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Soliloquios/Libro VII

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Soliloquios: Marco Aurelio-Teofrasto-Epicteto-Cebes (1888)
de Marco Aurelio
traducción de Jacinto Díaz de Miranda
Libro VII
Nota: Se respeta la ortografía original de la época

LIBRO SÉPTIMO.

¿Qué viene á ser la perversidad? es lo que has visto muchas veces: y así en todo acontecimiento ten á la mano esta reflexión, esto es lo que viste en varias ocasiones, Absolutamente desde el principio al fin hallarás los mismos sucesos, de los cuales están llenas las historias antiguas, las de la Edad Media y las de nuestros días, de los cuales, al presente abundan las ciudades y familias particulares, nada encontrarás de nuevo, todo es cosa trillada y de breve duración.

De qué otro modo se te pueden borrar las máximas de la Filosofía, á no ser que se amortigüen las ideas que son correspondientes á los mismos preceptos filosóficos? De tí pende el avivarlas de continuo.

Yo puedo formar sobre este y el otro punto el debido juicio; y si puedo, & por qué me turbo? nada absolutamente tiene que ver con mi mente lo que está fuera de ella, Mantente en esta disposición y todo te irá bien. Tienes en tu mano el revivir, volviendo sobre ti; mira otra vez las cosas con los mismos ojos con que antes las viste, porque en esto consiste el revivir y recuperarse un hombre.

La vana afición y cuidado en todo género de las representaciones del teatro; los rebaños[1] pompa; de ganado mayor y menor; las justas ó ejercicios militares, pueden compararse al entreteniniento de echar huesos á los perros y migajas á los peces en los estanques; al afán y acarreo de las hormigas; á las corridas de los amedrentados ratoncillos; á las figurillas[2] de los titiriteros. Conviene, pues, que en estas diversiones se pase un rato con gusto, pero sin hacer ostentación de semejantes vagatelas; antes bien, entendiendo que cada uno se hace de tanto mayor mérito, cuanto sean más importantes las Cosas en que pusiere su estudio.

En la narración conviene atender á las palabras que se vayan diciendo, igualmente que á cada uno de los movimientos é impulsos de lo que se esté haciendo; y á la verdad, en esto importa mirar luego á qué fin se dirige su intento, pero en lo otro deberá reparar bien qué es lo que se quiere significar.

¿O me basta mi talento y habilidad para el tal negocio ó no? si me es suficiente, me valgo de ella para el efecto como de un instrumento dado por la común naturaleza; si no es proporcionada ó cedo el asunto á otro que pueda darle mejor y más feliz éxito, salvo que por otro lado no sea esto de mi[1] Los antiguos romanos tenian particular complacencia en la cría de los grandes rebaños.

[2] También se divertían antiguamente con los títeres, según que hace mención Horacio, serm., lib. 11, sátira 7.

obligación personal, ó lo hago como puedo tomándome un compañero, el cual, con la ayuda de mi mente, pueda hacer aquello que entonces sea oportuno y útil á la sociedad; visto que cuanto yo hiciere por mí mismo ó con la asistencia y favor de otro, solamente se debe encaminar al bien y provecho del público.

¡Cuántos se hallan ya sepultados en el olvido habiendo sido antes muy aplaudidos! jy cuántos de los que celebraron[3] á éstos, fueron asimismo borrados tanto ha de la memoria de los hombres ! No te corras de ser ayudado de otro; te incumbe, es cumplir con tu deber, del mismo modo que al soldado le toca el dar el asalto á la fortaleza; ¿pues qué importa el que tú, estando cojo, no puedas subir á las almenas por tí solo si te es posible con el amparo de otro? No te perturbe[4] lo que vendrá después, porque si fuere necesario , tú le saldrás al encuentro armado de la misma razón de que ahora te vales para las cosas presentesque á tí[3] M. Aurelio seguramente habla contra aquellos escritores que intentan ser eternos pregoneros de la inmortal gloria de sus héroes, habiendo también de morir semejantes cisnes poco después de su canto dulce ó fabuloso. Nin embargo, es menester confesar que, res si qua diu mortalibus ulla est, es la fama recomendada á la posteridad por un escritor insigne.

[4] No querrá decir M. Aurelio que no se premedite la adversidad, que probablemente puede suceder, y más siendo un documento clásico de toda filosofia y buena razón, lo que dijo Marco Tulio Tusc. et 3, cap. XIv. Prameditatio futurorum malorum lenit eorum adventum, quæ venientia longe ante videris. Y así, lo que nos aconseja no parece ser otra cosa sino que hagamos frente á todo mal presente y futuro, y que no nos abandoneinos al vicio.

