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Apuntes para la historia de Marruecos/V

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V


L

A MONARQUÍA mauritana desaparece por algún tiempo de la historia. Dos tribus poderosas se disputaban allí la supremacía, aunque una y otra, prestándose á obedecer y servir á los califas de Córdoba; uñase nombraba Magrawa y otra Yeferun. Era xeque de la primera Zairí-Ebn-Athia, y de la segunda Chadd-Ebn-Yala, iguales ambos en valor y nobleza. La lucha fué porfiada, pero al fin venció Zairí á su contrario, y quedó de pacífico gobernador en Mauritania, poniendo su residencia en Fez. Zairí ó, según otros, Zeirí, tuvo ocasión de servir en gran manera á los califas de Córdoba, venciendo y sojuzgando á los poderosos señores de Yfriquia, por lo cual fué nombrado gobernador de aquellas provincias y recibió grandes honras y mercedes y el título de visir del imperio. Ensoberbecido al cabo con tantas prosperidades quiso revelarse contra sus señores, pero fué vencido y arrojado al desierto. Su hijo Almoezz y su nieto Mamama, harto más prudentes que él, alcanzaron de los califas de Córdoba el gobierno del Mogreb, con completa sujeción y vasallaje. En tiempo de éste continuaron las guerras civiles entre su tribu y la de los de Yeferun. Alfotuh y Aisa, ó más bien Ysa, sus hijos, se repartieron no sólo el gobierno de la provincia, sino aun la misma ciudad de Fez, mandando cada cual en uno de los dos barrios del Andaluz y Cairowan. Venció al fin Alfotuh, que fué vencido á su vez por un primo suyo apellidado Moanser, el cual imperó en Mauritania hasta que vinieron los Almoravides, fundadores de la segunda dinastía. Moanser, después de resistirles heroicamente la entrada, desapareció de entre los suyos, y más no pudo saberse de su fortuna. Pero entretanto el grande imperio de los califas de Córdoba, aquél que levantó los palacios y jardines de Zahara y fué patria de sabios tan profundos y tan inspirados poetas y guerreros tan valerosos; aquél cuya amistad solicitaban los emperadores de Constantinopla y de Alemania, y cuyo poder temían todas las naciones de la tierra, mostrábase ya por tierra, siendo, como tantos otros, ejemplo notable de la instabilidad y flaqueza de la suerte. Sin la gloriosa familia de los ben-umeyas se repartió en cien pedazos el imperio, y no hubo más, en adelante, que confusión y decadencia entre los muslines de España. Así fué que nadie recordó más las provincias de África, ni pensó en conservarlas ni defenderlas. Duró el señorío de los califas de Córdoba en Mauritania poco menos de un siglo.