Cosmos: Tomo I/Introducción 2
LÍMITES Y MÉTODOS DE ESPOSICION DE LA DESCRIPCION FÍSICA DEL MUNDO.
En las precedentes consideraciones he tratado de esponer, y aclarar por medio de algunos ejemplos, de qué modo los goces que ofrece el aspecto de la naturaleza, tan diversos en sus orígenes, se han acrecentado y ennoblecido por el conocimiento de la conexion de los fenómenos y de las leyes que los rigen. Réstame examinar el espíritu del método que debe presidir á la exposicion de la descripcion física del mundo; indicar los límites á que cuento circunscribir la ciencia, segun las ideas que se me han presentado durante el curso de mis estudios y bajo los diferentes climas que he recorrido. ¡Séame lícito lisonjearme con la esperanza de que una discusion de este género justificará el título imprudentemente dado á mi obra, poniéndome á cubierto de toda censura sobre una presuncion que seria doblemente reprensible en trabajos científicos! Antes de presentar el cuadro de los fenómenos parciales, y distribuirlos en grupos, trataré las cuestiones generales que, íntimamente unidas entre sí, interesan á nuestros conocimientos acerca del mundo esterior, en sí mismos y en las relaciones que estos conocimientos muestran, en todas las épocas de la historia, con las diferentes fases de cultura intelectual de los pueblos. Estas cuestiones tienen por objeto:
1.° Los precisos limites de la descripcion física del mundo, como ciencia distinta.
2.° La rápida enumeracion de la totalidad de los fenómenos naturales, bajo la forma de un cuadro general de la naturaleza.
3.° La influencia del mundo esterior sobre la imaginacion y el sentimiento; influencia que ha dado en los tiempos modernos un poderoso impulso al estudio de las ciencias naturales, por la animada descripcion de lejanas regiones, por la pintura de paisaje, siempre que caracterice la fisonomía de los vegetales, por las plantaciones ó la disposicion de las formas vegetales exóticas en grupos que entre sí contrasten.
4.° La historia de la contemplacion de la naturaleza, ó el desarrollo progresivo de la idea del Cosmos, segun la esposicion de los hechos históricos y geográficos que nos han llevado á descubrir el enlace de los fenómenos.
Cuanto mas elevado es el punto de vista desde el cual la física del mundo considera los fenómenos, es tanto mas necesario circunscribir la ciencia á sus verdaderos límites, separándola de todos los conocimientos análogos ó auxiliares. La descripcion física del mundo se funda en la contemplacion de la universalidad de las cosas creadas; de cuanto coexiste en el espacio concerniente á sustancias y fuerzas; y de la simultaneidad de los seres materiales que constituyen el Universo. La ciencia que trato de definir tiene, por consiguiente, para el hombre, habitante de la tierra, dos partes distintas: la tierra propiamente dicha, y los espacios celestes. Con objeto de hacer ver el carácter propio é independiente de la descripcion física del mundo, y para indicar al mismo tiempo la naturaleza de sus relaciones con la Física general, con la Historia natural descriptiva, la Geología y la Geografía comparada, voy á detenerme en primer lugar y preferentemente en la parte de la ciencia del Cosmos que concierne á la tierra. Así como la historia de la filosofía no consiste en la enumeracion, en cierto modo material, de las opiniones filosóficas que son producto de las diferentes edades, de igual manera la descripcion física del mundo no podria ser una simple asociacion enciclopédica de las ciencias que acabamos de nombrar. La confusion entre conocimientos íntimamente relacionados, es tanto mayor, cuanto que desde hace ya siglos nos hemos acostumbrado á designar grupos de nociones empíricas por denominaciones ora escesivamente latas, ora muy limitadas, con relacion á las ideas que debian espresar. Estas denominaciones ofrecen además la gran desventaja de tener un diferente sentido en las lenguas de la antigüedad clásica de las cuales fueron tomadas. Los nombres de fisiología, física, historia natural, geología y geografía, nacieron y comenzaron á usarse habitualmente mucho antes de que hubiera ideas claras de la diversidad de los objetos que estas ciencias debian abrazar, es decir, antes de su recíproca limitacion. Es tal la influencia de una larga costumbre en las lenguas, que, en una de las naciones europeas mas avanzadas en civilizacion, la palabra física se aplica á la medicina, en tanto que la química técnica, la geología y la astronomía, ciencias puramente esperimentales, se cuentan entre los trabajos filosóficos de una Academia cuyo renombre es justamente universal.
Háse intentado con frecuencia, y casi siempre en vano, sustituir á las denominaciones antiguas, vagas indudablemente, pero en general comprendidas hoy, nuevos y mas adecuados nombres. Estos cambios han sido propuestos sobre todo por los que se han ocupado en la clasificacion general de los conocimientos humanos, desde la gran Enciclopédia (Margarita philosóphica) de Gregorio Reisch (19), prior de la Cartuja de Friburgo, á fines del siglo XV, hasta el canciller Bacon, desde Bacon hasta D' Alembert, y en estos últimos tiempos, hasta el físico sagacísimo Andrés María Ampere (20). La eleccion de una nomenclatura griega, poco apropiada, ha podido ser quizás mas perjudicial aun á esta última tentativa, que el abuso de las divisiones binarias y la escesiva multiplicidad de los grupos.
La descripcion del mundo, considerado como objeto de los sentidos esteriores, necesita indudablemente del concurso de la física general, y de la historia natural descriptiva; pero la contemplacion de las cosas creadas, enlazadas entre sí y formando un todo animado por fuerzas interiores, dá á la ciencia que nos ocupa en esta obra un carácter particular. La física se detiene en las propiedades generales de los cuerpos; es el producto de la abstraccion, la generalizacion de los fenómenos sensibles. Ya en la obra donde se consignaron las primeras bases de la física general, en los ocho libros físicos de Aristóteles (21), todos los fenómenos de la naturaleza se consideran como dependiendo de la accion primitiva y vital de una fuerza única, principio de todo movimiento en el Universo. La parte terrestre de la física del mundo, á la que conservaria de buen grado la antigua y perfectamente espresiva denominacion de Geografía física, trata de la distribucion del magnetismo en nuestro planeta, segun las relaciones de intensidad y de direccion; pero no se ocupa de las leyes que ofrecen las atracciones ó repulsiones de los polos, ni de los medios de producir corrientes electro-magnéticas, permanentes ó pasageras. La geografía física traza á mas á grandes rasgos la configuracion compacta ó articulada de los Continentes, la estension de su litoral comparado con su superficie, la division de las masas continentales en los dos hemisferios, division que ejerce una influencia poderosa sobre la diversidad de clima, y las modificaciones metereológicas de la atmósfera; señala el carácter de las cadenas de montañas, que, levantadas en diferentes épocas, forman sistemas particulares, ya paralelos entre sí, ya divergentes y cruzados; examina la altura media de los Continentes sobre el nivel de los mares y la posicion del centro de gravedad de su volúmen, la relacion entre el punto culminante de una cadena de montanas y la altura media de su cresta ó su proximidad á un litoral cercano. Describe tambien las rocas de erupcion como principios de movimiento, puesto que obran sobre las rocas sedimentarias que atraviesan, levantan é inclinan; contempla los volcanes ora se encuentren aislados, ó colocados en séries ya sencilla, ya doble, ora estiendan á diferentes distancias la esfera de su actividad, bien sea por las rocas que en estribos largos y estrechos producen, bien removiendo el suelo por círculos que aumentan ó disminuyen de diámetro en la marcha de los siglos. La parte terrestre de la ciencia del Cosmos describe, por último, la lucha del elemento líquido con la tierra firme; espone cuanto tienen de comun los grandes rios en su curso superior ó inferior, y en su bifurcacion, cuando su cauce aun no está enteramente cerrado; presenta las corrientes de agua quebrando las mas elevadas cadenas de montañas, ó siguiendo durante largo tiempo un curso paralelo á ellas, ya en su pié, ya á grandes distancias, cuando el levantamiento de las capas de un sistema de montañas y la direccion del rugamiento, son conformes á la que siguen los bancos mas ó menos inclinados de la llanura. Los resultados generales de la Orografía y de la Hidrografía comparadas, pertenecen únicamente á la ciencia de la cual quiero determinar aquí los límites reales; pero la enumeracion de las mayores alturas del globo, el cuadro de los volcanes, todavía en actividad, la division del suelo en depósitos de agua y la multitud de rios que los surcan, todos estos detalles son del dominio de la geografía propiamente dicha. No consideramos aquí los fenómenos sino en su mútua dependencia, en las relaciones que presentan con las diferentes zonas de nuestro planeta, y su constitucion física en general. Las especialidades de la materia bruta ú organizada, clasificadas segun la analogía de formas y de composicion, son indudablemente un estudio del mayor interés; pero están unidas á una esfera de ideas completamente distintas de las que constituyen el objeto de esta obra.
