Un testigo de bronce: 3
Capítulo III.
[editar]Alrededor de la Antigua[1]
y en una callejuela angosta
de las que á dar al Esgueva
van, y con puentes le cortan,
en una casa que esquina
hace á dos callejas corvas,
una hácia la Plaza Vieja
y hácia las Angustias otra,
vivia en aquellos tiempos
la hermosura peligrosa
de una morena de veinte,
dándola una tia sombra.
Nació esta red de las almas
en las quebradas de Ronda,
de una pasion y una sangre
mixtas de cristiana y mora.
Un capitan mal cristiano
y una esclava de Mahoma,
cautiva del capitan,
la dieron ser si no honra.
Y viendo cual fue con ella
la naturaleza pródiga,
pusiéronla y con justicia
el bello nombre de Aurora.
Aurora fue de las gracias
que á porfia unas tras otras
mostraba segun crecia
en su gallarda persona.
Esbelta como una palma,
ligera como una corza,
flexible como una espiga
que el mas leve viento dobla:
con dos ojos que á los astros
con su resplandor enojan;
con una voz mas que el aura
simpática y armoniosa,
y con una alma mas pérfida,
mas temible y mas traidora
que los escollos ocultos
de la mar bajo las ondas;
era la astuta Rondeña
de cuantos mirarla logran
iman de los corazones
y corsario de las bolsas.
Dejóla su padre, muerto
en un desafio en Loja,
con unos cuantos doblones
una haciendilla bien corta.
Usurpósela un su primo,
y ella á ver si la recobra
vino á la Corte, entre tanto
viendo si heredar puede otra.
Mas tan diestra como bella,
y como hechicera hipócrita,
ganas se ha sabido fama
de discreta y virtuosa.
Y si sale es solo á misa,
y embozada y jamás sola.
Si la visitan son siempre
damas que crédito gozan.
Si la festejan galanes
con músicas y con rondas;
si billetes la dirigen,
ó la siguen, ó la abordan
en la calle, ó en las gradas
al salir de la parroquia,
ella ni el velo levanta,
ni lee un papel, ni se asoma
á escuchar á la ventana
los cantares que la entonan.
Su tia es quien los despacha
despues de veinte y cuatro horas,
y cuando de quien es él
con maña oculta se informa.
Mas como han hecho una vida
tan recogida hasta ahora,
mas no han llegado á sus puertas
que mozos de barba intonsa,
estudiantes, militares
de larguísima tizona
y retorcido vigote,
muy amigos de camorras,
muy dados á francachelas
y fiestas estrepitosas;
todos de amor tan holgados
como encogidos de bolsa.
Y esta escondida sirena,
esta bella Circe incógnita,
tan recatada del mundo,
es la dama misteriosa
á quien visita Don Juan
y á quien don Juan enamora,
de la encapotada noche
con el favor de las sombras.
Y lo que ha hecho el tal Don Juan
para hacerse con la hermosa
tan buen lugar, y adquirir
tales derechos, se ignora.
Solo uno de los galanes
desairados, en la Lonja
dijo un dia paseando
que vió á Don Juan á la hora
de anochecer con la tia,
hablar largo rato á solas
á un lado de la plazuela
do su calle desemboca.
Y que á otro dia la vieja
compraba galas y joya
á su sobrina en las tiendas
pagando en muy buenas onzas.
El cómo nadie lo sabe,
lo cierto es que Don Juan goza
de gran favor con la dama
y sus visitas no estorban.
Por eso en la noche misma
del dia en que sus discordias
terminaron de una vez
Osorio y él, y en la propia
ocasion en que en la casa
del juez y entre gente docta,
mantenia Don German
pláticas no muy sabrosas
para mozos de sus años,
mas que mantener le importa,
pues que las mas de las noches
acude alli aunque le enojan,
Don Juan en el aposento
mismo de la encantadora
Rondeña; á sus pies sentado
escuchaba de su boca
dulces palabras de amor,
y respiraba el aroma
que de la flor de sus labios
al abrirles se evapora.
Aunque las que en este punto
cruzan, á fe que no forman
tan enamorada plática:
pues la de su amor acorta
la relacion de sus ódios
que en amistades se tornan.
Mas sus palabras oigamos
pues lo permite la historia.
AURORA. | ¿Y ese Osorio que dices |
DON JUAN. | Sí, mas con ese ceño, |
AURORA. | No lo sé, mi Don Juan; pero de ese hombre |
DON JUAN. | ¿Mas cuál es la razon de tus temores? |
AURORA. | Don Juan, no asi te azores. |
DON JUAN. | ¡Oh! donde al uno de los dos hallára. |
AURORA. | Escúchame primero. |
DON JUAN. | Le matára! |
AURORA. | Yo nada sé Don Juan de positivo, |
DON JUAN. | Acaba, en fin, por Dios. |
AURORA. | Ese mancebo |
DON JUAN. | Acaba, Aurora ¡qué le dijo, acaba! |
AURORA. | Que la dama que asi galanteaba |
DON JUAN. | Ese fuera el azár hasta hoy mas grave, |
AURORA. | Mas si el caso pintaron |
Y de este fué calculando,
y trayendo á la memoria
mil apariencias contrarias
la Andaluza previsora:
y deste modo Don Juan
en su ánima recelosa
empezó á sentir que entraba
lenta la sospecha y sorda.
Vió que de casa del tio
hasta la de la que adora
solo median pcas calles
y esas ademas muy cortas.
Vió que el pleito de la chica
ventajosa faz no toma
en el despacho de Osorio
y poco á poco fue torva
la faz mostrando Don Juan:
la voz espiró en su boca
poco á poco, y vióse, en fin,
que mil quimeras que abortan
de su dudoso cerebro
en su corazon se agolpan
de los sucesos pasados
despertando las memorias.
Y en semejantes ideas
su alma embebida y absorta,
á media noche Don Juan
dejó á la Circe de Ronda,
á pasos lentos cruzando
por las callejuelas lóbregas
que rodean de la Antigua
la solitaria parroquia.
FIN DE LA PRIMERA PARTE
- ↑ Nuestra señora la Antigua se llama una de las parroquias que tiene Valladolid.