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Viaje maravilloso del Señor Nic-Nac/XX

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CAPÍTULO XX
en la academia

El amable guia y yó penetramos en un vastísimo salon, espléndidamente iluminado por las aureolas de los sábios como Sophopolitas, y por el magnífico resplandor de su ciencia.

Allí la ciencia irradia luz.

En uno de los extremos del salon, aparecía el asiento del presidente, algo mas elevado que los de los otros, á sus lados los dos secretarios, y formando como dos alas, separados por un intérvalo desocupado, los dos grupos naturales de la Academia, es decir, el de los sábios teóricos y el de los sábios prácticos.

Entre los primeros observé tres personajes que me llamaron inmediatamente la atencion por algo particular que les distinguía, y como preguntára á mi guia quienes eran aquellos miembros

—"El astrónomo Hacksf, el zoólogo Biopos, su enemigo, y el botánico Geot, rival de ambos," me contestó.

—"Hé ahí una aureola nueva," dijo el presidente señalándome.

—"Es verdad," reposo mi guia, "pero no dudo que dentro de poco, el señor Nic-Nac, á quien tengo el honor de presentar á la Academia, sabrá probaros que es tan Sophopolita como cualquiera de nosotros."

—"La aureola que le envuelve es terrestre," dijo el secretario, "puede tomar asiento entre los sábios teóricos."

—"Nó," repuse, "la aureola que me circunda es eminentemente Marcial. En aquella rejion encantada donde todos los aromas perfuman el ambiente, donde todas las gracias de la vegetacion animan el paisaje, se eleva una cadena majestuosa de montañas, en cuyo corazon metálico, habita el génio de aquellos lugares: Seele..."

—"Bien está," me interrumpió el presidente, "podeis ocupar la seccion que el secretario os ha indicado. Jamás ha sido confirmada una sentencia tan elocuentemente como lo habeis hecho vos mismo al dejarnos oir vuestras palabras. Tenemos que agradecer cordialmente al Sr. Níc-Nac el favor que nos dispensa, pero... no podemos evitarlo:—el Sr. Nic-Nac estará muy bien donde esté la teoría."

Tomé asiento junto al astrónomo.

Hubo un momento de silencio que mi vecino aprovechó para hacerme algunas preguntas como: "Cuáles son las opiniones de los habitantes de la Tierra sobre el planeta Marte? ¿Hace allí mucho calor? ¿Qué clase de telescopios usan? ¿Abundan mucho los zoólogos?" y otras por el estilo, á las que traté de responder con el mayor laconismo, empero.

Dirijí involuntariamente la mirada hácia el grupo de los sábios prácticos, y no me maravilló poco el ver que entre ellos se encontraba el loco del matraz, ojeando su cartera, haciendo apuntes y hablando solo.

—"Señores!" exclamó el presidente, "en la conferencia anterior se ha tratado de una cuestion importantísima, cual es de un juicio crítico publicado no ha mucho en uno de los periódicos de esta ciudad......"

—"Cómo! ¿hay periódicos tambien aquí?" pregounté al Sr. Hacksf.

—"Y muy buenos; figuraos que diariamente publican mis observaciones."

—"Ese juicio crítico, versa sobre una obra aceptada por la Academia."

—"¿Que obra es? preguntó uno de los sábios prácticos.

—"El tratado completo de Martografia," dijo uno de los secretarios.

—"Pero no estaba completo," observó el autor que se hallaba presente.

—"Y bien?"

—"Y bien; en ella he presentado de la manera mas elocuente posible, una descripcion física y política de lo que puede llamarse el semi—planeta Oriental. He indicado las bellezas naturales que caracterizan á Protobia y á Melania, señalando particularmente el esplendor y magnificencia de los bosques que cubren con su verde ropaje estas dos porciones del continente; la elevacion de sus montañas el cuadro complejo de su Fauna; el carácter y origen de sus habitantes; he insistido en la verosimilitud de las opiniones manifestadas por uno de los señores académicos de que la raza humana no ha aparecido precisamente en Protobia, nombre erróneo que se ha dado á esta porcion, como indicando que la primera vida apareció allí, sino en el centro de Melania, pues todas las observaciones de los sábios modernos, de cualquier manera que ellos opinen, sirven á un espíritu imparcial para confirmar las hipótesis que, manifestándose primero en el estado embrionario, toman gradualmente el carácter de verdades inconcusas. He admitido cómo Jesu-Cristo nació en Protobia y de allí pasó á Melania, y cómo, despues de muchas peripecias, su doctrina se desparramó en Seelia, desde donde se trasmitió á Nic-Naquia. Despues de estudiar estas dos fuentes de la civilizacion primitiva, Protobia y Melania, he penetrado en Seelia, y una vez señalados los caracteres generales, he hecho minuciosas descripciones y apreciaciones sobre algunos de los diversos paises que la constituyen, como Tedecia, Ingelia, Gandalia, Spondia, Tarantelia y algunos otros. No extrañaría, señor presidente, que al decir que estos paises que acabo de nombrar podian reunirse en tres grupos distintos, despues del estudio de sus analogías y diferencias, alguno de los naturales de aquellos hubiera deseado quebrar lanzas por la prensa con el autor del libro."