Todas las cosas están trabadas y encadenadas entre sí, y su enlace es tan sagrado, que casi no se halla una que sea extraña y ajena respecto de la otra, porque todo se ve coordinado y contribuye esto al adorno del mismo universo. Y es, que el mundo viene á ser un compuesto de todas estas cosas y undios[5] en todas ellas, una substancia, una ley, una razón común á todos los animales intelectivos;.

finalmente, una verdad: puesto que es una misma la perfección de los vivientes, que son de un géneroy participan de una misma razón.

Todo lo material muy en breve se desaparece en la substancia[6] común del universo, y toda causa prontamente se reasume en la razón ó mente universal; finalmente, la memoria de todas las cosas queda presto sepultada en lo inmenso de la eternidad.

Para un viviente racional, es una misma la acción, conforme con la naturaleza[7], y la que es según razón.

[5] Si no constase que los estoicos admitían una materia caotica, distinta de la mente ignea y artificiosa, podría este paso reputarse por un puro panteismo. Ahora se deberá mirar como un error craso, que la fábula nos cuenta de un grande animal, no del otro mundo, sino de uno y otro mundo. Las expresiones que se siguen pueden tener un sentido inuy sano, refiriéndolas á aquella mente eterna y archetipa de Dios, en la cual residen como en su ejemplar, la ley, la razón, la verdad y la perfección, pero no aplicándolas á las naturalezas criadas, siendo eso muy disonante á los que participan de algún discurso.

[6] M. Aurelio alude á los dos principios, materia paciente y forma eficiente : doctrina común á los académicos.

[7] Por naturaleza entiende M. Aurelio el alma del universo, dios estoico.

Conviene ser justo, ó si no, amonestado y corregido.

A la manera que los miembros de un cuerpo dependen entre sí en sus compuestos, á ese modo las criaturas racionales, aunque separadas, tienen entre sí igual relación, habiendo sido producidas para cooperar á un mismo fin. Esta consideración se te imprimirá más altamente si muchas veces dijeres para contigo mismo: Yo soy un miembro de este sistema, que consta de naturalezas racionales. Pero caso que tú digas, usando[8] de la letra R, Rhoo, que eres una mera parte, aun no amas de corazón á los hombres, todavía no recibes la debida complaccncia en eso mismo de hacerles bien; además, de que sólo haces esto por puro decoro, no como si á tí te hicieses bien.

Acaezca exteriomente lo que se quiera á los miembros de mi cuerpo, que están sujetos á padecer por un acaso semejante, quéjense ellos si quieren, que son los mortificados; pues yo, mientras no opine que hay algún mal en lo acaecido, no recibo daño, y más estando en mí mismo el no imaginármelo.

Diga ó haga el otro lo que le diere la gana, á mi me conviene ser bueno; no de otra suerte que si el oro ó la esmeralda ó la púrpura igualmente dijese siempre: por más que haga ó diga cualquiera, con- [8] M. Aurelio hace la distinción de miembro y de parte, diciendo que lo primero es propio de las criaturas racionales, y lo segundo es general y conviene también á las cosas inanimadas; por eso infiere que no ama de veras á los hombres el que, mudando la L de melos en la R de meros, usase antes de esta palabra que de aquella para llamarse parte de algún sistema. Esta diferencia la explica Aristóteles, lib. 1, cap. 1, Hist. Animal.

viene que yo sea esmeralda y que retenga mi propio color.

¿No es la mente la que se alborota y perturba á sí misma? quiero decir, no es la que se amedrenta á sí misma? la que de suyo se aflige? la que excitaen si las pasiones? Y caso que algún otro pueda intimidarla ó entristecerla, hágalo; pues pende de su voluntad el que no se mueva á semejantes afectosopinando que hay algún mal. El cuerpezuelo, si puede, cuide de sí para que no le venga algún trabajo; y si padece alguna molestia, en todo lance quéjese y levante el grito. Pero el alma, que teme, que se aflige, que absolutamente hace su juicio cerca de estos afectos, nada tendría que sufrir si no incurriese en la falta de formar un tal dictamen; puesto que la mente de suyo de nada necesita, si á sí misma no se acarrea la necesidad, y no está sujeta á perturbaciones y embarazos, á no ser que ella se perturbe y embarace á sí misma.

Consiste la felicidad de un hombre en tener buennumen interior, ó buena alma y buena conciencia.

Pues en vista de esto, ¿qué haces acá, oh imaginación mia! Vuélvete, te lo pido por los dioses, como has venido; para nada te necesito; tú has venido según la antigua costumbre; no me irrito contra ti, sólo te suplico que te vayas.

