A D. Juan Valero de Tornos
Nota:se ha conservado la ortografía original, excepto en el caso de la preposición á.
Sr. D. Juan Valero de Tornos
Querido amigo: Me invitas a escribir dos palabras en el número dedicado a honrar la memoria de nuestro compañero Eusebio Blasco y deseas que los colaboradores de Gente Vieja, depositen, como literatos, una flor en la tumba del que ha dejado, Dios quiera que por mejor habitación, esta vida de ilusiones y desengaños. Cuando tan buenos escritores acceden gustosos a tu ruego, sobra el encargo que se me hace; porque ni mi pluma puede como la de otros escribir, ni yo conocía bastante a nuestro compañero para contar de él lo que otros no cuentan, ni juzgarle como sabrán hacerlo otros. Pero nos debemos un mutuo recuerdo, y no seré yo quien lo omita. Yo admiraba, y no lo digo ahora por primera vez, la flexibilidad del talento de Blasco, su dominio del público, su conocimiento de las cosas extranjeras, que hoy son casi las nuestras, y el don de la claridad que distingue a los que observan bien y que, al contrario de lo que ocurre con la vista física se despeja con los años. Recuerdo otra cosa que tal vez pase inadvertida para nuestros compañeros: él, cuando la idea no se comprendía bien y la palabra estaba proscripta, levantóla enseña del socialismo católico. Ahora lo ha explicado quien puede y sabe mejor que todos hacerlo, y más que en otras ocasiones podemos recordar este título de Blasco.
Cuando el tiempo transcurre sin que lo sintamos, y mientrías lo hacemos, según frase de la que España tiene el privilegio exclusivo, nos deshace, de admirar es como lo aprovechan algunos y dejan multiplicadas muestras de su actividad, a pesar de la vida de salones, de tertulias, de todo y para todos, que suelen llevar nuestros literatos. No nos creamos muchas veces cuando escribimos, al leer ciertos artículos, nosotros los que estamos en el secreto: Blasco escribió en un periódico de los rotativos donosísimas observaciones sobre la variación de horas en las oficinas, censurando la modificación; el no la necesitaba para trabajar y trabajar mucho; él tenía la divisa de Apeles: Ningún dia sin una línea, y líneas eran las suyas que se leían con gusto, como las de maestro, y en la imaginación quedaban grabadas.
Probada ha sido en poco tiempo nuestra Redacción por muchas y sensibles pérdidas: mejor es que al reunimos prescindamos de contarnos, sin perjuicio de que, en ocasiones parecidas a la presente, empleemos nuestra pluma en recordar lo que de bueno hayan hecho los que sucesivamente desaparecen de nuestro lado. Es lo menos que unos por otros podemos hacer, sin olvidar, empero, que si ayer fué día de recordarnos como escritores, lo será mañana de portarnos como cristianos. Que no hicieron mejor al expresarse así los buenos caballeros de Villalar que nosotros haríamos si en obras y en palabras los imitásemos.
Sabes te recuerda siempre con la intimidad de condiscípulo, tu afectísimo