—"Eso es precisamente lo que ha sucedido. En nuestra última sesion, apénas nos fué posible mencionar los puntos vulnerables del libro y de la crítica; pero hoy, en plena posesion de los argumentos que han de servirnos, creo que podemos emprender la discusion."

—"No hay duda alguna, señor presidente," dijo otro académico, "pero es indispensable, señor presidente, que tomemos en cuenta las diveras circunstancias que pesan, señor presidente, ó que deben pesar, señor presidente, como una mano de fierro sobre el corazon del crítico;—no hay duda alguna, y desde ya me manifiesto adicto á cualquiera de las decisiones de la Academia en este sentido. El articulo crítico, señor presidente, debe haber sido escrito, á no dudarlo, por un Theopolita."

No es mas rápido el Halcon al lanzarse sobre su presa, ni es mas veloz la Golondrina de las riberas al formar, exhalacion alada, las lineas caprichosa de su vuelo, que el grito de "traicion" y el movimiento súbito que se observó en el lado de la Academia cuando dejó la palabra el orador.

—"Qué hay? qué hay?" preguntaron algunos asombrados.

—"Nada!" contestó el loco del matraz, "un Theopolita que ha violado el santuario de nuestra ciencia."

—"Silencio!" Exclamó el Presidente. "El autor del tratado completo de Martografia tiene la palabra."

—"Gracias. Mis apreciaciones sobre el valor moral de los naturales de Spondia y de Tarantelia, al compararlo con el de los de Tedecia. y de Ingalia, ó bien de Gandalia, eslabon que liga los otros dos grupos, deben de haber herido el amor propio nacional de algun susceptible. Pero yo pregunto: ¿tiene derecho un individuo de servirse de la prensa como de un vil instrumento de venganza? ¿Puede impunemente insultar al pais en que vive, desacreditarlo, ultrajarlo, difamarlo, só pretesto de criticar un libro?"

—"Nó! nó!" contestó en masa la corporacion.

—"Y bien: ese autor á quien yo no conozco, ni deseo conocer, servirá de blanco, ó bien de punto de apoyo, para que establezcamos las bases de lo que provisionalmente puede llamarse "Ley Aureliana."

—"Aureliana! ¿y porqué así?" pregunté al astrónomo.

—"Já! já! já! sois muy curioso, señor Nic-Nac."

Pero ¿qué destino es este mio? ¿porqué no puedo saber el nombre de este país? ¿acaso la ley no foramulada aún, significaría algo relativo al problema que todos me resuelven con una carcajada? Seele, el guia, y ahora el señor Hacksf, me han dado la mima contestacion "já! já! já! sois muy curioso, señor Nic-Nac!"

—"Creo que sería bueno," dijo el presidente, "que en la próxima sesion, cada uno de los miembros de la Academia presentára un proyecto de Ley Aureliana, es decir, de la Ley de Imprenta que debe rejir en la Nacion....."

—"Decidlo, decidlo, señor presidente," exclamé en un arrebato supremo.

—"Já! já! já! sois muy curioso, señor Nic-Nac........."

—"He preparado algunos apuntes," interrumpió uno de loa académicos.

—"¿Quereis leerlos?"

—"No hay inconveniente."

—"Los secretarios lo consignarán."

—"Hélos aquí. Todos ellos quedan reducidos á tres grupos de delitos que deben castigarse: l º Difamacion de la Nacion. 2 º Difamacion de la autoridad. 3 º Difamacion de la persona."

—"Nada mas?"

