad se ha de hacer la oración[6].
Al modo que suele decirse que el dios Esculapio[7] ordenó al tal enfermo que haga ejercicio á caballo, que tome un baño de agua fría, ó que vaya descalzo, así se ha de entender estotro, cuando se dice que la Naturaleza universal ordenó al tal laenfermedad[8], la mutilación, ó alguna pérdida, ú [6] Las causas porque M. Aurelio aprobaba la oración de los atenienses indican todas las propiedades que, según la razón natural dicta á los hombres, debian contenerse en una oración hecha á Dios: de simplicidad en la expresión; de confianza, resignándose en el divino beneplácito; de frecuencia en el ejercicio; de cooperación en la industria; de honestidad en la materia y de caridad con el prójimo.
[7] M. Aurelio habla, como entonces se creía, que el dios Esculapio, abogado y protector de la Medicina, ordenaba entre sueños al enfermo el remedio más conducente á su salud. Aristides, en sus oraciones, hace mención de tales recetas soñadas.
[8] M. Aurelio aplica esta comparación á los sucesos arduos que á cada uno dispensó el hado, á quien llama Naturaleza. Es muy usada entre los antiguos la comparación que se hace entre la economía de la Providencia y la cura de la Medicina; porque como ésta con sus remedios amargos al paladar sana de las enfermedades, ó evita las futuras, asi aquélla con los sucesos ingratos al amor propio purga del mal cometido, ó ejercita la virtud, á fin de impedir el desorden venidero.
otro trabajo de esta clase; porque allí la palabra ordenó quiere decir esto: que Esculapio dejó dispuesto el tal remedio para el tal enfermo, como conducente á la sanidad; y aquí sólo significa que lo acaecido á cada uno se dispuso en cierto modo y se dirigió á lo mismo que era oportuno al hado; pues asi debemos decir que estos respectivos sucesos nos cuadran y vienen bien, como suelen explicarse los artífices que las piedras cuadradas ajustan y vienen perfectamente á las murallas ó pirámides, armando entre si por su especial composición y estructura; supuesto que absolutamente es una la armonia y sistema de todas las cosas. Y á la manera que el mundo es un cierto cuerpo perfecto, que se compone de todos los otros cuerpos particulares, asi el hado viene á ser una cierta causa general, que consta y se perfecciona con todas las otras causas singulares.
Esto que digo lo entienden aun aquellos que son sumamente rudos é idiotas, porque dicen: « Esto lo llevaba el hado para ese tal. » Según eso, la tal cosa la llevaba el hado[9] para la tal persona, y para esta misma había sido ordenada con especial destino; y asi, debemos entender estas cosas que miraz al hado como aquellas cuando se dice: « Esculapio se[9] En todo este discurso lo que pretende concluir nuestro filósofo, no es otra cosa sino que la serie de las causas de suyo pedía que el tal sujeto en tal lugar, tiempo ó coyuntura le sucediese el tal acaso, al cual por esta razón llama congruente, connatural ó consiguiente al hado, á la Naturaleza, al sistema del universo. Todo esto podrá pasar hablando de los sucesos que no dependen de las causas libres; pero aplicada la doctrina á las determinaciones del libre albedrío, introducirá la necesidad y el optimismo, que no debemos admitir de ningún modo.
