Crítica social/El sufragio universal

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El sufragio universal


Nos encontramos en pleno período electoral; la gran comedia moderna va a comenzar de nuevo.

Molière estudiaría en. ella, si hoy viviese, los apetitos y la estupidez de los hombres. Es un relincho universal, es una exposición de todas las medianías, es la bestia humana lanzada con sus vanidades y sus miserias. En el siglo xx el resultado podrá ser soberbio; pero en la actualidad, el guiso es de-los menos agradables.

Me he echado a reir, en un rincón, ante el levantamiento de los hombres políticos y de la Prensa, cuando se les significó que tendrían tres pobres semanil!as de agitación electoral. Han hablado furiosamente de emboscada, de mala fe, y ha circulado bastante la palabra escamoteo. ¡Sí, el Gobierno indecoroso les escamoteaba su placer, arrebatábales de la boca el pan del desorden! ¡Calcúlese! sólo tres semanas para escribir profesiones de fe imbéciles e incorrectas, para adoctrinar a pobres diablos que se venden por un vaso de vino, para llenar la Prensa de un montón horrible de prosa que ni aun para el estercolero serviría, para tener al país en un malestar intolerable, del que la nación sale con los ojos fatigados y la cabeza vacía, como después de una noche de embriaguezz. ¡Pero es una medida irónica! i eso no puede soportarse! ¡Se necesitaban tres meses de golosina! jera menester la vida entera!

| Ah! itoda la vida! ¡Qué dorado sueño! ¡ Elecciones continuas, diputados nombrados por un día, mandando un día y volviéndose a presentar a sus electores por la noche! ¡Nada más que política, al almorzar y al comer, en la cama como en la mesa! Una nación que comiera periódicos en lugar de pan, que se viera obligada a formar cola para depositar candidaturas en las urnas, sin tener tiempo siquiera para lavarse ias nianos! El hecho es bien simple. En sus tiendas los carniceros impulsari el consumo de la carne. Desde el momento en que la política se ha hecho una carrera, el refugio natural de las ambiciones enfermizas de los hombrecillos que han fracasado en todo lo demás, es natural que esos hombres nos atiborren de política. Es la lucha por la existencia. Qué sería, por ejemplo, de M. Floquet, o de M.

Ranc, o de muchos otros, si de un día a otro esa Francia a quien fastidian les suprimiera su vaca de leche? Se convertirían en abogados sin talento, en novelistas de décimo orden, en transeuntes desconocidos en la acera banali Adelante, pues, la política! ¡Política en todas rartes! ¡política siempre! Cuanto más turbia es el agua, más abundante es la pesca.

Se abusa de pública estupidez, y se lanza un grito de dolor y de rabia porque se conceden solamente veintitantos días para explotar en grande.

Yo, que no soy tendero, opino que esas tres semanas van a ser un buen peso para los mozos algo literatos, sensibles a las buenas fórmulas inte!'ectuales de sus contemporáneos.

Lo mejor sería no leer un periódico, porque los periódicos, encantados con el regalo, en ese mes d: agosto tan vacío generalmente, tan difícil de pasar, abusarán sin dudá ninguna de la materia electoral. Se resarcirán de la brevedad del tiempo con la cantidad de prosa indigesta.

Me parece que tres días hubieran bastado: el primero para avivar al país, el segundo para dejarle reflexionar, y el tercero para depositar el voto. Si no sabe en un día lo que debe hacer, no lo sabrá jamás.

Tengo como una idea de que un día bastaría a los e'ectores para votar bien, mientras que tres semanas no bastan a los hombres políticos para hacer votar a los electores a su antojo.

He ahí dónde está la cuestión práctica del sufragio universal.

El principio del sufragio universal parece ciertamente inatacable. Es la única herramienta gubernamental de una lógica absoluta.

Imaginaos una nación en que todos los ciudadanos son igualmente sabios e instruidos.

Se reunen cada tres o cuatro años, delegan el poder en aquellos que consideran más capaces de ejercerle. Nada tan claro en teoría, nada tan humanamente justo.

Pero lo enojoso es que la teoría se falsea en cuanto se pasa a su aplicación.

Un pueblo no es una adición de cifras equivalentes. Así, pues, dando el mismo valor a cada ciudadano, se introducen en el total enormes causas de error que vician la opertación.

En una palabra, desde el momento en que los hombres intervienen con sus locuras y sus enfermedades, la lógica matemática del sufragio universal queda destruida, no tando de ella más que una abominable confusiónres- Ya no es ciencia, es empirismo, y del más turbio, del más peligroso.

He aquí por qué todos los espíritus científicos de este siglo se han mostrado llenos de vacilación y desconfianza ante el sufragio uni- — vėrsal.

Hablo de nuestros filósofos, de nuestros sabios,' de los que proceden por la observación y la experimentación.

