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Viaje maravilloso del Señor Nic-Nac/XXIX

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CAPÍTULO XXIX
La partida

—"Señor Ni-Nac," dijo el señor de la casa, penetrando en mi aposento, "el rayo del zenit es el mas bello eflúvio que el espacio nos envía, como para anunciarnos el momento en que la actividad Marcial debe desplegarse con todo la esplendor."

—"¡Y á mí me lo decía!"

—"¿Y qué?"

—"Nada;—que no he podido dormir."

—"¿Preocupado acaso con lo que le ha sucedido al Doctor?"

—"Qué le há sucedido?"

—"¿Sabeis que es original vuestra pregunta, señor Nic-Nac? ¿habeis olvidado que ayer se han celebrado sus bodas?"

—"Olvidado! ¿y porqué quereis que lo haya olvidado?"

—"O es acaso vuestra gloria lo que os absorve?"

—"Mi gloria! en Marte! os chanceais, amigo mio!"

—"Nó, señor Nic-Nac; yo no acostumbro hacer eso."

—"Entónces, ¿qué nombre debo dar á vuestras expresiones?"

—"¿No habeis leido los diarios de la capital?"

—"Nó!"

—"Pues leedlos; pero ante todo, ¿porqué estais tan preocupado?

—"Por mi próxima partida."

—"Y á donde vais?"

—"No lo sé. Ayer, cuando terminó la ceremonia, permanecí un momento aún en la Academia,—Seele me había llamado.—'Podemos, si quereis, emprender un nuevo viaje', me dijo. Preguntéle á qué punto, pero como me dominaron algunas dudas, pedí á Seele me las resolviera."

—"Y las resolvió?"

—"Sí; pero mi precipitacion no esperó que el génio del Nevado me indicára hácia que punto nos dirijiriamos. Por lo demás, no dudo que Seele me reserva alguna sorpresa."

—"Os la deseo, Señor Nic-Nac, y no vacilo en creer que dentro de poco volvereis á habitar con nosotros. Nuestra familia será la vuestra, y los vínculos mas cordiales nos ligarán hasta el último momento."

Estreché la mano de tan excelente amigo, y no pude ménos de conmoverme al escuchar tan generosa oferta.

Momentos despues me despedía de aquella noble familia, no sin haber leido los diarios de la Capital, en los cuales se referian los pormenores de mi llegada á Sophopolis, manifestando luego vehementes deseos de que fuera á despertar entre ellos los recuerdos aletargados de la Tierra.

El amigo me acompañó hasta la Academia, y al llegar á la entrada, me volvió á estrechar la mano y se alejó.

Penetré en el recinto.

Seele, transformado en Sophopolita, me esperaba allí.

—"¿Partimos?" me preguntó.

—"Cuando gusteis, maestro," repuse.