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Un fiscal Catoniano: 4

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

IV

De tan claras y minuciosas vistas en sus Vistas fiscales, y de fino y nada corto oído como Auditor, ilustrado y severo, en Buenos Aires y Montevideo, en el Paraguay, Brasil y Bolivia, en todas partes dejó recuerdos de recto proceder, la luminosa huella de su paso.

Cuantos le conocieron acabaron por hacer completa justicia á su incansable contracción y su desinterés, superior á todo encarecimiento.

Escrupuloso en detalles, era una de sus manías tener todo numerado, hasta las piezas de ropa interior. Jamás vistió la camisa número cinco, sin haber usado la cuatro. Si en Corrientes no hacía esto, como cuando le conocimos barriendo, fué porque en la pobreza de campamento sus camisas eran nones, y no llegaban á tres. Nacido como queda dicho, en tiempo del Virrey de las gallinas, cuando el Marqués de Loreto dejó preso, hasta que se comiera todas, al paisano que le obsequiara seis yuntas por haberle despachado favorablemente el acto de justicia solicitado, vino á fallecer durante el gobierno del Doctor Obligado, que le había nombrado Fiscal.

¡Lástima que fiscal semejante no dejara semilla!

Lleno de talentos y buenas cualidades, cual el General cuadrado que exigía Napoleón, del que era tipo acabado el digno General Paz, ese otro recto ciudadano, fué un argentino honrado por los cuatro costados.

Decía de este último, el primero, que escribir era su entretenimiento, su diversión, su única pasión dominante, á punto de haber dejado algunas toneladas de papel escrito de su puño.

Pero si de elogios se hizo digno el Doctor Ferrera, ¡cuántos no merece su buena y abnegada esposa!

Pobre, humilde y sumisa toda su vida, despierta un día relativamente rica y con casa propia por un capricho de la suerte.

A la primera palabra de su marido, sin objeción alguna, sin la menor vacilación, tira la suerte al pozo, dando espaldas á la fortuna. En muchos años de Juez, no conocí otro Fiscal, al de esta tradición parecido.

¿Cuántas mujercitas conocéis, queridas lectoras, semejantes á la fiscala de este cuento, que no lo es...?