Rechazan lo absoluto, estudian al hombre fuera de los dogmas, y juzgan que la igualdad fisiológica no existe, que un hombre no vale lo què otro, que hay una e'iminac:ón continua y necesaria de casi una mitad de la humanidad. De tal modo que el sufragio universal no es ya una realidad basada en lo real, sino que se convierte en un idealismo basado en la concepción religiosa de una igualdad de las almas.

Nuestros terribles intransigentes, nuestros ateos, ino sospechan que son simples católicos cuando llaman al escrutinio como a los idiotas y a los escrofulosos? Véase Littré, véase Taine, véase Renán, véanse las obras de todos los que intentaron la aplicación de la fórmula moderna de nuestras ciencias a la política: retroceden ante la idea de poner otra vez el gobierno en manos de la nación entera, porque los elementos no les parecen bastante determinados, porque-la observación y la experiencia han puesto de ma- TOMO IX nifiesto las desigualdades que el trabajo de selección produce en cada pueblo, porque, en fin, se niegan a lanzarse en un empirismo que va derechamente al charlatanismo de los mediocres y de los ambiciosos.

He aquí lo que es necesario establecer con claridad.

El sufragio universal no tiene todavía nada de científico, es puramente empírico. Con la masa considerable de. nuestros electores ignorantes, con los vergonzosos tráfiços con la granujería de unos .y la estupidez de otros, no se puede saber lo que saldrá del escrutinio. El total de la operación es falsificado, y nunca se obtendrá el verdadero, porque es la verdad. Los candidatos que merecen ser elegidos, se ven obligados a descender a las mismas maniobras que los candidatos que ningüna razón tienen para serlo. En una palabra, el soberbio principio de la soberanía del pueblo desaparece, no queda de él más que el sucio teje-maneje de un montón de tunantes que se valen del sufragio para repartirse el país, como se hace uso de un cuchillo para trinchar un pollo.

Y así se explica que los hombres políticos se enfaden al verse obligados a amasar, cocer y comerse las elecciones en tres semanas.

| Porque la tarea no es cosa fácil. Se trata, para cada uno, de conquistar al elector, de inculcarle sus ideas, de embrollarle el cerebro hasta el punto de arrancarle su voto.

Esto, en lenguaje político, se llama ilustrarle.

Pero, como cada partido, y aun cada candidato, tienen la pretensión de ilustrar al lector a su manera, imaginaos la bella composición que se produce en la cabeza de éste. Se le lleva aquí, se le lleva allá, y generalmente vota sin saber lo que hace, cediendo a las consideraciones más extrañas del mundo.

La verdad es que hasta la fecha, el sufragio universal es para quien sabe entenderle. Es asunto de habilidad y de energía. Se recordará hasta qué punto el segundo Imperio se había apoderado de él. Durante dieciocho años mantúvose dócil bajo el látigo; y si la bestia se le escapaba hacia el fin, es porque él se volvía torpe y no sabía montarla. En la actualidad la República tiene las riendas; pero bastaría que cometiese la menor falta para que fuese lanzada al arroyo.

No hay instrumento menos conocido y que proporcione más sorpresa. Nuestros hombres políticos se sirven de él con visible respeto y miedo. Lo cual se adivina en las precauciones que toman, en los hacen cada vez que se verifica el escruținio, Şi enormes esfuerzos que le bastara al mérito con presentarse, el mérito se presentaría y sería elegido. Pero vemos al mérito más inquieto que a la estupidez, empleando formidables mecanismos, arriesgándose como. en terreno sembrado de abismos.

Es una lotería en la que es preciso trampear.

El sufragio universal, natural y bonachón, el que no ha pasado por las cacerolas de la política, no existe. No hay más que el sufragio universal aderezado, sofisticado, trabajado couna pasta durante semanas, prometido como un excelente guiso al buen pueblo que carece de pan; y hasta ocurre que habiéndole puesto al horno un candidato, es su adversario quien se lo come. ¿ Por qué? No se sabe. Una jugarreta.

Y lo que prueba hasta qué punto el sufragio úniversal es un instrumento poco conocido, que nadie tiene completamente en su mano y que toda el mundo quisiera hacer suyo, es la lucha terrible que ultimamente tuvo lugar con motivo del escrutinio de distrito y el escrutinio de listamo Reuniendo los argumentos que se lanzaron a la cabeza de una parte y de otra, se obtendrá la requisitoria más aplastante que nunca se haya escrito contra el sufrágio universal: por un lado, el escrutinio del distrito, con sus barrios podridos, sus compras de conciencias, la presión de los grandes propietarios sobrė las comunidades conquistadas; por otro lado el escrutinio de lista, reemplazando a los electores por comités; imponiendo çandidatos desconocidos, introduciendo una elección de dos grados disfrazada, y no siendo más que la negación del propio sufragio universal.

Después de esto, los observadores, los pensadores, no pueden hacer más que encogèrse de hombros ante una máquina de mecanismo tan defectuoso, y sobre cuyo funcionamiento nadie se entiende.