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Viaje maravilloso del Señor Nic-Nac/XXXI

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CAPÍTULO XXVI
en el aire

—"Decidme, maestro, ¿qué clase de pueblo vamos á conocer?"

—"Un pueblo extraño, y casi diría heterogéneo. Un pueblo en el que se vá apagando el sentimiento de la nacionalidad, como se apaga un planeta ante la luz del Sol de la mañana. A él afluyen todos los pueblos, todas las razas, y de este caos, ó condensacion de sentimientos encontrados, surjen diariamente querellas intestinas, que muchas veces se resuelven en los campos de batalla."

—"De batalla!"

—"Sí, de batalla, lo que no debe extrañaros, pues son hijos de Marte."

—"Pero... y qué! ¿es un pueblo privado de sentido comun?"

—"Nó, antes por el contrario parece que lo tiene muy desarrollado.

"La causa de su ruina es la vehemencia con que se desenvuelven las pasiones en su seno. Estas llanuras inmesas, de extrema fertilidad, están completamente despobladas, y es necesario á todo trance, que una fuerza viva venga á arrancarles los tesoros que encierran. Para ello solicita el concurso de las otras naciones, que le envian elementos de todo género, buenos y malos, los cuales, en vez de desparramarse léjos de los grandes centros de poblacion, se acumulan en ellos, contribuyendo poderosamente á acentuar más y más el carácter y fisonomía heterogénea que en todos sus elementos palpita. De esta asimilacion, resultan las relaciones poderosas de los diversos grupos que tratan de armonizarse, de unificarse en ideas, y cuando estalla una de aquellas manifestaciones sociales ó políticas, tan comunes en los pueblos que no han cimentado aún su organizacion interna, estos grupos heterogéneos se reunen en dos grandes centros, de los cuales emanan todas las disenciones, todas las sospechas, todas las amenazas, todos loss males, en una palabra, que pueden aflijir un pais; como podeis comprenderlo facilmente."

—"Señor Seele! ¿y qué el sentimiento de nacionalidad no se sobrepone á las pasiones mezquinas?"

—"¿Sobrepone? ¿no os he dicho que ese sentimiento se iba apagando?"

—"Verdad; pero ¿qué clase de pueblo es ese?

—"Un pueblo original. Allí la imaginacion tiene una sutileza etérea, que necesita ser impresionada continuamente por convulsiones vivísimas, y cuando estas no se presentan de una manera espontánea, el pueblo las crea, las formula, las modela, las ensancha, les dá movimiento y vida, hasta que el vértigo de su actividad regeneradora, las hunda ante una nueva convulsion, para volverlas á elevar y para volverlas á hundir. La historia de este pueblo os una série no interrumpida de hechos gloriosos, pero desde hace algunos años, estos hechos no se presentan de tal manera que puedan reavivar el sentimiento patrio adormecido, porque los móviles que ahora dominan, son muy diversos de aquellos que generaron las pasadas glorias. Allí no hay terminos medios. El pueblo comprende que el adelanto de las naciones es hijo predilecto de la Paz, pero este pueblo, bien ó mal instruido, no tiene, no sabe tener otra disyuntiva que esta: ó la guerra civil ó la guerra nacional, ¿Por qué? ¿Para qué? Para mantener vivas las impresiones de la imaginacion. Estalla la guerra civil, la sangre corre en espumantes arroyos, ó continúa encerrada haciendo palpitar el corazon de los más exaltados, como regularmente sucede."

—"Desgraciadamente."

