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Viaje maravilloso del Señor Nic-Nac/XXXIII

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CAPÍTULO XXXIII
Discordia

Durante aquel primer dia, tuve ocasion de observar que los habitantes de aquella ciudad eran propensos en sumo grado á luchar indefinidamente por cualquier nimiedad; —y digo nimiedad, porque antes de la aparicion de las dos luces, trascendentes cuestiones agitaban los espíritus;—asi es que inmediatamente el eco nato de las opiniones del pueblo, la prensa, se apoderó del hecho, y lanzó torrentes de comentarios sobre la verosimilitud de la opinion de que aquellas dos luces fueran accesibles á la investigacion humana.

"Es un fenómeno cósmico, meteorológico," decian los unos.

"Es un fenómeno psíquico," observaban los otros.

No hacía mucho tiempo que Seéle me explicara las circunstancias bajo las cuales estaba organizado el pueblo aquel en materia de opiniones, y comprendi en el acto que la doble interpretacion que se daba á nuestras aureolas daría origen á una controversia profunda, que quizá se resolvería de un modo turbulento.

Intereses científicos, literarios, comerciales, políticos, todo se abandonó y puedo asegurar que mas de un centro organizado, olvidó por un instante sus aspiraciones personales.

La doble opinion "fenómeno cósmico" ó "fenómeno psíquico" ganó terreno con vertiginosa rapidez, y en aquel mismo dia, antes que el sol hubiera llegado al senit, se habían ya reglamentado los dos partidos que habian de luchar enardecidamente, sosteniendo el uno con tenacidad la naturaleza cósmica de la aparicion, y el otro la esencia psíquica del fenómeno.

De todos los medios se echó mano para grangearse prosélitos y cuando ya se iban diseñando, por decirlo así, los límites de cada uno de los centros de opinion, no faltó quien manifestára, con toda osadía, que era necesario dar á aquella controversia un carácter social o político, para lo cual, pasára ó nó al partido contrario, se debía proceder inmediatamente á designar el representante genuino de cada uno de ellos.

Los miembros del otro partido, por una graciosa concesion, aceptaron esta idea, y la aplaudieron calorosamente, lo que, visto por los promotores de la nominacion de los gefes, hubieron de arrepentirse de haber iniciado una propaganda que sus contrarios apoyaban.

Hasta aquí la opinion nacional.

Los que atribuían la luz á un fenómeno cósmico, trataron de buscar en su seno una persona que tuviera, palabras textuales, "la mayor suma de luces psíquicas, de tal modo que brillára como una estrella."

Los que sostenían la opinion contraria nombraron á Seele, encarnado en un habitante cuya alma había adormecido.

¿Qué pasaba entretanto en el espíritu de los miembros extranjeros, cuyo número constituía la mayoría del pueblo?

Fácil era adivinarlo.—Aquellos que por naturaleza llevaban en sí la luz interior de un juicio imparcial, se plegaron á Seele:—tales eran los originarios de Tedecia y de Gandalia.

Aquellos que habían subordinado toda la luz con que habian nacido, se unieron al otro grupo, cuyo representante llevaba el nombre de Psique, que, lo mismo que Seele, significa Alma:—tales eran los oriundos de Espondia, y de Tarantelia.

Ingelia, mas positiva, se mantuvo neutral, sin embargo de que sus hijos manifestaron una atraccion señalada por las luces cósmicas. Esperaban el momento oportuno para plegarse á uno ú otro partido.

La lucha comenzó, y con ella, el entusiasmo de los miembros de cada centro por su gefe respectivo.

Yo conocía á Seele;—era necesario conocer á Psique.