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Sucesos de las islas Filipinas (edición de José Rizal)/Al lector

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época


AL LECTOR


Engrandécese la Monarquía de los Reyes de España, por el celo y cuidado con que han defendido en sus naturales y propios reinos la santa Fé Católica, que enseña la iglesia Romana, de tantos contrarios que la persiguen y pretenden oscurecer su verdad, con diversos errores, que por todo el mundo han sembrado, con que, por la misericordia de Dios, conservan sus señoríos y súbditos en la pureza de la religión cristiana[1], mereciendo por ello el glorioso título y renombre de defensores de la Fé, que tienen. Y también por el valor de sus invencibles corazones, con que á costa de sus rentas y haberes, con armadas y gentes Españolas[2], han surcado los mares, descubierto y conquistado grandes reynos, en lo más remoto é incógnito del mundo, trayendo sus gentes al conocimiento del Dios verdadero[3] y rebaño de la iglesia Cristiana[4] en que hoy viven, gobernados en paz y justicia, civil y políticamente, al abrigo y amparo de su real brazo y poder, de que carecían[5], cubiertos de ceguedades tiránicas y crueldades bárbaras con que el enemigo del género humano los labró y cultivó para sí mucho tiempo[6].

De aquí ha venido á estenderse el cetro y corona de España, por todo lo que mira el Sol, desde que nace hasta que se pone, con gloria y resplandor de su poder y magestad; mas que otra de los Príncipes de la tierra, con ganancia de innumerables almas para el cielo, que ha sido su principal intento y caudal. Y á vueltas de muchas riquezas y tesoros que goza, junto con las memorables hazañas y victorias que ha alcanzado, con que por todo el universo se ensalza y celebra su alto nombre, y el esfuerzo y valor de sus vasallos, que en esto han entendido y derramado su sangre.

Ganada la América, cuarta parte de la tierra, que los antiguos no conocieron, navegaron tras el Sol, descubriendo en el mar Océano oriental un archipiélago de muchas islas, adyacentes al Asia ulterior, pobladas de varias naciones, abundantes de ricos metales, piedras y perlas, y todo género de frutos, en que, arbolando el estandarte de la Fé, las sacaron del yugo y poder del demonio y las pusieron en su obediencia y gobierno[7], con que justamente pueden levantar en ellas las columnas y trofeos de Non plus ultra, que dejó á la orilla del mar de Cádiz, Hércules famoso, y después abatió por el suelo el fuerte brazo de Cárlos V nuestro señor, que le aventajó en grandiosas hazañas y empresas.

Sujetadas las islas, con la soberana luz del santo Evangelio, que en ellas entró, se bautizaron los infieles, desterrando las tinieblas de su gentilidad, y mudaron sus nombres en el de cristianos. Y dejando también las islas el que tenían[8], tomaron (con la mudanza de ley y bautismo de sus Naturales) el nombre de Islas Filipinas, en reconocimiento de las grandes mercedes que recibieron de la Magestad de Filipo segundo nuestro señor; en cuyo felice tiempo y gobierno, fueron conquistadas[9], favorecidas y regaladas, como obra y hechura de sus reales manos.

Su descubrimiento, conquista y conversión, no ha sido sin mucha costa, trabajo y sangre Española[10], con varios sucesos y trances, que hacen más ilustre la obra, con espacioso campo, en que se estiendan los historiadores, que lo tienen por oficio, pues la materia no es corta, y tiene de grave y gustosa; lo basta para merecerlo, sin que le sea de perjuicio, tratar sucesos y guerras de Indios, que los que no las han experimentado, las tienen en menos de lo que son; pues, los destas partes son naciones valientes y guerreras de la Asia, criados en continua milicia, por mar y tierra usando artillería[11] y otros instrumentos bélicos, industriados en este ejercicio, de la necesidad de su propia defensa, contra los grandes y poderosos reynos sus vecinos. Y (si con algunas imperfecciones) adiestrados y acabados de enseñar en la escuela Española, que últimamente les metió la guerra en su casa[12], como lo han sido por esta vía otras provincias de Europa, que del uso de las armas estaban con ignorancia y descuido.

Algunos curiosos, han tratado de escribir esta historia á quienes (por faltarme su caudal y tiempo) he dado y repartido muchos papeles, y relaciones que tenía, y espero la sacarán á luz más de propósito, de lo que hasta agora tenemos á pedazos, por algunos historiadores de nuestros tiempos[13].

