Garcilaso de la Vega (Retrato)
GARCILASO DE LA VEGA.
Parece que la naturaleza y la fortuna compitiéron en dar á este joven las prendas mas relevantes y mas amables, y en procurar que no se gozáran quitándole la vida en la flor de su juventud. Su memoria durará siempre en España, así por la dulzura y belleza de sus poesías, como por su valor y lastimoso desastre de su temprana muerte. Nació pues Garcilaso de la Vega en Toledo año de 1503: su padre se llamó del mismo nombre, y fue Comendador mayor de León en la Orden de Santiago, y Consejero de Estado; y su madre Doña Sancha de Guzman, Señora de Batres: ambos de ilustre estirpe. Educóse entre las dulzuras de la Música, llegando á ser superior en tocar el harpa; y exercitado con elección y talento en todo género de Letras Humanas, siguió la Corte del Emperador Cárlos V, siendo embeleso de ella su bizarría, su discreción y su valor. Hallóse con el Exército que se levantó contra Solimán quando amenazó á Viena, y mostró gallardamente su espíritu en el sitio de Túnez. Marchó á Provenza con el Cesar por los años de 1536; y á la vuelta de Italia, siendo preciso expugnar una torre que defendían 50 Franceses en un pueblo á 4 leguas de Frejus, se avanzó Garcilaso llevado de su generoso ardimiento á escalar el muro, de donde le retiráron herido con él fatal golpe de una piedra. Sufrió los dolores de la herida 21 dias, y al cabo de ellos acabó desgraciadamente en Niza su vida con general sentimiento, en la temprana edad de 33 años, que otros la hacen llegar á 36.
No se quedó su triste fin sin la debida venganza, pues Cárlos V á impulsos de su pesar, mandó se pasase á cuchillo á todos los que defendían la torre. En 1538 se trasladó su cuerpo á Toledo, donde yace en la Iglesia de S. Pedro Mártir al lado de su hijo primogénito, que también se llamó Garcilaso, y perdió la vida al cumplir la florida edad de 24 años en la defensa de Vulpiano. Además de este hijo semejante al padre en nombre y desventura, tuvo Garcilaso en su esposa Doña Elena de Zuñiga, Dama de la Rey na, otro á quien llamáron Domingo de Guzman, Religioso Dominico, y a Doña Sancha de Guzman, que casó con D. Antonio Portocarrero.
Fue Garcilaso uno de los jóvenes mas apuestos y gallardos que había en la Corte de Cárlos V. Calificado con la Cruz de Alcántara, diestro en todos los exercicios de caballería, dotado de espíritu bizarro, y sumamente instruido en la Poesía, Música y Letras Humanas, llevó tras sí la atencion de todos, y especialmente la de los doctos con sus bellísimos y dulces versos, siendo él quien perfeccionó la imitacion que principió Boscan del metro endecasílabo Italiano en nuestra lengua. En sus inimitables Eglogas, sus discretísimos Sonetos, sus dulces Endechas se ven vertidos los pensamientos y pasages mas bellos de los Poetas clásicos, igualándolos en la dulzura de la expresion. Ni las distracciones de la Corte, ni los horrores de la guerra, ni su corta vida le impidiéron que llegase á ser tenido por Príncipe de los Poetas Castellanos, y sola su fecunda imaginacion sabia mirar y advertir la belleza de los objetos naturales para pintarlos ó imitarlos en sus composiciones con aquella dulzura y gracia que advierte el mas idiota quando oye repetir:
O dulces prendas por mi mal halladas,
Dulces y alegres quando Dios queria!
O aquellos versos que dicen en la Egloga primera:
Por tí el silencio de la selva umbrosa,
Por tí la esquividad y apartamiento
Del solitario monte me agradaba.
Estos son los suaves y sonoros acentos que cantó por la primera vez la Musa CasteIlana sin mas modelo que la sensibilidad ingeniosa de aquel gallardo Español, cuyas repetidas quejas y lamentos en sus poesías, dan á entender que no fue con él menos riguroso el amor que la parca, quando envidiosa de la gloria de este joven, cortó tiranamente el hilo de su vida. Colmáronle de elogios los sabios, como merecia; pero entre todos sobresalió el Cardenal Bembo en una erudita carta Latina que escribió á Garcilaso un año antes que muricra este, en alabanza de sus versos y composiciones. Estas las recogió Boscan, y las dió á luz muerto el Autor: y posteriormente se han reimpreso con notas del Sevillano Herrera y del Brocense. En Madrid se hizo una correcta edicion año de 1765 por el Exmo. Sr. D. Joseph Nicolás de Azara.