Viaje maravilloso del Señor Nic-Nac/Epílogo
Cuando cayó en nuestras manos la obra del Sr. Nic-Nac, comenzamos á leerla con la firme conviccion de que quizá resolvería alguna cuestion importante.
Horrible desengaño!
Sinembargo, hay algo que resalta en ella, y que no puede dejar de sorprender á aquel para quien el hecho sea nuevo; y es que el planeta Marte no solo es habitable, sino que está habitado. Sus mares, sus continentes, sus bosques, su naturaleza en fin, todo nos fortifica en esta creencia. Que la habitabilidad de Marte no es una novedad para los sábios, esto es incuestionable. ¿Por qué hemos de sostener que solo en la Tierra existen seres dotados de inteligencia suficiente para poder contemplar y juzgar las eternas maravillas del Universo, como si este hubiera sido formado exclusivamente para ellos? Nó, mil veces nó. Espiritus brillantes como el de Flammarion sostienen hoy desde el corazon de la Europa, y lo sostienen con todas las potencias de que están dotados, que los otros planetas son habitables, porque en ellos existen todas las condiciones esceciales para la evolucion de la vida, y aunque es verdad que no aseguran positivamente que otros hombres recorren sus tierras, admiten por lo menos la posibilidad de existencias análogas.La Tierra, astro pequeño, humilde, lanzado á los espacios como un fragmento indigno de Júpiter ó de Saturno ¿será acaso el planeta rey? Nó, porque aquellas gigantescas, moles esféricas que nos envian su lejano resplandor, no sólo contribuyen, con una fuerza mayor á la perpétua armonía de las atracciones y repulsiones, sino que, por su posicion, por su tamaño, por sus condiciones propias, parecen reclamar mas bien el problema de la vida en una escala mas vasta y por lo tanto de mayor intensidad.
La pluralidad de los mundos habitados no es una fantasía nacida en UN cerebro calenturiento, es una necesidad, una conquista del espíritu humano, un homenaje á la grandeza del Universo.
Nic-Nac no ha hecho mas que confirmar ese homenaje, esa conquista, esa necesidad.
Pero se nos permitirá preguntar: ¿hasta qué punto debe admitirse la narracion del Sr. Nic-Nac? ¿estamos obligados, por ventura, á sostenter la realidad de un viaje tan original? ¿se encuentra sujeto éste á los límites de lo posible? ¿es positivo lo que afirma?—¿Quién se atreverá a discutir estos problemas? No hay un sólo hombre entre todos los hombres que tenga valor suficiente para lanzarse en una empresa semejante.
Por lo demas, la obra de Nic-Nac responde á la índole de la tentativa.
Esa vaguedad indefinible de los conceptos, esas formas luminosas, esos resplandores indecisos que nacen con la noche, que mueren con el dia, ese negro guia, el misterioso gato, símbolo de un capricho, de un vehemente deseo, esos espirales... en una palabra, todos aquellos elementos que constituyen el conjunto, no habrían podido expresarse, talvez, de otra manera, sin arrebatarles el color propio de un torbellino etéreo, del que ha conservado el autor un destello agonizante.
Pero ¿quién es Nic-Nac? ¿dónde está? Ah! en una casa de locos!
Al terminar la lectura de su libro, hemos recordado este hecho, y nuestra indignacion nos ha congestionado los globos de los ojos en sus órbitas respectivas.
Pero reflexionando luego, nos hemos preguntado: ¿Es Nic-Nac un hombre sensato? ¿ha sido encerrado en San Buena Ventura como si fuese una hiena, de la que debe alejarse la proximidad humana?
Nó, Nic-Nac no es un loco furioso, es un loco tranquilo.
Y es tan cierto lo que afirmamos, que basta abrir el libro de entradas de aquel establecimiento para leer una partida en la que consta que el señor Nic-Nac padece de una "Mania planetaria."
El Director del Establecimiento, hombre instruido y observador incansable, ha manifestado que Nic-Nac es un ente original, afable, un tanto instruido, al que se le pueden creer muchas de las cosas que dice, exceptuando, empero, los medios de que se ha valido para transmigrar de la Tierra á Marte, y de este á aquella.
Bajo este punto de vista, no vacilamoa en aceptar las opiniones del Dr. Uriarte; siendo no obstante doloroso el ver que un hombre que ha hecho lo que ningun otro hombre, sea vea reducido á tan triste situacion.
Manía planetaria! Hé aquí un verdadero abismo sin fondo, dentro del cual, si no encuentra á Seéle, vá á tener que precipitarse, sea negando su viaje, que es lo que le desea, ó bien confirmándolo con mayor tenacidad, que es precisamente lo que le tiene confinado en el establecimiento. Pero ¿por qué se le detiene? Por evitar una propaganda perjudicial.
Que ha escrito un libro defectuoso en mas de un concepto, poco debemos observarlo aquí. Qué! acaso así no más se puede hacer befa del lector, suprimiendo numerosos capítulos, so pretexto de que parte de ellos era agena á la indole de la obra?
No; pero Nic-Nac ha creido que para justificarse era necesario publicar pronto su libro.
¡Pobre Nic-Nac! ahora mas que nunca puede el lector estar convencido de que realmente está loco.
Pero ¿cuál es la situacion moral del individuo, si realmente ha verificado su viaje? ¿se resigna á su suerte? ¿puede arrastrarse en las miserias de una vida prosáica, despues de haber sido deslumbrado por esplendores indecibles?
Pero nó, la razon le resiste á aceptar el viaje de Nic-Nac, que quizá no ha sido sino una de aquellas largas inspiraciones cuyos elementos se elaboran en un éxtasis profundo, y el pobre soñador, el desgraciado loco, no tendrá mas consuelo que el que le proporcione un fresco chorro de agua, en forma de ducha, para calmar los arranques de su Mania planetaria.— FIN