En las Islas Filipinas gasté ocho años, lo mejor de mi vida, sirviendo á todas manos, en oficios de teniente de gobernador, y capitan general; y desde que se fundó la audiencia real de Manila, en plaza de Oidor, el primero que en ella fué recibido. Y deseando se supiesen las cosas destas islas, particularmente las acaecidas en el tiempo que yo las traté, tomándolas de sus principios lo que bastase, lo he hecho en un libro de ocho capítulos, que los siete primeros contienen, por el tiempo de los gobernadores propietarios que ha habido, hasta la muerte de don Pedro de Acuña, los descubrimientos, conquistas y demas acaecido en las islas y en los reinos y provincias de su comarca. Y el octavo y final, una breve suma y relación de sus calidades, gentes, y modo de su gobierno y conversión, y otras particularidades y del conocimiento, trato y comunicación, que con las otras islas y gentilidades sus vecinas tiene, tan temeroso, de los defectos que en ello se hallaran, como persuadido, merecen perdon, por haber pretendido acertar, siendo mi principal intento, dar á cada uno lo que se le debe, y volver por la verdad, sin odio ni lisonja, que ha sido agraviada en algunas relaciones, que corren por el mundo,[14] vicio muy reprobado, en los que refieren hazañas ajenas, cuanto prohibido por ley penal, que establecieron Caton y Marcio, Tribunos del pueblo Romano, á los que contando las propias excedían, que parecía menos punible, por intervenir en esto el amor propio.

No faltará quien saque á plaza mis descuidos, que desde agora le habré respondido con confesarlos; y si esto no bastare, para ponerle silencio, tapando los oidos, como otro Ulises, pasaré (con la priesa que he escrito) por este inconveniente y dificultad, con solo el deseo de agradar, y servir á quien lo leyere, que bastará á sacarme de mayores peligros.



HA SE DE ADVERTIR


En la leccion desta historia que se podrá reparar en algunos vocablos, y nombres de provincias, lugares, magistrados, armas y embarcaciones, que por más propiedad, se han escrito como comunmente se nombran y corren en aquellas partes, que por el capítulo final, que contiene la relacion de las islas, y sus particularidades quedarán entendidos y declarados.


Notas de José Rizal
  1. Parece que aquí el Autor pretendía decir Religión Católica, cuya pureza se quiso conservar á sangre y fuego, aunque en otros Estados, como Flandes, no se ha podido conservar ni pureza, ni señorío, ni subditos.
  2. Y podemos añadir Portuguesas, Italianas, Francesas, Griegas y hasta Africanas y Oceánicas, pues las expediciones que capitanearon Colón y Magallanes, Genovés el uno y Portugués el otro, y las otras posteriores, si bien eran armadas españolas, estaban, sin embargo, compuestas de diferentes nacionalidades, y en ellas iban Negros, Malucos y hasta gente de Filipinas y Marianas.
  3. Antes esto se podía decir, pero ahora puede tacharse de presuntuoso porque nadie tiene el monopolio del verdadero Dios, ni el privilegio de invención, ni hay nación ni religión que puedan pretender ni probar haber dado la definición del Criador de todas las cosas y conocido su verdadero ser.
  4. Solamente se ha podido convertir una parte, pues aun tenemos á los mahometanos del Sur, á los Itas, Igorrotes y demás infieles que existen en la mayor parte de las Islas, así como continúan fuera de la Religión Cristiana los habitantes de las islas que el Gobierno perdió, como Formosa, las Molucas y Borneo, y si bien en las Carolinas hay cristianos, débense á los Protestantes, á los cuales ni los católicos del tiempo de Morga, ni la mayor parte de los de nuestros días, consideran como cristianos.
  5. Esto no es exacto. El mismo Morga dice más adelante, al hablar de las invasiones piráticas de los del Sur, que antes de la llegada de los Españoles, las islas estaban armadas y se defendían, que después como fueran desarmadas, los piratas las pillaban á mansalva viéndose en ocasiones desamparadas por el Gobierno, lo cual fué motivo de muchos alzamientos.
  6. Filipinas tenía una civilización moral para aquella época muy adelantada, como se verá en el capítulo octavo de esta obra.
  7. Fué por medio de pactos, tratados de amistad y alianzas recíprocas; en virtud de estas últimas, Magallanes murió según ciertos historiadores, y los soldados de Legazpi pelearon bajo Tupas, reyezuelo de Sebú.
  8. Morga aludiría al nombre, Archipiélago de S. Lázaro que les dió Magallanes, pues las islas conservan en su mayor parte sus nombres antiguos.
  9. La conquista no se puede admitir más que para algunas islas y sólo en un sentido muy lato. Sebú, Panay, Lusón, Mindoro, etc., no se pueden llamar conquistadas.
  10. Y Filipina sobre todo; pues con y por España pelearon siempre más gente Filipina que Española, como se verá más adelante.
  11. Esto es, tenían ejército y escuadra con artillería y otros instrumentos bélicos: sus preciosos crises y campilanes son por su magnífico temple dignos de admiración, algunos de ellos ricamente adamasquinados, sus cotas de malla y sus cascos, de loa cuales existen algunos ejemplares en varios museos de Europa atestiguan un gran adelanto en esta industria.
  12. Esta frase está en contradicción con la empleada entonces de pacificar cuando se trataba de apoderarse de alguna provincia ó isla. Acaso el verbo pacificar significase entonces meter la guerra.
  13. Quizás aludiría á B. L. Argensola que publicó en España el mismo año que Morga una Historia de la conquista de las Molucas.
  14. Confesamos nuestra ignorancia respecto de estas relaciones que corrían en tiempo de Morga, falseadas por los autores ó protagonistas que en ellas se refieren. Quizás sean el Viaje de Van Noort, los manuscritos del P. Juan de Plasencia, los del P. Martin de la Rada, P. Aduarte, etc.