Las descripciones de paises diversos ofrecen materiales muy importantes para la composicion de una geografía física; sin embargo, la reunion de estas descripciones, aun ordenadas en séries, no nos daria una imágen verdadera de la conformacion general de la superficie poliédrica de nuestro planeta; como las floras de las diferentes regiones, colocadas las unas á continuacion de las otras, tampoco formarian lo que designo bajo el nombre de Geografía de las plantas. Por la aplicacion del pensamiento á las observaciones aisladas; por las miras del espíritu que compara y combina, llegamos á descubrir en la individualidad de las formas orgánicas, es decir, en la historia natural descriptiva de las plantas y de los animales, los caracteres comunes que puede presentar la distribucion de los séres, segun los climas; la induccion es la que nos revela las leyes numéricas segun las cuales se regulan la proporcion de las familias naturales con la suma total de las especies, y la latitud ó posicion geográfica de las zonas donde cada forma orgánica alcanza en las llanuras el máximun de su desarrollo. Estas consideraciones asignan, merced á la generalizacion de sus miras, un carácter mas elevado á la descripcion física del globo; y es efectivamente de esta reparticion local de formas, del número y crecimiento mas vigoroso de las que predominan en la masa total, de lo que dependen el aspecto del paisaje y la impresion que nos deja la fisonomía de la vegetacion.
Los catálogos de los séres organizados, á que se daba otras veces el pomposo título de Sistemas de la Naturaleza, nos ponen de manifiesto un admirable enlace de analogías de estructura, ya en el desarrollo muy completo de esos séres, ya en las diferentes fases que recorren segun una evolucion en espiral, de un lado las hojas, las brácteas, el cáliz, la corola y los órganos fecundantes; del otro, con mayor ó menor simetría, los tejidos celulares y fibrosos de los animales, sus partes articuladas ó débilmente bosquejadas; pero todos estos pretendidos sistemas de la naturaleza, ingeniosos en sus clasificaciones, no nos hacen ver los séres distribuidos por grupos en el espacio, con respecto á las diferentes relaciones de latitud y altura á que están colocados sobre el nivel del Océano, y segun las influencias climatológicas que esperimentan en virtud de causas generales, y las mas de las veces muy remotas. El objeto final de una geografía física, es sin embargo, como lo hemos enunciado mas arriba, reconocer la unidad en la inmensa variedad de los fenómenos, descubrir, por el libre ejercicio del pensamiento y combinando las observaciones, la constancia de los fenómenos, en medio de sus variaciones aparentes. Si en la esposicion de la parte terrestre del Cosmos, debe descenderse alguna vez á hechos muy especiales, es solo para recordar la conexion que tienen las leyes de la distribucion real de los séres en el espacio, con las leyes de la clasificacion ideal por familias naturales, por analogía de organizacion interna y de evolucion progresiva.
Resulta de estas discusiones sobre los límites de las ciencias, y en particular sobre la distincion necesaria entre la botánica descriptiva ó morfologia vegetal, y la geografía de las plantas, que, en la física del globo, la innumerable multitud de cuerpos organizados que embellecen la creacion, es considerada mas bien por zonas de habitacion ó de estaciones, por bandas isotérmicas de inflexiones diferentes, que por los principios de gradacion en el desarrollo del organismo interior. Sin embargo, la botánica y la zoología, que componen la historia natural descriptiva de los cuerpos organizados, no dejan de ser manantiales fecundos que ofrecen materiales sin los cuales el estudio de las relaciones y del enlace de los fenómenos no tendría sólido fundamento.
Una observacion importante hay que añadir para demostrar claramente este enlace. A primera vista, al abrazar de una ojeada la vegetacion de un Continente en vastos espacios, vénse las formas mas desemejantes, como las gramíneas y las orquídeas, los árboles coníferos y las encinas, próximas unas á otras; y se ven por el contrario las familias naturales y los géneros, que lejos de formar asociaciones locales, están dispersos como al azar. Esta dispersion no obstante, es aparente. La descripcion física del globo nos muestra que el conjunto de la vegetacion presenta numéricamente en el desarrollo de sus formas y de sus tipos, relaciones constantes; que bajo iguales climas, las especies que faltan á un pais están reemplazadas en el próximo por especies de una misma familia; y que esta ley de sustituciones que parece consistir en los misterios mismos del organismo originario, mantiene en las regiones limítrofes la relacion numérica de las especies de tal ó cual gran familia, con la masa total de las fanerógamas que componen las dos floras. Asi es como se revela, en la multiplicidad de las organizaciones distintas que las pueblan, un principio de unidad, un plan primitivo de distribucion. Puede tambien reconocerse bajo cada zona diversificada, segun las familias de plantas que produce, una accion lenta pero continua sobre el Océano aéreo, accion que depende de la influencia de la luz, primera condicion de toda vitalidad orgánica en la superficie sólida y líquida de nuestro planeta. Diríase, valiéndonos de una bella frase de Lavoisier, que se renueva sin cesar á nuestra vista la antigua maravilla del mito de Prometeo.