¿Por qué teme alguno la mutación? ¿pues qué cosa se puede hacer sin que ella intervenga? gy qué otra cosa se hallará más agradable que ésta, ó más familiar á la naturaleza del universo? ¿Por ventura podrás usar del baño caliente sin que la leña se mude y convierta en fuego? te podrás nutrir sin que la comida se mude en tu alimento? gacaso puede llevarse al cabo alguna otra cosa á no ser que sea por vía da mutación? Ahora pues, ¿no ves tú que viene á ser una cosa semejante tu mutación, é igualmente necesaria á la naturaleza del universo? Todos los cuerpos, á manera de un torrente, van pasando á la sustancia del universo, con el cual tienen un mismo ser y conspiran á una misma obra, no de otro modo que los miembros de nuestro cuerpo van á una entre sí mismos. Y en efecto, jcuántos Crisippos[9], cuántos Sócrates y cuántos Epictetos se absorbió ya el tiempo! Haz, pues, que esto mismo te ocurra á la memoria respecto de cualquiera hombre ó cosa en particular.

Una sola cosa me hace andar fuera de mí mismo, y es, que acaso haré yo[10] lo que no sea conforme á la condición del hombre, ó de modo que no sea correspondiente á su estado, ó lo que atendidas las presentes circunstancias no es debido.

Ya está cerca el tiempo en que á todos los echarás en olvido y todos se olvidarán de tí.

Es propio del hombre el amar aun á los que le ofendan: esto se hará si al mismo tiempo se te ofre- [9] Es probable que la Estoa admitiese la reproducción de los mismos cuerpos, la cual consistia en que unos umismos cuerpos, esto es, con la misma materia y con la misma partícula de la divinidad, volviesen á salir en rolde en cada uno de los periodos según los cuales el mundo, como si fuese el ave fénix, se abrasaba y reengendraba, y en vista de esto podían haber salido á plaza varias veces el mismo Sócrates, Catón, Epicteto y otros muchos.

[10] Estos son aquellos puntos ó requisitos que deben concurrir en toda acción lícita; v.gr., honestidad en la cosa, modo en la acción, oportunidad en el tiempo, y si faltaren estas últimas en una cosa por otra parte buena, haremosnuestra voluntad y no la de Dios.

ciere que también son de tu misma naturaleza y que pecan por ignorancia y como forzados; además de que así tú como ellos moriréis dentro de poco tiempo, y sobre todo que ellos no te hicieron daño, puesto que no han hecho que tu alma fuese peor de lo que antes era.

La naturaleza del universo forma de la sustancia común, como de una cera, ahora un potro; luego después, deshaciendo éste ó fundiéndole, se sirve de la materia para producir un árbol; más adelante, para la formación de un hombre; finalmente, para la producción de cualquier otra cosa, subsistiendo cada una de éstas por un tiempo muy limitado; pero jamás es penoso á la arquilla el que la deshagan, como no lo fué el haberla fabricado.

El aspecto desagradable[11] en el semblante es muy contrario á la naturaleza, y cuando se afecta con frecuencia, hace desaparecer la hermosura y gracia natural, ó al cabo la echa á perder, de manera que después no es posible recuperarla del todo: de esto mismo podrás colegir que también es contrario á la razón. Porque si uno cogiese tal hábito que llegase á perder todo el remordimiento de su conciencia en el obrar mal, á qué fin había de prolongar sus días? La naturaleza, que todo lo rige y ordena, muy en[11] La fiereza en el rostro regularmente es un efecto de la ira que reside en nuestro interior, sin enmbargo de que nos cuenta Suetonio, lib. 1v, cap. L, del emperador Cayo; Vultum naturâ horridum, ac tetrun etiam ex industria eferabat, componens ad speculum in omnem terrorem, ac formidinem. Por lo cual concluye M. Aurelio que semejante costumbre no da lugar á lo delicado del rubor, é impide en el ánimo lo fuerte del remordimiento.

M..AURELIO.-8OLILOQUIOS.

137 breve transformará todo cuanto ves en el mundo, haciendo que de su materia nazca otra cosa, y de la materia de esta misma se produzca después otra, para que el mundo vaya siempre[12] renovándose.

Cuando alguno delinquiere en algo contra ti, luego procura discurrir qué juicio habrá hecho del bien ó del mal cuando pecó. Porque examinando esto le compadecerás y no te admirarás ni te moverás á indignación, visto que tú también sueles formar dictamen que aquello mismo ú otra cosa semejante es un gran bien, y así es razonable que le perdones[13]. Y dado que no convengas con él teniendo por buenas ó malas las mismas cosas, aun por esto mismo con mayor facilidad deberás estar de buen ánimo para con quien pecó por ignorancia.