lo ordenó »; pues aunque en estas recetas de Esculapio suele haber muchos tragos amargos, sin embargo, con la esperanza de sanar, apechugamos con ellos gustosamente. Tal debes imaginarte la ejecución y fin de cuanto pareciere bien á la común naturaleza, cual es lo que pasa tocante á tu salud; y con esta reflexión haz por abrazar todo lo que sucediere, por más áspero que te parezca, con la mira de que aquello conduce á la salud del mundo, y también á la prosperidad y felicidad de Júpiter[10]. Y sin duda que si esto no fuese adaptado al buen orden del universo, no lo hubiera Júpiter ordenado así; porque ni una sola de estas naturalezas vulgares lleva cosa alguna que no tenga relación y sea proporcionada á aquel mundo entero al cual gobierna la Naturaleza universal. Por dos razones, pues, conviene contentarse con aquello que acaeciere: la una, porque esto para tí se hizo, para tí se ordenó, y á tu medida en cierto modo se acomodó, disponiendo antes causas muy principales; la otra, porque esto contribuye á la prosperidad, á la perfección, y aun me atrevo á jurar por el mismo Júpiter, á la permanencia de aquel mismo que todo lo gobierna; y en verdad que este mundo, en si perfecto y entero, vendría á quedar[10] Esta expresión, la felicidad de Júpiter, y la que viene después, la permanencia de aquel mismo que todo na, bien entendidas, son una blasfemia, la cual tiene su origen en la impiedad de hacer una causa común de todas las causas particulares, y de todas las partes del mundo un viviente animado, ó sea un Dios del pórtico de Zenón. La razón y la fe nos enseñan que Dios en si mismo tiene la necesidad de ser eternamente feliz; ni necesita para esto de tal ó tal universo, ni de tal ó tal orden particular del mundogobiermanco y mutilado si uno cortase y desconcertase, por poco que fuese, la conexión y contigüidad tanto de sus partes cuanto de sus causas particulares; y con todo, tú, cuanto es de tu parte, lo quisieras cortar y desunir, y aun en cierta manera lo haces cuando te disgustas con lo que en el mundo acaece.
Si no se te compusiere siempre el que cada una de tus acciones sea hecha conforme á las máximas rectas de la Filosofía, no por eso debes cobrarla hastío, caer de ánimo ni impacientarte; antes bien, rechazado, vuelve á embestir de nuevo, dándote por satisfecho con tal que el mayor número de tus acciones sea conforme con la obligación de un hombre, y abrazando de veras la resolución que te mueve á insistir, no volviendo á la Filosofía y ejercicio de la virtud como vuelve el niño al pedagogo, sino como los que padecen mal de ojos suelen volver á sus remedios, al pincel y á la clara del huevo, ó como el otro recurre á la cataplasma, y el otro al baño; porque haciéndolo así nada echarás menos, á fin de dejarte persuardir de la razón; antes con placer adherirás á lo que ella te dictare. Ten asimismo presente que la Filosofía quiere solamente aquellas cosas que tu naturaleza quiere[11]; ¿y tú querrás otra cosa que no sea conforme con la Naturaleza? Pues qué cosa puede darse más gustosa que éstas? No es verdad que por este cebo del gusto te engaña el deleite? Pero repara y mira con atención si te será más placentera la magnanimidad, la liberalidad, la ingenuidad, la igualdad de ánimo, la pureza y santidad[11] La sentencia es sana, si por naturaleza se entiende la razón y no las inclinaciones del apetito viciado.
de costumbres. ¿Y qué cosa podrás hallar más agradable.que la prudencia, cuando pensares que tienes en tí una facultad adornada de ciencia é inteligencia, la cual nunca tropiece y que en todo corra con prosperidad y acierto? Las cosas á la verdad de tal suerte están escondidas y ocultas, que á no pocos filósofos, y éstos nada vulgares, les parecieron que absolutamente eran incomprensibles[12]; aun los mismos estoicos fueron de dictamen, que eran muy difíciles de comprender; y es que todo nuestro juicio y asenso está sujeto y expuesto á errar; porque en dónde hallarás uno que pueda vanagloriarse de ser infalible é · inmutable? Da un paso ya hacia los mismos objetos, y hallarás de cuán poca dura y qué viles son, pudiendo pasar al dominio de un joven obsceno, de una ramera y de un ladrón; adelántate un poco más y mira de cerca las costumbres de aquellos con quienes vives, entre los cuales con dificultad podrá uno[12] La historia sobre el criterio de la verdad es muy larga para que se pueda reducir á la brevedad de estas notas; no obstaute, diré en primer lugar, que Sócrates dió ocasión á la opinión de los que excluían el criterio de la verdad diciendo que sólo se podia saber que no se sabe nada; segunda, que los nuevos acadéunicos enseñaban la suspensión del juicio en todo, y en tanto grado, que negaban que uno ni aun supiese esto mismo, que nada sabia; tercera, que los pirrónicos pasaron más allá, afirmando : ex his quæ videntur esse, nihil magis esse, quam non esse ; cuarta, que los estoicos, enemigos jurados de los acadéinicos, se declararon á favor del criterio de la verdad, que ponian en la evidencia de las ideas; aunque por otra parte confesaban ser tal la naturaleza de los objetos, la debilidad de los sentidos y la temeridad de la expuesto á ver una cosa por otrantasía, que á no ser uno un lince, estaba sufrir aun al más cortés y urbano, por no decir que apenas habrá uno que pueda tolerarse á sí mismo.
