Un negocio mejorable
Un prestamista dijo á su mujer:
— Maruja, acabo de hacer un negocio inmejorable, un negocio que solo á mi cabeza se le podia ocurrir.
— Esplícate, hambre, que estás muy pesado y parece imposible que de una cabeza tan dura pueda salir nada bueno.
— Mira, he prestado ocho mil reales á un estudiante al cincuenta por ciento al año, he cobrado adelantados los intereses y me encuentro con una escritura de crédito á mi favor por valor de ocho mil reales habiendo desembolsado solo cuatro mil.
— ¡Ah! qué tonto eres, ya me lo figuraba yo; mira, no has sabido hacer el negocio.
— Pues mujer, ¿qué he debido hacer?
— Prestar al ciento por ciento, cobrar adelantados los intereses y de este modo te encontrabas con la escritura á tu favor de ocho mil reales sin haber desembolsado un cuarto.
— Diablo, es verdad.