Un testigo de bronce: 4
Segunda parte
[editar]La lobreguéz de la noche
tiene ya con sus tinieblas
aquella ciudad dormida
por todas partes envuelta.
Del manto azul de los cielos
ni un giron percibir dejan
los vapores que interpuestos
brotan entre él y la tierra.
Y el murmullo de la vida
apagado por do quiera,
todo es calma y todo sombra,
todo calla, y se ve apenas
algun farol espirante
que ante alguna imagen cuelga,
y el rumor solo se escucha
de las aguas del Esgueva
que cruzan por la ciudad
con débil corriente lenta
por entre los guijos ásperos
que entorpecen su carrera.
Solo en una de las muchas
curvas que á trazar le fuerzan
los edificios que le abren
paso, con la luz siniestra
de un farol que ante una imagen
suspendido reverbera,
se ve un trozo de una calle
y el rio que la atraviesa.
Un puentecillo de un ojo
reune dos callejuelas
que vuelven á dividirse
en cuanto de él se libertan.
La una solitaria, lóbrega,
mal empedrada y estrecha,
la parroquia de la Antigua
casi en su mitad rodea.
Sobre el agua al otro lado
da otra parte de la iglesia,
y en el muro que hace cara
al rio y la calle á medias,
hay en un nicho una efigie
del Crucificado puesta
dentro de un escaparate,
que entre cristales se cierra;
y allí es donde está el farol
que sobre el agua refleja
un círculo de luz parda
trazando con su luz trémula.
Y allí es donde á largos pasos
en aquella noche mesma,
llegando dos embozados
con diabólica fiereza
se trabaron á estocadas
en sacrílega contienda.
Y á la luz de aquel farol
que avisa alli la presencia
del Hacedor de la vida
contra las suyas atentan.
Nadie despertando al ruido
de sus cuchilladas recias
abrió su ventana, nadie
dando á deshora la vuelta
de galenteo ó tertulia
llegó al lugar de la escena
y no hubo tampoco ronda
que á dividirles viniera.
Ellos por espacio largo
continuaron su pelea
con tenacidad furiosa
y profana irreverencia.
Al fin se oyó de uno de ellos
la voz que dijo con fuerza:
déjale, déjale! y luego
la del otro que exclamaba:
¡ah traidor, maldito seas!
A estos dos gritos, que oidos
sobre el rumor del Esgueva,
fueron desde el lecho por
el llavero de la iglesia,
se abrieron de una ventana
las encajadas maderas,
y mirando á todas partes
apareció por entre ellas
cubierta de un gorro blanco
de aquel hombre la cabeza.
Mas nada debió de ver
puesto que á cerrar volviéndolas,
quedó otra vez en silencio
la calle, el rio y la iglesia.
Capítulo IV.
[editar]Por el que comprenderá quien atento leyere que aquel polvo trae este lodo
Iba Don Miguel de Osorio
en la mañana siguiente
para empezar sus tareas
á sentarse á su bufete,
cuando entrándose el portero
del juzgado de repente
dijo: perdonad, señor,
que asi atrevido penetre
sin órden en vuestro cuarto;
pero el caso es muy urgente.
EL JUEZ. | ¿Qué hay, pues? |
EL PORTERO. | Un pesar muy grave. |
EL JUEZ. | ¡Hablad en fin! ¿qué acontece? |
EL PORTERO. | Traen el cadaver |
EL JUEZ. | Han cogido al asesino? |
EL PORTERO. | No señor. |
EL JUEZ. | Pues bien: que dejen |
EL PORTERO. | ¡Ah señor! |
EL JUEZ. | ¡Qué mas sucede, |
EL PORTERO. | ¡Ay señor, ojalá! |
EL JUEZ. | Concluyamos, pues, imbécil, |
EL PORTERO. | Le trae la vuestra, señor. |
EL JUEZ. | Que pase, pues. |
EL PORTERO. | No se atreve |
EL JUEZ. | Pero ¿qué misterio es este? |
EL PORTERO. | Señor, porque es conocido |
EL JUEZ. | Y aunque fuese |
EL PORTERO. | ¡Ay señor! un noble tio |
EL JUEZ. | ¡Dios clemente, |
EL PORTERO. | Es Don German. |
EL JUEZ. | ¡Mi sobrino! |
EL PORTERO. | ¡Contenedle, |
EL JUEZ. | ¿Donde está? ¿dónde? |
Y asi Don Miguel de Osorio
salió descompuestamente
por sus cámaras gritando
y sin poder contenerse.
Ya estaba todo el zaguan
y la escalera de gente
llenos, en torno del muerto
que en hombros varios sostienen.
Llegaron al mismo tiempo
los doctores: é impaciente
el triste juez por saber
pormenores que apetece,
entre ira y duelo á pedirles
empezó públicamente.
Testificó el escribano;
declararon los corchetes;
reconocieron los sabios
el cuerpo pausadamente:
llamóse un maestro de armas
á que declare si puede
con cuál fue hecha la herida,
y por lo que afirma osan
testigos é inteligentes,
Don German ha sido muerto
con espada alevemente.
