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Viaje maravilloso del Señor Nic-Nac/X

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CAPÍTULO X
Nic-Nac Marcial

—"¿Qué buscais en Marte? ¿que venís á hacer en Marte?"

—"Extraño mucho, señor Seele, que me hagais esa pregunta. ¿Quién me ha iniciado en los misterios del espiritismo? Seele;—¿quién me ha hecho morir de hambre en la Tierra? Seele;—¿que espíritu se ha unido al mio, cuando flotaba, átomo imperceptible, en el torbellino etéreo? el de Seele. ¿Y todavía me preguntais qué busco en Marte y qué es lo que vengo á hacer en Marte?

—"Señor Nic Nac, soy el génio de esta montaña; estais vinculado á ella por lazos demasiado poderosos para que podais romperlos, y espero....."

—"Yo espero, señor Seele......"

—"Espero que respondais á las preguntas que os he hecho."

—"Deseo saber, ante todo, por qué razon vos, Seele, aleman, sois el génio del Nevado de Famatina."

—"Vos mismo le habeis dado este nombre; la culpa será, pues, vuestra. Si ello os desagrada, yo no puedo evitarlo."

—"Bien; y puesto que tan súbitamente os habeis transformado en génio de montañas, deseo me presenteis la fórmula de la respuesta que debo dar."

—"La fórmula es la verdad; teneis que valeros de ella ante todo."

—"Yo busco en Marte los habitantes de la Tierra."

—"El único sois vos."

—"Yó?!"

—"Vós."

—¿Y el médico?"

—"Tambien."

—"Y el espíritu-imájen del gato negro?"

—"Pertenece á Marte."

—"¿Y vos, señor Seele."

—"Tambien pertenezco á Marte."

—"Debisteis decírmelo en la Tierra."

—"No me lo habeis preguntado allí."

Seele! hé ahí como Seele, el delicado medium, había sido nada menos que el compañero del gato negro, ¡del gato! ¡de la imájen de la perfidia!

—"Podeis pensar, pues leo en vuestro pensamiento, todo lo que mejor os plazca, pero os aseguro que mi arrogancia Marcial está muy por encima de vuestras conjeturas."

"El génio de la montaña es bastante familiar...."

Y aunque Seele leyó tambien esta idea, no dejó de agradarle, pues aquella complacencia con que los que se creen superiores alhagan á sus presuntos inferiores en la Tierra, se manifiesta en Marte del mismo modo: por una sonrisa.

Seele sonrió, y la niebla fosforescente que le envolvía con resplandores mas extraños aun, brilló con mayor intesidad.

Una porcion de aquella niebla rodeó mi cuerpo tambien, y un nuevo fragor de la montaña anunció que había llegado el momento de partir... sí, partir, pues mis resplandores visibles solamente para mí y para Seele en aquel instante, eran como una cesion de poder, como una trasmision de fuerza.

Saludé al Sr. Seele y me retiré por la misma galería por la cual había entrado, y cuando hube llegado á las nieves perpétuas, es decir, cuando ya hube salido, sentí frío.

Miré al valle, y contemplé una vejetacion lujosa y espléndida que brotaba de cada uno de los poros de Marte; admiré aquella magnificencia, y saltando de roca en roca, me acerqué al suelo llano, á la vasta planicie, cuyo horizonte perfectamente horizontal, se confundía con algunas nubes que flotaban en el espacio rosado.

La transformacion había sido completa; las influencias exteriores obraban en mi nuevo sér de una manera mucho mas enérjica y aunque recien iba comprendiendo lo que Seele me había dicho anteriormente respecto de la disminucion del peso de los cuerpos en el planeta Marte, no por eso dejaba de experimentar punzantes dolores cuando desprecavidamente chocaba. con alguna roca del Nevado.

Las aves, por otra parte, abandonaban el espeso ramaje de los Laureles, y en vez de alejarse como antes lo habian hecho al contemplar nuestros trajes negros, talares, se acercaban á mí y me invitaban á acompañarlas en sus trinos; pero aunque hice varios ensayos por imitarlas, no me fué posible; algunos Avestruces,—porque en Marte tambien los hay—reían al examinar mis gestos imitativos. ¡Cómo nó!... espíritu-imájen...

"Vamos, vamos,—esto no va tan mal," dije para mí mismo, cuando noté que mi espíritu iba familiarizándose con aquella Naturaleza; porque debeis saber que es algo molesto convertirse en ave de rapiña etérea y andar trazando espirales, como si no hubiera nada mas que hacer en este mundo—digo mal, en el otro.

Algunas florecillas sonreían tambien con sus pintadas corolas, y embalsamaban el ambiente con las ondas de sus suaves aromas—ya no me temían. Los azahares volvian á desplegar toda la pompa de sus amores, y el Mirto derramaba la fecundidad en torno de sus hojas humildes; el Laurel esparcía la gloria de su manto, y los Musgos se tendian á su sombra como un tributo al habitante de la Tierra consagrado.

Experimentaba vivos deseos de hablar, pero de hablar con un indivíduo que me entendiera, ó á quien yo pudiera entender, porque si bien es cierto que Seele al darme fosforescencia me había trasmitido fuerza, no me había dicho una sola palabra respecto del idioma que hablaban los habitantes de Marte.

