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Viaje maravilloso del Señor Nic-Nac/XXXVII

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CAPÍTULO XXXVII
revelacion dolorosa

Un sordo mormullo llega hasta mí.

¡El pueblo me ha adivinado!

Mi nombre, mil veces repetido, sube en los aires en confuso clamoreo.

No importa.—leamos esta carta. Ah! es del Doctor.

"Mi situacion es penosa" dice en ella el Doctor, "no porque entre la tierna Sophopolita y yo exista desavenencia alguna, sino por la presencia inexplicable de las luces fatídicas de ciertos Theopolitas en torno de mi morada. No sé qué creer. ¿Hubiera sido mejor aceptar el consejo de Seele cuando me invitó á pasar la vida en el Nevado? Lo ignoro. ¿Qué se proponen los Theopolitas? ¿qué buscan cerca de mi mansion? Un presentimiento terrible me abruma, y este presentimiento que no me atrevo á formular, podría desvanecerlo Seele. ¿Pretenden acaso renovar la generacion, y toman por primer blanco la esposa de un habitante de la Tierra recien consagrado en Marte? Preguntádselo á Seele preguntádselo, Nic-Nac. Durante el primer tiempo he vivido léjos de Sophopolis;—mas tarde he vuelto á la ciudad, pero esta medida no ha bastado para alejar los resplandores fosforescentes. Todos tratan de convencerme de que no es mas que una ilusion; pero os lo aseguro amigo mio, si las ilusiones tienen este color......"

¡Pobre Doctor! Continuará dominándole la amenaza de Seele?

No lo sé.—Por otra parte, lo mejor es tener paciencia,—esperar la evolucion de las circunstancias, y continuar viajando. "Doctor! Doctor! si os es posible oirme desde aquí, os recomiendo paciencia..."

—"Y bien?" dijo Seele que me escuchaba invisible.

—"No es á mí, es á vos, maestro, á quien se debería dirijir esa pregunta."

—"La respuesta es muy sencilla: que tenga paciencia.

—"Nada mas?"

—"Nada mas."

—"Como gusteis, maestro; pero alejad del Doctor todo peligro,—os lo suplico."

—"Nada temais. Entretanto, amigo mio, es necesario que volvamos á nosotros mismos. En este pueblo, dominado ahora por una lucha interminable sobre una cuestion de poco valor, nada nuevo se nos vá á presentar."

—Pero qué! señor Seele, ¿no sería posible dar término á esta lucha refundiendo todas las opiniones en una sola?"

—"Refundiendo! no sabeis lo que decís, amigo mio, Nic-Nac!"

—"No sé lo que digo!"

—"Sí, y lo repito. ¿Cómo quereis refundir las opiniones cuando todas ellas han sido aferradas por la prensa?" ¿No comprenrdeis que los ánimos están enconados? Y sobretodo ¿de qué medio os valdriais para verificar esa fusion?"

—"El pueblo se ha dado cuenta de mi llegada..."

—"No veo que ella pueda influir en la opinion."

—"Pero yo sí. La lucha, tiene por objeto determinar si las luces (nustras luces ¿eh?) eran de naturaleza cósmica ó de naturaleza psíquica."

—"Es muy cierto."

—"Bien pues, haciéndonos sensibles al pueblo con nuestros cuerpos reales, se convencerán....."

—"De nada ... y vais á ver porqué: os llamais Nic-Nac, y yo me llamo Seele. Mientras los unos sostengan tenazmente que la opinion que debe prevalecer es aquella que reconozca la naturaleza cósmica de la luz, los otros sostendrán, con no ménos enerjía, la esencia psíquica de la aparicion."

—"Pero ya no se trata de una nueva discusion, sino únicamente de adoptar un término medio, en cuyo valor se refunda la masa de opiniones encontradas, con razon ó sin ella."

—"Imposible.—puedo aseguraros que uno de los argumentos vá á ser este, suponiendo que yo tambíen me haga visible y se pronuncie mi nombre:—'Seéle es absolutamente lo mismo que Alma, y esta es irremediablemente Psique... luego, llamad al fenómeno Seélico ó Almico, el hecho es que de cualquier manera es Psíquico.' Los otros diran que, 'puesto que la luz emanaba de los cuerpos latentes de Nic-Nac y de Seele, siendo estos cuerpos materiales, y su emanacion material tambien, el fenómeno tiene que ser cósmico.' La fusion de ideas no es posible. La divergencia perpétua de opiniones es es una ley orgánica de este pueblo. ¿Cómo quereis, pues, privar de una de sus funciones al organismo social?" Nó, Nic-Nac, alejémonos de aquí. Mas tarde, cuando todo esté tranquilo, volveremos, y ya vereis qué metamórfosis"

—"¿Y á dónde vamos?"

—"Lejos, muy léjos: vamos á Seelia, á Protobia y á Melania. Sereis testigo de grandes hazaña de la civilizacion, pero tambien contemplareis la miseria de las sociedades. Vereis cómo ciertas corporaciones estúpidas arrancan la miga de pan de entre los harapos de los padres para convertirla en adorno de una ceremonia innecesaria de los hijos; vereis cómo los hijos desprecian el sacrificio y le dan el caracter de obligacion ineludible; vereis cómo desaparecen unas sociedades para ceder á otras su puesto, y cómo ruedan por el polvo las monarquías, y cómo se derrumban las repúblicas, y cómo se sostienen los tiranos y cómo se hunden los ineptos y cómo se desquician para siempre los ineptos y los tiranos y las repúblicas, y las monarquías y las sociedades.—Volemos, Nic-Nac, volemos; Volemos á Seelia, á Protobia y á Melania!