—"Por ahora creo que es suficiente, lo que no impide que mas tarde se agreguen otros. En el primer caso no se admitirá la prueba del agravio pues se trata de traicion de lesa patria, si me es permitido expresarme así, y entónces se impondrá un castigo proporcional; en el segundo caso, pueden distinguirse dos delitos: difamacion del magistrado por el solo placer de difamarle, sin que el agravio importe una acusacion de responsabilidad, y de difamacion del magistrado, acusandole de faltas que hagan pesar algun cargo sobre él. En este segundo caso, con sus dos subdivisiones, me alejo, se comprende fácilmente, de la acusacion digna y de carácter elevado, noble prerogativa de la prensa de oposicion. El magistrado es una personalidad augusta que debe respetarse, aún cuando cometa una falta grave, pues en él hay dos personas: una que representa una gran parte de los derechos del pueblo, y la otra que es completamente privada, pero el carácter de magistrado absorve á la segunda persona, derecho simple, mínimo, cuyo valor desaparece relativamente ante la unidad de derechos múltiples. El agravio, el insulto al magistrado, debe castigarse de cualquier manera, lo que no impide que el magistrado responda de la acusacion en caso de que el agravio la envuelva. En el tercer caso, difamacion de la persona, se presentan igualmente dos circustancias análogas á las anteriores: la difamacion de la persona en su cáracter privado,lo que obligará irremediablemente al periodista á entenderse con aquella, sin que sea permitido á este esquivarse de la responsabilidad que sobre él pesa,—y la difamacion de la persona, acusándole al propio tiempo de faltas que se relacionen con el derecho público. Sintetizando: el insulto será siempre castigado y la denuncia del delito será un derecho sagrado del periodista."

—"Propongo que se acepten esas bases sin discusion," dijo el autor del tratado completo.

—"Si! sí! sí!" exclamaron los otros miembros.

—"Propongo," continuó el mismo, "que se envien al Gobierno de la Nacion para que las apruebe."

—"Sí! sí! sí!"

—"Propongo que se haga pesar todo su rigor sobre la cabeza del crítico que me ha insultado."

—"Nó! nó! nó! las leyes no se hacen para los hechos consumados, sino para los consumables; es decir, no tienen efecto retroactivo."

—"Es verdad."

—"Pido la palabra!" vociferó el loco del matraz.

—"Concedida!" repuso el presidente en igual tono.

—"Voy á sostener, señores, una tésis original;—voy á probar que: dada la cantidad de oxíqeno que encierra un volúmen determinado del gas producido por la, evaporacion de un Theopolita, averiguar los medios de quemar los barrios de Theopolis, con todos sus habitantes."

—"No lo habiais formulado anteriormente diciendo 'del gas producido por la evaporacion de un Sophopolitano'?"

—"Si, pero he cambiado de manera de pensar pues ahora tengo á mi disposicion un Theopolita."

—"Un Theopolita!"

—"Diré mas bien, el Theopolita."

—"El Theopolita!"

—"Habeis olvidado acaso," dijo el loco, "el incidente que ocurrió hace un momento?"

El loco tenía razon, y si empleo este nombre, es únicamente por conservar el que le había dado nuestro amigo el cicerone—No sé cómo ni porqué habíamos olvidado el movimiento y el grito. ¿Qué había pasado en aquella escena interrumpida por la órden de "silencio!" del presidente?

El individuo que había hablado un instante despues de comenzar la sesion,—sin que esto signifique que hubiera dicho algo.—y que varias veces había, empleado el vocativo en las pocas palabras que dirijió al presidente, era un Theopolita, un verdadero Theopolita, con todos sus caracteres disimulados el silencio convertido en insulsa verbosidad; la luz pálida, fosforescente, lanzando vivos destellos sofisticados; la demacracion del rostro perdida por una replecion de las cavidades internas de los carrillos, y la miseria de las miradas, completamente cambiada por una agitacion artificial. Pero cuando hubo acabado de hablar, la luz prestada desapareció y sus ojos hipócritas, su fisonomía viperica, recobraron su valor real. Fué entonces que el loco del matraz, que había seguido sus palabras, lanzó el grito de "traicion," precipitándose simultáneamente sobre al espía.

Los Theopolitas son elásticos.

El loco llevaba consigo su gran matraz, y valiéndose de la elasticidad propia del Theopolita, lo introdujo en él, con gran satisfaccion de algunos académicos, que veían corroborada de una manera tan elocuente la opinion que corria sobre la poca cohesion de las moléculas de aquella raza degradada.

