Alonso de Toro
Hombre fiero, áspero, vengativo, cruel é indigesto llama un cronista á este conquistador, que obtuvo en el botín de Cajamarca la misma porción, en oro y plata, que Mesa el Canario. Su hermano, Hernando de Toro, fué, poco después de la muerte del Inca, asesinado por los indios de Tumbes, y es fama que con su cadáver celebraron un festín de antropófagos.
Puesto en capilla el Mariscal Almagro, Toro, que era su enemigo personal, se constituyó de guardia en el calabozo, y el desgraciado anciano se desahogó diciéndole:
—Por fin vas á beber mi sangre hasta hartarte.
—Y esa es la mayor fortuna que Dios me concede—contestó el cínico guardián.
Alonso de Toro fué uno de los que más azuzaron á Gonzalo Pizarro para su rebeldía, y mereció ser nombrado maese de campo. Pero Toro era generalmente aborrecido, y su nombramiento tuvo mala acogida en el ejército. Entonces Gonzalo lo hizo gobernador del Cuzco, y en ese puesto, lejos de propiciarse los ánimos, dió rienda suelta á su perverso carácter y aumentó el número de los desafectos. Por una querella personal mandó cortar la mano á Hernando Díaz, y recelando siempre una revolución, que su mal gobierno provocaba, hizo degollar á los que le fueron denunciados como cabecillas.
Su lealtad para con Gonzalo no fué de las más probadas, y mucho se murmuraba de que mantenía correspondencia secreta con los parciales de La Gasca. En esta época, habiendo un día tenido un altercado con su suegra y dádola de bofetones, Diego González, marido de la ultrajada señora, fué á buscarlo á su casa, y sin pronunciar una palabra, le dió muerte á puñaladas, con gran contentamiento del vecindario del Cuzco, que celebró el suceso con repiques y luminarias.
Paula de Silva, la viuda de Toro, casó en segundas nupcias con el licenciado Pedro López de Cazalla, famoso por su ta lento y por haber sido el primero que elaboró vinos en el Perú.