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Viaje maravilloso del Señor Nic-Nac/XI

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CAPÍTULO XI
La ciudad Marcial

El gato negro había sido nuestra brújula.

En el momento en que el Sol lanzaba sus rayos mas oblícuos á la vasta llanura, y un vapor sutil se elevaba de la campiña florida, el Doctor y yo, precedidos por el gato negro, penetrabamos en una gran ciudad, cuyas innumerables torres se doraban por el lejano destello del astro agonizante.

Hasta aquel momento no habíamos visto un solo habitante de Marte, pero al llegar á la ciudad distinguimos muchos de ellos que cruzaban precipiadamente las calles ó bien se asomaban por los balcones preguntando algo á los transeuntes, y cuando estos habian contestado, cerraban las persianas y aparecian un momento despues en la puerta de calle de la casa, cambiaban signos y emprendian la marcha hácia uno ó varios puntos de la ciudad.

Ignoro por qué misterio mayor aún no oiamos lo que hablaban, pero habiéndolo hecho notar al Doctor, este me dijo que "no era extraño", respuesta que podría ser muy científica, pero que no satisfizo mi curiosidad (opino que el médico hablaba por hablar, como hacen muchos en este mundo,—digo mal: en el otro).

—"Lo mejor que podemos hacer",dije al Doctor "es examinar esta ciudad, luego sus habitantes, sus costumbres despues, y emprender una série de investigaciones mas ó menos útiles, para el dia en que nos veamos privados de nuestra fosforescencia."

—"Miáu!"

—"Ahá! cambia de direccion nuestro cicerone, ¿No veis, señor Nic-Nac?"

—"Teneis razon."

—"Sigámoslo, pues."

—"Sigámoslo."

Al cabo de dos horas habíamos visto lo suficiente para poder describir la primer ciudad que se nos presentaba en Marte.

En el centro se extendía una gran plaza, en la cual se veia una elevada columna cilíndrica que sostenía un paralelipípedo gigantesco, y en cada una de las caras laterales de este cubo, se leia:

theosophopolis

—"¿Qué opinais, Doctor?"

—"Opino que este debe ser el nombre de la ciudad. Es curioso:—en caracteres como los que se usan en la Tierra."

—"(ilegible)?"

—"Mas aún, en griego."

—"Es realmente curioso. ¿Y cómo descomponeis esa palabra?"

—"Muy sencillamente: Dios, sábio, ciudad; de manera que debe significar: ciudad de Dios y de los sábios."

—"Hola! conque esas habíamos tenido? Bien, en ese caso ya sabremos á qué atenernos."

Nos dirijimos al pié de la columna, y observamos que estaba situada en el punto de interseccion de dos grandes calles, que corriendo de Norte á Sur y de Este á Oeste, dividen la ciudad en cuatro barrios, que á su vez pueden reunirse en dos agrupaciones, la del Naciente y la del Poniente. La primera de ellas es sumamente triste, las puertas de las casas no se abren casi nunca; un profundo silencio reina durante el dia, interrumpido solamente por el crujir ó mas bien por las lamentaciones de unos instrumentos que los habitantes de la Tierra llamarían campanas,—pero que se diferencian de estas por su forma singular y caprichosa—y por los coros sagrados que nadie entiende, porque de ese modo perderían su carácter eminentemente místico.

—"Doctor, ¿qué os parece dar á esta agrupacion del Naciente el nombre de Theopolis?"

—"No creo que pueda aplicársele otro mejor."

—"De manera que los barrios del Poniente serán Sophopolis."

—"Si la ciudad lleva un nombre mixto, es incuestionable que debemos admitir una division natural de la poblacion urbana."

Sophopolis presenta un aspecto que en nada se semeja al de Theopolis.

En esta los edificios son tristes, oscuros, silenciosos; en aquella reina una algrarabía contínua; la luz descansa en el elemento blanco ó rosado, y una majestad risueña y ríjida á la vez parece haber trazado las líneas de los edificios.

Algo mas curioso aun es que los habitantes de Theopolis muy rara vez penetran en Sophopolis; generalmente son jóvenes inexpertos, pero una vez que han entrado en ella, son vanos los elementos de que disponen las familias respectivas para hacerlos desistir de habitar en esos dos barrios bulliciosos.

Quizá esta es una opinion aventurada, pues aún no conocemos las costumbres de los Marcialitas, pero á juzgar por los movimientos de que hemos sido testigos, creo que no se les debe dar otra interpretacion.

Algunos rios ordinales riegan los muros de la ciudad, rios en los cuales se baña toda la poblacion en las ardientes horas del Verano Marcial, (lo que tambien puede ser una opinion aventurada; pero como en la Tierra esto es uno de los destinos de los rios en los puntos en que hay Verano, y horas ardientes, creo que no voy muy lejos, pretendiendo que la gente se baña).

Respecto de los habitantes, su carácter está en armonía con los dos tipos de la ciudad.

Los que habitan en Theopolis son taciturnos, muy moderados en todos sus movimientos, pálidos, mudos y tan pesados de cuerpo como deben serlo de espíritu. En cuanto á sus formas ó constitucion física, no hemos hallado que se diferencien mucho de los habitantes de la Tierra. Parece, sinembargo, que su estatura es algo menor.

En Sophopolis el carácter es diametralmente opuesto. Los habitantes son comunicativos, sus movimiento perpétuos, su cútis es rosado y su rostro lleno de vida. No hemos podido aún oirles hablar, pero parece que la verbosidad es un rasgo muy propio ds su existencia. Las palabras, á juzgar por el continuo movimiento de sus labios, pierden allí su carácter de elemento de relacion indispensable, para convertirse en flujo crónico, segun la expresion del Doctor.