No conviene pensar tanto en los bienes que nos faltan, cuanto en los que presentemente tenemos; aunque entre éstos deberás parar la consideración sobre los nás aventajados, y con este motivo reflexionar con cuánta solicitud los buscarías si no los tuvieses: sin embargo, guárdate al mismo tiempo de que por esta complacencia en poseerlos no te acostumbres á tenerlos en tanta estima, de modo que si alguna vez no los tuvieres, su falta te haya de perturbar é inquietar.

[12] Con aquel siempre no significa M. Aurelio aquella eternidad del mundo que Aristóteles soñaba. Los estoicos aunque admitían la continua renovación del mundo, con todo después de ciertos períodos ó porque al alma del universo la daba la gana ó porque su virtud ignea había adelgazado mucho la materia, asentían que á todo el mundo le llegaria su fin con la fatal catástrofe de un incendio universal.

[13] Ninguna cosa más puesta en razón que la imisericordia con el que peca por su fragilidad.

Recógete dentro de ti mismo, supuesto que la mente racional es tal por naturaleza, que vivirá contenta consigo misma, obrando con justicia y logrando, además de eso mismo, la tranquilidad más apetecible.

Borra esas ideas de tu fantasía; reprime los impetus desordenados del apetito; cíñete al tiempo presente; penetra bien cuanto á tí ó á otro acontezca; distingue y divide todo objeto en causa eficiente y material; piensa en la última hora[14] de tu vida; la falta cometida por otro, déjala allí adonde subsiste el pecado.

Conviene extenderse en la contemplación de lo que se hable, y penetrar con la consideración lo que se haga y quien lo esté haciendo.

Adórnate con la simplicidad, la modestia y la indiferencia é igualdad de ánimo cerca de las cosas de suyo medias entre la virtud y el vicio; ama al linaje humano; sigue á Dios[15], porque, como dice aquel poeta[16], Todo de arriba viene así ordenado.

[14] Esta meditación es una de las más eficaces para contener á los hombres en los limites de la razón, y más ignorando cuál será aquel instante en que debemos dar cuenta de nuestros excesos.

[15] Sobre el autor de la célebre sentencia, sigue y obedece á Dios, disputan más los escritores, de lo que los griegos porfiaban sobre la patria de Homero. Filón dice que fué Moisés, de Migrat. Ad. Stobeo, Eclo., tom. 1, lib. 11, tit. 111, escribe que fué Homero. Boëth., Consol. lib. I, cap. Iv, asegura que ha sido Pitágoras. Epicteto, dis., lib. 1, cap. XX, enseña que fué Zenón. Marco Tul., de Finib., lib. 1v, es de parecer que ha sido alguno de los siete sabios de la Grecia.

[16] No es fácil averiguar quién fuese aquel que lo dijo, habiendo escrito lo mismo varios autores.

Pero caso que solos los elementos[17] sean de arribadirigidos, te debe bastar el acordarte que todas lascosas, ó por lo menos las más de ellas, son gobernadas y están sujetas á cierta ley superior.

Por lo que mira á la muerte, ahora sea ella[18].

una mera dispersión de las partes, ahora una resolución en átomos ó una pura aniquilación, al caboviene ella á reducirse, ó á una total extinción, ó á unamutación solamente.

Por lo que toca al dolor, claro está que si es insoportable, en breve mata, y que si da largas, es tolerable: entretanto[19], la mente podrá, con su modode pensar, mantener su paz sin que quede deteriorada en algo la parte principal. Pero los miembrosmaltratados con el dolor, explíquense contra él, si pueden, y den su queja como les parezca.

Respecto á la fama, considera los ánimos de los ambiciosos, cuáles sean en si, cuáles las cosas que rehusan y cuáles las que apetecen; y reflexiona también, que como los montones[20] de arena acu- [17] El texto se ha!la sumamente adulterado, por lo que varian los expositores en la corrección; nosotros pondremos aquí la que hizo Casaubono.

[18] Gatakero no se conforma con el dictamen de Xilandro y Casaubono, mudando el te en , como hacen éstos; sino que pretende retenerla y sacar una conclusión estoica que convenza que, siendo la muerte un disiparse las partes,.

vueltas á los dos principios materia y fuego, ó bien un resolverse desmenuzándose en átomos epicúreos, ó un puro aniquilarse, vendrá por necesidad á parar toda ella, ó en una perfecta aniquilación, ó en una mutación solamente.

[19] Esta es aquella receta universal ó medicina evaporada de los filósofos, especialmente epicúreos, contra todo dolor; de que se burla Čicerón, de Finib., lib. iu.

[20] M. Aurelio, eu esta bellisima comparación, alude á las mulados unos sobre otros, quedan ocultos los primeros, así en la vida humana acontece que los sucesos anteriores se ven presto sepultados en el olvido, con los que ocurren después.