Si aplicamos el método que tratamos de seguir en la esposicion de la descripcion física de la tierra, á la parte sideral de la ciencia del Cosmos, es decir, á la descripcion de los espacios celestes y á los cuerpos que los pueblan, habremos simplificado en mucho nuestro trabajo. Si se quiere, siguiendo una antigua costumbre á la cual nos obligaran un dia á renunciar miras mas filosóficas, distinguir la física, es decir, las consideraciones generales sobre la esencia de la materia y las fuerzas que le imprimen el movimiento, de la química, que se ocupa de la heterogeneidad de las sustancias, de su composicion elemental, y de atracciones que no están determinadas solo por las relaciones de las masas, preciso es convenir en que la descripcion de la tierra presenta acciones físicas y químicas á la vez. Al lado de la gravitacion, que debe considerarse como la fuerza primitiva de la naturaleza, obran á nuestro alrededor, en el interior ó en la superficie de nuestro planeta, atracciones de otro género. Son estas las que se ejercen entre las moléculas en contacto, ó separadas á distancias infinitamente pequeñas (22); fuerzas de afinidad química que modificadas distintamente por la electricidad, el calórico, la condensacion en los cuerpos porosos, ó el contacto de una sustancia intermedia, animan igualmente el mundo inorgánico y los tejidos de los animales y de las plantas. Si esceptuamos los pequeños asteroides que se nos aparecen bajo las formas de aerolito, bólides y estrellas errantes, los espacios celestes no ofrecen hasta ahora á nuestra observacion directa, mas que fenómenos físicos; aun no podemos juzgar con certeza, sino de los efectos que dependen de la cantidad de materia ó de la distribucion de las masas. Los fenómenos de los espacios celestes deben, por consiguiente, considerarse como sometidos á las simples leyes dinámicas del movimiento. Los efectos que podrian nacer de la diferencia específica, de la heterogeneidad de la materia, no han sido hasta aquí objeto de cálculo para la mecánica de los cielos.
El habitante de la tierra no se pone en relacion con la materia que contienen los espacios celestes, ya esté diseminada, ó reunida en grandes esferoides, sino por dos caminos; por los fenómenos de luz (propagacion de las ondas luminosas), ó por la influencia que ejerce la gravitacion universal (atraccion de las masas). La existencia de acciones periódicas del sol y de la luna sobre el magnetismo terrestre son hasta hoy muy dudosas. Ninguna esperiencia directa arroja luz sobre las propiedades ó cualidades específicas de las masas que circulan por los espacios celestes, y sobre las de las materias que quizá los llenan por completo, á no ser, como acabamos de enunciar, respecto de los aerolitos ó piedras meteóricas que se mezclan á las sustancias terrestres. Basta recordar aquí lo que puede deducirse de su direccion y de su enorme velocidad de proyeccion, velocidad esencialmente planetaria, á saber: que dichas masas, rodeadas de vapores y al llegar al estado de incandescencia, son pequeños cuerpos celestes atraidos por la accion de nuestro planeta fuera de su primitivo camino. El aspecto, tan familiar á nuestra vista, de estos asteroides, la analogía que ofrecen con los minerales que componen la corteza de nuestro globo, tienen sin duda algo de sorprendente; pero la única consecuencia que puede deducirse en mi juicio, es que en general los planetas y las otras masas que bajo la influencia de un cuerpo central se han aglomerado en anillos de vapores, y despues en esferoides, son como partes integrantes de un mismo sistema y tienen un mismo orígen, y pueden ofrecer tambien una asociacion de sustancias químicamente idénticas. Hay mas todavía: las esperiencias del péndulo, y particularmente las hechas con tan rara precision por Bessel, confirman el axioma newtoniano, de que los cuerpos mas heterogéneos en su composicion (el agua, el oro, el cuarzo, la caliza granulada y diferentes masas de aerolitos) esperimentan por la atraccion de la tierra, una aceleracion enteramente semejante. Unénse á las observaciones del péndulo pruebas obtenidas por observaciones puramente astronómicas. La casi identidad de la masa de Júpiter, deducida de la accion que ejerce este gran planeta sobre sus satélites, sobre el cometa de Encke de corto periodo, y sobre los pequeños planetas (Vesta, Juno, Ceres y Palas), dá igualmente la certeza de que, en los límites de nuestras actuales observaciones, la atraccion está determinada por la sola cantidad de la materia (23).
La carencia de percepciones sobre la heterogeneidad de la materia, que se obtiene de la observacion directa y consideraciones teóricas, dá á la mecánica de los cielos un alto grado de simplicidad. Sujeta la estension inconmensurable de los espacios celestes á la sola ciencia del movimiento, la parte sideral del Cosmos bebe en las fuentes puras y fecundas de la astronomía matemática, como la parte terrestre en las de la física, química y morfología orgánica; pero el dominio de estas tres últimas ciencias abraza fenómenos de tal modo complicados, y hasta el dia tan poco susceptibles de métodos rigorosos, que la física del globo no podria vanagloriarse aquí de la certeza, simplicidad en la esposicion de los hechos y de su mútuo encadenamiento, que es lo que caracteriza la parte celeste del Cosmos. La diferencia que señalamos en este momento, quizás sirva de esplicacion al por qué, en los primeros tiempos de la cultura intelectual de los Griegos, la filosofía de la naturaleza de los Pitagóricos se dirigió con mas ardor hácia los astros y los espacios celestes, que hácia la tierra y sus producciones; y cómo, merced á Philolao, y despues por los deseos análogos de Aristarco de Samos, y de Seleuco de Erytrea, ha llegado á ser mas provechosa al conocimiento del verdadero sistema del mundo, que haya podido serlo jamás para la física de la tierra, la filosofía de la naturaleza de la escuela jónica. Atendiendo poco á las propiedades y á las diferencias específicas de las materias que llenan los espacios, la gran escuela itálica en su gravedad dórica, miraba preferentemente cuanto se refiere á las medidas, á la configuracion de los cuerpos, á las distancias de los planetas y á los números (24); en tanto que los físicos de Jonia se detenian en las cualidades de la materia, en sus transformaciones verdaderas ó supuestas, y en sus relaciones de orígen. Al poderoso genio de Aristóteles, tan profundamente especulativo y práctico á la vez, le estaba reservado el profundizar con igual éxito el mundo de las abstracciones y el mundo de las realidades materiales, que encierra fuentes inagotables de movimiento y de vida.
Muchos y de los mas notables tratados de geografía física, ofrecen en sus introduciones una parte esclusivamente astronómica destinada á describir ante todo la tierra en su dependencia planetaria, y como formando parte del gran sistema que anima el cuerpo central del Sol. Esta marcha de ideas es diametralmente opuesta á la que yo me propongo seguir. Para comprender bien la grandeza del mundo no debe subordinarse la parte sideral, llamada por Kant Historia natural del cielo, á la parte terrestre. En el Cosmos, segun antigua espresion de Aristarco de Samos, que presentia el sistema de Copérnico, el Sol no es otra posa, con sus satélites, sino una de las innumerables estrellas que llenan los espacios. La descripcion de estos espacios, la física del mundo, ha de empezar por los cuerpos celestes, por el trazado gráfico del Universo, mejor dicho, por un verdadero mapa del mundo, tal como la mano atrevida de William Herschell intentó trazarlo. Si á pesar de la pequeñez de nuestro planeta, lo que le concierne exclusivamente ocupa en esta obra el lugar mas importante, y se encuentra desarrollado con mayor precision, depende esto únicamente de la desproporcion de nuestros conocimientos entre lo que es asequible á la observacion y lo que de ella escapa. Esta subordinacion de la parte celeste á la terrestre, se encuentra ya en la gran obra de Bernardo Varenio (25), que apareció á mediados del siglo XVII. Fué el primero que distinguió la geografía general y la geografía especial, subdividiendo la primera en geografía absoluta, es decir, propiamente terrestre, y en geografía relativa ó planetaria, segun que se mire á la superficie de la tierra en sus diferentes zonas, ó las relaciones de nuestro planeta con el sol y la luna. Es un justo título de gloria para Varenio, que su Geografía general y comparada pudiera fijar, como fijó, en alto grado la atencion de Newton. Segun el imperfecto estado de las ciencias auxiliares de que debia valerse, el resultado no podia corresponder á la magnitud de la empresa. Estaba reservado á nuestro tiempo, y á mi patria, ver trazar á Carlos Ritter el cuadro de la geografía comparada en toda su estension, y en su íntima relacion con la historia del hombre (26).