—"Sí. Las instituciones son republicanas, y en uno de esos momentos en que el pueblo se prepara á representar su autonomía, la prensa de uno de los dos grandes centros se manifiesta altamente contraria, hostil diremos, á la opinion del otro centro. Comienza la lucha. Todo marcha bien. La indignacion llega al colmo, y en vez de insultarse, de individuo á individuo,.... nó... esto es muy poco es necesario prodigar algunas blasfemias á la propia pátria, cansada ya de tan monótona evidencia. Mientras el natural del pais, solamente él, toma cartas en el asunto, puede creerse que se le mirará como á un desgraciado, que habla porque goza del don de la palabra, ó que escribe porque no ignora el arte de trazar signos, pero cuando el extranjero toma parte, y en vez de mantener la neutralidad que le asegura su bienestar, el aprecio y respeto de sus nuevos conciudadanos y de la Nacion entera, la escena varía de carácter; los insultos toman un aspecto mas grave, el grajo se viste con las plumas de los pavos reales, para decirles imbéciles y los pavos reales, que ven un hermano en el grajo...... no le arrancan las plumas, porque así conviene á los intereses del centro á que pertenecen, posponiendo la dignidad de la pátria, el fuego del sentimiento nacional, ese fuego sagrado que una vestal celete debe animar perpétuamente, á todos los intereses mezquinos de pasiones que cada cual pretende ennoblecer con razon ó sin ella."

A medida que Seele pronunciaba, estas palabras, la aureola que le rodeaba, traducía con chispas ardientes el furor de su espíritu exaltado, y alejándose del planeta con velocidades intermitentes, como los saltos de un Leon aéreo, me elevaba consigo, no sólo á las altas regiones del aire, sino tambien á las altas regiones del entusiasmo.

—"Si, maestro," exclamé, "es cierto lo que decis, y si vuestra mision en la Capital de la Nacion Aureliana es echar por tierra las prerogativas usurpadas de los grajos humanos, tendreis en mí un apoyo poderoso que tratará de secundar vuestrios esfuerzos."

Un aire frio heló casi los nervios de mi cuerpo... Había observado la fosforescencia en los dientes de Seéle.

—"¿Yo?" dijo con calma etérea, "¿creeis que voy á cambiar la situacion de este país? Nó, amigo mio; mil veces nó. Volemos siempre, observemos, estudiemos, comentemos de cuando en cuando una costumbre, un hábito bueno ó malo, pero dejemos á cada uno lo que le corresponde. Cuando la abeja se cansa de libar en el mismo nectáreo, busca otra flor y otra flor, y cuando el hastio se apodera de ella, y cuando le empalaga ya la miel, la abeja muere á la entrada de la colmena como diciendo: 'hé aquí el principio y el fin de mi actividad y de mi vida'."

Esta observacion no tenia réplica; aquella fosforescencia no tenía compasion de mi humildad.

Algunas luces vagas, perdidas en el misterio de las sombras, indicaban que nos aproximábamos á habitaciones humanas, y que tocábamos ya el límite del desierto.

Consulté á Seele.

—"Efectivamente," repuso, "pronto las estrellas habrán trazado el arco de una noche, en cuyo extremo oriente aparecerán los primeros resplandores del dia. Vamos á llegar á la Capital; pero antes de descender, es necesario que escojais, entre la invisibilidad ó la visibilidad."

—"¿Qué quereis decirme, maestro?"

—"Digo que manifesteis vuestro deseo, es decir si preferis ser visible ó invisible para los habitantes de esta ciudad."

—"Invisible," contesté, "y de ese modo me será mas fácil penetrar ciertos misterios.

—"Si ello es así, que la noche absorva vuestra personalidad corpórea..... y la mía!" exclamó Seele con voz serena y profunda.

El génio del Nevado desapareció, quedando solamente la aureola, fenómeno que observé tambien en mí mismo.

—"Ya lo veis," me dijo Seele, "la metamórfosis es sencillísima, y sinembargo no hemos aniquilado nuestros cuerpos."

—"¿Y dónde están?"

—"Los llevamos en estado latente."

Las dos aureolas, separadas hasta entónces, se reunieron en una sola, como solicitadas por una fuerza de que carecian cuando los cuerpos no habian desaparecido aún.

Empezamos a descender, y las primeras nubecillas de la mañana volando hácia occidente, semejaron los púdicos símbolos del beso del dia á la tranquila hermana coronada de estrellas.

—"La veis?" exclamó el invisible Seele.

—"Es una gran ciudad," contesté con mi garganta invisible.