—"Miáu! miáu!"

La noche de Márte va tendiendo su triste oscuridad sobre los montes cercanos, los vapores se elevan de la llanura aumentando de intensidad, y las siluetas de las torres y de los edificios despues de haberse alargado, obedeciendo al descenso del sol, se han confundido en las sombras del Naciente.

Nuestro oido percibe ya los sonidos con mayor claridad, en tanto que nuestra vista revela á nuestro espíritu un fenómeno maravilloso.

En Theosophopolis no se conoce la luz artificial, y aunque en realidad esta luz ha sido en la Tierra la mayor de las conquistas humanas sobre los misterios del progreso latente, en Marte no ha sido necesario hallar este gran elemento de civilizacion, ¿sabeis porqué? por una razon muy sencilla: cada uno lleva en sí toda la luz que necesita para sus necesidades y para los sus semejantes;—es como una aureola magnífica y rosada. tanto mas intensa cuanto mayor es la oscuridad de la noche, de manera que cuando dos Marcialitas se encuentran en la calle, confunden su luces própias en una reverberacion espléndida.

—"Observe, señor Nic-Nac", me dijo el Doctor, "que vuestro cuerpo esparce luz rosada, muy diferente de la que nos envió Seele en el momeoto de la consagracion, pues aquella era azul-verdosa, pálida, fosforescente, y esta tiene resplandores que vivifican."

—"Es igual á la vuestra, Doctor, é idéntica á la de los habitantes de esta ciudad. ¿No opinais que debemos permanecer durante algun tiempo aquí para contemplar este neorama sin igual?"

—"Sí y es muy posible que seamos testigos de alguna escena nocturna; aunque en verdad, no sé cómo atreverme á decir que la noche nos circunda, porque es tan vivo el resplandor de los Sophopolitanos[1] que si esto no es una espléndida aurora de ilusiones, ignoro qué nombre podríamos darle."

En aquel momento dirijimos la vista á uno de los dos barrios de Sophopolis y vimos algo semejante á una procesion. Iba á ponerme de pié, para adelantar hácia ella, pero el Doctor me detuvo.

—"¿Á donde vais?"

—"Á ver aquello."

—"Y si os preguntan algo en el idioma que aquí se usa."

—"Les contestaré en el mio. Parece, sinembargo que el griego no es desconocido, pues el nombre de la ciudad ........."

—"¿Y si os hablan en griego?"

—"Haré lo mismo. Pero, cómo ¡Doctor! ¿y la. fosforescencia?"

—"Hasta ese recurso nos falta; ya lo veis, los resplandores son color rosa."

—"Miáu! miáu!"

—"Puedes maullar, Seele gatuno;—pero te aseguro que mientras no me hagas entender lo que aquí se habla........."

—"Miáu! miáu! miáu!"

El gato negro echó á andar hácia la procesion y como lo habiamos hecho varias veces, lo seguimos.

—"Caballeros, sed bien venidos, ¿cuando habeis llegado?" nos preguntó uno de los procesionarios.

Miré al Doctor.

El Doctor me miró.

Pero estabamos tan habituados á las maravillas, que casi no pasamos de mirarnos.

—"Hace poco, gracias," contesté un momento despues.

—"¿Hace mucho que habeis llegado á la plaza de Theosophopolis?"

—"Momentos antes de ponerse el sol. ¿Tendriais la bondad de indicarme qué significa esta procesion?"

—"Es una simple ceremonia casi diaria. Nuestra gran ciudad se compone de dos clases de habitantes; los de Theopolis y los de Sophopolis."

—"Lo había adivinado."

—"Bien, pues; cuando un habitante de Sophopolis llega á viejo, y se le acerca la hora de la transmigracion, solicita de sus mas próximos parientes que le lleven á morir á Theopolis, es decir, á la ciudad de Dios."

Miré al Doctor.

Pero el Doctor nada oia. En el espacio oscuro flotaba un punto blanco, vivo, y suave; suave como la luz de un planeta, vivo como el resplandor de una estrella, blanco como las almas de los ángeles.

—"Y es muy frecuente esta transicion de una ciudad á la otra?"

—"Si," contestó el procesionario, "puede decirse que todos los dias."

—"De manera que en el espíritu de cada Sophopolitano existen los elementos de un Voltaire?"

—"Peor aún la conversion es instanstánea."

Un fenómeno que hasta entónces no había atraido mi atencion me maravilló en extremo. Los resplandores del anciano, del Voltaire Marcial, eran tan pálidos y tan ténues que se hacían imperceptibles; pero en cambio, la reverberacion, la condensacion de luz que había sido determinada por los numerosos procesionarios llegaba á tal grado, que parecía una nube de ilusiones que iba á resolverse en torrente de ilusiones, así como las nubes de la Tierra se precipitan en cristalinas gotas.

Miré al Doctor; le llamé.

Pero el Doctor no me oyó.

En aquella nube de luz condensada, flotaba el punto blanco, vivo, suave y puro;—puro como la gloria celeste, suave coma la aureola de un espíritu, vivo como el aroma de un azahar, blanco como la luz del dia;—...

Y acercándome más hácia el Doctor

—"Que es eso?" le pregunté."

—"Alma del alma que nadais en un cielo de ilusiones, venid á mi!" exclamó sin responder á mi pregunta.

  1. Los habitantes de la ciudad de los sabios.