La enumeracion de los mas importantes resultados de las ciencias astronómicas y físicas, que, en el Cosmos, converjen hácia un foco comun, legitima hasta cierto punto el título que he dado á mi obra. Quizás sea el título mas temerario que la empresa misma, circunscrita á los límites que la he fijado. La introduccion de nombres nuevos, sobre todo cuando se trata de las miras generales de una ciencia que debe estar al alcance de todos, ha sido hasta ahora muy contraria á mis costumbres; nada he añadido á la nomenclatura, sino allí donde en las especialidades de la botánica y de la zoología descriptivas, objetos reseñados por primera vez, han hecho indispensables nombres nuevos. Las denominaciones de Descripcion física del mundo, ó Física del mundo, de que me valgo indistintamente, están formadas sobre las de Descripcion física de la tierra ó física del globo, es decir. Geografía física, desde largo tiempo tenidas en uso. Uno de los génios mas poderosos, Descartes, dejó algunos fragmentos de la gran obra que pensaba publicar bajo el título de Mundo, y para la cual se habia dedicado á estudios especiales, incluso el de la anatomía del hombre. La espresion poco comun, pero precisa, de Ciencia del Cosmos, recuerda al espíritu del habitante de la tierra, la idea de que se trata aquí de un horizonte mas vasto, de la reunion de cuanto llena el espacio, desde las mas lejanas nebulosas hasta los ligeros tejidos de materia vegetal, repartidos segun los climas, que tapizan y coloran diversamente las rocas.
Bajo la influencia de las limitadas aspiraciones propias de la infancia de los pueblos, las ideas de tierra y de mundo han sido confundidas desde el principio en el uso de todos los idiomas. Las vulgares espresiones: Viajes alrededor del mundo, mapa-mundi, nuevo-mundo, son ejemplos de esta confusion. Las mas exactas y mas nobles de Sistema del mundo, mundo planetario, creacion y edad del mundo, se refieren unas, á la totalidad de las materias que llenan los espacios celestes, otras, al orígen del Universo entero.
Parece natural que en medio de la estremada variabilidad de los fenómenos que ofrecen la superficie del globo y el Océano aéreo que la envuelve, haya admirado al hombre el aspecto de la bóveda celeste, y los movimientos arreglados y uniformes del sol y de los planetas. Tambien la palabra Cosmos indicaba primitivamente, en los tiempos homéricos, las ideas de adorno y órden á la vez; pasó mas tarde al lenguaje científico, y se aplicó progresivamente á la armonía que se observa en las movimientos de los cuerpos celestes, al órden que reina en el Universo entero, al mundo mismo en el cual este órden se refleja. Segun la asercion de Philolao, en jos fragmentos ha comentado M. Bœckh con rara sagacidad, y segun el testimonio general de toda la antigüedad, fué Pitágoras el primero que se sirvió de la palabra Cosmos para designar el órden que reina en el Universo, y el Universo ó el mundo mismo (27). De la escuela de la filosofía itálica, la espresion pasó en este sentido al idioma de los poetas de la naturaleza, Parménides y Empédocles, y de allí al uso de los prosistas. No discutiremos aquí cómo segun estas ideas pitagóricas, distingue Philolao entre el Olimpo, Urano ó el Cielo, y el Cosmos; cómo la misma palabra está empleada en plural para designar ciertos cuerpos celestes (los planetas) que circulan alrededor del foco central del mundo, ó grupos de estrellas. En mi obra, la palabra Cosmos está tomada como la prescriben el uso helénico, posterior á Pitágoras, y la definicion muy exacta dada en el Tratado del mundo que falsamente se ha atribuido á Aristóteles; es el conjunto del cielo y de la tierra, la universalidad de las cosas que componen el mundo sensible. Si desde largo tiempo los nombres de las ciencias no hubieran sido apartados de su verdadera significacion lingüistica, la obra que publico deberia llevar el título de Cosmografía, y y dividirse en Uranografía y Geografía. Los romanos, imitadores de los griegos, en sus débiles ensayos de filosofía, han concluido tambien por transportar al Universo la significacion de sus mundos y que no indicaba primitivamente mas que la compostura, el adorno, y no el órden ó la regularidad en la disposicion de las partes. Es probable que la introduccion de este término técnico en el idioma del Lacio, la importacion de un equivalente de la palabra Cosmos, en su doble significacion, se deba á Ennio (28), partidario de la escuela itálica, traductor de los filosofemas pitagóricos compuestos por Epicarmo ó por alguno de sus adeptos.
Distinguiremos desde luego la historia física del mundo de la descripcion física del mundo. La primera, concebida en el mas lato sentido de la palabra, deberia, si existieran datos para escribirla, trazar las variaciones que ha esperimentado el universo en el trascurso de las edades, desde las estrellas nuevas que repentinamente han aparecido y desaparecido en la bóveda del firmamento, desde las nebulosas que se disuelven ó se condensan, hasta la primera capa de vegetacion criptógama que ha cubierto la superficie apenas enfriada del globo, ó un banco de corales levantado en el seno de los mares. La descripcion física del mundo ofrece el cuadro de lo que coexiste en el espacio, de la accion simultánea de las fuerzas naturales y de los fenómenos que estas producen. Pero para comprender bien la naturaleza, no se puede separar enteramente y de una manera absoluta la consideracion del estado actual de las cosas, de la de las fases sucesivas por las cuales estas han pasado, ni puede concebirse su esencia sin reflexionar acerca del modo de su formacion. No es la materia orgánica sola la que perpétuamente se compone y se disuelve para formar nuevas combinaciones; el globo, á cada fase de su vida, nos revela tambien el misterio de sus estados anteriores.
No es posible fijar la vista sobre la corteza de nuestro planeta, sin encontrar las huellas de un mundo orgánico destruido. Las rocas sedimentarias presentan una sucesion de séres que se han asociado por grupos, escluidos y reemplazados mútuamente. Estos bancos superpuestos unos á los otros, nos revelan los faunos y las floras de los pasados siglos. En este sentido, la descripcion de la naturaleza está intimamente enlazada con su historia. El geólogo no puede concebir el tiempo presente sin remontarse guiado por el enlace de las observaciones, á miles de siglos trascurridos. Al trazar el cuadro físico del globo, vemos, por decirlo asi, penetrarse reciprocamente el pasado y el presente; por que sucede en el dominio de la naturaleza lo mismo que en el dominio de las lenguas, en las cuales las investigaciones etimológicas nos hacen ver tambien un desarrollo sucesivo, y nos demuestran el estado anterior de un idioma, reflejado en las formas de que hoy nos valemos. Este reflejo del pasado se manifiesta tanto mas en el estudio del mundo material, cuanto que vemos aparecer á nuestros ojos rocas de erupcion y capas sedimentarias semejantes á las de edades anteriores. Para tomar un ejemplo sorprendente de las relaciones geológicas que determinan la fisonomía de un pais, recordaré aquí, que los promontorios traquíticos, los conos de basalto, las corrientes de amigdaloydes de poros alargados y paralelos, y los blancos depósitos de pómez mezclados con negras escorias, animan, por decirlo asi, el paisaje, por los recuerdos del pasado. Estas masas obran sobre la imaginacion del observador instruido, como obrarian las tradiciones de un mundo anterior; que la forma de las rocas es su historia.
