Una traducción del Quijote: 15

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


II.

Tres dias después, en la Revista semanal de un diario político de San Petersburgo, se leian las siguientes líneas:

«Háblase también de un duelo misterioso entre dos jóvenes, uno de ellos extranjero, el otro muy conocido en el mundo aristocrático. Parece ser que el lance se verificó en Caterineuhof, de noche, siendo uno de los testigos un célebre cantante, que con este motivo tuvo que revelar el nombre ilustre que oculta bajo el dé artista. Ambos contendientes quedaron heridos, uno de ellos de alguna gravedad. ¿Quién será ella

La Princesa María leyó estas líneas momentos después de haberla entregado su padre una carta del Barón de Pratassoff, en la cual, éste se despedía para sus posesiones de Wolhinia. Este inesperado viaje, sin despedida personal, unido á la noticia del duelo que acababa de leer, sobresaltó á la hermosa jóven; pues recordando la pregunta que su primo la hizo, en el vestíbulo del teatro, referente á su incógnito adorador, receló que ambos jóvenes fuesen los protagonistas del lance de que hablaba el periódico. La ausencia de su primo, que pudiera ser un pretexto para no presentarse en público, daba visos de certeza á esta sospecha. No obstante, la Princesa trató de desechar sus tristes presentimientos, fundándose en lo absurdo y novelesco de aquel duelo sin motivo; mas por otra parte, conociendo el carácter loco y arrebatado de su primo, le juzgaba capaz de una provocación infundada. Habia en todo aquello una circunstancia que aumentaba su inquietud; según el periódico ambos contendientes estaban heridos, uno de ellos de gravedad. ¿Quién de los dos sería este? El Barón escribía de su puño y letra, luego no era él y sí su adversario.

María conservó alguna esperanza, aguardando ver al jóven extranjero en el teatro. En aquellos dias no habia habido función. Esperó con ansiedad la hora, é instalada en su palco, comenzó á mirar hacia todas partes. En vano: acabóse la representación, y la Princesa, que á la salida se detuvo en el vestíbulo del teatro cuanto la fué posible, volvió á su casa tristemente preocupada.

Tres ó cuatro dias pasados sin ver en parte alguna al objeto de sus inquietudes, y algunas palabras vagas y afectadamente indiferentes, arrancadas á los amigos íntimos del Barón de Pratassoff, que frecuentaban su círculo, contribuyeron á aumentar la inquietud de María. Indudablemente alguna causa extraordinaria motivaba el retraimiento del jóven extranjero. Su instinto de mujer probaba claramente que era amada y que no era vista por su amante, y no bien adquirió esta última convicción, supuso como casi indudable la idea del duelo.

Este pensamiento la atormentaba. Pensaba en aquel pobre extranjero, abandonado quizá, herido, muerto tal vez, y todo por ella, por seguirla lejos de su país, por amarla... ¿Dónde estaría, cómo podria saber de él, qué la era dado hacer para aliviar su desgraciada suerte?

El amor verdadero es una chispa que acaba en un incendio; mas para producir este incendio es necesario quemar mucho combustible. Las grandes pasiones nacen casi siempre de los grandes obstáculos y de las grandes contrariedades. El amor fácil en su base, se derrumba prontamente; para sentir la pasión es preciso padecer.

La Princesa María comenzaba á padecer.