El zoólogo Biopos experimentó un choque de satisfaccion suprema, porque no dudaba que aquel matraz pasaría con su contenido á formar parte de su coleccion. ¡Qué placer para él! ¡Un Theopolita en aguardiente!

—"Señor presidente!" exclamó el loco, "ha llegado el momento de la venganza; ahora podremos incendiar la ciudad enemiga, y sus infames habitantes, rechazados siempre de todos los países, irán, espíritus imágenes abyectos, á girar aislados en los confines del espacio."

—"Y cuáles son los medios de que pretendeis valeros?" preguntó mi guia.

—"Muy sencillos: la combustion que determine el oxígeno de un Theopolita en una cantidad fija de materia, puede servir de término de comparacion para averiguar la cantidad que de él se necesita para incendiar toda la materia con que está formada Theopolis y los que en ella moren."

—"No es necesario," interrumpió mi amigo el cicerone, "basta quemar el cuerpo de un Theopolita vivo para trasmitir el incendio á toda la población."

—"Nó es cierto," dijo el loco algo irritado por aquella insinuacion, pues si ella era positiva, sus largos estudios de tantos años, no hubieran sido sino inútiles, pues con un medio sencillo se evitaban muchas averiguaciones difíciles y penosas, y sobretodo, rodeadas de peligros, "¿y cual es el medio que proponeis?"

—"La combustion de un Theopolita produce cierta cantidad de gas."

—"Pero es necesario evaporarlo ántes."

—"Nó; basta quemarlo."

—"Imposible!" exclamó el loco.

—"¿Imposible? ya lo vereis."

Y dirijiéndose á la mesa sobre la cual se había colocado el matraz

—"Aquí mismo puede hacerse el experimento," dijo.

—"Nó! nó! vociferó el zoólogo;—"esa pieza es magnífica para una coleccion zoológica."

—"Que se queme inmediatamente," propuso el astrónomo Hacksf mirando á Biopos con rostro encendido y la mirada. volcánica.

—"Nó, que no se queme," volvió á insinuar el académico Biopos, "en la materia que forma un Theopolita, pueden hallarse siempre los mismos elementos de los anfibios."

—"Señor presidente! si el señor Biopos insiste, quemaré yó mismo al Theopolita con un rayo de Sol condensado."

—"Rayo de Sol condensado!" exclamó el botánico Geot poniéndose de pié súbitamente; "¿no sabeis que un rayo de Sol, en esas condiciones, sería la muerte de la Academia? ¿y si ese rayo de Sol se difundiera en ese ámbito?"

—"Lo volvería á condensar como lo he hecho con este."

Y el astrónomo presentó una pequeña caja de una sustancia verde y transparente como la esmeralda, en cuyo interior, suspendido á semejanza de un astro en el espacio, se veia un punto intensamente luminoso.

—"Señores! nos apartamos de la cuestion. Ni el señor académico Biopos obtendrá para su coleccion el Theopolita, ni el señor académico Hacksf conseguirá que sea quemado," dijo el presidente.

—"¿Porqué nó?" preguntó mi amigo. "¿No es laudable, por ventura, ahorrar molestias á un académigo digno y perseverante que aparentemente busca la verdad donde la verdad no existe?"

"Yo soy igualmente perseverante y digno," dijo el zoólogo," y precisamente por eso es que no deseo que se queme el cuerpo del Theopolita."

—"Pero señores! ¿á donde vamos? Hé dicho que el Theopolita no será quemado. Es una reliquia que debemos conservar á todo trance. ¿Y si por un incidente cualquiera, se condensaran sus gases y se regenerara su cuerpo ¿no comprendeis que estábamos perdidos? Aquí, en el local de la Academia, en un lugar seguro, debe conservarse ese matraz, y dos académicos, uno de cada seccion, harán la guardia é impedirán la entrada de algun Theopolita!" dijo el presidente, y sus palabras fueron aceptadas por unanimidad. "Cuando llegue el momento oportuno", continuó, "no faltaran Theopolitas, y cada cual podrá tener el suyo, si le place."

—"¿Y cómo se conservará ese cuerpo vivo?" preguntó Biopos.

—"Depositando en el matraz el rayo de Sol condensado por el señor Hacksf," dijo el botánico Geot.