El sentido en que han empleado originariamente los Griegos y los Romanos la palabra historia, prueba que tenian tambien la conviccion íntima de que para formarse una idea completa del actual estado de las cosas, era preciso considerarlas en su sucesion. No en la definicion dada por Verrio-Flaco (29), sino en los escritos zoológicos de Aristóteles, es donde la palabra historia se presenta como una esposicion de los resultados de la esperiencia y de la observacion. La descripcion física del mundo de Plinio el Viejo, lleva el título de Historia natural; en las cartas de su sobrino se la llama mas noblemente, Historia de la naturaleza. Los primeros historiadores griegos no separaban aun las descripciones de los paises, de la narracion de los sucesos de que habian sido teatro. Entre ellos, la geografía física y la historia formaron estrecha alianza; permanecieron mezcladas, de una manera sencilla y graciosa, hasta la época en que el gran desarrollo del interés político y la perpétua agitacion de la vida de los ciudadanos, hicieron desaparecer de la historia de los pueblos el elemento geográfico, para formar de él una ciencia aparte.
Queda que examinar si, por obra del pensamiento, puede esperarse que la inmensidad de los fenómenos diversos que comprende el Cosmos, vengan á la unidad de un principio y á la evidencia de las verdades racionales. En el estado actual de nuestros conocimientos empíricos, no nos atrevemos á concebir tan lisonjera esperanza. Las ciencias esperimentales, fundadas en la observacion del mundo esterior, no pueden pretender nunca el completarse; la esencia de las cosas y la imperfeccion de nuestros órganos se oponen á ello igualmente. Nunca se acabará la riqueza inagotable de la naturaleza; ninguna generacion podrá lisonjearse de haber abrazado la totalidad de los fenómenos. Distribuyéndolos por grupos es como se ha llegado á descubrir en algunos de estos, el imperio de ciertas leyes de la naturaleza, sencillas y grandes como ella. La estension de este imperio aumentará sin duda, á medida que las ciencias físicas se ensanchen y perfeccionen progresivamente. Brillantes ejemplos de este adelanto se han dado en nuestros dias en los fenómenos electro-magnéticos, y en los que presentan la propagacion de las ondas luminosas y el calórico radiante. Del mismo modo la fecunda doctrina de la evolucion nos hace ver cómo en los desarrollos orgánicos todo lo que se forma ha sido bosquejado anteriormente, cómo los tejidos de las materias vejetales y animales nacen uniformemente de la multiplicacion y de la transformacion de las células.
La generalizacion de las leyes, no aplicada primero sino en estrecho círculo á algunos grupos aislados de fenómenos, ofrece con el tiempo gradaciones cada vez mas señaladas, ganando en estension y en evidencia mientras se fija el razonamiento en fenómenos de naturaleza realmente análoga; pero desde el momento en que los cálculos dinámicos no son suficientes; por donde quiera que las propiedades específicas de la materia y su heterogeneidad están en juego, es de temer que obstinándonos en conocer las leyes, encontremos bajo nuestros pasos abismos infranqueables. El principio de unidad deja de hacerse sentir; el hilo se rompe do quiera que se manifieste entre las fuerzas de la naturaleza una accion de un género particular. La ley de los equivalentes y de las proporciones numéricas de composicion, tan felizmente reconocida por los químicos modernos, proclamada bajo la antigua forma de símbolos atomísticos, permanece aun aislada, é independiente de las leyes matemáticas del movimiento y de la gravitacion.
Las producciones de la naturaleza, objeto de la observacion directa, pueden distribuirse lógicamente por clases, órdenes ó familias. Los cuadros de estas distribuciones arrojan sin duda alguna luz sobre la historia natural descriptiva; pero el estudio de los cuerpos organizados y su enlace lineal, á pesar de dar mas unidad y sencillez á la distribucion de los grupos, no pueden elevarse á una clasificacion fundada sobre un solo principio de composicion y organizacion interior. Del mismo modo que las leyes de la naturaleza presentan diferentes gradaciones segun la ostension de los horizontes ó de los círculos de fenómenos que abrazan, asi tambien la esploracion del mundo esterior tiene fases diversamente graduadas. El empirismo empieza por cálculos aislados que se van acercando segun su analogía y su desemejanza. Al acto de la observacion directa sucede, aunque muy tarde, el deseo de esperimentar, es decir, de producir fenómenos bajo condiciones determinadas. El esperimentador racional no obra al azar; se guía por hipótesis que se ha formado, por un presentimiento semi-instintivo, y mas ó menos exacto, del enlace de las cosas ó de las fuerzas de la naturaleza. Los resultados debidos á la observacion ó al esperimento, conducen, por medio del análisis y la induccion, al descubrimiento de leyes empíricas. Estas son las fases que la inteligencia humana ha recorrido, y que han caracterizado diferentes épocas en la vida de los pueblos. Siguiendo este camino es como se ha llegado á reunir el conjunto de hechos que constituyen hoy la sólida base de las ciencias de la naturaleza.
Dos formas de abstraccion dominan el conjunto de nuestros conocimientos: relaciones de cantidad relativas á las ideas de número ó de magnitud, y relaciones de cualidad que comprenden las propiedades específicas ó la heterogeneidad de la materia. La primera de estas formas, mas accesible al ejercicio del pensamiento, pertenece á las ciencias matemáticas; la segunda, mas difícil de comprender y mas misteriosa en apariencia, es del dominio de las ciencias químicas. Para someter los fenómenos al cálculo, hay que recurrir á una construccion hipotética de la materia por combinacion de moléculas y átomos, cuyo número, forma, posicion y polaridad deben determinar, modificar y variar los fenómenos. Los mitos de materias imponderables y de ciertas fuerzas vitales propias de cada organismo, han complicado los cálculos y derramado una luz dudosa sobre el camino que ha de seguirse. Bajo condiciones y formas de intuicion tan diversas es como se ha acumulado, á través de los siglos, el conjunto prodigioso de nuestros conocimientos empíricos, el cual aumenta cada dia con rapidez creciente. El espíritu investigador del hombre trata de tiempo en tiempo, y con éxito desigual, de romper formas anticuadas, símbolos inventados para someter la materia rebelde á las construcciones mecánicas.
Muy lejos estamos aun de la época en que será posible reducir á la unidad de un principio racional, por la obra del pensamiento, cuanto percibimos por medio de los sentidos. Puede aun dudarse si en el campo de la filosofía de la naturaleza llegará á conseguirse semejante resultado. La complicacion de los fenómenos y la inmensa ostension del Cosmos parecen oponerse á este fin; pero aun cuando el problema fuera insoluble en conjunto, no por ello una solucion parcial, la tendencia hácia la comprension del mundo, dejaria de ser el objeto eterno y sublime de toda observacion de la naturaleza. Fiel al carácter de las obras que he publicado hasta aquí, y á los trabajos de medidas, esperiencias, é investigaciones que han llenado mi carrera, me encierro en el círculo de las concepciones empíricas.