Nota este dicho de Platón : «¿Por ventura juzgas que aquel que tenga un entendimiento elevado, con una justa idea de toda la eternidad y de toda la naturaleza, le parecerá ser una gran cosa la vida humana ?-No es posible, dijo.-¿Luego este tal no reputará la muerte por una cosa terrible?-Nada menos que eso, respondió. »

Ve aquí la bella sentencia de Antistenes: «Es cosa regia hacer mercedes, recibiendo en pago murmuraciones.»

No es puesto en razón el que la mente[21] tenga á su mando el semblante para fingirlo y ajustarlo á su gusto, y que ella no sepa acomodarse y componerse á sí misma como es debido.

Dice muy bien Euripides: «El enojo volver contra las cosas No es razón, pues de enojos no se cuidan.»

arenas de la Libia, cuando en ellas perecieron cincuenta mil hombres del ejército de Cambises, como consta de la historia escrita por Herodoto.

[21] No siempre se verifica que el alma pueda en todos los lances disponer á su arbitrio del semblante, no siendo fácil impedir ciertos movimientos exteriores, por los que se colige la novedad interior, mudándose ya el color ó ya los ojos, dando señales del sentinmiento que reside en el ánimo.

Si bien es verdad que con el uso en gente de mundo logra la voluntad aquello de Salustio, Bel. Cat., cap. X: Magis vultum, quam ingenium bonum habere. No hay duda que el imperio del alma es despótico sobre ciertos movimientos del cuerpo, aunque acerca de otros sólo puede llamarse politico.

El otro Epico[22] escribe : «A los dioses y á mí da regocijo.»

Euripides en otro lugar dice ast[23] : « Se debe, á guisa de madura espiga, Una vida cortar, y dejar otra.) Escribia el otro Trágico[24]: « No sin causa ó motivo los dioses Desestiman á mí y á mi linaje.D Con mucho fundamento dijo el Cómico[25] : « La razón y justicia á mí se inclinan.D No debes lamentarte con los afligidos ni mostrarte conmovido.

Estas son palabras de Platón[26]: «Yo á este tal le opondría la siguiente y justa razon: No piensas rectamente, oh buen hombre, si eres de parecer que un varón, aun siendo de poca suposición, debe[22] No se sabe de positivo quién fuese este Épico; sin embargo, Gatakero tiene por probable que es un padre que habla en esta forma de sus hijos.

[23] Que esto sea tomado de la Hipsipile de Euripides, nos lo asegura Stobeo, tom. II, tit. 108. Y Cicerón, en el lib. III, Tusc., trae traducidos estos versos de que habla M. Aurelio.

Anfiarao se vale de estos versos para consolar á Hipsipile, que estaba afligida por la pérdida de su hijo Archimoro.

[24] Gatakero tiene á éste por un trágico que, lleno de humildad en su representación, se echaba en los brazos de Dios como lo hacía Epicteto, Dissert., lib. II, cap. XVI.

[25] Aristófanes, en su comedia Acharn., act. 2, usó de esta expresión, que después quedó en proverbio.

[26] Še hallan en la apologia de Soc., pág. 28 y las del párrafo siguiente.

contar mucho con el riesgo de perder ó no perder la vida, ni que sólo debe considerar, cuando obra, si lo que él hace es justo ó injusto, y si su acción es propia de un hombre bueno ó de un malhechor.»

Del mismo es el presente lugar: « En realidad es así, oh varones atenienses, que en donde quiera que alguno se colocare, juzgando aquel puesto por el mejor ó que fuere destinado por el magistrado, debe perseverar en él, según mi dictamen, aunque corra peligro, no reputando en nada ni el perder la vida ni otra cualquier cosa, á trueque de evitar la infamia.»

Del mismo es lo que se sigue[27]: «Pero, oh hombre feliz, mira si el ser generoso y bueno sea otra cosa que el conservarse á sí y salvar á otros. Ni á la verdad, un hombre que sea verdaderamente bueno debe desear con ansia esto de vivir por tanto tiempo, ni conviene amar sobrado su vida, sino que sólo debe pensar en adelante de qué modo podrá vivir, lo mejor que quepa, todo aquel tiempo que hubiere de gozar de la vida, dejando á Dios esos otros cuidados y dando crédito al dicho de las mujeres, que ninguno puede evadirse del hado.

Conduce mirar alrededor el curso de los astros, como quien gira con ellos, y contemplar también frecuentemente las mutuas conversiones de los elemen- [27] En el diálogo de Platón intitulado Georgias, página 512, se puede ver esto, aunque con alguna variación.