Por lo que yo no veo qué cosa pueda darse que absolutamente sea digna de aprecio y atención de tal obscuridad y de tal basura, de tal flujo, ya de la materia, ya del tiempo, ya del movimiento y de las cosas movidas; antes bien, soy de opinión que debe uno consolarse á sí mismo con esperar su natural ruina y disolución, y no llevar á mal el que ésta se dilate, sino que debe aquietarse con estas dos solas consideraciones: la una, que nada me sucederá que no sea conforme á la Naturaleza del universo; la otra, que tengo yo en mi mano el no hacer cosa alguna contraria á mi Dios y á mi numen ó genio; puesto que nadie hay que pueda precisarme ó ofender mi propia divinidad.
En cada una de tus acciones particulares deberías preguntarte, en qué empleo ahora mi alma? y también examinarte de este modo; al presente qué cosa tengo en esta mi parte, que se llama la parte principal? en qué estado tengo presentemente mi alma? acaso en el de niño? de un mancebo? ó de una mumedio jercilla? por ventura en el de un tirano? de un jumento ?[13] ó de una fiera? Cuáles sean aquéllas cosas, que en el concepto del vulgo pasan por bienes, podrás colegirlo de esto que[13] A la pregunta que se hace M. Aurelio, podemos satisfacer con lo que dijo Séneca ep. 60 Hos, ut ait Salustius, ventri obedientes, animalium loco numeremus, non hominum.
8. Bern. in cant. serm. 34. Ipsis etiam bestiis bestialior est homo, ratione vigens, et ratione non vivens. S. Chrisost. sermde Ascens. Dom. Deterius est comparari iumento, quam nasci iumentum.
diré ahora: si uno llegase á formar en su mente la idea, de los que realmente son bienes verdaderos, cual es la prudencia, la templanza, la justicia, la fortaleza, este tal no podría oir, habiendo hecho de antemano el debido concepto de estas virtudes, el que se les juntase cosa alguna, que no se conformase con aquella idea del bien verdadero. Por el contrario, si uno hubiese primero formado la idea de los bienes, que el vulgo reputa por tales, este tal oiría con indiferencia, y fácilmente aprobaría, lo que dijo el Cómico[14] como cosa bien aplicada. De este modo los más de los hombres se imaginan la diferencia de bienes á bienes; porque á no ser asf, el dicho del Cómico no chocaría tanto, ni disonaría aplicado á aquellos bienes; mirándose, como traído con propiedad, y muy al caso respecto de la riqueza y de la abundancia de cosas conducentes al deleite y á la pompa. Anda, pues, y pregunta si deberán ser dignas de aprecio y contadas entre los bienes verdaderos aquellas cosas, á las cuales, de antemano concebidas en la mente, se les pueda propiamente aplicar: que poseyendo tantas con opulencia, no tiene en donde colocarlas, no verificándose esto, haciendo relación á las virtudes mencionadas.
Yo he sido compuesto de materia y forma; pero ninguno de estos dos principios se aniquilará, como ni tampoco han venido de la nada. Cualquiera, pues, de estas mis partes pasará mediante la mutación á ser alguna parte del mundo; y esta pasará segunda vez á ser otra parte del universo, continuándose des- [14] Gatakero sospecha que este Cómico fuese Aristófs nes, el cual trae otro caso muy semejante.
pués esta sucesión hasta al infinito. Ni sólo yo vine al mundo por esta vía de la mutación, vinieron también los que me engendraron, y por su orden otros retrocediendo hacia atrás al infinito. Ni hay motivo alguno para que esto no parezca verdad, por más que el universo se rehaga y ordene de nuevo, según sus períodos determinados[15].