La esposicion de un conjunto de hechos observados y combinados entre sí, no escluye el deseo de agrupar los fenómenos segun su racional enlace, ni generalizar lo que es susceptible de generalizacion en el conjunto de las observaciones particulares, ni llegar, en fin, al descubrimiento de las leyes. Concepciones del universo fundadas únicamente en la razon, en los principios de la filosofía especulativa, asignarían sin duda á la ciencia del Cosmos un objeto mas elevado. Lejos estoy de censurar los esfuerzos que yo no he intentado, y de vituperarlos por el solo motivo de que hasta aquí han tenido un éxito muy dudoso. Contra la voluntad y los consejos de los profundos y poderosos pensadores que han dado una nueva vida á especulaciones con las cuales se habia ya familiarizado la antigüedad, los sistemas de la filosofía de la naturaleza han alejado los ánimos durante algun tiempo en nuestra patria de los graves estudios de las ciencias matemáticas y físicas. La embriaguez de pretendidas conquistas ya hechas; un lenguaje nuevo escéntricamente simbólico; la predileccion por fórmulas de racionalismo escolástico tan estrechas como nunca las conoció la edad media, han señalado, por el abuso de las fuerzas en una generosa juventud, las efímeras saturnales de una ciencia puramente ideal de la naturaleza. Repito la espresion, abuso de las fuerzas, porque espíritus superiores entregados á la vez á los estudios filosóficos y á las ciencias de observacion, han sabido preservarse de estos escesos. Los resultados obtenidos por sérias investigaciones en el camino de la esperiencia, no pueden estar en contradiccion con una verdadera filosofía de la naturaleza. Cuando hay oposicion, la falta está, ó en el vacío de la especulacion ó en las exageradas pretensiones del empirismo, que cree haber probado por la esperiencia mas de lo que la esperiencia puede probar.
Ya se oponga la naturaleza al mundo intelectual, como si este último no estuviese comprendido en el vasto seno de la primera; ó bien se oponga al arte, considerado como una manifestacion del poder intelectual de la humanidad, no deben conducir estos contrastes, reflejados en las lenguas mas cultivadas, á un divorcio entre la naturaleza y la inteligencia, divorcio que reduciria la física del mundo a no mas que un conjunto de especialidades empíricas. La ciencia no empieza para el hombre hasta el momento en que el espíritu se apodera de la materia, en que trata de someter el conjunto de las esperiencias á combinaciones racionales. La ciencia es, el espíritu aplicado á la naturaleza; pero el mundo esterior no existe para nosotros sino en tanto que por el camino de la intuicion le reflejemos dentro de nosotros mismos. Así como la inteligencia y las formas del lenguaje, el pensamiento y el símbolo, están unidos por lazos secretos é indisolubles, del mismo modo tambien el mundo esterior se confunde, casi sin echarlo de ver, con nuestras ideas y nuestros sentimientos. Los fenómenos esteriores, dice Hegel en La filosofía de la historia, están en cierto modo traducidos en nuestras representaciones internas. El mundo objetivo pensado por nosotros y en nosotros reflejado, está so metido á las eternas y necesarias formas de nuestro sér intelectual. La actividad del espíritu se ejerce sobre los elementos que le facilita la observacion sensible. Así desde la infancia de la humanidad se descubre en la simple intuicion de los hechos naturales, en los primeros esfuerzos intentados para comprenderlos, el gérmen de la filosofía de la naturaleza. Estas tendencias ideales son diversas y mas ó menos fuertes, segun las razas, sus disposiciones morales, y el grado de cultura que han alcanzado, merced á la naturaleza que las rodea.
La historia nos ha conservado el recuerdo del gran número de formas, bajo las cuales se ha intentado concebir racionalmente el mundo entero de los fenómenos, reconocer en el Universo la accion de una sola fuerza motriz que penetra la materia, la transforma y la vivifica. Estos ensayos datan en la antigüedad clásica, desde los tratados de la escuela jónica sobre los principios de las cosas, en que apoyándose en un corto número de observaciones, se quiso someter el conjunto de la naturaleza á temerarias especulaciones. A medida que por la influencia de grandes sucesos históricos se han desarrollado todas las ciencias auxiliándose de la observacion, háse visto tambien enfriarse el ardor que llevaba á deducir la esencia de las cosas y su conexion, de construcciones puramente ideales y de principios racionales en un todo. En tiempos mas próximos á nosotros, la parte matemática de la filosofía natural ha sido la que recibió mayores adelantos. El método y el instrumento, es decir el análisis, se han perfeccionado á la vez. Creemos que lo que fue conquistado por tan diversos medios, por la aplicacion ingeniosa de las suposiciones atomísticas, por el estudio mas general y mas íntimo de los fenómenos y por el perfeccionamiento de nuevos aparatos, es el bien comun de la humanidad, y no debe hoy como antes tampoco lo era, ser sustraido á la libre accion del pensamiento especulativo.
No puede negarse sin embargo, que en el trabajo del pensamiento hayan corrido algun peligro los resultados de la esperiencia. En la perpétua vicisitud de los aspectos teóricos, no hay que admirarse mucho, como dice ingeniosamente el autor de Giordano Bruno (30), «si la mayor parte de los hombres no ven en la filosofía sino una sucesion de metéoros pasajeros, y si las grandes formas que ha revestido corren la suerte de los cometas, que el pueblo no coloca entre las obras eternas y permanentes de la naturaleza, sino entre las fugitivas apariciones de los vapores ígneos.» Apresurémonos á añadir que el abuso del pensamiento y las equivocadas sendas en que penetra, no pueden autorizar una opinion cujo efecto sería rebajar la inteligencia, á saber, que el mundo de las ideas no es por su naturaleza mas que un mundo de fantasmas y sueños, y que las riquezas acumuladas por laboriosas observaciones tienen en la filosofía una potencia enemiga que las amenaza. No es propio del espíritu que caracteriza nuestro tiempo el rechazar con desconfianza cualquier generalizacion de miras, cualquier intento de profundizar las cosas por la senda del raciocinio y de la induccion. Sería desconocer la dignidad de la naturaleza humana, y la importancia relativa de nuestras facultades, el condenar, ya la razon austera que se entrega á la investigacion de las causas y de su enlace, ya el vuelo de la imaginacion que precede á los descubrimientos y los suscita por su poder creador.
^(19) Pág. 41.—La Margarita philosophica del prior de la Cartuja de Friburgo, Gregorio Reisch, apareció primeramente bajo el siguiente título: Epitome omnis philosophiæ, alias Margarita philosophica, tractans de omni gennere scibili. La edicion de Heidelberg (1486) y la de Strasburgo (1504) llevan tambien este título; pero su primera parte fué suprimida en la edicion de Friburgo del mismo año y en las doce ediciones posteriores que se sucedieron en cortos intervalos hasta 1535. Esta obra ejerció gran influencia en la difusion de los conocimientos matemáticos y físicos á principios del siglo XVI y Chasles, el distinguido autor del Apercu historique des méthodes en géométrie (1837), hizo ver cuan importante es la enciclopedia de Reisch para la historia de las matemáticas en la edad media. He sacado partido de un pasaje de la Margarita philosophica que se encuentra solo en la edicion de 1513, para esclarecer la importante cuestion de las relaciones del geógrafo de Saint-Dié, Hylacomilo (Martin Waldscemüller, el primero que dió al Nuevo Continente el nombre de América), con Amerigo Vespucio, con el rey René de Jerusalem, duque de Lorena y las célebres ediciones de Ptolomeo de 1513 y 1522. Véase mi Examen critique de la géographie du Nouveau Continent et des progrés de l'astronomie nautique aux XVe et XVIe siécles, t. IV, p. 99-120.