El fin del discurso es que en la vida ninguna cosa debe reputarse por más excelente que la virtud moral. Sócrates habla contra Callicles, que anteponia la elocuencia á todo lo deimás, porque decía que ésta daba arımas para defenderse á si y proteger á otros.

tos, porque las consideraciones de estas cosas purifican[28] á uno de las manchas de esta vida terrestre.

Es bello aquel lugar de Platón en donde dice: « Importa mucho á quien raciocine cerca de los hombres que contemple también, como desde una atalaya, lo que pasa en la redondez de la tierra, cada cosa en su género, los ejércitos, las labranzas, los matrimonios, las treguas ó pactos, los nacimientos y las muertes, el tumulto de los tribunales, los países desiertos, las diferentes naciones de gente bárbara, las fiestas, los funerales, las ferias, una total confusión, y por fin el universo, que se compone de cosas entre sí contrarias.»

Hace muy al caso el que uno considere los sucesos pasados y tantas conversiones de dominios, pudiendo con esto prever[29] lo venidero; porque sin duda lo que vendrá después tendrá absolutamente el mismo .aspecto, no siendo posible que salga de aquel orden con que se hace lo presente. De aquí es que viene á ser lo mismo el que uno observe por cuarenta años lo que pasa en la vida del hombre, que si lo observara por miles de años, ¿ pues qué más habría de ver? Observa lo que dice Euripides: « Lo nacido de tierra, en tierra cae; Vuelve al cielo lo que dél provino.)[28] La contemplación de esta gran fábrica del mundo, cuando se haga por un alma ilustrada con la gracia del Señor, la dispondrá para la limpieza de sus culpas; teniendo la mira en subirse por las criaturas, hasta parar en el Criador del universo.

[29] Dice lo mismo Plut., de El. Delphic.;que hay un arte de adivinar lo futuro por lo presente ó pasado.

Siendo esto ó una desunión del enlace que tienen entre si los átomos, ó una igual dispersión de los elementos insensibles por naturaleza.

También conviene notar estotro que escribe el mismo: « De mortal vida entretener queremos El curso, con comer y divertirnos; Pero al fin no sin llantos laboriosos Por fuerza tras del aire nos iremos Suscitado por Dios.»

Sufre en hora buena que alguno sea más hábil luchador que tú; pero guárdate que ninguno sea más liberal, ni más modesto, ni más bien dispuesto á lo que acontezca, ni más humano y benigno respectode los defectos del prójimo.

En donde quiera que se pueda perfeccionar alguna obra según lo pide la razón, que es común á los dioses y á los hombres, no es posible que allí hayamal grave, puesto que no hay por qué sospechar algún daño en aquello en que se pueda lograr la ventaja y utilidad de que su operación salga con prosperidad y tenga el éxito conforme á la condición humana.

En todo y por todo pende de tu arbitrio, ya el complacerte religiosamente en la presente disposición de la providencia, ya el tratar según justicia y razón con tus contemporáneos, ya el usar con artificio de la presente idea, para que ni lo más recóndito se te pase por alto.

No gustes de escudriñar el espíritu de otro; antes bien, mira de hito en hito hacia aquel término al cual te conduce la naturaleza, ya sea ésta la univeral, mediante las cosas que te acontezcan, ó la tuya propia por razón de los oficios que debes practicar, teniendo cada uno la obligación de hacer lo que es correspondiente á su estado, pues el resto de las criaturas fué dispuesto para servir á las racionales, al modo que en toda otra cosa lo inferior se hace por respecto de lo superior, pero las racionales han sido hechas para ayudarse mutuamente; y así lo que tiene el primer lugar en la condición humana es lo que mira á la común sociedad, y el segundo, el no rendirse á los halagos de los sentidos, porque espropio de la facultad racional é intelectiva el reducirse á ciertos límites y no vencerse jamás de los movimientos sensuales é impulsos del apetito, por ser ambos brutales. Además de que la virtud intelectiva pretende conservar su superioridad y no permitirá dejarse subyugar de ellos, y con muchísima razón, puesto que por naturaleza le pertenece servirse de todos ellos. Finalmente, tiene el tercer lugar en la naturaleza racional el no incurrir en algún error, ni el dejarse seducir. El alma, pues, que adhiera á las máximas insinuadas, prosiga su camino derecho y habrá conseguido lo que la es propio.

El resto que te quedare de vida conviene pasarlo según dicta la naturaleza, como muerto ya al mundo y como quien sólo hubiese vivido hasta el tiempo presente.

Sólo debes tener afición á lo que te acontezca y venga destinado de la providencia, ¿pues qué otra cosa te podrá ser más adaptada y oportuna? En todo evento haz por tener á la vista aquellos hombres á los cuales ha sucedido lo mismo[30] que á[30] De ningún modo debemos imitar á los que se impa- 10 tí, y después lo llevaban con repugnancia, lo extrañaban y se quejaban amargamente; y al cabo, adónde se hallan ahora esos tales? En ninguna parte ya.