La razón y el arte de vivir según ella, son ciertas facultades, que contentas y abastecidas por si mismas, no necesitan para sus acciones de socorro extraño: de ahí es, que no sólo empiezan éstas á obrar por un principio propio, sino que también encaminan hacia el fin que se han propuesto. Por lo cual este género de acciones se llama[16] cathortoseis, ó sean obras rectas, significando con el nombre lo recto y derecho del camino que siguen.
Ninguna de estas cosas se debe decir propia del hombre, la cual no le convenga por razón de tal; ni se pueden exigir del hombre por obligación; ni su naturaleza se las promete; ni ellas perfeccionan[17] la por sí se[15] Alude á la Ecpyrosis, ó sea conflagración estoica.
Laer. lib. vII, declara en breve cómo los estoicos enseñan que Dios, alma y autor del mundo, de ciertos en ciertos periodos de tiempo reasume en si mismo toda la materia, y vuelve á engendrar al mundo, echándola fuera de si.
[16] La definición de las voces era del gusto de los estoicos, como notó Cicerón, lib. 1., Off.c. VII. Audeamus imitari Stoicos, qui studiose exquirunt, unde verba sint ducta.
[17] M. Aurelio quiere hacernos ver, que el fin último del hombre, y los medios para conseguirlo, sólo consisten en el bien honesto, sin que entren á la parte los otros géneros de bienes: sentencia propia de los estoicos, y contraria á los Peripatéticos, los cuales, aunque ponían lo principal de la bienaventuranza en el bien honesto, con todo añadían para su complemento la abundancia de los demás bienes, como lo enseña Arist,, lib. 1. cap. III, Iv y v.
naturaleza humana. De aquí es, que en ninguna de éstas tiene el hombre puesto su fin, y en ninguna se halla tal bondad que complete y perfeccione el mismo fin. Además de que alguna de las cosas dichas perteneciese al hombre, por cierto que no le estaría bien al mismo el que la despreciase[18], ni fuese contra ella: y así este mismo no seria digno de alabanza, dando señales de que no necesitaba de ellas, ni mucho menos sería tenido por hombre bueno el que en alguna de éstas se fuese á la mano; si es que existiesen, y fuesen dables tales bienes. Pero ahora vemos que cuanto más uno se despoja de éstas y otras cosas semejantes, ó con cuanta mayor paciencia lleva el que se las quiten, tanto más credito adquiere de hombre sabio y bueno.
Tu alma, ó sea mente, será tal, ni más ni menos, cuales fueren las cosas en que frecuentemente pensares; porque el alma queda imbuída y como[19] penetrada de sus ideas y pensamientos; imbúyela, pues, con frecuencia de los pensamientos de esta clase: por ejemplo, en donde quiera que se pueda vivir, allí mismo se puede vivir bien; es así que en el palacio si[18] El loable desprecio de los bienes, de suyo indiferentes, y la justa mortificación de los sentidos en el uso de ellos, pueden ser materia de la virtud, según sea la dirección de la prudencia: cono se verificaria cuando uno los despreciase por un fin honesto, y se abstuviese de ellos, para refrenar la rebrldia del apetito.
[19] Epicteto declare esto mismo con un simil obvio, libro 1, cap. III comparando el alma con un vaso de agua, herido de los ravos del sol; y las ideas, que penetran el alma, con los rayos dle aquella luz: la razón fisica es, porque según son las ideas, suelen ser los juicios prácticos, que determinan el alma á obrar.
se puede vivir, luégo en el palacio también es posible vivir bien, y también con éste: que cada cosa ha sido hecha para excitarse en busca de su fin, y de suyo se inclina al tal ejercicio; ni el fin consiste en otro, que en ajustarse á la tal inclinación; además de que en el fin está cifrado todo el bien y provecho de cada uno; y así se concluye que el bien propio de un viviente racional es la sociedad, supuesto que ya se ha mostrado que para ésta nacimos. Pues qué, no es evidente que las cosas inferiores fueron hechas por causa de las superiores, y que éstas se hicieron con respecto entre si? y quién no vé que las cosas animadas son de mejor condición que las inanimadas; y que entre las animadas son más excelentes las racionales? El ir tras de imposibles es propio de un loco furioso, y es verdaderamente[20] un imposible el que los malos no hagan alguna cosa tal.