^(20) Pág. 41.—Ampere, Essai sur la Philos. des Sciences, 1834, p. 25; Whewel, Induct. philos., t. II, p. 277: Parck, Pantology, p. 87.
^(21) Pág. 42.—Todos los cambios en el mundo físico pueden referirse al movimiento. Véase Aristóteles, Phys. ausc., l. III, c. 1 y 4, p. 200 y 201 (l. VIII, c. 1, 8 y 9, p. 250, 262 y 265, ed. Bekker). De Generat. et corrupt., l. II, c. 10, p. 336; Pseudo- Aristóteles, de Mundo, c. 6, p. 398.
^(22) Pág. 47.—Sobre la diferencia que existe entre la atraccion de la. masas y la atraccion molecular, cuestion ya suscitada por Newton, véanse Laplace, Exposition du Système du Monde, p. 384, y el Supplément au livre X de la Mécanique celeste, p. 3 y 4. Véanse tambien Kant, Metaphys. Anfangsgründe der Naturwissenschaft (Obras completas, 1839. t. V, p. 309); Péclet, Physique, 1838, t. I, p. 59-63.
^(23) Pág. 49.—Poisson, Connaissances des temps pour l'année 1836, p. 64-66; Bessel, en los Annalen der Phys. de Poggendorff, t. XXV, p. 417; Encke, en las Mémoires de l'Académie de Berlin, 1826, p. 257; Mitscherlich, Lehrbuch der Chemie. 1837. t. I. p. 352.
^(24) Pág. 50.— Cf. Otfried Müller, Dorier, t. I, p. 365.
^(25) Pág. 51.—Geographia generalis in qua affectiones generales telluris explicantur. La edicion mas antigua dada en Amsterdam por los Elzevir es del año 1650; la segunda (1672) y la tercera (1681), fueron publicadas en Cambridge por Newton. Esta obra capital de Varenio es, en el verdadero sentido de la palabra, una descripcion física de la tierra. Desde la descripcion del Nuevo Continente, discretamente bosquejada por el jesuita José de Acosta (Historia natural de las Indias, 1590), no habian sido consideradas de una manera tan general las cuestiones que se relacionan con la física del globo. Acosta es mas rico en observaciones, pero Varenio abraza un círculo de ideas mas estenso, porque su permanencia en Holanda, centro de las mas vastas relaciones comerciales de la época, le habia puesto en contacto con gran número de viajeros instruidos. «Generalis sive universalis geographia dicitur, quæ tellurem in genere considerat atque affectiones explicat, non habita particularium regionum ratione.» La descripcion general de la tierra por Varenio (Pars absoluta, capítulo I-XXII) es, en su conjunto, un tratado de geografía comparada, sirviéndome del término empleado por el autor mismo (Geographia comparativa, c. XXXIII-XL), pero en una acepcion mucho mas restringida. Se pueden citar entre los pasajes mas notables de este libro los siguientes: la enumeracion de los sistemas de montañas y el exámen de las relaciones que existen entre sus direcciones y la forma general de los continentes (p. 66-76, ed Cantabr. 1681); una lista de los volcanes apagados y de los volcanes en actividad; la discusion de los hechos relativos al reparto general de las islas y de los archipiélagos (p. 220), á la profundidad del Océano con ralacion á la altura de las costas próximas (p. 103), á la igualdad de nivel en todos los mares abiertos (p. 97), y á la dependencia que tienen entre sí las corrientes y los vientos reinantes; la desigual salumbre de los mares; la configuracion de las costas (p. 139); la direccion de los vientos como consecuencia de las diferencias de temperatura, etc. Citaremos aun como muy notables las consideraciones de Varenio sobre la corriente equinoccial de Oriente á Occidente, á la cual atribuye el origen del Gulf-Stream que principia en el Cabo de San Agustin y desaparece entre Cuba y la Florida (p. 140). Nada mas exacto que su descripcion de la corriente que baña la costa occidental de Africa, entre el Cabo Verde y la isla de Fernando Pó en el golfo de Guinea. Varenio esplica por el «levantamiento del fondo del mar» la formacion de las islas esporádicas: «magna spirituum inclusorum vi, sicut aliquando montes e terra protusos esse quidam scribunt (p. 225).» La edicion publicada por Newton en 1681 (auctior et emendatior) no contiene desgraciadamente ninguna adicion de tan notable genio, ni siquiera se menciona el achatamiento del globo terrestre, no obstante las esperiencias de Richer sobre el péndulo, de nueve años de anterioridad á la edicion de Cambridge. Por lo demás, los Principia mathematica philosophiæ naturalis de Newton, no fueron comunicados en manuscrito á la Royal Society de Londres hasta abril de 1686. No se sabe á punto fijo dónde nació Varenio: segun Jœcher, en Inglaterra; la Biographie universelle.(t. XLVII, p. 495) le supone nacido en Amsterdam; pero de la dedicatoria de su Géographie générale al burgomaestre de esta ciudad, se deduce que las dos suposiciones son falsas. Varenio dice claramente que se refugió en Amsterdam «porque su pais natal habla sido quemado y completamente destruido durante una larga guerra;» estas palabras parecen aplicarse al Norte de Alemania y á los estragos de la guerra de los Treinta años. En la dedicatoria de otra obra, Descriptio regni Japoniæ (Amst. 1649), al senado de Hamburgo, dice Varenio que hizo sus primeros estudios matemáticos en el Gimnasio de esta ciudad. Es, pues, de creer, que tan ingenioso geógrafo naciera en Alemania, y probablemente en Luneburgo. (Witten, Mem. Theol., 1685, p. 2142; Zedler, Universal Lexikon, t. XLVI, 1745, p. 187).
^(26) Pág. 51.—La Science géographique générale comparée ou Etude de la terre, dans ses rapports avec la nature et avec l'histoire de l'homme, por Carl Ritter (traducido del alemán al francés por E. Buret y E. Desor).