¿Pues por qué deseas imitarles? ¿No sería mejor dejar esos extraños sentimientos á quienes los conmueve y se inmuta con ellos, dedicándose en un todo á pensar cómo podrás aprovecharte[31] de los acontecimientos humanos? Porque si hicieres buen uso de éstos, también te servirán de materia en que ejercites la virtud: mira sólo por tí, y en cuanto hicieres intenta dar á conocer tu bondad, acordándote que en cualesquiera de los sucesos también hay diversidad de materia sobre la cual pueda recaer una acción virtuosa.

Reconoce tu interior: dentro de tí está la fuente del bien, que puede manar de continuo si la profundizas siempre.

También conviene que el cuerpo persevere en un aire tal que no denote violencia en el movimiento ni en el ademán, porque se debe exigir de todo el çuerpo lo mismo que hace el alma con el semblante, conservándolo apacible y modesto; pero bien entendido ción.

El arte de vivir bien tiene más semejanza con la palestra que con la orquesta, por cuanto debe uno que todo esto debe observarse sin afectacientan con los reveses de fortuna; antes bien, haciendo la reflexión de que hemos nacido y vivimos expuestos á nil trabajos, será lo más acertado llevarlos con resignación siempre que nos sobrevengan.

[31] Es muy útil este consejo para quien se vea en algún conflicto ó quiera reflexionar sobre los que padecen los hombres.

estar sobre si é inmoble contra los repentinos é improvisos accidentes.

Debes reconocer con frecuencia cuáles son esos tales por quienes deseas ser alabado, y qué modo tienen de pensar; porque de esta suerte no los vituperarás, incurriendo involuntariamente en alguna falta, ni echarás menos sus aprobaciones, y más si mirares el origen y causa de sus juicios y pasiones del apetito.

Toda alma, según dice Platón, está privada de la verdad, sin su consentimiento; lo mismo, pues, la sucederá también respecto de la justicia, de la prudencia, de la benevolencia y de toda otra virtud semejante. Es de suma importancia el que, á menudo, te acuerdes de esto, porque así serás más afable y benigno para con todos.

En todo trabajo ten luego á mano esta reflexión: que aquéllo no es indecoroso ni deteriora la mente, dueña de las acciones, pues no la vicia en cuanto es material[32] ni en cuanto es sociable; y así, en las más de tus cuitas, válete del dicho de Epicuro, que el dolor no será insufrible ni eterno si te acordares que tiene sus límites naturales, y no lo aprendieres por más de lo que es en si. Pero advierte también que muchas cosas nos son bien molestas sin que las echemos de ver, siendo, en realidad, cierta especie de dolor: tal es el dormitarse intempestivamente, el[32] Nuestra alma á lo estoico era una sustancia compuesta de viento ó espíritu, y de fuego ó de una particula divina, como ya hemos dicho; y por eso Marco Aurelio pretende que el dolor no perjudique á las partes de aquella sustancia, ni las empeore é inmplique en alguna infamia culpable.

abrasarse de calor y el sentirse con inapetencia; Cuando, pues, te veas desabrido por alguna de estas cosas, dí para contigo:- Hombre, mira que te dejas vencer del dolor! Mira bien, no sea que alguna vez te portes de tal suerte con los hombres inhumanos, cual suelen éstos tratar á los hombres.

¿De dónde nos consta si Sócrates haya sido mejor y de indole más excelente que la de un Telauges? Porque no basta saber que Sócrates murió con mucha gloria y grande valor; que disputaba ingeniosamente con los sofistas; que con gran paciencia sabía pasar toda una noche sobre el hielo; que habiéndole mandado prender á un ciudadano Salaminio[33], le pareció más justo el resistirse con bizarría, y que por las calles públicas andaba con fausto y arrogancia, aunque acerca de esto con razón puede uno dudar si fué verdad. Además, conviene considerar en qué disposición tenía Sócrates su ánimo, y si era capaz de contentarse con sólo el ser justo para con los hombres y religioso para con los dioses, no indignándose en vano contra el defecto de otro ni fomentando la imprudencia de alguno; no recibiendo, como cosa extraña, ó llevando como insoportable cualquiera disposición de la Providencia; no permitiendo, finalmente, que la mente consintiese en las pasiones del cuerpezuelo.