A nadie acontece cosa alguna que no pueda él mismo soportar naturalmente. Lo mismo que te sucedió á tí suele acaecer á otro; el cual, ó bien ignorando lo que le pasó, ó bien haciendo[21] alarde de un ánimo valeroso se está firme y queda sin lesión.
Sería, pues, cosa fuerte que pudiesen más la ignorancia y deseo de complacer á otro de lo que puede la prudencia.
Las cosas por si mismas de ningún modo tocan[20] M. Aurelio vivía muy apercibido contra la perversidad de los hombres, de quienes dijo el Salvador: Necesse est ut veniat scandala.
[21] Tertuliano refiere á la larga muchos ejemplares de los que hacen ostentación de su coraje por adquirir algún aplauso popular.
al alma, ni se les permite entrada en ella; ni pueden hacer que vuelva atrás, ni que sea movida; ella sola es la que se muda é impele á sí misma, y cuales fueron las dictámenes que ella admitiere, tales hará que sean para si los objetos que se la ofrecieren.
El hombre es para nosotros una cosa muy allegada, atendida esta razón, porque debo hacerle bien y sufrirle con paciencia, pero mirando á esta otra que hay algunos hombres que se nos oponen en el cumplimiento de nuestras obligaciones, ya el hombre viene á ser para mi una de las cosas indiferentes y extrañas, no menos que lo son el sol, el viento y una bestia, porque á la verdad pueden también estas cosas impedirme la ejecución de la obra, bien que no sean de impedimento contra mi conato y mi disposición por motivo de la excepción hecha tácitamente, y por razón de la facilidad en convertir mi ánimo á lo que se me presentare, siendo así que la mente convierte todos los impedimentos de la acción y los transfiere á otra obra más aventajada ; de manera que le sirve de medio para obrar mejor el mismo impedimento de obrar bien, y le facilita el camino ese mismo estorbo de caminar.
Honra y ten en gran estimación lo que en el mundo es lo mejory más excelente; esto es, aquello que se sirve de todas las cosas y que gobierna las mismas. En esta conformidad honra también, y ten en mucho aprecio lo que en tí es lo más sobresaliente y aventajado, porque esto es en un todo homogéneo con aquello mismo que el mundo domina, y porque también en tu vida es regida y gobernada por aquel que usa de las otras cosas que tú tienes.
Lo que no es nocivo á la ciudad[22], tampoco daña al ciudadano. Esta verdad sírvate de regla general, siempre que te venga la sospecha ó temor de que alguno intenta hacerte inal. Si la ciudad no recibe daño por esto, ni yo tampoco, y dado caso que al público se le hiciese mal tercio, no por eso debes enojarte[23] contra el que se lo hizo, sino que sólo convendrá darle á entender su error.
Piensa muy á menudo en la brevedad y presteza con que se nos arrebatan y quitan delante de los ojos las cosas existentes y las que se van haciendo.
Porque á la verdad la naturaleza á manera de un río está en un curso continuo; las acciones consisten en una perpetua mutuación; las causas se ven en mil vueltas y revueltas, y que casi no hay cosa firme ni estable. Piensa también en la inmensidad del tiempo pasado y en lo interminable del venturo en donde desaparecen todas las cosas: siendo esto cierto, ¿cómo, pues, no se reputará por insensato el que con éstas se engría ó se aflija, ó el que en al- [22] Por ciudad estiende M. Aurelio la naturaleza común; por daño reputa el nial estoico, ó sea lo torpe de la acción 6 lo formal de la culpa; y por eso dicen los estoicos, que Nemo nisi á se ipso læditur: hablando á lo humano y no á lo estoico, el que peca se hace á sí mismo formalmente el daño, lo hace con su ejemplo á otros y con su injuria á la sociedad humana:[23] El sentido de este lugar puede ser muy sano, queriendo decirnos lo que nos manda el Salvador, que perdonemos á los que nos injurian, que amemos á los que nos aborrecen y que hagamos bien á los que nos hacen mal.