Podía muy bien suponer que aquella fosforescencia haría las veces de una idioma, pero y si... permitidme una reminiscencia terrestre:—"no entiendo una palabra de Inglés ¿habla vd. el castellano?" — "No, but I understand it very well"—Demanera que si me sucedía algo análogo con un habitante de Marte podría muy bien recitarme ciertas odas, ciertos poemas, ciertas rimas, y por mas que me recitara no entenderle. ¿Y si para ellos el lenguaje de los signos no existía? Tendría que valerme de la fosforescencia;......medio muy eficaz, seguramente para tener entrada libre en los hoteles de Marte.

Estas ideas me atormentaban; pero la llanura era tan fértil, los frutos tan variados, los arroyos tan cristalinos, los Laureles tan espesos.... que casi no titubeaba en cobijarme, en un momento de apuro, entre los vástagos frondosos del árbol de la gloria; sería una. usurpacion, está bien, pero eso es tan comun, que casi aseguraría que hay mas de un Nic-Nac en este mundo,—digo mal, en el otro.

El descenso del Nevado no solo había despertado mi apetito, sino que tambien me había fatigado. El festin estaba preparado, por mantel los blandos Musgos, por dosel la copa de un Naranjo, por manjar la perfumada fruta, por licor las aguas de una fuente Marcial que acariciaba el brónceo tronco del Naranjo.

Qué fruta tan delicada! y qué bien sienta despues de haber andado saltando entre rocas! y cuán maravillosamente se asimila al respirar una atmósfera como la de aquel planeta, donde no andan flotantes las colerinas ni las enteritis á semejanza de espíritus imájenes.

Pero al llegar á la séptima Hesperidia, sentí que me tocaban el hombro derecho.

—"Hola!" exclamé—"sois vos compañero? opino que ahora podré tomar el alimento que me brindabais en la Tierra despues de morir?"

—"No hay duda alguna; pero dejadme descansar, porque la consagracion ha sido penosa."

—"Vos tambien habeis sido consagrado habitante de Marte?"

—"Yo tambien."

—"Y cómo terminó la ceremonia?"

—"Con unas pocas palabras del génio de la montaña..."

—"Seele, eh?"

—"Creo que sí."

—"Y qué os dijo al terminar?"

—"'Tomad la fosforescencia; ahora las pagareis todas juntas."

—"Y qué habeis hecho luego?"

—"Empezar á pagarlas haciendome pedazos en las rocas del Nevado."

—"Espléndida montaña, eh? pero qué! no tomais mas naranjas?"

—"Temo que puedan hacerme daño."

—"Je! je! je! olvidad esas supersticiones, Doctor;—ya lo veis apesar de que me habeis firmado el pasaporte, os estimo, y lamento que no hayais imitado mi conducta. Pero en fin, vamos á vivir en Marte, ¿no es eso?"

—"Sí."

—"Entonces ¿porqué preocuparse con la higiene Terrestre?"

Un gato negro, pero no ya en espíritu-imájen sino en cuerpo real y tangible vino á interrumpir nuestra conversacion.

—"Maldito gato; ahora que encuentro un compañero de ostracismo... "

—"Miáu!"

—"Vamos, no quereis que diga ostracismo, eh, señor espíritu-gato?"

—"Miáu!"

—"Doctor, disculpadme, pero creo que este gato pide una naranja. ¿Sería higiénico darsela?"

—"Miáu!"

—"Y se aleja hácia el sudeste, porque creo que aquel es el Sud-este, ¿no os parece, Doctor?"

—"Miáu!

—"Vaya ¡ha querido evitaros la molestia de contestar. Y nos llama, ¿no veis?

—"Y hace un movimiento antero-posterior repetido con la cabeza, como diciendo que ."

—"Es un gato bastante original."

—"Indudablemente, ¿No creis, señor Nic-Nac, que debemos seguir á ese animal?"

—"Opino como vos, Doctor."

Nos pusimos de pié, y arrojando las cáscaras en la fuente, nos alejamos del frondoso Naranjo, á cuya sombra habiamos hallado un alivio á nuestro cansancio.

—"Doctor, podemos decir que hemos comido la primer fruta."

—"La primera! pues si Adam hubiera hecho lo que acabais de hacer, comiendose veintitres naranjas, seguramante no vuelve á curar de una formidable entero-colitis."

—"Pero ha faltado Eva. ¿Que tal será la Eva de este Marte?"

—"Supongo que será como todas. Tendrá cabeza, brazos, piernas, cuerpo, y algo de que carece la Academia Española."

—"Opino, Doctor, que vuestra Martificacion no ha sido completa."

—"Pero sí mi mortificacion; os aseguro que el tal Señor Seele es un señor bastante impertinente. Figuraos......"

—"'Miau! miau!"

—"El gato corre. Me figuro Doctor, todo lo que se os ocurra; pero no perdamos de vista aquel animalito, que talvez viene en nuestro auxilio."

—"Figuraos..."

—"Miáu!"

—"Doctor! Doctor! estamos salvados! Una ciudad!"

—"¡Una ciudad! en Marte! Señor Nic-Nac, estamos salvados."

—"Acaso temiais......"

—"Nada, pero pienso ejercer mi profesion. Donde existe una ciudad, debe suponerse que ha habido obreros que la han construido, gente que la habita, instituciones que la rijen......"

—"Eso es muy natural. ¿Y si son antropófagos?"

—"Tenemos la fosforescencia para que no nos devoren."

—"Pero vos sois médico!"

—"Es verdad! en ese caso los devoraré yo á ellos."