En la formación humana, la naturaleza no unió[33] Algunos intérpretes tuvieron por nombre propio el de Salaminio, el cual se llamaba León, hombre muy rico, á quien, injustamente, querían darle muerte los treiota tiranos que dominaban entonces en Atenas. Platón hace memoria de esto mismo, epist. 7., y Laerc., lib. 11.

tu espíritu con el cuerpo de tal modo que no te fuese libre el contenerte dentro de ciertos límites y pendiese de ti el cumplir con tus obligaciones, por lo cual cabe muy bien que uno, cultivando su espíritu, se haga un hombre en sí divino y que sea desconocido de todos: acuérdate siempre de esto, y, . además, no te olvides que son menester muy pocas cosas para pasar felizmente la vida. Y no porque uno desconfíe de poder salir un gran dialéctico y fisico, por eso debe perder las esperanzas de llegar á verse libre de pasiones, á ser modesto, á ser amigo de la sociedad y á ser rendido y obediente á Dios.

Pende de tu voluntad el que pases la vida con el mayor júbilo, por más que todos den las voces que quieran contra ti, y aunque las fieras despedacen los miembros de esa mole de tu cuerpo, ó sea masa de barro que te circunda. Pues quién impide al alma que, en medio de todos esos infortunios, no se conserve en su tranquilidad[34], no mantenga un juicio verdadero acerca de los sucesos que la rodean, no persevere pronta en hacer el uso de los acciden- [34] En este articulo nos presenta Marco Aurelio una quinta esencia de la soberbia estoica, dando fuerzas á la naturaleza viciada, para que, sin la gracia divina, haga los actos más heroicos de todas las virtudes. No puede el alma hacer que la fantasia y apetito no sientan la perturbación, porque estas facultades, después de perdida la justicia original, quedaron en la naturaleza desenfrenadas y rebeldes.

La vehemencia de los afectos hará, si no viene presto el socorro divino, ó que no quede en el alma indiferente el juicio de la razón, borrada en un todo la idea de lo honesto, ó que, quedando indiferente aquel juicio, incurra, no obstante, la voluntad, débil de suyo, y desarmada de una fuerza sobrenatural, en la necesidad moral de ser vencida.

tes que tiene á la vista? De modo que el Juicio[35] dé á entender á lo que ocurra: «Tú, en realidad, eres esto, aunque en la apariencia muestres ser otro.> Y el Uso diga á lo que se presente: «Yo á tí te buscaba, porque lo que se me pone delante siempre ne sirve de materia para ejercitar las virtudes propias de la razón y sociedad; y, en una palabra, para dedicarme al ejercicio del arte peculiar de un hombre ó de un dios, supuesto que cuanto acontece es correspondiente al hombre ó á Dios, no cosa nueva ni difícil de manejar, sino cosa muy sabida y de fácil ejecución,.»

La perfección de las costumbres lleva consigo el que se viva cada día como si aquel fuese el último de la vida, sin apresurarse ni caerse de ánimo ni obrar con ficción.

Los dioses[36], siendo inmortales, no se irritan al ver que por tan largo tiempo absolutamente convendrá que ellos siempre sufran con paciencia á los malos, siendo éstos tales y tantos en número, sino que, además, también cuidan en un todo de los mismos. Y es posible que tú, que en un abrir y cerrar de ojos dejarás de ser, te canses de tolerarlos, y más siendo uno de los malos? Es cosa digna de risa que no procures separarte de tu propio vicio, pudiendo ciertamente hacerlo, y[35] Marco Aurelio personaliza el Juicio y el Uso como suelen hacerlo los poetas, para que hagan sus veces en el razonamiento.

[36] El presente articulo, corregida la palabra dioses, estaría grandeniente en boca de un Santo Padre; y, en efecto, así discurrió San Juan Crisóstomo, in Matth., cap. VI, vers. 45, orac. 18.

que intentes huir de la maldad de otros, lo que es imposible.

Con mucha razón la facultad intelectiva y sociable tiene por cosa de menos valer todo aquello que hallare no conducir ni para la sabiduría ni para la sociedad.

Cu:ndo tú hubieres hecho un favor, y otro lo hubiere recibido, ¿por qué todavia buscas, á más de esto, un medio término, para parecer bienhechor ó lograr otra recompensa, como suelen hacerlo los necios? Ninguno se cansa de recibir beneficios: es así que la beneficencia es una acción conforme con la naturaleza; luego no debes tampoco cansarte en hacer bien á otro[37], teniendo tú en esto mucha utilidad.

La naturaleza del universo primeramente emprendió la fábrica del mundo; pero ahora, ó todo lo que se hace sucede por una consecuencia necesaria, ó las criaturas racionales son el principal objeto en el cual la mente gobernadora pone especial esmero.

Haciendo este recuerdo, te hallarás muy tranquilo en las más de las cosas.

[37] Que la beneficencia se repute por una virtud,y que sea un bien del que la ejercite, no tiene género de duda.


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