^(27) Pág. 53.—Κοσμος en su acepcion mas antigua y en el sentido propio de la palabra, significa adorno (ornato del hombre, de la mujer ó del caballo); tomada en sentido figurado por εὺταξία significa orden y ornamento del discurso. Por confesion de todos los antiguos, Pitágoras fue el primero que empleó esta voz para designar el órden en el universo y aun el universo mismo. Pitágoras nunca escribió, pero se encuentran pruebas muy antiguas de este aserto en muchos pasajes de los fragmentos de Philolao (véase Stobée Eglogæ, p. 360 y 460, ed. Hecren, y Bœckh, Philolaus, p. 62 y 90). Siguiendo el ejemplo de Næke, no citamos á Timeo de Locres por ser dudosa su autenticidad. Plutarco (de Placitis philosophorum, l. II, c. 1) dice del modo mas claro que Pitágoras dio el nombre de Cosmos al universo, á causa del órden que en él reina. (Véase tambien Galien, de Historia philosoph., p. 429). De las escuelas filosóficas, esta palabra con su nueva significacion paso al dominio de los poetas y de los prosistas. Platon designa los cuerpos celestes con el nombre de Uranos; pero el órden de los cielos es tambien para él el Cosmos; y en su Timeo (página 30, b), dice que el mundo es un animal dotado de un alma (κóσμον ζῶον ἐμψύχον). Sobre el espíritu separado de la materia, ordenador del, mundo véase Anaxágoras de Clazomène, ed. Schaubach, p. 111, y Plutarco, de Placitis philosoph., l. 11, c. 3). En Aristóteles (de Cœlo, l. I, c. 9) el Cosmos es «el universo y el órden del universo;»» pero tambien le considera como dividiéndose en dos partes en el espacio: el mundo sublunar y el mundo situado sobre la luna (Meteorol., l. I, c. 2 y 3, p. 339 a. y 340 b, ed. Bekker). La definicion del Cosmos que he citado anteriormente en el testo, está tomada del Pseudo-Aristóteles, de Mundo, c. II, p. 391, y concebida en estos términos: Κοσμος ἐστὶ συστήμα ἐξ ουρανοῡ ϰαὶ γὴς ϰαὶ τῶν ἐν τούτιος περιεχομενον φύσεων. Λέγεται δὲ ϰαὶ ετερως ἡ τῶν ὅλων τὰςις τε ϰαὶ διαϰόσμησις, ὑπὸθεῶν τε ϰαὶ διὰ θεῶν φυλαττομενη. La mayor parte de los pasajes de los autores griegos sobre el Cosmos, se encuentran reunidos, primeramente en la controversia de Richard Bentley contra Charles Boyle, sobre la existencia histórica de Zaleuco, legislador de Locres (Opuscula philologices, 1781, p. 347, 445; Dissertation upon the Epistles of Phalaris, 1817, p. 254); despues, en la escelente obra de Nœke, Sched. crit., 1812, p. 9-15; y por último, en Teófilo Schmidt, ad Cleom. cycl. theor. met., l. I, c. 1, p. IX, 1 y 99. Tomada en acepcion mas restringida, la palabra Cosmos se ha empleado tambien en plural (Plut, ibid., l. I, c. 5) para designar las estrellas (Stobée. l. I, p. 514; Plut., l. II, c. 13), ó los innumerables sistemas diseminados como otras tantas islas en la inmensidad de los cielos, y formados cada uno de un sol y una luna (Anaxag. Claz., Fragm., p. 89, 93, 120: Brandis, Geschichte der Griechisch-Römischen Philosophie, t. I, p. 252). Cada uno de estos grupos, formando asi un Cosmos, el universo, τὸπὰν, debe tener una significacion mas amplia (Plut. l. II, capítulo 1). Hasta mucho tiempo despues del siglo de los Tolomeos, no se aplicó esta palabra á la tierra. Bœckh ha dado á conocer inscripciones en elogio de Trajano y Adriano (Corpus Inscr. Græc, t. I, núms. 334 y 1306), en las que ϰοσμος; está escrito por οίϰονμἐνη, asi como por mundo se espresa á veces la tierra sola. Ya hemos indicado esta singular division de los espacios celestes en tres partes, el Olimpo, el Cosmos y el Uranos (Stobée, l. I, p. 488; Philolao, p. 94-102); la cual se aplica á las diversas regiones que rodean este foco misterioso del universo, este Εστία τοῦ παντός de los Pitagóricos. En el fragmento que nos ha conservado esta division, el nombre de Uranos designa la region mas interior situada entre la luna y la tierra; este es el dominio de las cosas variables. La region media, en la que los planetas circulan con órden inmutable y armonioso, se llama esclusivamente Cosmos, segun concepciones muy particulares sobre el universo. En cuanto al Olímpo, es la region esterior, la region ígnea. Un profundo investigador de las afinidades de los idiomas, Bopp, hace observar que «se puede deducir, como lo hizo Pott (Etymologische Forschungen, primera parte, p. 39 y 252), la palabra ϰόσμος, de la raiz sánscrita ’sud‘, purificari, apoyándose en dos consideraciones: en primer lugar, la ϰ griega en ϰόσμος viene de la s que Bopp representa por ’s y Pott por ç; asimismo δεϰα, decem, en lengua gótica taihum, viene de la palabra india da’san; en segundo lugar, la d‘ india corresponde, por regla general á la θ griega, (Vergleichende Gramm., § 22), lo que acaba de poner en evidencia la relacion de ϰόσμος (por ϰοθμοσ) con la raiz sánscrita ’sud‘, de donde viene tambien ϰυταρος. Otra espresion india para designar el mundo, es ’gagat (pronúnciese dschagat); es propiamente el participio presente del verbo gagâmi, voy, cuya raiz es gâ. «Permaneciendo en el círculo de las etimologías de la lengua griega, se ve (Etymolog. Magnum. p. 532, 12) que ϰόσμος se enlaza inmediatamente con ϰαζο ó mas bien con ϰαίνυμαί (de donde χεϰασμε νός ó ϰεϰαδμενος). Welker (eine Kretische Colonie in Theben, p. 23) une además el nombre de Καδμὀς, asi como en Hesychio ϰαδμος, significa un levantamiento de armas en los Cretenses. Cuando el idioma científico de los griegos se introdujo entre los romanos, la palabra mundus, que tiene en su orígen la significacion primera de la palabra ϰόσμος (adorno de mujer), sirvió para designar el mundo y el universo. Ennio parece haber sido el primero que introdujo esa novedad. En uno de los fragmentos de este poeta, conservados por Macrobio, en la querella que hace á Virgilio sobre sus ficciones, se encuentra empleada esta palabra en su nueva acepcion: «Mundus cœli vastus constitit silentio.» (Satur., l. VI, c. 2). Ciceron dice tambien en su traduccion de Timeo, c. 10: quem nos lucentem mundum vocamus. Por lo demás, la raiz sánscrita mand, de la cual Pott hace derivar la palabra latina mundus (Etymolog. Forschungen, primera parte, p. 240), reune el doble significado de brillar y adornar. Lôka designa en sánscrito el mundo y los hombres, como la palabra francesa monde, y se deriva, segun Bopp, de lôk (ver y brillar): lo mismo sucede con la raiz eslava swjet, que quiere decir á la vez luz y mundo (Grimm deutsche Gramm., t. III, p. 394). En cuanto á la palabra de que se sirven hoy los alemanes (welt, en antiguo alemán wëralt, en antiguo sajon worold y wëruld en anglo-sajon), su significacion originaria fué, segun Jacobo Grimm, la de un intervalo de tiempo, una edad de hombre (sæculum), y no la del mundus en el espacio. Los Etruscos se imaginaban el mundo como una bóveda invertida y simétricamente opuesta á la bóveda celeste (Otfried Müller, Etrusker, segunda parte, p. 96, 98 y 143). Tomado en una acepcion mas limitada aun, el mundo parece haber sido para los godos, la superficie terrestre rodeada por una cintura de mares (marei, meri): lo llamaban merigard, literalmente jardín de los mares.
^(28) Pág. 53.—Véanse, sobre Ennio, las ingeniosas investigaciones de Leopoldo Krahner, en la disertacion titulada: Grundlinien zur Geschichte des Verfalls der römischen Stdats-Religion, 1837, p. 41-45. Segun toda probabilidad, Ennio no ha tomado nada de los fragmentos de Epicarmo, aunque sí de los poemas compuestos bajo el nombre de este filósofo, y concebidos en el sentido de su sistema.
^(29) Pág. 55.— Aulu Gelle, Noctes Atticæ, l. V, c. 18.
^(30) Pág. 61.—Bruno, ou Du principe divin et naturel des choses, por J. de Schelling, traducido del aleman al francés por Husson, 1845, p. 204.