También puede ser sólidamente filosófico, queriendo que sin exceso de contumelia, y sin impetu de ira se corrija y se castigue por parte de la potestad pública, al que dañó á la sociedad, 7 guna adversidad molestándole por tan corto espacio se lamente como si fuese por más tiempo? No te olvides de la común naturaleza, de la oual participas una muy pequeña parte, ni pierdas de vista el todo de una eternidad, en la cual te ha cabido un breve é indivisible intervalo: ¿y del hado universal, qué parte eres tú? Peca alguno; ¿qué se me da á mí? él se lo verá que tiene su modo de pensar y propia manera de obrar. Yo tengo ahora lo que la común naturaleza quiere que tenga al presente, y hago lo que mi propia naturaleza apetece que por ahora ponga en ejecución.
La parte principal y dominante en tu alma manténgase firme é inmóvil contra los movimientos lenes ó ásperos, excitados en el cuerpo, ni se mezcle ó tome parte en ellos, antes bien prescríbale sus límites y reprima en los miembros aquellas sugestiones y afectos. Y cuando por aquella simpatía que resulta de la unión del alma con el cuerpo se entrometiesen en la parte principal, entonces[24] no[24] Esta doctrina.podrá parecer qne raya y se da la mano con el Quietismo, si se toma y entiende superficialmente; pero bien examinada, es de mejor calibre que la inacción y pasión de Molinos. De varios lugares de Séneca y Epicteto resulta : primero, que los estoicos reconocían, aun en el apetito de un sabio, los movimientos involuntarios é inimpedibles, que parte prevenian á la razón, parte la resistían; segundo, que por ellos el sabio á diferencia del ignorante, no alterna en sus opiniones; tercero, sino que después de haher sentido en su imaginación la impresión de las ideas, excitadas por la conmoción del apetito, las reprueba y rechaza; cuarto, que en esta repulsa y resistencia de las tales especies 6 halagüeñas ó terribles, consiste el oficio de un sabio; quinto, el cual no debe pretender el privilegio de no sentir los afecse ha de intentar la resistencia contra la sensación siendo ella natural, pero el espíritu que suspenda su dictamen no formando juicio de que tales afectos sean buenos ó malos.
Conviene vivir con los dioses, y lo hace así el que frecuentemente les presenta su misma alma resignada y satisfecha con el repartimiento de los hados; y pronta á hacer cuanto sea del agrado de su numen interior, que es una partecita[25] desprendida de la divinidad, la cual el mismo Júpiter dió á cada uno por ayo y conductor, y ésta es la mente y razón que cada cual en sí tiene.
¿Por ventura te irritas con el que huele á sobaquina? acaso te encolerizas contra quien le huele mal el aliento? ¿qué quieres que haga? el uno tiene así la boca, y el otro de tal suerte los sobacos, que es preciso salga de ellos semejante exhalación. Pero el hombre, dices, está dotado de razón, y puede, haciendo reflexión, conocer la falta en que incurre: j sea enhorabuena! Por lo mismo, pues, tú, que participas de razón, muévele con tu facultad persuasiva á que haga semejante discurso; persuádeselo, retos de su misma naturaleza: Hæc nulla sapientia abigit, alioquin haberet rerum naturam sub imperio, como dice Séneca, epist. 6. De donde se colige, que M. Aurelio habla de este principio ó facultad de sentir, de que un sabio no debe pretender la inmunidad, queriendo con todo que la razón resista y rechace la sensación actual del apetito y de la fantasía, lo cual es muy diferente del estupor estudiado, del ocio pretendido y de la innación de antemano deliberada de un obsceno quietista, que pudiendo rechazar la idea se la contempla muy despacio.
