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Viaje maravilloso del Señor Nic-Nac/XL

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CAPÍTULO XL
el planeta marte no ha interrumpido su curso

Mi primer cuidado fué dirijirme á la casa de mi antiguo cicerone á donde no habian llegado aún las llamas, por encontrarse aislada entre jardines. Pero no estaba allí. ¿Qué hacer?" Buscarle.—Seele, por otra parte, había desaparecido, y si un fenómeno extranatural no guiaba mis pasos, seria tambien presa de las llamas.

Pero hé aquí que en medio del tumulto, de los innumerables ruidos que produce el incendio devorador, los ayes de los Sophopolitas que perecen, evaporándose entre las llamas, y el estruendo de los edificios que se derrumban, oigo una voz conocida que sale no sé de donde: es un Miau prolongado, doloroso, que eriza mis tegumentos con espantoso calofrio, un Miau que conmueve como el lamento mas tierno.... ¿qué será? Un vago presentimiento me indica que es el gato negro, cuya presencia en el planeta me ha señalado mas de una vez el rumbo. El es, sin duda, una imájen perpétua de las aspiraciones terrestres, y si ahora perece su forma marcial..... oh! Nic-Nac! Nic-Nac! no termines.... tu vida está vinculada en parte á la de ese gato negro que en estos momentos maulla lastimosamente.

—"Voy á salvarte!"

Nada. El gato no contesta.

—"Voy á salvar al Doctor!"

—"Miáu! Miáu!"

—"Por aquí? "Nada—"¿por aquí?"

—"Miáu! Miáu!

Penetro precipitadamente por una de las calles que llevan á la gran plaza central, aquella en que se encuentra el cubo donde está el doble nombre de la doble ciudad, y observo con terror mezclado de una satisfaccion indecible, que las llamas se separan para dejarme pasar, y forman en torno mio como una bóveda de fuego. Aquello es un espanto. Yo creo, sí, no puedo menos de creer en la transmigracion de las almas en cuerpos humanos, pero jamás en la metempsícosis á cuerpos de otros seres, y esta separacion del activo elemento, parece combinar en las ondas graduadas y en sus vivos colores la palabra "Salamandra" Nó! Nó! perezca mil veces entre las llamas de Sophopolis antes que tomar el aspecto de un reptil—"Salamandra" —"Salamandra."

Las fuerzas me abandonan. Ah! Las llamas!...

Arrojo un grito. Estoy salvado. Biopos que ha oido la palabra misteriosa, ha creido que se trata realmente de una última pieza para su ya incendiada coleccion.

—"Nic-Nac!" exclama "¿sois vos?"

—"Sí, amigo mio;—indicadme, os lo suplico, en qué parte podré hallar al Doctor."

—"Ah!" murmura el zoólogo, "la Salamandra. . . . .la hija de las llamas...." y luego agrega en voz alta "por aquí, venid Señor Nic-Nac."

Sofocado entre las cúpulas de fuego, y el reverberar de las llamas, experimento un malestar de agonía.

Nos hallamos en la gran plaza.

La mayor parte de los habitantes eltá allí reunida. Muchos han perecido ya.

—"¿Qué es esto," pregunto á mi antiguo amigo el cicerone.

—"¿Qué es? los Theopolitas robaron á mi hija. Hemos dado un ataque y nos han rechazado. Lo han hecho ellos, no hemos podido contenerlos, y han incendiado nuestra ciudad. En este momento sucede algo extraño ¿no veis?"

Dirijo la vista hácia Theopolis, y observo al loco del matraz, tranquilo como la estátua de la venganza satisfecha, mirando hácia el centro de la ciudad. Su calma cesa, y agitando los brazos en circulo perfecto al rededor de su cabeza, creo que ha llegado al último grado de su insensatez.

—"No!" me dice el astrónomo Hacksf que no había podido desprenderse de su telescopio, y á quien comunico la idea que me ha asaltado respecto del Loco, "nó! el Loco del matraz somete la última fuerza de su espíritu al último recurso de venganza. ¿No veis?" pregunta súbitamente señalando al Loco.

