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Viaje maravilloso del Señor Nic-Nac/XXVIII

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CAPÍTULO XXVIII
insomnio

Un letargo profundo se ha derramado en la atmósfera y en los seres animados que habitan en Marte.

Las aguas mismas de los torrentes parecen apagar un instante su murmullo, y el confuso rumor de las selvas se adormece tambien en la calma de la noche profunda.

Una vaga emocion se apodera del ánimo, y el sueño que huye de mis párpados vaga en el fondo del paisage nocturno, personificando las yerbas y las flores y los árboles, en cada uno de los cuales creo ver levantarse un espectro, que me habla, que me llama con voces de la tumba; y en vano divaga mi vista, el espíritu se halla sometido á las personificaciones del sueño.

Duerme la planta y recibe el bautismo de los cielos; el césped condensa los vapores flotantes, y algun rayo imperceptible de luz difusa va á reflejarse en el fondo de una gota de rocío.

Quizá los génios del aire, ocultos en las azucenas, elaboran en sus pétalos un aroma purísimo; talvez alguna sílfide juguetona preside las castas nupcias de los azahares, ó volando invisible de violeta en violeta, les arranca, mariposa de la noche, el rubor de su cándido misterio; ó la ondina voluble se baña en los imperceptibles rizos de la fuente callada, arrebatando á los astros un resplandor suave para las aguas queridas.

Duerme el insecto bullicioso y activo, esperando en su silencio que el sol de la mañana despierte de su letargo la hoja adormecida, y que al derramar en los valles y en las selvas sus eflúvios de luz quiebre los rayos de su gloria en la curva de sus alas nacaradas.

Las aves escondidas entre las hojas de los Laureles y Limoneros, calientan el blando nido de sus amores, y con sus alas maternales resguardan al desnudo polluelo del frio de la noche y del terrible enemigo.

Profundo silencio! profundo misterio!

La noche callada, volando en el aire, derrama en los seres extraño vigor, y el lúmen que brilla con vívidos rayos, esparce en sus velos misterio y amor.

Se levanta una brisa y acariciando los seres, les anuncia la próxima aurora, que ya desplega sus alas en el fondo del cielo.

La nube que cruza las sombras se dora con indecisos resplandores, y un soplo luminoso se difunde al travez de la noche, y arroja los ensueños á oocidente.

El aire se colora, y el rubor de la mañana asoma tímidamente en el rostro del dia, apagando la luz de las estrellas.

Los montes reflejan, los rayos aún ocultos, y el incendio de las altas regiones se extiende mas y mas.

Las florecillas sonriendo entre su manto esmeraltado, derraman á torrentes las ondas de sus aromas, y la gota de rocio, lágrima de los cielos, reverbera los cambiantes caprichosos de la nácar.

Las aves sacuden las ligeras alas, y lanzan al viento sus notas matinales; el bosque se puebla de extraños ruidos, el aire de nubes, las nubes de luz; y entre aquel armonioso torbellino, en que cada ser toma la parte activa que le corresponde en la lucha por la existencia, se observa al hombre, elemento psíquico de aquel conjunto, secundando enérgicamente las leyes del destino y el acorde grandioso de la vida.