[25] Es absolutamente impio el dogma estoico que enseña y da por supuesto ser nuestras almas otras tantas limaduras de la divinidad por si indivisible.
cuérdaselo, porque si quiere oirte conseguirás el remedio y no estarás expuesto á montar en cólera: mira, no seas rompe esquinas[26] ni ramera.
Ahora mismo puedes llevar[27] aquel género de vida que haces cuenta observar al tiempo de morir, y si no te dejan en libertad de hacerlo, entonces eximete de vivir, y en tal conformidad, como quien no padece mal alguno, y como me aparto yo de la chimenea si hace humo. Por qué reputas esto por negocio de gran momento? Yo, mientras que ninguna cosa tal me saque de este mundo, quedo libre v nadie me impedirá hacer lo que quiera, y lo que yoquiero es portarme según lo pida la naturaleza de un viviente racional El alma del universo es amante de la unión y sociedad y por eso hizo las cosas de baja esfera con y sociable.
[26] Yo creo que pueden ser una suma de lo que M. A..
lleva dicho en el presente párrafo, como si dijera: no conviene excitar una tragedia, si alguno te disgustare con su mal olor, ni condescender en todo, sin oponerte al vicio,.
como suele hacerlo una cortesana, y asi decimos en la versión : Mira, no seas rompe esquinas ni ramera.
[27] Después de habernos dado un consejo santisimo y propio de un Santo Padre, que riramus como quien ha de morir, nos sale con que, si alguno nos lo inpidiere, nos demos la muerte con mucha serenidad y como quien tal no hace ó como quien se sale de alguna pieza en donde hay humo. ¿Dónde está la obediencia á Dios, que quiere que vivas? dónde la paciencia de las adversidades? dúnde la conformidad y resignación, y dónde, por último, la sabiduria estoica? Esta es la sentencia de Epicuro (ap. Cic. de fin, lib. 1.) Dolores, si tolerabiles sint, feramus: sin minus, æquoanimo é vita, tanquam theatro, exeamus. Del mismo nodo piensa (ap. Senec. ep. 70): Nil melius aterna lex fecit, quam quod unum introitum nobis ad multositam dedit, eritus respecto á las de superior calidad, y con mucha armonía concilió entre sí las más aventajadas, y así ves como las subordinó, las coordinó y distribuyó á cada una según su estado y condición, y redujo á .una reciproca concordia las que eran entre todas más excelentes.
Examina contigo mismo cómo te has portado hasta ahora con los dioses, con tus padres, hermanos, mujer, hijos, maestros, ayos, amigos, familiares, criados, si contra todos ellos habrás acaso hecho hasta este punto ó dicho algo opuesto á la piedad y á la religión. Haz memoria también cuántos negocios han pasado por tu mano y á cuántas fatigas has podido resistir, y advierte que la historia de tu vida ya la has completado y desempeñado tu ministerio; .acuérdate igualmente cuántas bellas cosas has visto; cuántos disgustos has padecido; cuántas cosas llenas de gloria has despreciado, y con cuántos desconocidos é ingratos te has portado con benevolencia.
¿Por qué razón las almas rudas y sin arte ni habilidad han de perturbar á la que se halle[28] ador- .nada de instrucción y sabiduría? cuál, pues, es el alma instruída y sabia, dirás tú? es la que conoce el .principio y fin de las cosas, y también á aquella mente extendida por el universo, que desde toda[28] Esto, si no me engaño, es exhortarnos á la virtud sin contar con el qué dirán de aquellos que critican á todo el mundo siendo unos ignorantes. A la cuenta, según conjetura DAcier, había tenido que sufrir M. A. de las malas lenguas, que no gustarían de tanta filosofia en el palacio del Emperador; éste, en desquite, les da en cara con su ignorancia y al mismo tiempo los instruye, que sólo hay una ciencia útil é interesante, que es el arte de bien vivir.
102.
MORALISTAS GRIEGOS.
una eternidad lo dispone y lo gobierna todo, siguiendo ciertos plazos y periodos determinados.
