Una lágrima del Gral. San Martín: 3
Guardadas respectivas distancias entre el genio de la guerra y el modesto hijo de Misiones, que un día triunfara sobre sus veteranos en Bailén, al final de sus respectivas jornadas reprodujéronse ingratitudes semejantes. Los mariscales de Napoleón, repetían: «Sin nuestra cooperación, sin haberle levantado sobre nuestros hombros para elevarse al trono, el Ogro seguida pequeño corzo de cinco pies. Cada uno de nosotros valemos tanto como él, y reunidos, más que él.»
Los generales de la independencia valían algo más que aquellas cabezas sobre las que pusiera Napoleón una corona, pues que no luchaban por encumbrar un ambicioso, sino por la emancipación de un mundo. Fuera que en el Perú pululaban aún muchos condes, duques y marqueses; que el pueblo no se hallaba preparado para la democracia republicana, o que el soberbio colombiano minaba toda tropa fuera de su mando, cierto malestar conmovía las formadas por argentinos, chilenos y peruanos. Cansado el Protector de oirse vilipendiar en prosecución de una corona, fué inspirado por el acto de abnegación que más le engrandece, franqueando el paso á su émulo y ofreciendo elementos para el más próximo triunfo final.
Todos aquellos que se creían capaces de iguales hazañas sin el gran capitán, palparon bien pronto que sin la dirección del jefe genial, muy á retaguardia quedaban para alcanzar sus hazañas.
Cuando el sol se hunde, sus reflejos se desvanecen.