En el izquierdo costado
una sola herida tiene
que no pudo recibir
en aquel sitio batiéndose
pues que tenia su espada
empuñada fuertemente.
Luego á traicion le mataron
por la izquierda acometiéndole,
mientras con otro reñia
que le atacaba de frente.
Quien le mató y por qué causa
es un misterio que envuelven
las sombras de aquella noche,
y que descubrir no pueden
suposiciones ni indicios
sin que la opinion se arriesgue
de quien suponga ó indique
lo que en las tinieblas duerme.
Pero Don Miguel de Osorio,
cuyo pesar no entorpece
su perspicacia de juez,
ni su experiencia le tuerce
jamás el juicio, en su alma
una sospecha hervir siente,
que mas incremento toma
cuanto mas él la revuelve.
Al fin enjugó las lágrimas
de sus ojos, convenientes
órdenes dió á sus criados
para que el cuerpo se entierre
de Don German, y suntuosos
funerales se celebren;
y encerrándose en su cuarto
de sus rondas con el jefe,
hombre de mucha destreza
en rastrear los delincuentes,
misteriosas instrucciones
le dió, y pronto despidiéndole
sus cuotidianas tareas
emprendió tranquilamente.
Bien revelaba el semblante
lo que el corazon padece,
mas él ahogó sus pesares
al cumplir con sus deberes.
A las nueve de la noche
de esta jornada fatal,
de Aurora en el aposento
con ella estaba Don Juan.
Ela en un sillon de brazos,
él á su pie en un sitial,
ela como nunca hermosa
y él como nunca galan,
trabada amorosa tienen
conversacion, de la cual
conviene oir lo que resta
desde el punto en donde están.
AURORA. | Mas Don Juan, de esta manera mis asuntos irán mal. |
DON JUAN. | Ya dejaremos aqui quien de ellos pueda cuidar. |
AURORA. | Mi tia.
|
DON JUAN. | Es un carcamal que necesita reposo, |
AURORA. | Mas ¿por qué con tanta prisa el partir determinais? |
DON JUAN. | Ello ha de ser: tú verás, pues, lo que mas te conviene, |
AURORA. | Pero Don Juan…
|
DON JUAN. | Con el alba parto. |
AURORA. | Tal tenacidad da á entender que para ello |
DON JUAN. | Si por Dios! la alegre vida que llevo, mi mocedad |
Y aqui iba ya de su plática
el libertino Don Juan,
cuando dos aldabonadas
la vinieron á turbar
que asentaron en la puerta
de la casa en donde están.
Abrió el mozo la ventana
diciendo airado: ¿quién va?
—La justicia, respondieron.
—Venga la justicia en paz,
repuso Don Juan: mas ahora
¿qué negocio aqui le trae?
—Una prision que esta noche
tiene en vos que ejecutar.
—¿En mí?
—En vos, y las personas
en cuya compaña estais.
Abrid, pues, á la justicia
ó á las resultas mirad.
Quitóse de la ventana
Don Juan, y vuelta la faz
á Aurora que sin aliento
yacía sobre el sofá
dijo: en vano es resistir:
si os teneis de qué acusar
mirad si hay parte que paso
franquee á la vecindad,
mientras que yo los detengo
mal que pese á Satanás.
Mas viendo que en vez las dos
de asir con celeridad
de uno ú de otro partido
se soltaron á llorar,
dijo: «á mi no me conviene
contra el santo Tribunal
hacer armas, porque nada
pueden contra mi probar.»
Y en la escalera llamando
al paje que con él va,
mandóle á los que venian
francas las puertas dejar.
Entró el jefe de las rondas
del juez Osorio, y el tal,
al mancebo saludando
con cortés urbanidad
díjole: siento teneros,
siendo quien sois, que tratar
asi, mas daos, señor,
preso por su Majestad.
Don Juan que no vió libreas
del santo Oficio, y á mas
conoce perfectamente
á quien hablándole está,
le dijo á su vez con tono
de amenaza: meditad
lo que vais hacer, buen hombre,
porque si os atropellais
y una sinrazon conmigo
cometeis, os va á pesar.
Yo soy noble, y como noble
dependo de autoridad
competente á la nobleza,
y el Rey llevarálo á mal.
—Señor, dentro de un momento
os podeis justificar
delante del mismo Rey
que es quien me ordena asi obrar.
—¿El Rey me manda prender?
—Por el juzgado especial
del juez Don Miguel de Osorio.
—En ese caso guiad;
pero estas damas…
—En tanto
aseguradas no mas
quedan, que esteis preso vos,
pero si por libre os dan,
mañana mismo con vos
quedarán en libertad.
Y esto diciendo, y tomando
el estoque de Don Juan,
mandó el jefe de la ronda
una litera acercar
que dejó de aquella casa
esperando en el portal,
y hácia el juzgado volvieron
sus pasos á enderezar.