En un abrir y cerrar de ojos vendrás á ser un poco de ceniza ó un esqueleto, y á lo más quedarásolamente tu nombre ó ni menos el nombre, siendo éste á la verdad un puro sonido y el eco de la voz.
Las cosas de mayor aprecio en la vida son vanas, pútridas y de ningún valor, y como otros tantos perrillos que se muerden mutuamente ú otros tantos niños que, riñendo entre si, tan pronto lloran como se rien. Pues la buena fe y el pudor natural; la justicia y la verdad, huyendo de la espaciosa y ancha tierra, de un vuelo se subieron al olimpo. Qué cosa, pues, hay que aun te detenga aquí y embelese? porque verdaderamente las cosas sensibles son muy expuestas á la mutación y nada consistentes, los sentidos ciegos y fácilmente reciben trastornadas las impresiones; el alma es una exhalación de la sangre, y el que seas celebrado entre estas gentes es una pura vanidad. Por qué luego no esperas con un ánimo plácido ó bien tu extinción ó bien tu traslación? Mas entretanto que llega el tiempo oportuno para ella, qué cosa bastará que yo haga? ¿qué otra cosa ha de bastar, sino el que veneres y alabes á los dioses, el que hagas bien á los hombres, el que sepas sufrirlos y abstenerte de su trato en ciertas ocasiones, el que te acuerdes que cuanto está fuera de los límites de este tu cuerpo y espíritu no es cosa tuya[29] ni depende de tu voluntad? Siempre podrás salir con felicidad en tus empre- [29] Los estoicos no tenian por cosa propia, sino lo que estú en nuestro arbitrio.
sas si sabes proceder con rectitud y si quieres pensar y obrar con método y razón. Estas dos cosas son comunes así al alma de Dios como á la del hombre y de todo viviente racional; la una, el no poder ser impedido por otro alguno; la otra, el tener puesto todo su bien en una disposición santa y acción justificada, dando con esto fin á tu deseo.
Si esto que cido de mi vicio, ni daña al común del universo, ¿ por qué me agito pensando sobre ello? qué cosa puede ser nociva[30] á esta universidad del mundo? No te dejes sorprender temerariamente de la primera impresión de un objeto, antes bien debes procurar socorrer á los necesitados según tus posibles y su estado, y aunque veas que padezcan mengua en estas cosas medias é inferentes, no por eso debes imaginarte que en esto haya daño, supuesto que no es mal verdadero, sino que harás como aquel viejo[31] que, no ignorando cuản pueril cosa era una peonza, se la pedía al chiquillo al despedirse; á este modo, pués, debes portarte en las cosas del prójimo. Y cuando tú te hallas en la tribuna[32] perosucede no es mald ad mía ni efecto na- [30] Epicteto añade más: aunque hubieres de perder la vida.
[31] Cita alguna fábula, que un viejo, para divertirse con algún chico, se finge solicito por una peonza; y en esta forma, un sabio acatonado se mostrará compasivo del mal de su prójimo, citius per ludum, et iocum, quam bona fide.
[32] Este artículo se halla sumamente viciado. Parece que contiene un diálogo en el cual M. Aurelio se pide razón á sí mismo, porque toma con tanto empeño el arengar en el foro sobre esta especie de bienes y males aparentes, ó que supone alguna persona política, la cual le reconvenga como á quien no guarda consecuencia entre su filosofar y obrar.
Âquel (pro rostris) significa una tribuna hecha de los esporando y gritando, dime, hombre, tienes olvidado qué cosa sea esto? «no por cierto, pero me hago la cuenta que en tales cosas ponen los hombres la mayor atención y les agradan mucho.» Y por esto tú también has de ser loco como ellos ? Yo alguna vez fuí dichoso. 1 Hombre! mira bien[33] que en cualquiera parte podrás ser feliz si tú mismo te labrares la fortuna, la cual no consiste en otro que en tener costumbres loables, buenos afectos y acciones laudableslones de las naves que pillaron los romanos á los de Ancio en una batalla naval, desde la cual tribuna arengaban en el foro los Magistrados.
[33] Esta es una reprensión que M. Aurelio, volviendo á revestirse del ceño estoico, da á su impugnador.
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