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Tratado de la pintura/CLXXXII

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época

§ CLXXXII.

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Del movimiento del hombre.

La parte principal y sublime del arte es la investigación de las cosas que componen cualquiera otra; y la segunda, que trata de los movimientos, estriba en que tengan conexión con sus operaciones: estas se deben hacer con prontitud, según la naturaleza de quien las ejecuta, ya solícito, ó ya tardío y perezoso; y la prontitud en la ferocidad ha de ser correspondiente en todo á la cualidad que debe tener quien la ejecuta. Por ejemplo: cuando se ha de representar un hombre arrojando un dardo, una piedra ó cosa semejante, debe manifestar la figura la total disposición que tiene para tal acción, como se ve en estas figuras, diversas entre sí, respecto á su acción y potencia. La primera A representa la fuerza ó potencia; la segunda B el movimiento: pero la B arrojará á mas distancia lo que tire que la A; porque aunque ambas demuestran que quieren arrojar el peso que tienen hácia una misma parte, la B, teniendo vueltos los pies hácia dicho parnge, cuando, torciendo el cuerpo, se mueve á la parte opuesta á aquella hacia donde dispone su fuerza y potencia, vuelve luego con velocidad y comodidad al mismo puesto, y desde allí arroja de la mano el peso que tiene. Y en el mismo caso la figura A, como tiene las puntas de los pies hácia parage contrario á aquel adonde va á arrojar el peso, se vuelve á él con grande incomodidad, y por consiguiente el efecto es muy débil, y el movimiento participa de su causa; porque la disposición de la fuerza en todo movimiento debe ser torciendo el cuerpo con violencia, y volviéndolo al sitio natural con comodidad, para que de este modo tenga la operación buen efecto. Porque la ballesta que no tiene disposición violenta, el movimiento de la flecha que arroje será breve ó ninguno; pues donde no se deshace la violencia, no hay movimiento, y donde no hay violencia, mal puede destruirse: y asi el arco que no tiene violencia, no puede producir movimiento, á menos que no la adquiera, y para adquirirla tendrá variación. Sentado esto, el hombre que no se tuerce y vuelve, no puede adquirir potencia; y asi cuando la figura A haya arrojado el dardo, advertirá que su tiro ha sido corto y flojo para el punto hacia donde le dirigia, y que la fuerza que hizo solo aprovechaba para un sitio contrario. Lámina III.