Se evapora! Pero sus vapores, en vez de concentrarse en reducida nube, se difunden en gigantesco anillo, que un instante despues rodea la ciudad.

En la puerta del templo, el gran sacerdote Theopolita, el único digno de veneracion entre aquella turba de hipócritas y miserables contempla la escena sin podérsela explicar. El Loco del matraz ha desaparecido, pero en aquel mismo momento, una vision que derrama el supremo bienestar en nuestras almas, se destaca del agitado centro de Theopolis. El Doctor! la hermosa Sophopolita!

En tanto nosotros, reunidos en la plaza, corremos hácia ellos. Al pasar cerca del Templo, el Doctor, con fisonomía aterrorizada, dirije al Gran Sacerdote una mirada de venganza infinita y el Gran Sacerdote considerando que es un acto hostil á su dignidad, extiende la mano hácia el Doctor y la jóven. Al punto comienzan á girar: con ese vértigo de la evaporacion de los cuerpos para la exaltacion de las almas".

El padre de la jóven se precipita hácia sus hijos, y el Gran Sacerdote que le vé dirijirse hácia aquel punto, no sabe interpretar el deseo de un padre que vá á salvar á sus hijos... y extiende tambien la mano hácia él. Pero en aquel momento llega á nuestros oidos la fórmula fatal: "Evaporaos!"

—"Nic-Nac! salvaos" exclama el Doctor.

El maullido tristísimo del gato negro se oye por última vez. Tiene todo el dolor de la agonía.

"Seéle! Seéle! ayudadme!" prorrumpo involuntariamente, y me lanzo como un bólido hácia el grupo en que perecen mis amigos.

Biopos, Geot, Hacksf, y todos los Sophopolitas corren detrás de mí hácia el templo que se derrumbaba, y un anillo de fuego, destellando resplandores en torno de Theopolis, reconcentra su curva y esparce la consternacion en los habitantes sorprendidos.

Los vapores del Loco se han inflamado.

Se difunde el incendio, y todos perecerán.

Sophopolis está vengada.

Pero el gran sacerdote ha tenido tiempo de extender por última vez la mano hácia nosotros. El vértigo nos evapora!

Un inmenso espiral de luces psíquicas se eleva de Theopolis. Espíritus imágenes Marciales ¿á dónde iremos?

Allá en el horizonte se eleva una luz pálida, verde-azul como el rayo de la luna. ¡Es la aureola de Seéle!

La aureola se aproxima. Los Theopolitas agrupados alrededor del templo, aguardan la hora suprema de su muerte. Los habitantes de Sophopolis, el Doctor y yo, espíritus giratorios, nos elevamos al éter.

Una voz se oye en aquel momento: "¡Precipitaos en las sombras de la noche eterna!" es Seele quien lo ordena. Los Theopolitas en compacta nube, indignos de un espiral etéreo, se lanzan al espacio en línea recta, se alejan, se confunden y se pierden para siempre en la noche sin esperanza.

Las dos almas refundidas en una, la del Doctor y la de la jóven Sophopolita, forman el núcleo del anillo que ha de volar al seno del alma universal.

Marte entretanto, llevando por su órbita las cenizas de aquella catástrofe, se aleja de nosotros y la noche que envuelve los escombros de Theosophopolis, nos descubre el inmenso torbellino de los espíritus imágenes.

¿Á donde iremos, lucecillas brillantes de cuerpos desprendidos?

Nuevas fuerzas dominan mi espíritu, y á medida que me alejo de Marte, van despertándose los recuerdos de la Tierra. Computo el tiempo y deduzco, con extraordinaria sorpresa, que dentro de poco Marte y la Tierra estarán en oposicion, y que por consiguiente, este último será el mas próximo á Marte en las distancias relativas en el espacio.

Allí, sí, allí la veo, y un vago presentimiento me dice que vuelvo á ella.

Y el torbellino de los espíritus imágenes gira, fluctua, ondula y destella, como destellan, ondulan, fluctuan y giran los astros silenciosos en la eterna majestad de los espacios.

Fin de la obra del señor Nic Nac.